Hay que abolir el salario mínimo

16 de octubre, 2009

Desperdicia recursos y perjudica a los pobres.

En julio, el salario mínimo federal subió de 6,55 por hora a 7,25 dólares por hora. Antes de su entrada en vigor, la Comisión del Condado de Shelby, en Tennessee sancionó una ordenanza que obliga a las empresas que contraten con el condado a pagar un «salario vital». Ordenanzas similares se encuentran implementadas en todo el país.

Pero estas leyes en realidad eliminan oportunidades para los trabajadores poco calificados y dilapidan los recursos. Además, no podrían haber llegado en peor momento: Lo último que necesitan quienes se encuentran en los márgenes del mercado laboral son leyes que los vuelvan más difíciles de emplear. Con un desempleo que ronda el 10%, tal vez ahora sea un buen momento para considerar la derogación del salario mínimo.

Esta es una aplicación estándar de los principios económicos básicos. Las curvas de demanda descendente, significan que la gente desea comprar más de algo en la medida en que se vuelve más barato y menos de algo cuando se torna más caro. Las curvas de oferta ascendente, significan que la gente está dispuesta a hacer más de algo a medida que aumentan las remuneraciones y menos de algo cuando las remuneraciones disminuyen. En los mercados competitivos, los salarios mínimos generan desempleo: Mientras atraen a más personas al mercado laboral, reducen la cantidad de empresas deseosas de contratar mano de obra.

En el complejo mercado laboral estadounidense, estos efectos pueden ser difíciles de identificar, pero un exhaustivo sondeo sobre los salarios mínimos realizado por David Neumark y William Wascher descubre que los salarios mínimos, en verdad, reducen el empleo. Tal como los argumenta Neumark en un artículo en el Wall Street Journal, las mejores estimaciones indican que el aumento del salario mínimo durante el verano pasado es probable que destruya aproximadamente 300.000 puestos de trabajo que de otro modo serían cubiertos por adolescentes y adultos jóvenes. Por ejemplo, los campamentos de verano redujeron las contrataciones en respuesta al debilitamiento de la economía pero también en respuesta al aumento en el precio de la mano de obra.

Incluso si un mayor salario mínimo no se manifiesta en la pérdida de empleos per se, dará lugar a menos horas trabajadas, una reducción de beneficios o ambas cosas. Algunos trabajadores que hubiesen recibido capacitación remunerada no lo harán. Descuentos para empleados y otros beneficios podrían caer. Algunos empleos que hubiesen sido creados en ausencia de un salario mínimo más alto no se crearán – escáneres para autoservicio en las cajas de los supermercados son en parte una respuesta a los mayores costos de la mano de obra – y hay muchos márgenes en los que los empleadores pueden ajustar la compensación sin necesariamente despedir gente.

Hay otras formas en cuales un salario mínimo es un trato injusto para los trabajadores de baja calificación. Uno de ellos es su efecto sobre la experiencia en el mercado laboral y, por tanto, las ganancias futuras. Dado que teniendo un empleo es una de las formas más importantes de adquirir habilidades valiosas, el desempleo actual inducido por el salario mínimo se traduce en ingresos reducidos en el futuro.

El subempleo entre los varones jóvenes negros y los bajos ingresos entre los hombres mayores negros son problemas perennes que se explican en parte por el salario mínimo. Los salarios mínimos y otras reglamentaciones sobre el mercado laboral dejan a gran parte de los varones negros más jóvenes fuera del mercado laboral, lo cual significa que no adquieren tantas habilidades como lo harían si estuviesen empleados. Cuando sean mayores, por lo tanto, ganarán menos. En la década de 1960, Milton Friedman sostuvo que el salario mínimo es un crimen contra los estadounidenses negros.

Hay algunas pruebas de que este es el caso en el más reciente Employment Situation Summary (Sumario sobre la Situación del Empleo) publicado por la Oficina de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo de los EE.UU… El cambio en la tasa de desempleo para todos los trabajadores entre julio y agosto fue de 0,3 puntos porcentuales (del 9,4% al 9,7%), mientras que el cambio en la tasa de desempleo de los trabajadores «negros o afro-americanos» fue el doble de eso – 0,6 puntos (de 14,5 % a 15,1%).

Para los trabajadores clasificados como de » origen étnico hispano o latino», hubo un aumento de 0,7 puntos porcentuales en la tasa de desempleo (de 12,3% a 13%). Entre agosto y septiembre, la tasa de desempleo de la comunidad hispana/latina se recuperó ligeramente, mientras que la tasa de desempleo para los trabajadores negros aumentó de nuevo, del 15,1% al 15,4%. Los trabajadores de estas categorías podrían encontrarse desproporcionadamente afectados por la recesión económica, pero también son desproporcionadamente afectados por el aumento del salario mínimo.

Los salarios mínimos también plantean una ironía particularmente cruel. Algunos defensores del salario mínimo sostienen que incluso si el empleo cae, sigue siendo una buena política porque podría conducir a un incremento neto de los ingresos de los trabajadores. Esto parece ser cierto al principio, pero los beneficios esperados de los salarios mínimos más elevados – más parte de lo que los trabajadores se encontraban anteriormente llevando a casa – se evaporará a medida que los trabajadores maniobren entre sí para obtener la transferencia de recursos prometida por el salario mínimo.

El salario mínimo clava una cuña entre el valor marginal de una hora de trabajo y su costo marginal. Esto proporciona incentivos para que la gente desperdicie recursos tratando de apropiarse de la transferencia – mediante el pago a los grupos de presión, por ejemplo – o bien a través de canales más inocuos, como esperar en la cola de la oficina de empleo. Ningún nuevo valor es creado, mucho valor es destruido y como resultado los trabajadores a los que estamos procurando ayudar se encuentran peor.

Pero la controversia sobre el salario mínimo expresa un problema aún mayor. El proceso de mercado pone de manifiesto el valor marginal de una hora de trabajo dada, pero los partidarios de los salarios mínimos suponen que el impersonal proceso de mercado es de alguna manera capaz de cometer injusticias. Esta es una línea de pensamiento desactualizada desde hace siglos. En la Edad Media, los mercados se vieron obstaculizados por la doctrina del “precio justo”, que básicamente sostenía que, en cualquier transacción, había un precio moralmente correcto y otros precios que eran moralmente incorrectos. No existía ninguna teoría convincente de por qué algunos precios eran moralmente correctos y otros no; además, no existía nada que permitiese asegurar que el mecanismo por el cual estos precios eran determinados fuese legítimo. De la misma manera, ¿podemos esperar razonablemente identificar a quienes son bendecidos con la suficiente visión moral como para ser capaces de determinar qué salarios son «justos» y qué salarios son «injustos»?

Desafortunadamente, este es un punto que tiene que ser debatido una y otra vez. No importa cómo estén empaquetadas, las restricciones a cómo operan los mercados laborales en última instancia destruyen riqueza y perjudican a los trabajadores pobres. Si las estimaciones de Neumark son exactas, entonces como resultado de un incremento del salario mínimo, a alrededor de 300.000 personas se les negará la oportunidad de adquirir las habilidades que necesitan para triunfar en la vida.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Investigador Asociado en el Independent Institute y Profesor Asociado de Economía y Negocios en la Samford University.

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