Washington, D.C.—Memo al Presidente Obama:La Cumbre de las Américas que alborotará a Trinidad y Tobago esta semana será su primer viaje a la región. Aquí le deslizo algunas reflexiones.
Dado que los países de América Latina y el Caribe están enconadamente divididos con respecto a qué modelo social adoptar, usted podría señalar que Trinidad y Tobago es algo más que un mero anfitrión. En muchos aspectos, es un ejemplo. Su democracia parlamentaria y su apertura económica han dado a sus habitantes un PBI per cápita que es cincuenta por ciento superior al de Venezuela, otro país productor de petróleo y gas natural situado cerca de las islas.
Los temblores recesivos que están angustiando a estas naciones tuvieron su epicentro en los Estados Unidos. La caída de las exportaciones, las inversiones, las remesas y el acceso a la financiación ha parado en seco seis años de crecimiento económico que sacaron a casi 40 millones de personas de la pobreza en América Latina (aunque la clase media en ciernes es aún más “baja” que “media”).
Ese progreso no se debió a ninguna transferencia internacional de riqueza: ni a los siete mil millones de dólares de créditos anuales del Banco Interamericano de Desarrollo, ni a la duplicación de la ayuda para América Latina bajo el gobierno de George W. Bush, ni al Fondo Monetario Internacional, que en resumidas cuentas fue “exiliado” de la región hace rato. Independientemente de la presión para que los organismos multilaterales “reinflen” las economías latinoamericanas, ninguna política que pretenda revivir la Alianza para el Progreso les dará el beso de la vida. Sólo la recuperación de la economía estadounidense y una continuación de las reformas que se detuvieron a fines de los años 90 harán eso.
Trate de persuadir a sus interlocutores de dos cosas: primero, garantíceles que Estados Unidos no se comportará como una república bananera en sus esfuerzos fiscales y monetarios por superar la recesión y restaurar la salud del sistema financiero; segundo, transmítales que urge reformar sus paquidérmicos Estados si quieren ponerse a la par con las naciones exitosas. Los latinoamericanos podrían haber aprovechado mucho mejor el reciente auge de sus “commodities”: desde 2001, la economía latinoamericana ha crecido en promedio 3,6 por ciento, cifra menor que el 5,8 por ciento del África y el 5,2 por ciento del Medio Oriente. La tasa de inversión fue 20 por ciento del PBI en promedio, mientras que la africana alcanzó el 25 por ciento. En la última década, a pesar de periódicos retrocesos, China y Vietnam mantuvieron el ímpetu de sus reformas, mientras que América Latina se durmió sobre sus laureles.
Parte de su política latinoamericana consiste en confiar en que Brasil mantenga en paz el gallinero sudamericano. No ponga en ello demasiada fe, pero, de todas formas, es buena idea que Estados Unidos se mantenga al margen de los rifirrafes latinoamericanos. También quiere usted intensificar su asociación con Brasil en torno al etanol. La mejor manera de hacerlo es eliminando el arancel de 54 por ciento que hace prohibitivas las importaciones del etanol brasileño en Estados Unidos. Usted puede darse el lujo político de comprarse el pleito con los cultivadores de maíz de Iowa.
Pero hay otro problema. El yacimiento petrolero de Tupi —el mayor descubrimiento del mundo en una década— implica que la política energética de Brasil va ahora a contramano del objetivo que usted se ha propuesto: sustituir al petróleo. Dado el congelamiento de los mercados de capitales, Brasil no será capaz de desarrollar Tupi en lo inmediato (necesita $175 mil millones), pero Estados Unidos puede terminar comprándole petróleo a Brasil y reemplazando a Venezuela como fuente del 11 por ciento de sus importaciones de crudo. Téngalo en cuenta.
Procure evitar la “cubanización” de la Cumbre. Su decisión de levantar las restricciones a los viajes y envíos de remesas de los cubano-americanos a Cuba le da margen de maniobra para evitar caer en la trampa de convertir la Cumbre en una pelea de gallos a propósito de Cuba. Eso es lo que el arlequín venezolano, Hugo Chávez, intentará hacer. La discusión acerca del embargo de medio siglo no debería tener lugar en el contexto de una emboscada política perpetrada por Chávez.
Finalmente, comience a dar la señal de que Estados Unidos revisará de forma gradual la guerra contra las drogas que usted mismo considera un fracaso. La discusión sobre la despenalización de la marihuana ha tomado un impulso sorprendente en Estados Unidos desde la decisión de su Ministro de Justicia de no clausurar los dispensarios que la ofrecen para uso medicinal en 13 estados. El senador estadounidense Jim Webb y el Fiscal General de Arizona, entre otros, han afirmado recientemente que están dispuestos a considerar la legalización. Medios noticiosos como la CNN, el New York Times y el Washington Post le están dedicando espacio considerable al tema. Sabiendo que el clima de opinión está cambiando y que la guerra contra las drogas ha acabado por volverse contra las fronteras estadounidenses, usted podría empezar por quitarle énfasis a la postura represiva.
Aparte de eso, aproveche para practicar algo su español, que está mejorando.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
La Cumbre de las Américas: memo a Obama
Washington, D.C.—Memo al Presidente Obama:La Cumbre de las Américas que alborotará a Trinidad y Tobago esta semana será su primer viaje a la región. Aquí le deslizo algunas reflexiones.
Dado que los países de América Latina y el Caribe están enconadamente divididos con respecto a qué modelo social adoptar, usted podría señalar que Trinidad y Tobago es algo más que un mero anfitrión. En muchos aspectos, es un ejemplo. Su democracia parlamentaria y su apertura económica han dado a sus habitantes un PBI per cápita que es cincuenta por ciento superior al de Venezuela, otro país productor de petróleo y gas natural situado cerca de las islas.
Los temblores recesivos que están angustiando a estas naciones tuvieron su epicentro en los Estados Unidos. La caída de las exportaciones, las inversiones, las remesas y el acceso a la financiación ha parado en seco seis años de crecimiento económico que sacaron a casi 40 millones de personas de la pobreza en América Latina (aunque la clase media en ciernes es aún más “baja” que “media”).
Ese progreso no se debió a ninguna transferencia internacional de riqueza: ni a los siete mil millones de dólares de créditos anuales del Banco Interamericano de Desarrollo, ni a la duplicación de la ayuda para América Latina bajo el gobierno de George W. Bush, ni al Fondo Monetario Internacional, que en resumidas cuentas fue “exiliado” de la región hace rato. Independientemente de la presión para que los organismos multilaterales “reinflen” las economías latinoamericanas, ninguna política que pretenda revivir la Alianza para el Progreso les dará el beso de la vida. Sólo la recuperación de la economía estadounidense y una continuación de las reformas que se detuvieron a fines de los años 90 harán eso.
Trate de persuadir a sus interlocutores de dos cosas: primero, garantíceles que Estados Unidos no se comportará como una república bananera en sus esfuerzos fiscales y monetarios por superar la recesión y restaurar la salud del sistema financiero; segundo, transmítales que urge reformar sus paquidérmicos Estados si quieren ponerse a la par con las naciones exitosas. Los latinoamericanos podrían haber aprovechado mucho mejor el reciente auge de sus “commodities”: desde 2001, la economía latinoamericana ha crecido en promedio 3,6 por ciento, cifra menor que el 5,8 por ciento del África y el 5,2 por ciento del Medio Oriente. La tasa de inversión fue 20 por ciento del PBI en promedio, mientras que la africana alcanzó el 25 por ciento. En la última década, a pesar de periódicos retrocesos, China y Vietnam mantuvieron el ímpetu de sus reformas, mientras que América Latina se durmió sobre sus laureles.
Parte de su política latinoamericana consiste en confiar en que Brasil mantenga en paz el gallinero sudamericano. No ponga en ello demasiada fe, pero, de todas formas, es buena idea que Estados Unidos se mantenga al margen de los rifirrafes latinoamericanos. También quiere usted intensificar su asociación con Brasil en torno al etanol. La mejor manera de hacerlo es eliminando el arancel de 54 por ciento que hace prohibitivas las importaciones del etanol brasileño en Estados Unidos. Usted puede darse el lujo político de comprarse el pleito con los cultivadores de maíz de Iowa.
Pero hay otro problema. El yacimiento petrolero de Tupi —el mayor descubrimiento del mundo en una década— implica que la política energética de Brasil va ahora a contramano del objetivo que usted se ha propuesto: sustituir al petróleo. Dado el congelamiento de los mercados de capitales, Brasil no será capaz de desarrollar Tupi en lo inmediato (necesita $175 mil millones), pero Estados Unidos puede terminar comprándole petróleo a Brasil y reemplazando a Venezuela como fuente del 11 por ciento de sus importaciones de crudo. Téngalo en cuenta.
Procure evitar la “cubanización” de la Cumbre. Su decisión de levantar las restricciones a los viajes y envíos de remesas de los cubano-americanos a Cuba le da margen de maniobra para evitar caer en la trampa de convertir la Cumbre en una pelea de gallos a propósito de Cuba. Eso es lo que el arlequín venezolano, Hugo Chávez, intentará hacer. La discusión acerca del embargo de medio siglo no debería tener lugar en el contexto de una emboscada política perpetrada por Chávez.
Finalmente, comience a dar la señal de que Estados Unidos revisará de forma gradual la guerra contra las drogas que usted mismo considera un fracaso. La discusión sobre la despenalización de la marihuana ha tomado un impulso sorprendente en Estados Unidos desde la decisión de su Ministro de Justicia de no clausurar los dispensarios que la ofrecen para uso medicinal en 13 estados. El senador estadounidense Jim Webb y el Fiscal General de Arizona, entre otros, han afirmado recientemente que están dispuestos a considerar la legalización. Medios noticiosos como la CNN, el New York Times y el Washington Post le están dedicando espacio considerable al tema. Sabiendo que el clima de opinión está cambiando y que la guerra contra las drogas ha acabado por volverse contra las fronteras estadounidenses, usted podría empezar por quitarle énfasis a la postura represiva.
Aparte de eso, aproveche para practicar algo su español, que está mejorando.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
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