La administración Bush ha suscripto un nuevo pacto nuclear con India que de manera efectiva revoca una moratoria sobre la compra por parte de India de combustible, tecnología, y piezas nucleares de occidente. El acuerdo le permite también a India expandir su programa de armas nucleares a cambio de inspecciones internacionales de solamente sus actividades nucleares civiles. Algunos conservadores y la comunidad liberal del control de armas se han opuesto justificadamente al acuerdo. Los opositores conservadores perceptivamente sostienen que Irán, Corea del Norte, y otras naciones “truhanes”, bajo presión internacional para que terminen con sus programas nucleares, objetarán el doble estándar de permitirle a India, que ha desafiado el Tratado de No Proliferación Nuclear, construir tantas armas nucleares como lo desee con la asistencia nuclear extranjera, mientras la comunidad internacional trata de impedir su búsqueda de construir tan solo algunas de dichas armas. Similarmente, la comunidad del control de armas concienzudamente sostiene que el trato entre los Estados Unidos e India efectivamente desecha al Tratado de No Proliferación Nuclear, el cual el mundo ha empleado para mantener a raya a Irán y Corea del Norte. A pesar de que estos argumentos son buenos, sin embargo, la administración Bush se preocupa menos respecto de todo esto que de su extraviada meta de fortalecer a una India democrática como un contrapeso asiático para una creciente China autocrática.
Subyacente al estratégico abrazo de India de la administración Bush se encuentra la “teoría de la paz democrática”—la premisa de que las democracias no van a la guerra unas con otras. Esta teoría es ampliamente sostenida en la imaginación popular y entre la elite de la política exterior estadounidense, incluidas las de las administraciones de Clinton y George W. Bush, pero es de una validez cuestionable. Un corolario para la teoría es que las democracias con armas nucleares son aceptables, pero las potencias autocráticas atómicas son una amenaza. Cuando se discutía el pacto nuclear entre los EE.UU. e India, Nicholas Burns, el Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, explicitó este corolario: “La comparación entre la India e Irán es simplemente ridícula. India es un estado altamente democrático, pacífico y estable que no ha aumentado sus armas nucleares. Irán es un estado autocrático desconfiado por casi todos los países y que ha violado sus compromisos internacionales”.
Irán a un lado, India es democrática, pero no “altamente democrática”, y tampoco es pacífica ni estable, y no siempre cumple sus compromisos internacionales. India es una “democracia nueva” y lo ha sido desde su creación en 1947. Celebra elecciones pero difícilmente sea una democracia liberal en el sentido occidental. La información empírica muestra que los países en proceso de democratización son especialmente proclives a ir a la guerra. Las numerosas guerras de India con Pakistán, incluida una reciente casi-guerra, confirman este patrón. La gran mayoría de las guerras entre India y Pakistán han sido libradas sobre el área islámica de Cachemira en la India dominada por los hindúes, un área que probablemente votará por ser independiente o parte del musulmán Pakistán si tuviese el referendo que India ha prometido durante largo tiempo y nunca permitió. También, en el pasado India ha sido un hervidero de la violencia étnica y religiosa.
Sí la Revolución Estadounidense, la Guerra Civil de los EE.UU., la Guerra Boer, y la Primera Guerra Mundial, entre otras, no desacreditan en absoluto a la teoría de la paz democrática, las heladas relaciones entre India y los Estados Unidos durante la Guerra Fría deberían preocupar a la administración Bush. India estuvo vagamente alineada con la Unión Soviética durante ese período y a menudo fue hostil a la política estadounidense.
Resumiendo, el hecho de venderle a India combustible y tecnología nuclear y otras armas (en desarrollo) a efectos de desarrollar un contrapeso regional para una China autoritaria puede ser una apuesta riesgosa que explote en la cara del gobierno estadounidense. Dentro de veinte años, India puede ser una amenaza mayor para los intereses de los Estados Unidos que China. El futuro es difícil de predecir y los Estados Unidos no siempre han sido buenos identificando a quién será su próximo enemigo. La marina estadounidense fue originalmente creada para contrarrestar a los franceses en la casi-guerra de fines del siglo 18, pero en verdad fue empleada primero contra los piratas de Barbary a comienzos del siglo 19. Tan recientemente como a finales del siglo 19, Gran Bretaña era el adversario más probable de los Estados Unidos, pero los Estados Unidos eventualmente hicieron una paz duradera con Gran Bretaña y en realidad pelearon en su nombre contra Alemania en la Primera Guerra Mundial. Los Estados Unidos edificaron gran parte de su política en el Medio Oriente apuntalando al gobierno del Shah en Irán, solamente para ver que una revolución a fines de la década del 70 convertía a ese país en un enemigo radical islámico. Los Estados Unidos usaron a Manual Noriega de Panamá como un activo de inteligencia, pero eventualmente se convirtió en un embarazoso antagonista que precisó que una invasión de los Estados Unidos lo expulsara. Incluso después de que Irak—con sustancial asistencia secreta estadounidense—ganara su sangrienta guerra en los 80 contra Irán, los Estados Unidos siguieron apoyando a Saddam Hussein hasta que se convirtió en un rival de los EE.UU. tras invadir Kuwait.
En el futuro, varios escenarios son posibles. China podría permanecer autocrática o podría recorrer el camino hacia la democracia después de liberalizar su economía—es decir, tomando el mismo sendero que Chile, Taiwán, y Singapur. Pero como una democracia China no necesariamente sería amistosa con los Estados Unidos. Por otra parte, si China sigue siendo una autocracia, puede que no sea hostil para con los EE.UU.. Los estados autoritarios no son necesariamente agresivos externamente—por ejemplo, la junta de Burma. En verdad, la nación que por lejos ha realizado el mayor número de intervenciones militares desde la Segunda Guerra Mundial ha sido una democracia liberal—los Estados Unidos. Además, en el pasado, los Estados Unidos han entablado amistad con muchos regímenes despóticos para promover sus propios intereses.
Conteniendo activamente a los chinos mediante el fortalecimiento de India, mejorando las relaciones con la crecientemente autocrática Rusia, y fortaleciendo las alianzas estadounidenses de la Guerra Fría para rodear a China puede crear una profecía auto-cumplida—una China amenazada y hostil.
Los Estados Unidos estarán en una mejor situación si mantienen su pólvora seca y permanecen neutrales en la competencia entre los indios y los chinos. Ambas son naciones ascendentes con economías que crecen rápidamente, pero en la actualidad no está claro si alguna de ellas o ambas serán una futura amenaza para los intereses de los EE.UU.. Si una crece más rápido que la otra y se convierte en una amenaza, entonces los Estados Unidos siempre pueden ayudar a la otra. Pero dado los pobres antecedentes estadounidenses para identificar a los futuros enemigos, podría ser una gran equivocación el verter en el presente un montón de recursos en una relación estratégica con India.
La asistencia nuclear a India: ¿creando una futura amenaza?
La administración Bush ha suscripto un nuevo pacto nuclear con India que de manera efectiva revoca una moratoria sobre la compra por parte de India de combustible, tecnología, y piezas nucleares de occidente. El acuerdo le permite también a India expandir su programa de armas nucleares a cambio de inspecciones internacionales de solamente sus actividades nucleares civiles. Algunos conservadores y la comunidad liberal del control de armas se han opuesto justificadamente al acuerdo. Los opositores conservadores perceptivamente sostienen que Irán, Corea del Norte, y otras naciones “truhanes”, bajo presión internacional para que terminen con sus programas nucleares, objetarán el doble estándar de permitirle a India, que ha desafiado el Tratado de No Proliferación Nuclear, construir tantas armas nucleares como lo desee con la asistencia nuclear extranjera, mientras la comunidad internacional trata de impedir su búsqueda de construir tan solo algunas de dichas armas. Similarmente, la comunidad del control de armas concienzudamente sostiene que el trato entre los Estados Unidos e India efectivamente desecha al Tratado de No Proliferación Nuclear, el cual el mundo ha empleado para mantener a raya a Irán y Corea del Norte. A pesar de que estos argumentos son buenos, sin embargo, la administración Bush se preocupa menos respecto de todo esto que de su extraviada meta de fortalecer a una India democrática como un contrapeso asiático para una creciente China autocrática.
Subyacente al estratégico abrazo de India de la administración Bush se encuentra la “teoría de la paz democrática”—la premisa de que las democracias no van a la guerra unas con otras. Esta teoría es ampliamente sostenida en la imaginación popular y entre la elite de la política exterior estadounidense, incluidas las de las administraciones de Clinton y George W. Bush, pero es de una validez cuestionable. Un corolario para la teoría es que las democracias con armas nucleares son aceptables, pero las potencias autocráticas atómicas son una amenaza. Cuando se discutía el pacto nuclear entre los EE.UU. e India, Nicholas Burns, el Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, explicitó este corolario: “La comparación entre la India e Irán es simplemente ridícula. India es un estado altamente democrático, pacífico y estable que no ha aumentado sus armas nucleares. Irán es un estado autocrático desconfiado por casi todos los países y que ha violado sus compromisos internacionales”.
Irán a un lado, India es democrática, pero no “altamente democrática”, y tampoco es pacífica ni estable, y no siempre cumple sus compromisos internacionales. India es una “democracia nueva” y lo ha sido desde su creación en 1947. Celebra elecciones pero difícilmente sea una democracia liberal en el sentido occidental. La información empírica muestra que los países en proceso de democratización son especialmente proclives a ir a la guerra. Las numerosas guerras de India con Pakistán, incluida una reciente casi-guerra, confirman este patrón. La gran mayoría de las guerras entre India y Pakistán han sido libradas sobre el área islámica de Cachemira en la India dominada por los hindúes, un área que probablemente votará por ser independiente o parte del musulmán Pakistán si tuviese el referendo que India ha prometido durante largo tiempo y nunca permitió. También, en el pasado India ha sido un hervidero de la violencia étnica y religiosa.
Sí la Revolución Estadounidense, la Guerra Civil de los EE.UU., la Guerra Boer, y la Primera Guerra Mundial, entre otras, no desacreditan en absoluto a la teoría de la paz democrática, las heladas relaciones entre India y los Estados Unidos durante la Guerra Fría deberían preocupar a la administración Bush. India estuvo vagamente alineada con la Unión Soviética durante ese período y a menudo fue hostil a la política estadounidense.
Resumiendo, el hecho de venderle a India combustible y tecnología nuclear y otras armas (en desarrollo) a efectos de desarrollar un contrapeso regional para una China autoritaria puede ser una apuesta riesgosa que explote en la cara del gobierno estadounidense. Dentro de veinte años, India puede ser una amenaza mayor para los intereses de los Estados Unidos que China. El futuro es difícil de predecir y los Estados Unidos no siempre han sido buenos identificando a quién será su próximo enemigo. La marina estadounidense fue originalmente creada para contrarrestar a los franceses en la casi-guerra de fines del siglo 18, pero en verdad fue empleada primero contra los piratas de Barbary a comienzos del siglo 19. Tan recientemente como a finales del siglo 19, Gran Bretaña era el adversario más probable de los Estados Unidos, pero los Estados Unidos eventualmente hicieron una paz duradera con Gran Bretaña y en realidad pelearon en su nombre contra Alemania en la Primera Guerra Mundial. Los Estados Unidos edificaron gran parte de su política en el Medio Oriente apuntalando al gobierno del Shah en Irán, solamente para ver que una revolución a fines de la década del 70 convertía a ese país en un enemigo radical islámico. Los Estados Unidos usaron a Manual Noriega de Panamá como un activo de inteligencia, pero eventualmente se convirtió en un embarazoso antagonista que precisó que una invasión de los Estados Unidos lo expulsara. Incluso después de que Irak—con sustancial asistencia secreta estadounidense—ganara su sangrienta guerra en los 80 contra Irán, los Estados Unidos siguieron apoyando a Saddam Hussein hasta que se convirtió en un rival de los EE.UU. tras invadir Kuwait.
En el futuro, varios escenarios son posibles. China podría permanecer autocrática o podría recorrer el camino hacia la democracia después de liberalizar su economía—es decir, tomando el mismo sendero que Chile, Taiwán, y Singapur. Pero como una democracia China no necesariamente sería amistosa con los Estados Unidos. Por otra parte, si China sigue siendo una autocracia, puede que no sea hostil para con los EE.UU.. Los estados autoritarios no son necesariamente agresivos externamente—por ejemplo, la junta de Burma. En verdad, la nación que por lejos ha realizado el mayor número de intervenciones militares desde la Segunda Guerra Mundial ha sido una democracia liberal—los Estados Unidos. Además, en el pasado, los Estados Unidos han entablado amistad con muchos regímenes despóticos para promover sus propios intereses.
Conteniendo activamente a los chinos mediante el fortalecimiento de India, mejorando las relaciones con la crecientemente autocrática Rusia, y fortaleciendo las alianzas estadounidenses de la Guerra Fría para rodear a China puede crear una profecía auto-cumplida—una China amenazada y hostil.
Los Estados Unidos estarán en una mejor situación si mantienen su pólvora seca y permanecen neutrales en la competencia entre los indios y los chinos. Ambas son naciones ascendentes con economías que crecen rápidamente, pero en la actualidad no está claro si alguna de ellas o ambas serán una futura amenaza para los intereses de los EE.UU.. Si una crece más rápido que la otra y se convierte en una amenaza, entonces los Estados Unidos siempre pueden ayudar a la otra. Pero dado los pobres antecedentes estadounidenses para identificar a los futuros enemigos, podría ser una gran equivocación el verter en el presente un montón de recursos en una relación estratégica con India.
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