El Presidente George W. Bush, no disuadido por su abismal fracaso en su riesgosa apuesta en Irak, está arrojando los dados en apuestas incluso más altas al acordar compartir tecnología nuclear sensitiva y armas convencionales avanzadas con la India para colaborar en su ascenso como una potencia mundial. Una política así podría resultar ser desastrosa.
El temor de la administración de una China en expansión es el que está guiando a esta principal iniciativa política respecto de la India. Probablemente no sea coincidencia que el cambio de política fuera anunciado una semana después de que un general chino declarase que China debería usar armas nucleares contra los Estados Unidos ante cualquier intervención estadounidense en el conflicto entre China y Taiwán. Y, según un reciente informe del Pentágono, China ha estado incrementado sus gastos de defensa.
Bajo el acuerdo de la semana pasada entre el Presidente Bush y el Primer Ministro Hindú Manmohan Singh, el cual debe contar con la bendición del Congreso, los Estados Unidos compartirán con la India armamento convencional avanzado y tecnología nuclear sensitiva que puede ser utilizada tanto para propósitos civiles como militares. A cambio, la India prometió continuar con su auto-impuesta moratoria de no realizar pruebas atómicas, abrir su programa atómico civil (pero no sus armas nucleares) a la inspección internacional, y evitar exportar tecnología o materiales nucleares a estados que aspiran a volverse nucleares.
Las concesiones de la India en el acuerdo son escasas porque la misma ya había decidido abandonar las pruebas nucleares y había pasado a asegurar su material nuclear. Más importante todavía, el acuerdo no excluye a la India de producir armas niveladas con plutonio las que podrían ser usadas para expandir el arsenal de armas nucleares de la nación.
La administración Bush ha dicho que la India debería convertirse en «una de las principales potencias mundiales en el siglo 21.» Pero la India está emergiendo como una gran potencia lo suficientemente rápido—incluso sin la ayuda de la administración Bush de proporcionarle mejores armas convencionales y nucleares. Durante la década pasada, la India ha experimentado un crecimiento económico fenomenal el que es probable que continuará perfectamente en el futuro.
Al mismo tiempo la administración Bush está buscando una política no oficial de «contención» hacia China. Los Estados Unidos han fortalecido las alianzas formales e informales de la época de la Guerra Fría con los países del este asiático que rodean a China–por ejemplo, Japón, Taiwán, y Singapur. Han también transferido fuerzas militares hacia la región del Asia/Pacífico, y actualmente han incrementado el apoyo militar para la India.
Aunque ya era obvio que cualquier conflicto sobre Taiwán entre China y los Estados Unidos, ambos con arsenales atómicos, podría volverse nuclear, el jurado aún no se ha expedido acerca del grado de amenaza que representará China. Mientras que China ha estado aumentando el gasto en materia de defensa, gran parte de esos nuevos desembolsos se ha destinado a incrementos en la paga de los soldados—para estar a tono con los salarios en alza en el sector privado chino de rápido crecimiento-en vez de a armamento avanzado. Además, incluso las estimaciones más altas sobre el gasto chino en defensa lo colocan varias veces por debajo del presupuesto de defensa de los Estados Unidos, el cual ha experimentado un crecimiento fenomenal desde los últimos años de la administración Clinton.
Por lo tanto, pese a que tanto China como la India están surgiendo como grandes potencias, la administración está apostando a que la India será amistosa para con los Estados Unidos porque es una democracia y que China será una amenaza debido a que no lo es. Esa puede ser una apuesta mala.
En primer lugar, China podría seguir el camino de Chile, Taiwán y Corea del Sur al abrir primero su economía-los cual ha hecho-y volverse más democrática más adelante. Los ciudadanos chinos promedio son ya más libres, tanto económica como políticamente, de lo que lo han sido jamás en el pasado.
Segundo, contrariamente a la sabiduría convencional, las democracias no siempre son amistosas con países que poseen otras formas de gobierno ni siquiera unas con otras. La historia demuestra que las democracias son tan proclives a ir a la guerra como los gobiernos más autocráticos. En verdad, el antecedente de democracias lanzando guerras contra no-democracias es abismal. La búsqueda de imperios por parte de los británicos, franceses, alemanes, y de otras potencias europeas durante los siglos 18, 19 y 20 y las guerras de los EE.UU. en las Filipinas, Rusia, América Latina, el este de Asia, y especialmente el Medio Oriente durante el siglo pasado son ejemplos obvios.
Y la teoría de que las democracias no van a la guerra unas con otras en virtud de que poseen los mismo valores, se encuentra contradicha por las guerras intra-democráticas-tales como la Primera Guerra Mundial, la Guerra Boer y la guerra entre los Estados Unidos y los Estados Confederados de América. Para ilustrar la hostilidad de algunas democracias para con otras, precisamos observar no más allá de la propia India. La India ha sido una democracia desde su fundación en 1947 pero alineada durante la Guerra Fría con la comunista Unión Soviética y tuvo relaciones muy gélidas con los Estados Unidos. En contraste, los Estados Unidos apoyaron al consabido rival de la India, el autoritario Pakistán.
La conclusión es la de que el hecho de armar a una potencia naciente–ya sea democrática o no-podría ser peligroso. En el futuro, las tasas de crecimiento económico de la India pueden superar a las de Chinas, y los Estados Unidos podrían entonces estar tentados de apoyar a China para detener a una agresiva fuerza irresistible hindú que fue construida, en parte, con la ayuda estadounidense.
Una alianza estratégica con la India es también mala para los EE.UU. en razón del potencial auge de la militancia anti-estadounidense en Pakistán, la cual podría provocar que las armas nucleares de la nación cayesen bajo la influencia de los jihadistas radicales. Finalmente, el suministrarle tecnología nuclear a una nación que desarrolló armas atómicas en secreto y que nunca suscribió el Tratado de No Proliferación Nuclear, acaba con el tratado y ofrece una excusa para que otras naciones nucleares vendan dicha tecnología a sus estados clientes favoritos-por ejemplo, Rusia vendiéndole a Irán.
A fin de implementar su nueva política para con la India, la administración necesitará convencer al Congreso para modificar una ley que imposibilita la exportación de tecnología nuclear sensitiva a países que no permiten un monitoreo total de sus instalaciones nucleares. El Congreso debería bloquear que ser arme a la India.
Traducido por Gabriel Gasave
Arrojando los dados sobre la India
El Presidente George W. Bush, no disuadido por su abismal fracaso en su riesgosa apuesta en Irak, está arrojando los dados en apuestas incluso más altas al acordar compartir tecnología nuclear sensitiva y armas convencionales avanzadas con la India para colaborar en su ascenso como una potencia mundial. Una política así podría resultar ser desastrosa.
El temor de la administración de una China en expansión es el que está guiando a esta principal iniciativa política respecto de la India. Probablemente no sea coincidencia que el cambio de política fuera anunciado una semana después de que un general chino declarase que China debería usar armas nucleares contra los Estados Unidos ante cualquier intervención estadounidense en el conflicto entre China y Taiwán. Y, según un reciente informe del Pentágono, China ha estado incrementado sus gastos de defensa.
Bajo el acuerdo de la semana pasada entre el Presidente Bush y el Primer Ministro Hindú Manmohan Singh, el cual debe contar con la bendición del Congreso, los Estados Unidos compartirán con la India armamento convencional avanzado y tecnología nuclear sensitiva que puede ser utilizada tanto para propósitos civiles como militares. A cambio, la India prometió continuar con su auto-impuesta moratoria de no realizar pruebas atómicas, abrir su programa atómico civil (pero no sus armas nucleares) a la inspección internacional, y evitar exportar tecnología o materiales nucleares a estados que aspiran a volverse nucleares.
Las concesiones de la India en el acuerdo son escasas porque la misma ya había decidido abandonar las pruebas nucleares y había pasado a asegurar su material nuclear. Más importante todavía, el acuerdo no excluye a la India de producir armas niveladas con plutonio las que podrían ser usadas para expandir el arsenal de armas nucleares de la nación.
La administración Bush ha dicho que la India debería convertirse en «una de las principales potencias mundiales en el siglo 21.» Pero la India está emergiendo como una gran potencia lo suficientemente rápido—incluso sin la ayuda de la administración Bush de proporcionarle mejores armas convencionales y nucleares. Durante la década pasada, la India ha experimentado un crecimiento económico fenomenal el que es probable que continuará perfectamente en el futuro.
Al mismo tiempo la administración Bush está buscando una política no oficial de «contención» hacia China. Los Estados Unidos han fortalecido las alianzas formales e informales de la época de la Guerra Fría con los países del este asiático que rodean a China–por ejemplo, Japón, Taiwán, y Singapur. Han también transferido fuerzas militares hacia la región del Asia/Pacífico, y actualmente han incrementado el apoyo militar para la India.
Aunque ya era obvio que cualquier conflicto sobre Taiwán entre China y los Estados Unidos, ambos con arsenales atómicos, podría volverse nuclear, el jurado aún no se ha expedido acerca del grado de amenaza que representará China. Mientras que China ha estado aumentando el gasto en materia de defensa, gran parte de esos nuevos desembolsos se ha destinado a incrementos en la paga de los soldados—para estar a tono con los salarios en alza en el sector privado chino de rápido crecimiento-en vez de a armamento avanzado. Además, incluso las estimaciones más altas sobre el gasto chino en defensa lo colocan varias veces por debajo del presupuesto de defensa de los Estados Unidos, el cual ha experimentado un crecimiento fenomenal desde los últimos años de la administración Clinton.
Por lo tanto, pese a que tanto China como la India están surgiendo como grandes potencias, la administración está apostando a que la India será amistosa para con los Estados Unidos porque es una democracia y que China será una amenaza debido a que no lo es. Esa puede ser una apuesta mala.
En primer lugar, China podría seguir el camino de Chile, Taiwán y Corea del Sur al abrir primero su economía-los cual ha hecho-y volverse más democrática más adelante. Los ciudadanos chinos promedio son ya más libres, tanto económica como políticamente, de lo que lo han sido jamás en el pasado.
Segundo, contrariamente a la sabiduría convencional, las democracias no siempre son amistosas con países que poseen otras formas de gobierno ni siquiera unas con otras. La historia demuestra que las democracias son tan proclives a ir a la guerra como los gobiernos más autocráticos. En verdad, el antecedente de democracias lanzando guerras contra no-democracias es abismal. La búsqueda de imperios por parte de los británicos, franceses, alemanes, y de otras potencias europeas durante los siglos 18, 19 y 20 y las guerras de los EE.UU. en las Filipinas, Rusia, América Latina, el este de Asia, y especialmente el Medio Oriente durante el siglo pasado son ejemplos obvios.
Y la teoría de que las democracias no van a la guerra unas con otras en virtud de que poseen los mismo valores, se encuentra contradicha por las guerras intra-democráticas-tales como la Primera Guerra Mundial, la Guerra Boer y la guerra entre los Estados Unidos y los Estados Confederados de América. Para ilustrar la hostilidad de algunas democracias para con otras, precisamos observar no más allá de la propia India. La India ha sido una democracia desde su fundación en 1947 pero alineada durante la Guerra Fría con la comunista Unión Soviética y tuvo relaciones muy gélidas con los Estados Unidos. En contraste, los Estados Unidos apoyaron al consabido rival de la India, el autoritario Pakistán.
La conclusión es la de que el hecho de armar a una potencia naciente–ya sea democrática o no-podría ser peligroso. En el futuro, las tasas de crecimiento económico de la India pueden superar a las de Chinas, y los Estados Unidos podrían entonces estar tentados de apoyar a China para detener a una agresiva fuerza irresistible hindú que fue construida, en parte, con la ayuda estadounidense.
Una alianza estratégica con la India es también mala para los EE.UU. en razón del potencial auge de la militancia anti-estadounidense en Pakistán, la cual podría provocar que las armas nucleares de la nación cayesen bajo la influencia de los jihadistas radicales. Finalmente, el suministrarle tecnología nuclear a una nación que desarrolló armas atómicas en secreto y que nunca suscribió el Tratado de No Proliferación Nuclear, acaba con el tratado y ofrece una excusa para que otras naciones nucleares vendan dicha tecnología a sus estados clientes favoritos-por ejemplo, Rusia vendiéndole a Irán.
A fin de implementar su nueva política para con la India, la administración necesitará convencer al Congreso para modificar una ley que imposibilita la exportación de tecnología nuclear sensitiva a países que no permiten un monitoreo total de sus instalaciones nucleares. El Congreso debería bloquear que ser arme a la India.
Traducido por Gabriel Gasave
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