¿Es nueva la estadística de 1 de cada 4?
No me refiero a la ampliamente difundida de que »»1de cada 4 mujeres serán violadas en el transcurso de su vida»» sino a una estadística que sugiere que »»1 de cada 4 acusaciones de violación son falsas»».
Durante mucho tiempo, me ha molestado lo etéreo de las cifras sobre el predominio de las falsas acusaciones de agresión sexual. El delito de »»prestar falso testimonio»» rara vez es perseguido o castigado, y el contexto en el cual el mismo es usualmente planteado se encuentra altamente politizado.
Las feministas políticamente correctas sostienen que las acusaciones de violación falsas son raras y representan tan solo el 2 por ciento de todas las denuncias. Los sitios en Internet sobre los derechos de los hombres apuntan a investigaciones que ubican la tasa en un nivel tan alto como el del 41 por ciento. Estas son cifras tan locamente dispares que las mismas no pueden ser reconciliadas.
Esta semana tropecé con un pasaje en un estudio de 1996 publicado por el Departamento de Justicia de los EE.UU.: Condenados por los jurados, exonerados por la ciencia: Estudio de casos en el empleo de la evidencia del ADN para establecer la inocencia después de un juicio.
El estudio documenta 28 casos que, «con la excepción de un joven de capacidad mental limitada que se declaró culpable», se tratan de individuos que fueron condenados por jurados y, luego, exonerados más tarde por los exámenes de ADN.
Al momento de su publicación, habían cumplido un promedio de 7 años en prisión.
El pasaje que cautivó mi atención era una cita de Peter Neufeld y Barry C. Scheck, prominentes abogados penalistas y cofundadores del Innocence Project que busca liberar a quienes fueron falsamente encarcelados.
Ellos sostuvieron que, «Cada año desde 1989, en cerca del 25 por ciento de los casos de agresión sexual remitidos al FBI y en los que pudieron obtenerse resultados, el sospechoso primario ha quedado excluido por el examen forense de ADN. Específicamente, los funcionarios del FBI informan que de aproximadamente 10.000 casos de agresión sexual desde 1989, alrededor de 2.000 exámenes han sido no concluyentes, cerca de 2.000 pruebas han excluido al sospechoso primario, y alrededor de 6.000 han «coincidido» o incluido al sospechoso primario».
Prosiguieron los autores, «estos porcentajes se han mantenido constantes durante 7 años, y una encuesta informal de laboratorios privados realizada por el Instituto Nacional de Justicia revela una no notablemente similar tasa de exclusión del 26 por ciento».
Si los resultados previos pueden ser extrapolados, entonces el índice de falsas denuncias se encuentra más o menos entre el 20 (si el ADN excluye a un acusado) y el 40 por ciento (si se agrega el ADN no concluyente). La estimación relativamente baja del 25 al 26 por ciento probablemente sea exacta, especialmente debido a que la misma se encuentra apoyada por otras fuentes.
Si embargo, antes de analizar a las cifras en competencia, advertencias respecto de la cifra recién mencionada resultan necesarias.
Primero, la categoría de »»acusaciones falsas»» no distingue entre las acusadoras que mienten y aquellas que están honestamente equivocadas. Ni tampoco indica que una violación no ocurrió, meramente que el acusado específico es inocente.
Así, hay una campaña de voces a favor de una reforma, como el Innocence Institute, tendiente a mejorar las técnicas de identificación realizada por los testigos oculares dentro de los departamentos de policía.
Por ejemplo, el Innocence Institute sugiere que «La policía debería utilizar un procedimiento de identificación mediante una fotografía desconocida para los participantes, en el que alguien que no sea el investigador-quien no sepa quién es el sospechoso-construya arreglos fotográficos con no-sospechosos como personas de “relleno” a fin de reducir la sugestión».
Segundo, incluso si las acusaciones falsas son tan comunes como 1 de cada 4, eso significa que el 75 por ciento de las denuncias son probablemente veraces y, por lo tanto, todas las acusaciones merecen una investigación exhaustiva y profesional.
Tercero, la cifra de 1 de cada 4 tiene aspectos »»borrosos»» que podrían influir sobre los resultados. Por ejemplo, Neufeld y Scheck mencionan solamente los casos de agresión sexual que fueron «remitidos al FBI y en los que pudieron obtenerse resultados»
No queda claro qué porcentaje de todas las agresiones denunciadas está representado por esos casos. Así mismo, los términos »»violación»» y »»agresión sexual»» son a menudo utilizados indistintamente, especialmente cuando se comparan estudios, y no está claro que los mismos sean siempre sinónimos recíprocamente.
No obstante, la información del FBI sobre el ADN excluido se aproxima a las estadísticas sólidas que he encontrado sobre el índice de falsas acusaciones de agresión sexual.
¿De dónde salieron las otras cifras y por qué hay razón para dudar de ellas? Permítaseme considerar a las dos estadísticas que he encontrado más a menudo.
«El dos por ciento de todas las denuncias es falso».
Varios años atrás, traté de rastrear el origen de esta estadística tan citada. El primer ejemplo que hallé de la cifra fue en un libro de Susan Brownmiller sobre la agresión sexual intitulado «Against Our Will» (1975). Brownmiller sostenía que las acusaciones falsas en la Ciudad de Nueva York habían caído al 2 por ciento después de que los departamentos de policía comenzaron a emplear a mujeres policías para entrevistar a las supuestas victimas.
En otra parte, la cifra del dos por ciento aparece sin referencia o con solamente una vaga atribución a fuentes del «FBI». A pesar de que la cifra aparece en normas tales como la Ley de la Violencia Contra las Mujeres, la académica legal Michelle Anderson de la Escuela de Leyes de la Villanova University informaba en 2004, » jamás se ha publicado estudio alguno que presente una base de evidencia para la tesis del dos por ciento de falsas violaciones denunciadas.»
Resumiendo, no hay razón para darle crédito a esa cifra.
«El cuarenta y uno por ciento de todas las denuncias son falsas».
Esta afirmación proviene de un estudio realizado por Eugene J. Kanin de la Purdue University. Kanin examinó 109 denuncias de violación registradas en una ciudad del medio este entre 1978 y 1987.
De estas, 45 fueron clasificadas en última instancia por la policía como «falsas». También basándose en los registros policiales, Kanin determina que el 50 por ciento de las violaciones denunciadas en las dos principales universidades eran «falsas».
Pese a que Kanin ofrece una investigación sólida, necesitaría ver más estudios con distintas poblaciones antes de aceptar a la cifra del 50 por ciento como común; para mi, la cifra parece elevada.
Pero incluso una escéptica como yo debe darle crédito a una tasa del 20 por ciento del ADN de exclusión que permaneció constante durante varios años cuando fue llevada a cabo por laboratorios del FBI. Esto resulta especialmente cierto cuando un 20 por ciento más fue hallado como cuestionable.
Las acusaciones falsas no son raras. Son comunes.
Traducido por Gabriel Gasave
Las falsas acusaciones de violación pueden ser mucho más comunes de lo que pensamos
¿Es nueva la estadística de 1 de cada 4?
No me refiero a la ampliamente difundida de que »»1de cada 4 mujeres serán violadas en el transcurso de su vida»» sino a una estadística que sugiere que »»1 de cada 4 acusaciones de violación son falsas»».
Durante mucho tiempo, me ha molestado lo etéreo de las cifras sobre el predominio de las falsas acusaciones de agresión sexual. El delito de »»prestar falso testimonio»» rara vez es perseguido o castigado, y el contexto en el cual el mismo es usualmente planteado se encuentra altamente politizado.
Las feministas políticamente correctas sostienen que las acusaciones de violación falsas son raras y representan tan solo el 2 por ciento de todas las denuncias. Los sitios en Internet sobre los derechos de los hombres apuntan a investigaciones que ubican la tasa en un nivel tan alto como el del 41 por ciento. Estas son cifras tan locamente dispares que las mismas no pueden ser reconciliadas.
Esta semana tropecé con un pasaje en un estudio de 1996 publicado por el Departamento de Justicia de los EE.UU.: Condenados por los jurados, exonerados por la ciencia: Estudio de casos en el empleo de la evidencia del ADN para establecer la inocencia después de un juicio.
El estudio documenta 28 casos que, «con la excepción de un joven de capacidad mental limitada que se declaró culpable», se tratan de individuos que fueron condenados por jurados y, luego, exonerados más tarde por los exámenes de ADN.
Al momento de su publicación, habían cumplido un promedio de 7 años en prisión.
El pasaje que cautivó mi atención era una cita de Peter Neufeld y Barry C. Scheck, prominentes abogados penalistas y cofundadores del Innocence Project que busca liberar a quienes fueron falsamente encarcelados.
Ellos sostuvieron que, «Cada año desde 1989, en cerca del 25 por ciento de los casos de agresión sexual remitidos al FBI y en los que pudieron obtenerse resultados, el sospechoso primario ha quedado excluido por el examen forense de ADN. Específicamente, los funcionarios del FBI informan que de aproximadamente 10.000 casos de agresión sexual desde 1989, alrededor de 2.000 exámenes han sido no concluyentes, cerca de 2.000 pruebas han excluido al sospechoso primario, y alrededor de 6.000 han «coincidido» o incluido al sospechoso primario».
Prosiguieron los autores, «estos porcentajes se han mantenido constantes durante 7 años, y una encuesta informal de laboratorios privados realizada por el Instituto Nacional de Justicia revela una no notablemente similar tasa de exclusión del 26 por ciento».
Si los resultados previos pueden ser extrapolados, entonces el índice de falsas denuncias se encuentra más o menos entre el 20 (si el ADN excluye a un acusado) y el 40 por ciento (si se agrega el ADN no concluyente). La estimación relativamente baja del 25 al 26 por ciento probablemente sea exacta, especialmente debido a que la misma se encuentra apoyada por otras fuentes.
Si embargo, antes de analizar a las cifras en competencia, advertencias respecto de la cifra recién mencionada resultan necesarias.
Primero, la categoría de »»acusaciones falsas»» no distingue entre las acusadoras que mienten y aquellas que están honestamente equivocadas. Ni tampoco indica que una violación no ocurrió, meramente que el acusado específico es inocente.
Así, hay una campaña de voces a favor de una reforma, como el Innocence Institute, tendiente a mejorar las técnicas de identificación realizada por los testigos oculares dentro de los departamentos de policía.
Por ejemplo, el Innocence Institute sugiere que «La policía debería utilizar un procedimiento de identificación mediante una fotografía desconocida para los participantes, en el que alguien que no sea el investigador-quien no sepa quién es el sospechoso-construya arreglos fotográficos con no-sospechosos como personas de “relleno” a fin de reducir la sugestión».
Segundo, incluso si las acusaciones falsas son tan comunes como 1 de cada 4, eso significa que el 75 por ciento de las denuncias son probablemente veraces y, por lo tanto, todas las acusaciones merecen una investigación exhaustiva y profesional.
Tercero, la cifra de 1 de cada 4 tiene aspectos »»borrosos»» que podrían influir sobre los resultados. Por ejemplo, Neufeld y Scheck mencionan solamente los casos de agresión sexual que fueron «remitidos al FBI y en los que pudieron obtenerse resultados»
No queda claro qué porcentaje de todas las agresiones denunciadas está representado por esos casos. Así mismo, los términos »»violación»» y »»agresión sexual»» son a menudo utilizados indistintamente, especialmente cuando se comparan estudios, y no está claro que los mismos sean siempre sinónimos recíprocamente.
No obstante, la información del FBI sobre el ADN excluido se aproxima a las estadísticas sólidas que he encontrado sobre el índice de falsas acusaciones de agresión sexual.
¿De dónde salieron las otras cifras y por qué hay razón para dudar de ellas? Permítaseme considerar a las dos estadísticas que he encontrado más a menudo.
«El dos por ciento de todas las denuncias es falso».
Varios años atrás, traté de rastrear el origen de esta estadística tan citada. El primer ejemplo que hallé de la cifra fue en un libro de Susan Brownmiller sobre la agresión sexual intitulado «Against Our Will» (1975). Brownmiller sostenía que las acusaciones falsas en la Ciudad de Nueva York habían caído al 2 por ciento después de que los departamentos de policía comenzaron a emplear a mujeres policías para entrevistar a las supuestas victimas.
En otra parte, la cifra del dos por ciento aparece sin referencia o con solamente una vaga atribución a fuentes del «FBI». A pesar de que la cifra aparece en normas tales como la Ley de la Violencia Contra las Mujeres, la académica legal Michelle Anderson de la Escuela de Leyes de la Villanova University informaba en 2004, » jamás se ha publicado estudio alguno que presente una base de evidencia para la tesis del dos por ciento de falsas violaciones denunciadas.»
Resumiendo, no hay razón para darle crédito a esa cifra.
«El cuarenta y uno por ciento de todas las denuncias son falsas».
Esta afirmación proviene de un estudio realizado por Eugene J. Kanin de la Purdue University. Kanin examinó 109 denuncias de violación registradas en una ciudad del medio este entre 1978 y 1987.
De estas, 45 fueron clasificadas en última instancia por la policía como «falsas». También basándose en los registros policiales, Kanin determina que el 50 por ciento de las violaciones denunciadas en las dos principales universidades eran «falsas».
Pese a que Kanin ofrece una investigación sólida, necesitaría ver más estudios con distintas poblaciones antes de aceptar a la cifra del 50 por ciento como común; para mi, la cifra parece elevada.
Pero incluso una escéptica como yo debe darle crédito a una tasa del 20 por ciento del ADN de exclusión que permaneció constante durante varios años cuando fue llevada a cabo por laboratorios del FBI. Esto resulta especialmente cierto cuando un 20 por ciento más fue hallado como cuestionable.
Las acusaciones falsas no son raras. Son comunes.
Traducido por Gabriel Gasave
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