Los economistas adoran un buen caso de falla del mercado. La obstinada persistencia del teclado estándar de las máquinas de escribir, considerado como un anacronismo tecnológico, es uno de los grandes favoritos. No obstante, las acusaciones en contra del teclado QWERTY fueron refutadas hace ya mucho tiempo atrás.
En una conferencia a la que asistió el otro día este reportero, un distinguido economista y académico (quien mejor permanece sin ser mencionado) citó a la distribución «QWERTY» del teclado estándar de las maquinas de escribir como un claro ejemplo de cómo los mercados «pueden cometer errores». Debe haber sido la millonésima vez que se hace esa referencia. Varios libros de textos citan a este caso como la prueba de una cierta clase de falla del mercado-la que es asociada con la adopción y el encierro de un estándar malo. Durante años, si usted citaba un ejemplo de un «bien público puro» (otra clase de falla del mercado), el mismo tenía que ser un faro. Si usted precisaba un caso de «externalidades positivas.» muy probablemente escogería el de la apicultura. En este campo, el teclado QWERTY ha alcanzado la misma eminencia icónica.
Pero la historia del teclado QWERTY es un mito-tal como la de los otros dos casos. Hace más de 25 años atrás, Ronald Coase, quien recibiera el Premio Nobel, demostró que cuando los faros fueron construidos por primera vez en Gran Bretaña los mismos eran provistos por empresas privadas; peajes eran cobrados cuando los barcos llegaban al puerto. Por lo tanto, los faros no son bienes públicos puros. Casi para la misma época Steven Cheung examinó la apicultura y el cultivo de manzanas en el estado de Washington. Halló que quienes cultivaban manzanas les pagaban a los apicultores por los esfuerzos de polinización de sus abejas; esos servicios no eran, en verdad, una «externalidad» sin precio.
El artículo del Sr Cheung se llamó «The Fable of the Bees» (“La Fábula de las Abejas”). A eso se debe que el trabajo sobre el teclado QWERTY publicado apenas nueve años atrás por Stan Liebowitz de la University of Texas en Dallas y Stephen Margolis de la University of California, Los Angeles, fue llamado «The Fable of the Keys» (“La Fábula de las Teclas”). El trabajo dice mucho acerca de la historia de la mecanografía-pero lo que todo economista debería haber concluido de él es que otro ejemplo de un «encierro» es mejor que sea hallado. El teclado QWERTY simplemente no constituye uno.
El mito continua burdamente así: El diseño QWERTY (patentado por Christopher Sholes en 1868 y vendido a Remington en 1873) apuntaba a resolver un problema mecánico de las primeras máquinas de escribir. Cuando ciertas combinaciones de teclas eran apretadas rápidamente, las barras de los tipos a menudo se atascaban. Para evitar esto, la distribución QWERTY colocó a las teclas más proclives a ser golpeadas en una sucesión rápida, en lados opuestos. Esto volvió lento al teclado, prosigue la historia, pero esa era la idea. Una distribución diferente, la cual había sido patentada por August Dvorak en 1936, demostró ser mucho más rápida. No obstante, la distribución de Dvorak nunca fue ampliamente adoptada, incluso a pesar de que (con las máquinas de escribir eléctricas y luego con las PC) la justificación del anti-atascamiento en favor del teclado QWERTY ha permanecido difunta por años.
¿Por qué ha durado el diseño malo? Porque, continua el relato, el primer estándar ineficiente quedó atrapado. Aun cuando los costos de nuevos teclados y del reentrenamiento para la distribución Dvorak serían prontamente recuperados, los mecanógrafos no se cambiarán a menos que los demás también lo hagan; del mismo modo, los fabricantes de teclados se rehúsan a moverse primero. Hay una falla de coordinación-es decir, una falla de mercado.
El retorno del carro
Un lindo relato, pero en gran medida una ficción. El trabajo de Liebowitz y Margolis muestra, en primer lugar, que la primera evidencia que apoya las afirmaciones de la superioridad del teclado Dvorak era extremadamente delgada. El principal estudio fue realizado por la Marina de los Estados Unidos en 1944 (sin duda una época en la que cada segundo contaba en los equipos de mecanografía). La velocidad de 14 mecanógrafos entrenados para tipear sobre el teclado Dvorak fue comparada con la velocidad de 18 a los que se les dio un entrenamiento suplementario sobre el teclado QWERTY. Los mecanógrafos del Dvorak lo hicieron mejor- pero es imposible sostener sobre la base del informe oficial sí el experimento fue o no controlado apropiadamente. Existen una variedad de singularidades y de posibles prejuicios: todos ellos, de ser ciertos, parecerían favorecer al teclado Dvorak.
Pero luego resultó-algo que el informe olvidó mencionar-que los experimentos fueron realizados por el Teniente de Navío August Dvorak, dueño de la patente de la distribución Dvorak.
En el año 1956, un estudio cuidadosamente diseñado por la Administración de Servicios Generales halló que los mecanógrafos que usaban teclados QWERTY eran casi tan rápidos como los mecanógrafos que utilizaban el teclado Dvorak, o más rápidos. El interés en el teclado Dvorak entre las empresas y las agencias gubernamentales se había estado incrementando últimamente, pero ese incremento llegó a su fin con el descubrimiento. Desde entonces, tal como lo explica «La Fábula de las Teclas», han existido una variedad de otros experimentos y estudios. Encuentran que tampoco el diseño del teclado posee una clara ventaja sobre el otro. Los ergonomistas señalan que los aspectos malos del teclado QWERTY (tales como las cargas desequilibradas sobre la mano derecha e izquierda; el exceso de carga sobre la hilera superior) pesan más que los presumiblemente beneficios accidentales (notablemente, que la alternancia en las secuencias de manos favorece un tipeo más rápido).
Lo cual es todo muy interesante, pero el punto es este: si usted ha aprendido a mecanografiar sobre un teclado QWERTY, el costo de adaptarse para hacerlo con un teclado Dvorak (aunque modesto) no vale la pena. Esto implica, a su vez, que el estándar QWERTY es eficiente. No hay falla del mercado alguna.
Impávidos por la elasticidad del mito del teclado QWERTY, Liebowitz y Margolis le dedican el primer capítulo de su libro de próxima aparición sobre supuestas fallas del mercado, la tecnología y Microsoft (Winners, Losers, and Microsoft: Competition and Antitrust in High Technology, que será publicado en mayo por The Independent Institute) a la fábula de las teclas. Argumentan que la moda por hallar nuevas clases de fallas del mercado (encierros, trayectoria dependiente, efectos de cadena, etc.) en las industrias de alta tecnología se encuentra mal concebida: el del teclado QWERTY es tan solo un ejemplo entre varios. Sus opiniones sobre esta cuestión más amplia son para otro artículo. Por ahora, meramente destaquemos que la falla ilustrada por el mito del teclado QWERTY tiene más que ver con el estudio de la economía que con los mercados. Por alguna razón, los economistas parecerían adoptar historias anecdóticas falsas y luego quedar atrapados en ellas.
Traducido por Gabriel Gasave
El mito del teclado QWERTY
Los economistas adoran un buen caso de falla del mercado. La obstinada persistencia del teclado estándar de las máquinas de escribir, considerado como un anacronismo tecnológico, es uno de los grandes favoritos. No obstante, las acusaciones en contra del teclado QWERTY fueron refutadas hace ya mucho tiempo atrás.
En una conferencia a la que asistió el otro día este reportero, un distinguido economista y académico (quien mejor permanece sin ser mencionado) citó a la distribución «QWERTY» del teclado estándar de las maquinas de escribir como un claro ejemplo de cómo los mercados «pueden cometer errores». Debe haber sido la millonésima vez que se hace esa referencia. Varios libros de textos citan a este caso como la prueba de una cierta clase de falla del mercado-la que es asociada con la adopción y el encierro de un estándar malo. Durante años, si usted citaba un ejemplo de un «bien público puro» (otra clase de falla del mercado), el mismo tenía que ser un faro. Si usted precisaba un caso de «externalidades positivas.» muy probablemente escogería el de la apicultura. En este campo, el teclado QWERTY ha alcanzado la misma eminencia icónica.
Pero la historia del teclado QWERTY es un mito-tal como la de los otros dos casos. Hace más de 25 años atrás, Ronald Coase, quien recibiera el Premio Nobel, demostró que cuando los faros fueron construidos por primera vez en Gran Bretaña los mismos eran provistos por empresas privadas; peajes eran cobrados cuando los barcos llegaban al puerto. Por lo tanto, los faros no son bienes públicos puros. Casi para la misma época Steven Cheung examinó la apicultura y el cultivo de manzanas en el estado de Washington. Halló que quienes cultivaban manzanas les pagaban a los apicultores por los esfuerzos de polinización de sus abejas; esos servicios no eran, en verdad, una «externalidad» sin precio.
El artículo del Sr Cheung se llamó «The Fable of the Bees» (“La Fábula de las Abejas”). A eso se debe que el trabajo sobre el teclado QWERTY publicado apenas nueve años atrás por Stan Liebowitz de la University of Texas en Dallas y Stephen Margolis de la University of California, Los Angeles, fue llamado «The Fable of the Keys» (“La Fábula de las Teclas”). El trabajo dice mucho acerca de la historia de la mecanografía-pero lo que todo economista debería haber concluido de él es que otro ejemplo de un «encierro» es mejor que sea hallado. El teclado QWERTY simplemente no constituye uno.
El mito continua burdamente así: El diseño QWERTY (patentado por Christopher Sholes en 1868 y vendido a Remington en 1873) apuntaba a resolver un problema mecánico de las primeras máquinas de escribir. Cuando ciertas combinaciones de teclas eran apretadas rápidamente, las barras de los tipos a menudo se atascaban. Para evitar esto, la distribución QWERTY colocó a las teclas más proclives a ser golpeadas en una sucesión rápida, en lados opuestos. Esto volvió lento al teclado, prosigue la historia, pero esa era la idea. Una distribución diferente, la cual había sido patentada por August Dvorak en 1936, demostró ser mucho más rápida. No obstante, la distribución de Dvorak nunca fue ampliamente adoptada, incluso a pesar de que (con las máquinas de escribir eléctricas y luego con las PC) la justificación del anti-atascamiento en favor del teclado QWERTY ha permanecido difunta por años.
¿Por qué ha durado el diseño malo? Porque, continua el relato, el primer estándar ineficiente quedó atrapado. Aun cuando los costos de nuevos teclados y del reentrenamiento para la distribución Dvorak serían prontamente recuperados, los mecanógrafos no se cambiarán a menos que los demás también lo hagan; del mismo modo, los fabricantes de teclados se rehúsan a moverse primero. Hay una falla de coordinación-es decir, una falla de mercado.
El retorno del carro
Un lindo relato, pero en gran medida una ficción. El trabajo de Liebowitz y Margolis muestra, en primer lugar, que la primera evidencia que apoya las afirmaciones de la superioridad del teclado Dvorak era extremadamente delgada. El principal estudio fue realizado por la Marina de los Estados Unidos en 1944 (sin duda una época en la que cada segundo contaba en los equipos de mecanografía). La velocidad de 14 mecanógrafos entrenados para tipear sobre el teclado Dvorak fue comparada con la velocidad de 18 a los que se les dio un entrenamiento suplementario sobre el teclado QWERTY. Los mecanógrafos del Dvorak lo hicieron mejor- pero es imposible sostener sobre la base del informe oficial sí el experimento fue o no controlado apropiadamente. Existen una variedad de singularidades y de posibles prejuicios: todos ellos, de ser ciertos, parecerían favorecer al teclado Dvorak.
Pero luego resultó-algo que el informe olvidó mencionar-que los experimentos fueron realizados por el Teniente de Navío August Dvorak, dueño de la patente de la distribución Dvorak.
En el año 1956, un estudio cuidadosamente diseñado por la Administración de Servicios Generales halló que los mecanógrafos que usaban teclados QWERTY eran casi tan rápidos como los mecanógrafos que utilizaban el teclado Dvorak, o más rápidos. El interés en el teclado Dvorak entre las empresas y las agencias gubernamentales se había estado incrementando últimamente, pero ese incremento llegó a su fin con el descubrimiento. Desde entonces, tal como lo explica «La Fábula de las Teclas», han existido una variedad de otros experimentos y estudios. Encuentran que tampoco el diseño del teclado posee una clara ventaja sobre el otro. Los ergonomistas señalan que los aspectos malos del teclado QWERTY (tales como las cargas desequilibradas sobre la mano derecha e izquierda; el exceso de carga sobre la hilera superior) pesan más que los presumiblemente beneficios accidentales (notablemente, que la alternancia en las secuencias de manos favorece un tipeo más rápido).
Lo cual es todo muy interesante, pero el punto es este: si usted ha aprendido a mecanografiar sobre un teclado QWERTY, el costo de adaptarse para hacerlo con un teclado Dvorak (aunque modesto) no vale la pena. Esto implica, a su vez, que el estándar QWERTY es eficiente. No hay falla del mercado alguna.
Impávidos por la elasticidad del mito del teclado QWERTY, Liebowitz y Margolis le dedican el primer capítulo de su libro de próxima aparición sobre supuestas fallas del mercado, la tecnología y Microsoft (Winners, Losers, and Microsoft: Competition and Antitrust in High Technology, que será publicado en mayo por The Independent Institute) a la fábula de las teclas. Argumentan que la moda por hallar nuevas clases de fallas del mercado (encierros, trayectoria dependiente, efectos de cadena, etc.) en las industrias de alta tecnología se encuentra mal concebida: el del teclado QWERTY es tan solo un ejemplo entre varios. Sus opiniones sobre esta cuestión más amplia son para otro artículo. Por ahora, meramente destaquemos que la falla ilustrada por el mito del teclado QWERTY tiene más que ver con el estudio de la economía que con los mercados. Por alguna razón, los economistas parecerían adoptar historias anecdóticas falsas y luego quedar atrapados en ellas.
Traducido por Gabriel Gasave
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