Las fuerzas armadas de los Estados Unidos están intentando trasladar su receta para el “éxito” en el conflicto en Irak a la guerra en Afganistán. En Irak, tras varios años de tropiezos para volver a aprender las lecciones de la guerra de contrainsurgencia conseguidas en muchos años de tambalearse en Vietnam, los Estados Unidos dieron con una técnica que atenuó la insurgencia sunita. Esa estratagema fue la de dividir a la oposición sunita mediante el pago a los antiguos partidarios de Saddam para que luchen contra la recalcitrante al-Qaeda.
En el corto plazo, esta estrategia ha reducido la violencia en Irak. A largo plazo, puede agravar la aún probable guerra civil entre kurdos, chiitas y sunitas al entrenar, armar y pagar a los sunitas, así como también a los kurdos y chiitas. Pero la guerra de Afganistán es en realidad entre un recalcitrante Talibán y los señores de la guerra apoyados por los Estados Unidos (el gobierno afgano es débil y corrupto), los militares estadounidenses y las fuerzas aliadas de la OTAN. De ese modo, para dividir a la oposición, ¿no podrían los Estados Unidos pagarles a algunos miembros del Talibán? El presidente de Afganistán, Hamid Karzai, ha propuesto justamente eso y ha recibido cierto apoyo de los EE.UU..
A pesar de que a lo largo de la historia, las “victorias” de la contrainsurgencia han sido pocas, la división de la oposición ha sido un factor importante en los episodios prominentes que han resultado exitosos. Por ejemplo, en la década de 1950, el clásico triunfo británico en Malasia ha ayudado a escribir la doctrina militar sobre la guerra de contrainsurgencia desde entonces. Después de tropezar inicialmente con una política de tierra arrasada, los británicos implementaron el mismo enfoque de ganar los “corazones y mentes”, destinado a obtener el apoyo de la población local, que los EE.UU. han adoptado en Afganistán. Este método más benigno tuvo éxito para congraciarse con la población malaya, eliminando así el apoyo a los guerrilleros entre la gente—la clave para cualquier éxito de la contrainsurgencia. Pero los británicos fueron ayudados por un factor significativo. Los malayos ya se encontraban divididos acerca de rebelarse contra sus mandamases coloniales. Los insurgentes del Partido Comunista malayo tenían el apoyo de sólo una pequeña parte de la población.
Una situación similar se dio durante la exitosa contrainsurgencia del gobierno griego contra la guerrilla marxista de 1946 a 1949. Los guerrilleros se dividieron cuando la Unión Soviética les exigió que se adhiriesen a los valores del movimiento comunista internacional, lo cual les impedía sacar ventaja de los fuertes sentimientos nacionalistas entre la población griega.
Por lo tanto, dados estos dos casos y el éxito al menos en el corto plazo en Irak, ¿no es una buena idea el esfuerzo de Karzai de dividir a la oposición mediante el soborno a los talibanes con puestos de trabajo y dinero? Dado que los EE.UU. parecen estar hundiéndose imprudentemente en las arenas movedizas afganas, procurar sobornar a sus enemigos, en vez de luchar contra ellos, puede nuevamente tener al menos algún merito en el corto plazo y vale la pena intentarlo. Pero otra cuestión crucial no ha sido mencionada en las exitosas historias malaya, griega e iraquí: el abrumador factor de la ocupación extranjera.
La principal razón de que la guerra de contrainsurgencia no haya sido muy exitosa a lo largo del tiempo es que, pese a que los contrainsurgentes son por lo general mucho más fuertes que los insurgentes, a menudo son también ocupantes foráneos. Este es un enorme factor en contra. La gente naturalmente se torna realmente molesta cuando extranjeros invaden su país, como lo atestigua nuestra propia experiencia con las fuerzas británicas en la Revolución Americana. Incluso si las tropas extranjeras son bastante benevolentes—construyen escuelas, carreteras y clínicas de salud y reparten caramelos a los niños—siguen siendo los extranjeros quienes están matando a civiles por accidente y diciéndole arrogantemente a punta de pistola a los lugareños qué es lo que deben hacer, generando así una violenta reacción nacionalista.
En los tres episodios mencionados precedentemente, el odio a la participación extranjera o bien no fue mitigado (en el caso malayo e iraquí), o se volvió en contra de los insurgentes (en el caso griego). En el caso malayo, el Partido Comunista era abrumadoramente chino en cuanto al origen étnico. Los chinos, una minoría en Malasia, eran considerados extranjeros y odiados—incluso más que los británicos. Así que los insurgentes eran la minoría de una minoría, y los malayos étnicos ayudaron a los británicos a deshacerse de ellos.
En el caso iraquí, la insurgencia sunita estuvo dirigida originalmente contra los estadounidenses pero luego se abocó a una guerra civil contra la mayoría chiita y una excesivamente sangrienta y conducida por extranjeros al-Qaeda. Finalmente, los rebeldes sunitas de la corriente mayoritaria consideraron que recibir dinero, entrenamiento y armas de los extranjeros los ayudaría en su futura lucha contra estos percibidos grupos foráneos. Así que la mayoría de los insurgentes sunitas cambiaron de opinión y empezaron a ayudar a los estadounidenses.
En Grecia, la gente siempre ha sido nacionalista, y el gobierno griego, respaldado sólo por la ayuda estadounidense indirecta, utilizó dicho nacionalismo para combatir a una insurgencia de comunistas de orientación internacional, que estaban recibiendo ayuda de Albania, Yugoslavia, y griegos fuera de Grecia.
Sin embargo, desafortunadamente para los Estados Unidos en Afganistán, el rotulo de “ocupante extranjero” es un problema que los EE.UU. probablemente nunca serán capaces de remover o mitigar. Aunque el Talibán es a menudo brutal (pero puede estar actualmente modificando esto ante su propia percepción de que debe obtener un mayor apoyo del público) e impopular, también lo es la ocupación estadounidense y su cliente, el corrupto gobierno de Hamid Karzai.
Después de los fraudulentos comicios, los EE.UU. consideraron en reiteradas oportunidades poner distancia entre los Estados Unidos y Karzai, pero fundamentalmente—y algo a lo que los estadounidenses no quieren hacerle frente—es que para sobrevivir, Karzai debe torcerle el brazo al ocupante extranjero. En la importante cruzada para ganar los corazones y las mentes del público afgano, el Talibán es al menos percibido por esas personas como afganos que están actuando de manera independiente. Además, los guerrilleros talibanes están luchando para recuperar su tierra natal, y eso significa que, al igual que los norvietnamitas, probablemente deberán tener mucha más paciencia que el ocupante extranjero. Uno debe retrotraerse en la historia hasta siglos antes de Cristo—hasta Ciro el Grande de Persia—para hallar un conquistador de Afganistán que realmente fue capaz de mantener el control del país. Así que la escalada de los EE.UU. en Afganistán es probable que enfrente insuperables obstáculos en el largo plazo.
Traducido por Gabriel Gasave
Aprendiendo de la historia: ¿Pueden los EE.UU. ganar la guerra en Afganistán?
Las fuerzas armadas de los Estados Unidos están intentando trasladar su receta para el “éxito” en el conflicto en Irak a la guerra en Afganistán. En Irak, tras varios años de tropiezos para volver a aprender las lecciones de la guerra de contrainsurgencia conseguidas en muchos años de tambalearse en Vietnam, los Estados Unidos dieron con una técnica que atenuó la insurgencia sunita. Esa estratagema fue la de dividir a la oposición sunita mediante el pago a los antiguos partidarios de Saddam para que luchen contra la recalcitrante al-Qaeda.
En el corto plazo, esta estrategia ha reducido la violencia en Irak. A largo plazo, puede agravar la aún probable guerra civil entre kurdos, chiitas y sunitas al entrenar, armar y pagar a los sunitas, así como también a los kurdos y chiitas. Pero la guerra de Afganistán es en realidad entre un recalcitrante Talibán y los señores de la guerra apoyados por los Estados Unidos (el gobierno afgano es débil y corrupto), los militares estadounidenses y las fuerzas aliadas de la OTAN. De ese modo, para dividir a la oposición, ¿no podrían los Estados Unidos pagarles a algunos miembros del Talibán? El presidente de Afganistán, Hamid Karzai, ha propuesto justamente eso y ha recibido cierto apoyo de los EE.UU..
A pesar de que a lo largo de la historia, las “victorias” de la contrainsurgencia han sido pocas, la división de la oposición ha sido un factor importante en los episodios prominentes que han resultado exitosos. Por ejemplo, en la década de 1950, el clásico triunfo británico en Malasia ha ayudado a escribir la doctrina militar sobre la guerra de contrainsurgencia desde entonces. Después de tropezar inicialmente con una política de tierra arrasada, los británicos implementaron el mismo enfoque de ganar los “corazones y mentes”, destinado a obtener el apoyo de la población local, que los EE.UU. han adoptado en Afganistán. Este método más benigno tuvo éxito para congraciarse con la población malaya, eliminando así el apoyo a los guerrilleros entre la gente—la clave para cualquier éxito de la contrainsurgencia. Pero los británicos fueron ayudados por un factor significativo. Los malayos ya se encontraban divididos acerca de rebelarse contra sus mandamases coloniales. Los insurgentes del Partido Comunista malayo tenían el apoyo de sólo una pequeña parte de la población.
Una situación similar se dio durante la exitosa contrainsurgencia del gobierno griego contra la guerrilla marxista de 1946 a 1949. Los guerrilleros se dividieron cuando la Unión Soviética les exigió que se adhiriesen a los valores del movimiento comunista internacional, lo cual les impedía sacar ventaja de los fuertes sentimientos nacionalistas entre la población griega.
Por lo tanto, dados estos dos casos y el éxito al menos en el corto plazo en Irak, ¿no es una buena idea el esfuerzo de Karzai de dividir a la oposición mediante el soborno a los talibanes con puestos de trabajo y dinero? Dado que los EE.UU. parecen estar hundiéndose imprudentemente en las arenas movedizas afganas, procurar sobornar a sus enemigos, en vez de luchar contra ellos, puede nuevamente tener al menos algún merito en el corto plazo y vale la pena intentarlo. Pero otra cuestión crucial no ha sido mencionada en las exitosas historias malaya, griega e iraquí: el abrumador factor de la ocupación extranjera.
La principal razón de que la guerra de contrainsurgencia no haya sido muy exitosa a lo largo del tiempo es que, pese a que los contrainsurgentes son por lo general mucho más fuertes que los insurgentes, a menudo son también ocupantes foráneos. Este es un enorme factor en contra. La gente naturalmente se torna realmente molesta cuando extranjeros invaden su país, como lo atestigua nuestra propia experiencia con las fuerzas británicas en la Revolución Americana. Incluso si las tropas extranjeras son bastante benevolentes—construyen escuelas, carreteras y clínicas de salud y reparten caramelos a los niños—siguen siendo los extranjeros quienes están matando a civiles por accidente y diciéndole arrogantemente a punta de pistola a los lugareños qué es lo que deben hacer, generando así una violenta reacción nacionalista.
En los tres episodios mencionados precedentemente, el odio a la participación extranjera o bien no fue mitigado (en el caso malayo e iraquí), o se volvió en contra de los insurgentes (en el caso griego). En el caso malayo, el Partido Comunista era abrumadoramente chino en cuanto al origen étnico. Los chinos, una minoría en Malasia, eran considerados extranjeros y odiados—incluso más que los británicos. Así que los insurgentes eran la minoría de una minoría, y los malayos étnicos ayudaron a los británicos a deshacerse de ellos.
En el caso iraquí, la insurgencia sunita estuvo dirigida originalmente contra los estadounidenses pero luego se abocó a una guerra civil contra la mayoría chiita y una excesivamente sangrienta y conducida por extranjeros al-Qaeda. Finalmente, los rebeldes sunitas de la corriente mayoritaria consideraron que recibir dinero, entrenamiento y armas de los extranjeros los ayudaría en su futura lucha contra estos percibidos grupos foráneos. Así que la mayoría de los insurgentes sunitas cambiaron de opinión y empezaron a ayudar a los estadounidenses.
En Grecia, la gente siempre ha sido nacionalista, y el gobierno griego, respaldado sólo por la ayuda estadounidense indirecta, utilizó dicho nacionalismo para combatir a una insurgencia de comunistas de orientación internacional, que estaban recibiendo ayuda de Albania, Yugoslavia, y griegos fuera de Grecia.
Sin embargo, desafortunadamente para los Estados Unidos en Afganistán, el rotulo de “ocupante extranjero” es un problema que los EE.UU. probablemente nunca serán capaces de remover o mitigar. Aunque el Talibán es a menudo brutal (pero puede estar actualmente modificando esto ante su propia percepción de que debe obtener un mayor apoyo del público) e impopular, también lo es la ocupación estadounidense y su cliente, el corrupto gobierno de Hamid Karzai.
Después de los fraudulentos comicios, los EE.UU. consideraron en reiteradas oportunidades poner distancia entre los Estados Unidos y Karzai, pero fundamentalmente—y algo a lo que los estadounidenses no quieren hacerle frente—es que para sobrevivir, Karzai debe torcerle el brazo al ocupante extranjero. En la importante cruzada para ganar los corazones y las mentes del público afgano, el Talibán es al menos percibido por esas personas como afganos que están actuando de manera independiente. Además, los guerrilleros talibanes están luchando para recuperar su tierra natal, y eso significa que, al igual que los norvietnamitas, probablemente deberán tener mucha más paciencia que el ocupante extranjero. Uno debe retrotraerse en la historia hasta siglos antes de Cristo—hasta Ciro el Grande de Persia—para hallar un conquistador de Afganistán que realmente fue capaz de mantener el control del país. Así que la escalada de los EE.UU. en Afganistán es probable que enfrente insuperables obstáculos en el largo plazo.
Traducido por Gabriel Gasave
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