Washington, DC—Entre agosto y diciembre de 2007, América Latina fue cautivada por el melodrama político de un maletín con 790,550 dólares confiscado cuando un vuelo privado que transportaba a funcionarios argentinos y venezolanos arribó en Buenos Aires en la madrugada. El “affaire” dio lugar a un sonado caso judicial en Miami, a raíz de los cargos presentados contra agentes venezolanos que intentaron forzar a un empresario a asumir la responsabilidad del dinero clandestino y encubrir la verdad del maletín: una contribución de Hugo Chávez a la campaña de Cristina Kirchner, por entonces candidata a suceder a su esposo como presidente de Argentina.
Había un solo tipo que podía contar toda la historia porque es la única persona que entiende su laberíntica trama y que ha hablado con varios de los protagonistas, accedido a la mayor parte de los documentos y rastreado las distantes raíces de los acontecimientos del 3 de agosto de 2007: Hugo Alconada, el periodista que cubrió la saga para el periódico La Nación. Su libro “Los secretos de la valija” tiene serias implicaciones.
Alejandro Antonini, el empresario venezolano (también estadounidense) que transportaba el maletín, fue un agente involuntario del gobierno venezolano. No debía estar en aquel vuelo –ocurrido la víspera de una visita de Chávez a Buenos Aires— pero fue persuadido de montarse en él por gente relacionada a PDVSA, el gigante petrolero venezolano, que hacía negocios con los funcionarios argentinos y tenía planeado volar con ellos. Antonini aceptó, pues llevaba tiempo persiguiendo un contrato comercial con uno de los otros siete pasajeros, un operador clave de Kirchner. Al arribar a Buenos Aires e ignorando, aparentemente, el contenido del maletín, el empresario ayudó a una compañera de vuelo a pasarlo por la aduana cuando el contenido fue detectado. Otra valija con más de 4 millones de dólares franqueó la frontera.
A pesar de que los funcionarios venezolanos y argentinos le prometieron protección, Antonini escapó a Miami. Poco después, unos agentes de Chávez le revelaron el origen y destino del dinero, confirmando lo que un funcionario de PDVSA le había contado en Buenos Aires. Sus amenazas e intentos de soborno para que Antonini apoyara los planes de encubrimiento fueron grabadas por el FBI, con quienes el empresario estaba colaborando.
Las implicaciones del “affaire” son obvias en el caso de Caracas. Es la prueba más solida hasta la fecha de que Chávez utiliza el dinero petrolero de su país para sobornar a otros gobiernos a fin de sostener sus objetivos revolucionarios. En el caso de Argentina, las implicaciones son más reveladoras. No es novedad que Buenos Aires es aliado de Chávez y que la corrupción política abunda en el gobierno argentino. Pero la magnitud de su alcance y sus vínculos con los más altos escalones del poder indican que el matrimonio Kirchner será objeto de graves investigaciones si la oposición triunfa en las próximas elecciones —algo que arroja nueva luz sobre sus más recientes maniobras autocráticas, incluida la promulgación de una ley que les concederá un poder extraordinario sobre los medios de comunicación. La ley fue aprobada tras la derrota de los Kirchner en los recientes comicios legislativos y antes de que el nuevo Congreso, en el cual estarán en minoría, se instale en diciembre.
Hace algunas semanas, cené en Buenos Aires con Francisco de Narváez, el hombre cuya lista derrotó a la del ex presidente Néstor Kirchner en los comicios parlamentarios. Mencionó que la ley de medios era mucho más que una movida contra el periodismo crítico. Era parte de un esfuerzo por subvertir el Estado de Derecho e impedir una sucesión democrática en 2011. Observando la desesperación con la que el matrimonio Kirchner, que atribuyó el episodio de la valija a un complot estadounidense contra una nación soberana y antiimperialista, ha buscado emascular a los medios antes de instalarse el próximo Congreso, se entiende que la sospecha de Narváez no es un cuento de hadas.
Una reflexión final. Durante la primera parte del reinado de Kirchner, debido al delicado contexto político y económico de su ascenso al poder y a su estilo autocrático, pocas organizaciones se atrevieron a encarar a las autoridades. El periodismo argentino fue, con excepciones, bastante menos vigilante de lo deseable. El valiente libro de Alconada, la culminación de una exhaustiva investigación de dos años, es también una reivindicación del oficio en su malhadado país.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
Algo más que un maletín
Washington, DC—Entre agosto y diciembre de 2007, América Latina fue cautivada por el melodrama político de un maletín con 790,550 dólares confiscado cuando un vuelo privado que transportaba a funcionarios argentinos y venezolanos arribó en Buenos Aires en la madrugada. El “affaire” dio lugar a un sonado caso judicial en Miami, a raíz de los cargos presentados contra agentes venezolanos que intentaron forzar a un empresario a asumir la responsabilidad del dinero clandestino y encubrir la verdad del maletín: una contribución de Hugo Chávez a la campaña de Cristina Kirchner, por entonces candidata a suceder a su esposo como presidente de Argentina.
Había un solo tipo que podía contar toda la historia porque es la única persona que entiende su laberíntica trama y que ha hablado con varios de los protagonistas, accedido a la mayor parte de los documentos y rastreado las distantes raíces de los acontecimientos del 3 de agosto de 2007: Hugo Alconada, el periodista que cubrió la saga para el periódico La Nación. Su libro “Los secretos de la valija” tiene serias implicaciones.
Alejandro Antonini, el empresario venezolano (también estadounidense) que transportaba el maletín, fue un agente involuntario del gobierno venezolano. No debía estar en aquel vuelo –ocurrido la víspera de una visita de Chávez a Buenos Aires— pero fue persuadido de montarse en él por gente relacionada a PDVSA, el gigante petrolero venezolano, que hacía negocios con los funcionarios argentinos y tenía planeado volar con ellos. Antonini aceptó, pues llevaba tiempo persiguiendo un contrato comercial con uno de los otros siete pasajeros, un operador clave de Kirchner. Al arribar a Buenos Aires e ignorando, aparentemente, el contenido del maletín, el empresario ayudó a una compañera de vuelo a pasarlo por la aduana cuando el contenido fue detectado. Otra valija con más de 4 millones de dólares franqueó la frontera.
A pesar de que los funcionarios venezolanos y argentinos le prometieron protección, Antonini escapó a Miami. Poco después, unos agentes de Chávez le revelaron el origen y destino del dinero, confirmando lo que un funcionario de PDVSA le había contado en Buenos Aires. Sus amenazas e intentos de soborno para que Antonini apoyara los planes de encubrimiento fueron grabadas por el FBI, con quienes el empresario estaba colaborando.
Las implicaciones del “affaire” son obvias en el caso de Caracas. Es la prueba más solida hasta la fecha de que Chávez utiliza el dinero petrolero de su país para sobornar a otros gobiernos a fin de sostener sus objetivos revolucionarios. En el caso de Argentina, las implicaciones son más reveladoras. No es novedad que Buenos Aires es aliado de Chávez y que la corrupción política abunda en el gobierno argentino. Pero la magnitud de su alcance y sus vínculos con los más altos escalones del poder indican que el matrimonio Kirchner será objeto de graves investigaciones si la oposición triunfa en las próximas elecciones —algo que arroja nueva luz sobre sus más recientes maniobras autocráticas, incluida la promulgación de una ley que les concederá un poder extraordinario sobre los medios de comunicación. La ley fue aprobada tras la derrota de los Kirchner en los recientes comicios legislativos y antes de que el nuevo Congreso, en el cual estarán en minoría, se instale en diciembre.
Hace algunas semanas, cené en Buenos Aires con Francisco de Narváez, el hombre cuya lista derrotó a la del ex presidente Néstor Kirchner en los comicios parlamentarios. Mencionó que la ley de medios era mucho más que una movida contra el periodismo crítico. Era parte de un esfuerzo por subvertir el Estado de Derecho e impedir una sucesión democrática en 2011. Observando la desesperación con la que el matrimonio Kirchner, que atribuyó el episodio de la valija a un complot estadounidense contra una nación soberana y antiimperialista, ha buscado emascular a los medios antes de instalarse el próximo Congreso, se entiende que la sospecha de Narváez no es un cuento de hadas.
Una reflexión final. Durante la primera parte del reinado de Kirchner, debido al delicado contexto político y económico de su ascenso al poder y a su estilo autocrático, pocas organizaciones se atrevieron a encarar a las autoridades. El periodismo argentino fue, con excepciones, bastante menos vigilante de lo deseable. El valiente libro de Alconada, la culminación de una exhaustiva investigación de dos años, es también una reivindicación del oficio en su malhadado país.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
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