Sí, Argentina puede (y debe) deshacerse del peso y de su Banco Central

La dolarización oficial ratificaría las decisiones tomadas por la mayoría de los argentinos en sus propios asuntos.
29 de November, 2023

La victoria de Javier Milei en los comicios presidenciales de Argentina fue un rotundo respaldo a la dolarización del país. La dolarización oficial ratificaría las decisiones tomadas por gran parte de los argentinos en sus asuntos personales (especialmente cuando se trata de transacciones de mayor volumen, ya sea la adquisición de una vivienda o de un electrodoméstico) y terminaría con dos décadas de depreciación de la moneda, inflación y altas tasas de interés. También tornaría innecesario al Banco Central de la República Argentina (BCRA).

No obstante ello, entre muchos economistas persiste la opinión de que la Argentina carece de fondos para dolarizarse al tipo de cambio actual (alrededor de 350 pesos por dólar oficialmente). Sin más dólares o una devaluación masiva del peso, afirman, la dolarización es imposible. No estamos de acuerdo: Argentina tiene todos los dólares que precisa para dolarizarse oficialmente y eliminar el BCRA.

El balance del BCRA está compuesto por las reservas de divisas y los activos de crédito interno, mientras que sus pasivos incluyen la base monetaria, las cuentas de depósito del gobierno y diversos tipos de títulos de deuda a corto plazo. Los pasivos del BCRA totalizaban 63,8 billones de pesos al 23 de noviembre.

La mayoría de los economistas considera que la dolarización requeriría la amortización de todos los pasivos del Banco Central con sus reservas en moneda extranjera. Con 21.551 millones de dólares (7.694 millones de pesos) en reservas brutas de divisas al 23 de noviembre, sólo el 13 por ciento de los pasivos del banco están cubiertos al tipo de cambio oficial de aproximadamente 357 por dólar. El canje de todos los pasivos en dólares requeriría un tipo de cambio de 2.960 pesos por dólar. Esta es la opinión generalizada respecto de la dolarización.

Pero la mayoría de los economistas pasan por alto la circunstancia de que la dolarización, usualmente, no es más que un cambio en la unidad de cuenta de un país, la cual se logra de un plumazo al volver a denominar las obligaciones en otra moneda. Dada una tasa de conversión (más adelante analizamos cómo podría establecerse), la mayoría de los pasivos del BCRA pueden transformarse en pasivos en dólares sin ser liquidados en moneda extranjera. El único pasivo del BCRA que debe ser redimido en dólares son los 6 billones de pesos de efectivo en circulación, que están más que suficientemente cubiertos por las reservas brutas de divisas del BCRA al tipo de cambio oficial actual.

Los activos y pasivos del BCRA, ahora denominados en dólares, pueden ser consolidados con las finanzas del gobierno. Las cuentas de depósito del gobierno pueden trasladarse a los bancos comerciales. La responsabilidad de la política monetaria pasa efectivamente a la Reserva Federal de los Estados Unidos. Las operaciones de prestamista de última instancia pueden ser replicadas en el mercado monetario internacional en dólares. Los sistemas de compensación operados por el BCRA, en los que los saldos de reservas bancarias ahora denominados en dólares seguirán liquidando transacciones en dinero bancario, pueden seguir operando de manera independiente. Los pagos en dólares con los bancos extranjeros pueden realizarse a través del CLS Bank (Sigla inglesa para Continuous Linked Settlement, un sistema de pagos para liquidar operaciones de compraventa de divisas) o de relaciones de corresponsalía bancaria, como en cualquier otra parte. La regulación del sistema bancario puede ser llevada a cabo por una entidad recientemente constituida, aprovechando posiblemente el personal y los sistemas heredados del BCRA.

¿Cuál es el tipo de cambio correcto para retirar el peso? La cifra correcta se ubica probablemente entre el tipo oficial y el tipo del mercado negro, de aproximadamente 1000 pesos por dólar. Los factores de conversión de la paridad del poder adquisitivo (PPA) del Banco Mundial sugieren desde hace tiempo un tipo de cambio de equilibrio de aproximadamente la mitad del tipo oficial. Las tasas de interés de los préstamos a un año, en torno al 100%, sugieren un tipo similar cuando se calculan sobre la base de la paridad de la tasa de interés.

En vez de establecer una tasa de conversión de antemano, proponemos que Argentina siga el procedimiento utilizado por uno de nosotros (Hanke) en Bulgaria para fijar el tipo de cambio utilizado en la puesta en marcha de su caja de conversión en 1997. En la misma fecha en que la dolarización sea anunciada, se congelaría la base monetaria en pesos de Argentina. A continuación, se dejaría flotar libremente el tipo de cambio peso-dólar durante los 30 días siguientes. Al final de ese periodo, se observarían los tipos de mercado realizados y se determinaría el tipo de cambio apropiado, teniendo en cuenta los cálculos de referencia basados en los factores de conversión de la PPA del Banco Mundial, así como el tipo de cambio determinado sobre la base de la paridad de las tasas de interés.

Aunque hemos demostrado que la dolarización es posible sin más dilación, seguirá habiendo quienes se preocupen acerca de cuán óptima puede resultar la política de la Reserva Federal para el ciclo económico y las posiciones comerciales de la Argentina. Tales objeciones asumen que la alternativa a la dolarización es un régimen de banca central altamente competente y operado con precisión. Las condiciones para esto último han estado ausentes en la Argentina durante la mayor parte de su historia. En la medida en que una sucesión de gobiernos ha encontrado irresistible la tentación de monetizar los déficits fiscales, la política monetaria se ha convertido en la principal fuente de perturbaciones para la economía argentina. La estabilidad relativa sólo ha prevalecido bajo el régimen de tipo de cambio fijo impuesto por el sistema de Convertibilidad de Argentina (1991-2001). Ha llegado el momento de hacer desaparecer al BCRA y al peso, ponerlos en museos y reemplazarlos por la política monetaria de la Reserva Federal y el dólar estadounidense. Esto no sólo es deseable, sino factible.

El original en inglés en el National Review puede verse aquí.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y profesor de Economía Aplicada y fundador y Co-Director del Institute for Applied Economics, Global Health, and the Study of Business Enterprise en la Johns Hopkins University.

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