Para alivio de la administración Bush, la atención de los medios de comunicación del mundo se ha centrado intensamente en sí los rebeldes iraquíes acatarán la ahora extendida fecha límite para crear una constitución que pueda ser sometida a un referéndum nacional el 15 de octubre. Al igual que en las campañas electorales estadounidenses, los medios se concentran en las nimiedades de corto plazo-es decir, en cómo el proceso se está desenvolviendo-en lugar de en las ramificaciones de largo plazo para el país de los temas decididos.
La atención de los medios respecto de sí el cronograma forzado de la administración es cumplido, en lugar de en la calidad y en el probable impacto de la constitución resultante, es funcional al propósito de la administración de crear la ilusión de progreso. De esta manera, la victoria puede ser declarada y las tropas estadounidenses pueden comenzar a regresar a casa. Después de todo, las elecciones parlamentarias son el año próximo, y para entonces, los demócratas serán intrépidos sobre una guerra que está recibiendo cada vez menos apoyo popular aquí en el país.
Y una ilusión es lo que es. A comienzos de este verano, el Brigadier General Donald Alston, el principal vocero militar estadounidenses en Irak, efectuó la asombrosa admisión de que la guerra en Irak se perdió desde el punto de vista militar cuando dijo: «Esta insurgencia no va a ser calmada, los terroristas y el terrorismo en Irak no van a ser aplacados, a través de opciones militares o de operaciones militares.» Luego señaló con su dedo al proceso político en busca de una solución.
Sin embargo, obligando artificialmente a los iraquíes a alcanzar un acuerdo definitivo sobre cuestiones fundamentales-tales como la autonomía para las áreas kurdas y shiitas (federalismo), el papel del Islam y de las mujeres en la sociedad iraquí, y el destino de la ciudad de Kirkuk, rica en petróleo-volverá probablemente a cualquier constitución iraquí tan irrelevante como aquellas de los estados árabes vecinos. En el papel, varios estados árabes poseen constituciones liberales, pero carecen de la cultura política o de las instituciones para sustentar un sistema político abierto. Si Irak no cae rápidamente en una guerra civil, tal vez la administración pueda deshacerse de esta fachada y abandonar Irak con alguna dignidad.
Ya sea que Irak consiga una constitución recién acuñada o no, lamentablemente lo más probable es que emprenda una trayectoria hacia una extrema guerra civil. A pesar de que el tema del federalismo ha estado sobre la mesa en las deliberaciones constitucionales iraquíes, el mismo ha sido desde hace mucho decidido sobre el terreno. Los Estados Unidos nunca confiscaron las abundantes armas poseídas por las numerosas milicias étnicas iraquíes, las que están listas para ir una tras otras respecto de todos los temas que han sido debatidos por la comisión constitucional iraquí. La cuestión es la de sí los efectivos estadounidenses se encontrarán atrapados en el medio de ese sanguinario conflicto o si el Presidente Bush admitirá tácitamente su error y las librará de un adicional compromiso fútil y peligroso en medio del creciente estrago.
Pese a que las intenciones del presidente permanecen actualmente veladas, las elecciones parlamentarias venideras, la presión de sus propios militares para abandonar Irak a fin de evitar quebrar la fuerza, y su extraña prisa por adherir a un cronograma no realista a fin de construir una constitución y un gobierno iraquíes viables, parecieran indicar que puede haber tomado el segundo de los caminos. El deseo de mantener nuevas bases militares cerca del Golfo Pérsico puede haber sido atemperado por el hecho de advertir que el caos continuo en su país anfitrión dramáticamente disminuye la viabilidad de las mismas.
Los políticos raramente admiten un craso error, y la naturaleza de este presidente lo vuelve incluso menos proclive a hacerlo que la mayoría. A pesar de que será difícil que los activistas democráticos lo digieran, la circunstancia de permitirle a la administración salvar la cara, declarar la victoria, y empezar a abandonar el atolladero iraquí sería la mejor situación para todos los involucrados-especialmente para los soldados estadounidenses que están siendo sacrificados en la innecesaria e inútil invasión y ocupación de este país soberano. Créase o no, en la actualidad la mejor alternativa es la de admitir la derrota sin reconocerla públicamente, y retirar a las tropas de los Estados Unidos de Irak antes de que comience la guerra civil.
La historia será en definitiva la que juzgue la invasión de Irak del Presidente Bush. Quizás ella será vista con la misma luz que la invasión de Saddam Hussein de Kuwait en 1991, aunque con menos saqueos y brutalidad de parte de la fuerza invasora y más por parte de los propios ciudadanos del país invadido. Por ahora, permitámosle al presidente salvar la cara y comenzar a cerrar este lamentable capítulo en la historia de la gran república estadounidense.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Resultará irrelevante la Constitución de Irak?
Para alivio de la administración Bush, la atención de los medios de comunicación del mundo se ha centrado intensamente en sí los rebeldes iraquíes acatarán la ahora extendida fecha límite para crear una constitución que pueda ser sometida a un referéndum nacional el 15 de octubre. Al igual que en las campañas electorales estadounidenses, los medios se concentran en las nimiedades de corto plazo-es decir, en cómo el proceso se está desenvolviendo-en lugar de en las ramificaciones de largo plazo para el país de los temas decididos.
La atención de los medios respecto de sí el cronograma forzado de la administración es cumplido, en lugar de en la calidad y en el probable impacto de la constitución resultante, es funcional al propósito de la administración de crear la ilusión de progreso. De esta manera, la victoria puede ser declarada y las tropas estadounidenses pueden comenzar a regresar a casa. Después de todo, las elecciones parlamentarias son el año próximo, y para entonces, los demócratas serán intrépidos sobre una guerra que está recibiendo cada vez menos apoyo popular aquí en el país.
Y una ilusión es lo que es. A comienzos de este verano, el Brigadier General Donald Alston, el principal vocero militar estadounidenses en Irak, efectuó la asombrosa admisión de que la guerra en Irak se perdió desde el punto de vista militar cuando dijo: «Esta insurgencia no va a ser calmada, los terroristas y el terrorismo en Irak no van a ser aplacados, a través de opciones militares o de operaciones militares.» Luego señaló con su dedo al proceso político en busca de una solución.
Sin embargo, obligando artificialmente a los iraquíes a alcanzar un acuerdo definitivo sobre cuestiones fundamentales-tales como la autonomía para las áreas kurdas y shiitas (federalismo), el papel del Islam y de las mujeres en la sociedad iraquí, y el destino de la ciudad de Kirkuk, rica en petróleo-volverá probablemente a cualquier constitución iraquí tan irrelevante como aquellas de los estados árabes vecinos. En el papel, varios estados árabes poseen constituciones liberales, pero carecen de la cultura política o de las instituciones para sustentar un sistema político abierto. Si Irak no cae rápidamente en una guerra civil, tal vez la administración pueda deshacerse de esta fachada y abandonar Irak con alguna dignidad.
Ya sea que Irak consiga una constitución recién acuñada o no, lamentablemente lo más probable es que emprenda una trayectoria hacia una extrema guerra civil. A pesar de que el tema del federalismo ha estado sobre la mesa en las deliberaciones constitucionales iraquíes, el mismo ha sido desde hace mucho decidido sobre el terreno. Los Estados Unidos nunca confiscaron las abundantes armas poseídas por las numerosas milicias étnicas iraquíes, las que están listas para ir una tras otras respecto de todos los temas que han sido debatidos por la comisión constitucional iraquí. La cuestión es la de sí los efectivos estadounidenses se encontrarán atrapados en el medio de ese sanguinario conflicto o si el Presidente Bush admitirá tácitamente su error y las librará de un adicional compromiso fútil y peligroso en medio del creciente estrago.
Pese a que las intenciones del presidente permanecen actualmente veladas, las elecciones parlamentarias venideras, la presión de sus propios militares para abandonar Irak a fin de evitar quebrar la fuerza, y su extraña prisa por adherir a un cronograma no realista a fin de construir una constitución y un gobierno iraquíes viables, parecieran indicar que puede haber tomado el segundo de los caminos. El deseo de mantener nuevas bases militares cerca del Golfo Pérsico puede haber sido atemperado por el hecho de advertir que el caos continuo en su país anfitrión dramáticamente disminuye la viabilidad de las mismas.
Los políticos raramente admiten un craso error, y la naturaleza de este presidente lo vuelve incluso menos proclive a hacerlo que la mayoría. A pesar de que será difícil que los activistas democráticos lo digieran, la circunstancia de permitirle a la administración salvar la cara, declarar la victoria, y empezar a abandonar el atolladero iraquí sería la mejor situación para todos los involucrados-especialmente para los soldados estadounidenses que están siendo sacrificados en la innecesaria e inútil invasión y ocupación de este país soberano. Créase o no, en la actualidad la mejor alternativa es la de admitir la derrota sin reconocerla públicamente, y retirar a las tropas de los Estados Unidos de Irak antes de que comience la guerra civil.
La historia será en definitiva la que juzgue la invasión de Irak del Presidente Bush. Quizás ella será vista con la misma luz que la invasión de Saddam Hussein de Kuwait en 1991, aunque con menos saqueos y brutalidad de parte de la fuerza invasora y más por parte de los propios ciudadanos del país invadido. Por ahora, permitámosle al presidente salvar la cara y comenzar a cerrar este lamentable capítulo en la historia de la gran república estadounidense.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrak
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