Mientras el Teniente General Ricardo Sánchez, el general superior de los EE.UU. en Irak, implementaba un plan más agresivo para pulverizar la intensificada insurrección, declaraba que la guerra estaba en un punto de quiebre y que empezaba a girar a favor de los Estados Unidos. La divergencia entre esa declaración y la realidad es en gran medida como si un ciego con un rifle de asalto insistiese con que ha matado a todos los topos debajo de su jardín.
Sánchez y la administración a la que él sirve se encuentran ciegos en sentido tanto literal como figurativo. La inteligencia estadounidense es tan limitada en Irak que las fuerzas estadounidenses no están siquiera seguras de a quién están combatiendo y de cómo ellos están organizados. Sun Tzu, una de las autoridades sobre la guerra más respetadas de la historia y que se remonta al Siglo 5 A.C., creía que la inteligencia precisa sobre el enemigo era la clave para la victoria en cualquier guerra. Incrementando el nivel de violencia sin poseer buena inteligencia, la administración Bush está cometiendo una horrenda equivocación y está jugando a favor de los insurgentes. Frecuentemente, en la guerra de guerrillas, los insurgentes intentan provocar de la parte más fuerte una sobrerreacción excesivamente violenta, haciendo que la importante opinión popular en la zona del conflicto cambie desde estar a favor de los ocupantes a favorecer a los guerrilleros. Los norvietnamitas y el Viet Cong persiguieron con éxito esa estrategia en la Guerra de Vietnam y el comandante militar Muhammad Aidid así lo hizo durante la intervención estadounidense en Somalia a comienzos de los años 90. En el último caso, después de una instancia en el cual los militares estadounidenses emplearon una fuerza excesiva, la opinión pública somalí pasó rápidamente de apoyar a los Estados Unidos a apoyar Aidid. Similarmente, en Irak, tácticas estadounidenses más agresivas sin una buena inteligencia conducirán probablemente a una oleada de muertes civiles iraquíes y podrían de esa manera exacerbar rápidamente la hostilidad en una población iraquí ya contrariada con la ocupación estadounidense.
Recientes encuestas en Irak, incluyendo un sondeo secreto realizado por el Departamento de Estado de los EE.UU., muestran funestamente que la mayoría de los iraquíes ven a las fuerzas estadounidenses como ocupantes antes que como libertadoras. Ese hecho inquietante contribuyó a una pesimista valoración de la situación en Irak por parte de la CIA, la que fuera endosada por el Embajador L. Paul Bremer III, el civil superior de la administración en Irak. Según informes de prensa, el análisis ultra-secreto de la CIA sugiere que la guerra en Irak se encuentra en un momento crucial, pero arriba a la conclusión opuesta de aquella hecha pública por el Teniente General Sánchez. La triste estimación de la CIA observa, según se informa, que los iraquíes están perdiendo la fe en las fuerzas de ocupación estadounidenses y en el Consejo Iraquí de Gobierno elegido a dedo por los EE.UU..
No obstante, la ceguera de la administración es tanto figurativa como literal. El Teniente General Sánchez y otros funcionarios de la administración, incluyendo al Embajador Bremer, han sido excesivamente optimistas en las declaraciones públicas acerca de la situación en Irak, mientras que la realidad parece estar yendo en la dirección opuesta. El Senador Juan McCain, un prisionero de guerra durante la Guerra de Vietnam y normalmente partidario de la invasión y de la ocupación de la administración de Irak, comparó recientemente la divergencia entre la realidad en el terreno y las declaraciones públicas de la administración con la brecha en la credibilidad en Vietnam. La administración está ciega a los efectos potencialmente catastróficos de mentirle al pueblo estadounidense respecto de la conducta de una guerra. La opinión pública de los EE.UU. comenzó a oponerse a la Guerra de Vietnam después de que una ofensiva importante por parte del Viet Cong y los norvietnamitas en 1968 destruyera la credibilidad de las estimaciones halagüeñas de la administración Johnson de que la marea había virado y de que los Estados Unidos estaban ganando la guerra.
La situación en Irak es tan mala que un oficial del gobierno de los EE.UU. fue citado por la prensa como diciendo: “Las líneas de la tendencia se encuentran en la dirección equivocada. No he visto nada en alguno de los informes de inteligencia que ofrezca una receta dura y rápida para cómo revertir las cosas alrededor.” La administración no ha tenido ningún éxito en el reclutamiento de fuerzas extranjeras para ayudar en Irak, no puede arrojar más fuerzas estadounidenses al combate sin cometer un suicidio político, y no tiene ninguna esperanza de crear fuerzas de seguridad iraquíes competentes y leales en algún momento cercano. Por lo tanto, ha recurrido a la fuerza bruta. Ya, la CIA observa el peligro de la mayoritaria población musulmana chiita que se une con la minoría de musulmanes sunnita para atacar a las fuerzas estadounidenses. Una escalada de violencia de los EE.UU. y de las concomitantes víctimas civiles solamente puede incrementar la probabilidad de que este desarrollo catastrófico pudiese acontecer.
La administración Bush se ha arrinconado y ahora no tiene ninguna buena opción. Créase o no, la alternativa menos odiosa políticamente, tanto para los Estados Unidos como para el Presidente Bush, es la de retirar a las fuerzas estadounidenses, regresarle Irak a los iraquíes, aceptar las críticas y moverse. En última instancia, la “credibilidad” de los EE.UU. será mayor bajo ese escenario que si la administración deja que se apilen las bolsas con cadáveres y espera hasta un año electoral antes de reducir el número de efectivos estadounidenses. Los expertos en inversión sostienen que los inversores a menudo no pueden admitirse a sí mismos psicológicamente que cometieron un error al invertir en una acción de pobre desempeño. La conservaron demasiado, esperando que el precio volviese a subir. En cambio, deberían de vender la acción, acotar sus pérdidas e invertir sus recursos en algo más provechoso. En Irak, el Presidente Bush sería sabio si siguiese un consejo similar—recortar sus pérdidas, regresar a las tropas a casa antes de que las cosas empeoren y dejar que los iraquíes gobiernen a su propio país.
Traducido por Gabriel Gasave
Momento crucial en la Guerra en Irak: ¿Pero en qué dirección está virando?
Mientras el Teniente General Ricardo Sánchez, el general superior de los EE.UU. en Irak, implementaba un plan más agresivo para pulverizar la intensificada insurrección, declaraba que la guerra estaba en un punto de quiebre y que empezaba a girar a favor de los Estados Unidos. La divergencia entre esa declaración y la realidad es en gran medida como si un ciego con un rifle de asalto insistiese con que ha matado a todos los topos debajo de su jardín.
Sánchez y la administración a la que él sirve se encuentran ciegos en sentido tanto literal como figurativo. La inteligencia estadounidense es tan limitada en Irak que las fuerzas estadounidenses no están siquiera seguras de a quién están combatiendo y de cómo ellos están organizados. Sun Tzu, una de las autoridades sobre la guerra más respetadas de la historia y que se remonta al Siglo 5 A.C., creía que la inteligencia precisa sobre el enemigo era la clave para la victoria en cualquier guerra. Incrementando el nivel de violencia sin poseer buena inteligencia, la administración Bush está cometiendo una horrenda equivocación y está jugando a favor de los insurgentes. Frecuentemente, en la guerra de guerrillas, los insurgentes intentan provocar de la parte más fuerte una sobrerreacción excesivamente violenta, haciendo que la importante opinión popular en la zona del conflicto cambie desde estar a favor de los ocupantes a favorecer a los guerrilleros. Los norvietnamitas y el Viet Cong persiguieron con éxito esa estrategia en la Guerra de Vietnam y el comandante militar Muhammad Aidid así lo hizo durante la intervención estadounidense en Somalia a comienzos de los años 90. En el último caso, después de una instancia en el cual los militares estadounidenses emplearon una fuerza excesiva, la opinión pública somalí pasó rápidamente de apoyar a los Estados Unidos a apoyar Aidid. Similarmente, en Irak, tácticas estadounidenses más agresivas sin una buena inteligencia conducirán probablemente a una oleada de muertes civiles iraquíes y podrían de esa manera exacerbar rápidamente la hostilidad en una población iraquí ya contrariada con la ocupación estadounidense.
Recientes encuestas en Irak, incluyendo un sondeo secreto realizado por el Departamento de Estado de los EE.UU., muestran funestamente que la mayoría de los iraquíes ven a las fuerzas estadounidenses como ocupantes antes que como libertadoras. Ese hecho inquietante contribuyó a una pesimista valoración de la situación en Irak por parte de la CIA, la que fuera endosada por el Embajador L. Paul Bremer III, el civil superior de la administración en Irak. Según informes de prensa, el análisis ultra-secreto de la CIA sugiere que la guerra en Irak se encuentra en un momento crucial, pero arriba a la conclusión opuesta de aquella hecha pública por el Teniente General Sánchez. La triste estimación de la CIA observa, según se informa, que los iraquíes están perdiendo la fe en las fuerzas de ocupación estadounidenses y en el Consejo Iraquí de Gobierno elegido a dedo por los EE.UU..
No obstante, la ceguera de la administración es tanto figurativa como literal. El Teniente General Sánchez y otros funcionarios de la administración, incluyendo al Embajador Bremer, han sido excesivamente optimistas en las declaraciones públicas acerca de la situación en Irak, mientras que la realidad parece estar yendo en la dirección opuesta. El Senador Juan McCain, un prisionero de guerra durante la Guerra de Vietnam y normalmente partidario de la invasión y de la ocupación de la administración de Irak, comparó recientemente la divergencia entre la realidad en el terreno y las declaraciones públicas de la administración con la brecha en la credibilidad en Vietnam. La administración está ciega a los efectos potencialmente catastróficos de mentirle al pueblo estadounidense respecto de la conducta de una guerra. La opinión pública de los EE.UU. comenzó a oponerse a la Guerra de Vietnam después de que una ofensiva importante por parte del Viet Cong y los norvietnamitas en 1968 destruyera la credibilidad de las estimaciones halagüeñas de la administración Johnson de que la marea había virado y de que los Estados Unidos estaban ganando la guerra.
La situación en Irak es tan mala que un oficial del gobierno de los EE.UU. fue citado por la prensa como diciendo: “Las líneas de la tendencia se encuentran en la dirección equivocada. No he visto nada en alguno de los informes de inteligencia que ofrezca una receta dura y rápida para cómo revertir las cosas alrededor.” La administración no ha tenido ningún éxito en el reclutamiento de fuerzas extranjeras para ayudar en Irak, no puede arrojar más fuerzas estadounidenses al combate sin cometer un suicidio político, y no tiene ninguna esperanza de crear fuerzas de seguridad iraquíes competentes y leales en algún momento cercano. Por lo tanto, ha recurrido a la fuerza bruta. Ya, la CIA observa el peligro de la mayoritaria población musulmana chiita que se une con la minoría de musulmanes sunnita para atacar a las fuerzas estadounidenses. Una escalada de violencia de los EE.UU. y de las concomitantes víctimas civiles solamente puede incrementar la probabilidad de que este desarrollo catastrófico pudiese acontecer.
La administración Bush se ha arrinconado y ahora no tiene ninguna buena opción. Créase o no, la alternativa menos odiosa políticamente, tanto para los Estados Unidos como para el Presidente Bush, es la de retirar a las fuerzas estadounidenses, regresarle Irak a los iraquíes, aceptar las críticas y moverse. En última instancia, la “credibilidad” de los EE.UU. será mayor bajo ese escenario que si la administración deja que se apilen las bolsas con cadáveres y espera hasta un año electoral antes de reducir el número de efectivos estadounidenses. Los expertos en inversión sostienen que los inversores a menudo no pueden admitirse a sí mismos psicológicamente que cometieron un error al invertir en una acción de pobre desempeño. La conservaron demasiado, esperando que el precio volviese a subir. En cambio, deberían de vender la acción, acotar sus pérdidas e invertir sus recursos en algo más provechoso. En Irak, el Presidente Bush sería sabio si siguiese un consejo similar—recortar sus pérdidas, regresar a las tropas a casa antes de que las cosas empeoren y dejar que los iraquíes gobiernen a su propio país.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrak
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