La afable política exterior con Irán de la administración Bush

31 de julio, 2006

No obstante la creciente indignación mundial, el continuo respaldo de la administración Bush de la acción militarmente desbordante de Israel en el Líbano solamente puede ayudar a Hezbolá y a su patrocinador Irán. La política exterior de la administración no podría ser más pro-iraní si la Casa Blanca se hubiese infestado con agentes iraníes.

Incluso después de la masacre en la ciudad libanesa de Qana, la administración sigue con su retórica desvariada respecto de buscar un «cese del fuego sustentable » en el Líbano mientras la acción militar israelí continua. El más ocasional de los observadores empleando algo de lógica concluiría que sería difícil determinar la continuidad de cualquier cese del fuego a menos que el mismo fuese primero intentado. Obviamente, la retórica de la administración está ideada para brindarle más tiempo a Israel para dañar a Hezbolá. Por supuesto, el objetivo original e inverosímil de Israel era el de erradicar a Hezbolá sin invadir el Líbano y quedarse atascado allí en otra ciénaga. Sin embargo, Israel se ha encontrado en gran medida con lo mismo que la administración Bush en Irak, que las organizaciones guerrilleras, especialmente las que son tan competentes como Hezbolá, no son eliminadas tan fácilmente. Israel ha descubierto que la infraestructura y las habilidades de combate de Hezbolá son mucho más formidables que lo anticipado.

El bombardeo de Qana ha unido a los previamente divididos libaneses y gran parte del resto del mundo en contra del velado terrorismo de Israel. Israel dispondrá incluso de menos tiempo para degradar a Hezbolá, que también está cometiendo actos terroristas contra las ciudades israelíes. Pronto el oprobio mundial obligará a los Estados Unidos a detener la acción militar israelí. Y la pizca de asistencia que los EE.UU. le están ofreciendo al Líbano no volverá a ganar corazón alguno a favor de la causa. Los miserables $30 millones en concepto de ayuda estadounidense que están siendo ofrecidos al país destrozado por la guerra son como si una pandilla armada destruyese el negocio de alguien y luego le dejase $5 para las reparaciones.

Hezbolá sobrevivirá a los ataques israelíes y su estatura en el mundo islámico será enaltecida. Las armas y equipamiento del grupo serán reabastecidos, y un Hezbolá más fuerte se reflejará favorablemente sobre Irán, su principal benefactor.

Una vez más, la excesiva o innecesaria acción militar en el exterior—por parte de Israel o los Estados Unidos—ha beneficiado a Irán. El auge de Irán se inició cuando los Estados Unidos removieron a los principales adversarios de Irán—el régimen talibán—en Afganistán. Luego los aya tollas en Teherán recibieron otro e incluso más grande regalo: los contribuyentes estadounidenses financiaron la destrucción de su principal rival—el régimen iraquí de Saddam Hussein. Aún mejor para los iraníes, las fuerzas estadounidenses se quedaron para proteger al que se convirtió en un gobierno iraquí afable con los iraníes y teocráticamente orientado de los insurgentes sunnitas. La ciénaga también socavó el poder de los EE.UU. para presionar a Irán a que renuncie a su supuesta búsqueda de armas atómicas, mientras la invasión estadounidense del vecino Irak proporcionaba una mayor motivación iraní para adquirir un elemento disuasivo nuclear para un futuro ataque de los Estados Unidos. Los Estados Unidos precisan de la ayuda iraní para contener a las milicias chiítas y los escuadrones de la muerte en Irak. Si los EE.UU. se tornan demasiado combativos en exigir que Irán se deshaga de su programa nuclear, Irán podría darle a los chiítas en Irak la luz verde para escalar la acción a una guerra civil total. La invasión estadounidense de Irak hizo menos probable que Irán—temeroso de ser el blanco de una futura acción estadounidense similar—negocie alguna vez su programa nuclear.

A los ojos del mundo islámico, la ofensiva israelí respaldada por los Estados Unidos está convirtiendo en mártires a los combatientes de Hezbolá, lo que es un incentivo para el medieval régimen iraní. Así, la conducta y el apoyo estadounidense de políticas exteriores militaristas en la región del Golfo Pérsico y el Sudeste Asiático ha inadvertidamente provocado que el ya influyente gorila iraní de 400 libras creciera hasta convertirse en un monstruo de 800 libras. Con los dos años y medio que le quedan a la administración Bush, aun más chapucería en la gran estrategia de los EE.UU. puede proporcionar una política bananera suficiente como para crear un King Kong iraní.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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