Caracas—Un grupo de escritores, académicos y políticos extranjeros fuimos invitados a Caracas para celebrar el vigésimo quinto aniversario de CEDICE, un “think-tank” venezolano que promueve la democracia liberal y la economía de mercado, tesoros que el Presidente Hugo Chávez intenta arrebatar. Debido a la reacción matonesca del gobierno, la visita derivó en un enfrentamiento público y nos ayudó a mostrar lo que acontece en ese país.
A pesar de que asistieron visitantes de tres continentes, las autoridades “privilegiaron” a los latinoamericanos. Algunos fuimos retenidos en el aeropuerto y se nos dijo que estaba prohibido formular comentarios políticos. A varios los siguió, cómicamente, la policía secreta —la poco secreta DISIP— en automóviles sin matrícula y una horda vocinglera se apostó a la entrada de la sede del encuentro.
Algunos exaltados que se hicieron pasar por periodistas fueron enviados para provocar incidentes. El Presidente y sus ministros se turnaron para insultar a los visitantes por televisión de la mañana a la noche.
Cuando el régimen entendió que la bienvenida tributada a los forasteros le había generado mala prensa, Chávez cambió de táctica y nos invitó a debatir con él y un grupo de “intelectuales revolucionarios” de los que ni los venezolanos ni los extranjeros habíamos oído hablar. Chávez no tenía intención de debatir pero decidimos poner la pelota de nuevo en su cancha. Me permití sugerir que Mario Vargas Llosa, Presidente de la Fundación Internacional para la Libertad, debatiera a solas con Chávez. Lo acompañaríamos para dar fe de que se cumpliesen las condiciones básicas: ausencia de turbas gubernamentales en la sala y transmisión en vivo en los medios de comunicacicón del gobierno. El ex Canciller mexicano Jorge Castañeda, el historiador mexicano Enrique Krauze, el escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, el liberal argentino Gerardo Bongiovani, nuestros anfitriones Rocío Guijarro y Rafael Alfonzo, y otros amigos concordaron con la sugerencia. Se la hicimos conocer a Chávez; tal y como se esperaba, éste se echó para atrás.
El evento de CEDICE y la respuesta del gobierno sacaron a la luz esta sencilla verdad acerca de Chávez: que el emperador está desnudo. A los venezolanos se les venía diciendo desde hacía semanas que éramos unos imperialistas decididos a acabar con la Revolución. Pero Chávez no necesita de nuestra ayuda para ello: está haciendo un excelente trabajo por sí solo.
Dos años después de clausurar la señal abierta de Radio Caracas Televisión, la cadena más antigua del país, el gobierno apunta ahora a Globovisión, último canal independiente crítico del régimen. Chávez ha inventado acusaciones contra su propietario, Guillermo Zuloaga, un hombre valeroso que es también dueño de algunas concesionarias de Toyota y ha sido imputado por “acaparar” vehículos a fin de revenderlos con “usura”. La propia Globovisión está acusada de infundir temor en la población por criticar la lenta respuesta de las autoridades ante un terremoto y faltarle el respeto al Presidente. Chávez ha prometido cerrarla.
Los alcaldes y gobernadores de la oposición han sido despojados de casi todas sus atribuciones y están siendo vilmente perseguidos. Manuel Rosales, alcalde de Maracaibo y ex candidato presidencial, escapó al Perú, donde se le concedió asilo. El alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, quien nos dio un discurso de bienvenida en Caracas, nos dijo que su país es ya “una dictadura”. El General Raúl Baduel, un ex colaborador de Chávez que rompió con el Presidente durante su primer intento de modificar la constitución en aras de la “reelección indefinida”, está en prisión.
La Gaceta Oficial, donde se publican los decretos gubernamentales, es una oda al robo. A diario, anuncia con elogios la confiscación de empresas locales y extranjeras, rara vez con compensación. Las nacionalizaciones, a menudo ejecutadas con violencia, afectan a todas las áreas de la economía: las telecomunicaciones, la electricidad, los yacimientos petroleros en la cuenca del Orinoco y los servicios en los pozos petroleros, la producción de acero y cemento, los bancos, las empresas metalúrgicas, la industria de la alimentación y las tierras agrícolas. Entre las víctimas hay inversores venezolanos, estadounidenses mexicanos, franceses, españoles, suizos, japoneses y australianos.
Sólo unos pocos extranjeros han sido exceptuados, especialmente empresas brasileñas como Odebrecht. Chávez necesita dinero del gobierno brasileño. La administración ineficaz y corrupta de la compañía petrolera estatal PDVSA ha visto caer su producción en un tercio. Dados los compromisos adquiridos por Chávez en nombre de la Revolución Bolivariana cuando el precio del petróleo estaba en la estratosfera, el gobierno está muy escaso de fondos. El Presidente sabe que su maquinaria política, basada en un costoso clientelismo y la intimidación, peligra.
Gracias a la sobrerreacción de Chávez, que premió el evento de CEDICE una audiencia mayor de la esperada, millones de venezolanos pudieron enterarse acerca de nuestras distintas experiencias con el populismo autoritario. Ojalá que el mensaje de que ese régimen puede ser revertido y de que los venezolanos no están solos en su intento por evitar una segunda Cuba en el hemisferio occidental les dé aun más ánimo del mucho que tienen.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
Enfrentamiento en Caracas
Caracas—Un grupo de escritores, académicos y políticos extranjeros fuimos invitados a Caracas para celebrar el vigésimo quinto aniversario de CEDICE, un “think-tank” venezolano que promueve la democracia liberal y la economía de mercado, tesoros que el Presidente Hugo Chávez intenta arrebatar. Debido a la reacción matonesca del gobierno, la visita derivó en un enfrentamiento público y nos ayudó a mostrar lo que acontece en ese país.
A pesar de que asistieron visitantes de tres continentes, las autoridades “privilegiaron” a los latinoamericanos. Algunos fuimos retenidos en el aeropuerto y se nos dijo que estaba prohibido formular comentarios políticos. A varios los siguió, cómicamente, la policía secreta —la poco secreta DISIP— en automóviles sin matrícula y una horda vocinglera se apostó a la entrada de la sede del encuentro.
Algunos exaltados que se hicieron pasar por periodistas fueron enviados para provocar incidentes. El Presidente y sus ministros se turnaron para insultar a los visitantes por televisión de la mañana a la noche.
Cuando el régimen entendió que la bienvenida tributada a los forasteros le había generado mala prensa, Chávez cambió de táctica y nos invitó a debatir con él y un grupo de “intelectuales revolucionarios” de los que ni los venezolanos ni los extranjeros habíamos oído hablar. Chávez no tenía intención de debatir pero decidimos poner la pelota de nuevo en su cancha. Me permití sugerir que Mario Vargas Llosa, Presidente de la Fundación Internacional para la Libertad, debatiera a solas con Chávez. Lo acompañaríamos para dar fe de que se cumpliesen las condiciones básicas: ausencia de turbas gubernamentales en la sala y transmisión en vivo en los medios de comunicacicón del gobierno. El ex Canciller mexicano Jorge Castañeda, el historiador mexicano Enrique Krauze, el escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, el liberal argentino Gerardo Bongiovani, nuestros anfitriones Rocío Guijarro y Rafael Alfonzo, y otros amigos concordaron con la sugerencia. Se la hicimos conocer a Chávez; tal y como se esperaba, éste se echó para atrás.
El evento de CEDICE y la respuesta del gobierno sacaron a la luz esta sencilla verdad acerca de Chávez: que el emperador está desnudo. A los venezolanos se les venía diciendo desde hacía semanas que éramos unos imperialistas decididos a acabar con la Revolución. Pero Chávez no necesita de nuestra ayuda para ello: está haciendo un excelente trabajo por sí solo.
Dos años después de clausurar la señal abierta de Radio Caracas Televisión, la cadena más antigua del país, el gobierno apunta ahora a Globovisión, último canal independiente crítico del régimen. Chávez ha inventado acusaciones contra su propietario, Guillermo Zuloaga, un hombre valeroso que es también dueño de algunas concesionarias de Toyota y ha sido imputado por “acaparar” vehículos a fin de revenderlos con “usura”. La propia Globovisión está acusada de infundir temor en la población por criticar la lenta respuesta de las autoridades ante un terremoto y faltarle el respeto al Presidente. Chávez ha prometido cerrarla.
Los alcaldes y gobernadores de la oposición han sido despojados de casi todas sus atribuciones y están siendo vilmente perseguidos. Manuel Rosales, alcalde de Maracaibo y ex candidato presidencial, escapó al Perú, donde se le concedió asilo. El alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, quien nos dio un discurso de bienvenida en Caracas, nos dijo que su país es ya “una dictadura”. El General Raúl Baduel, un ex colaborador de Chávez que rompió con el Presidente durante su primer intento de modificar la constitución en aras de la “reelección indefinida”, está en prisión.
La Gaceta Oficial, donde se publican los decretos gubernamentales, es una oda al robo. A diario, anuncia con elogios la confiscación de empresas locales y extranjeras, rara vez con compensación. Las nacionalizaciones, a menudo ejecutadas con violencia, afectan a todas las áreas de la economía: las telecomunicaciones, la electricidad, los yacimientos petroleros en la cuenca del Orinoco y los servicios en los pozos petroleros, la producción de acero y cemento, los bancos, las empresas metalúrgicas, la industria de la alimentación y las tierras agrícolas. Entre las víctimas hay inversores venezolanos, estadounidenses mexicanos, franceses, españoles, suizos, japoneses y australianos.
Sólo unos pocos extranjeros han sido exceptuados, especialmente empresas brasileñas como Odebrecht. Chávez necesita dinero del gobierno brasileño. La administración ineficaz y corrupta de la compañía petrolera estatal PDVSA ha visto caer su producción en un tercio. Dados los compromisos adquiridos por Chávez en nombre de la Revolución Bolivariana cuando el precio del petróleo estaba en la estratosfera, el gobierno está muy escaso de fondos. El Presidente sabe que su maquinaria política, basada en un costoso clientelismo y la intimidación, peligra.
Gracias a la sobrerreacción de Chávez, que premió el evento de CEDICE una audiencia mayor de la esperada, millones de venezolanos pudieron enterarse acerca de nuestras distintas experiencias con el populismo autoritario. Ojalá que el mensaje de que ese régimen puede ser revertido y de que los venezolanos no están solos en su intento por evitar una segunda Cuba en el hemisferio occidental les dé aun más ánimo del mucho que tienen.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
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