Anoche pasamos una velada encantadora con amigos, disfrutando de una deliciosa cena a base de patatas asadas con chile casero aderezado con trocitos de tocino y queso cheddar rallado de origen local -después de todo, la tienda Target más cercana no queda tan lejos- y servido con una reducción de crema agria. Incluso a los niños, que se habían reunido en la sala de juegos de la planta baja para intercambiar golosinas de Halloween, les gustó.
Y las intercambiaron. Los escuchaba de vez en cuando y parecía la escena en el recinto de la bolsa de materias primas de la película Trading Places. En un momento dado, oí un precio que casi me hizo ir al supermercado a comprar golosinas para poder participar de la acción.
Los niños estaban creando riqueza, aunque no estuvieran elaborando ninguna golosina nueva. ¿Cómo? Estaban obteniendo las golosinas que preferían a cambio de otras que no les gustaban tanto.
Mi hija, por ejemplo, mencionó que en realidad no le gustan los dulces con caramelo (me sorprendió saberlo). Esto significa que los Snickers, Twix, Milky Ways y toda una serie de deliciosas golosinas quedan fuera.
Si el intercambio no fuese posible, simplemente se quedaría con un montón de golosinas que no desea comer. Si tiene acceso a un mercado, en este caso el de sus hermanos y amigos, puede intercambiar los dulces que no quiere por otros que no contienen caramelo. Ella está mejor. Sus socios comerciales están mejor. Hay aquí una lección importante: al poner las golosinas en manos de quienes más las valoran, los niños están creando riqueza.
Es un error pensar que la riqueza consiste en cosas. La riqueza, más bien, es lo que la gente valora. Para alguien a quien le gustan las barritas Snickers, las barritas Snickers son riqueza. Para alguien a quien no le gustan las barritas Snickers, no son riqueza, a menos que puedan ser objeto de intercambio. Si el mismo es factible, el exceso de barritas Snickers se convierte en riqueza porque puede intercambiarse por algo mejor.
A mi hija le gustan los chocolates M&M y tiene un exceso de barritas Snickers. Su amiga suele preferir las barritas Snickers a los M&M. Ambas están mejor cuando intercambian: mi hija tiene más M&M y menos barritas Snickers, y su amiga tiene más barritas Snickers y menos M&M.
Cuando el mercado crece, tienen más oportunidades de mejorar su bienestar. Después de salir a pedir golosinas por el barrio en Halloween, mis hijos se sentaron y comenzaron a intercambiar entre ellos. Es un mercado bastante limitado, pues salieron a pedir dulces juntos y trajeron más o menos similares cantidades de golosinas. Sus amigos, sin embargo, salieron a pedir dulces en otro barrio distinto y tenían un surtido de golosinas ligeramente diferente. Además, llegaron a la sala de intercambio con preferencias diferentes, lo que significaba que mi hija tenía más oportunidades de descargar el exceso de caramelo por cosas que le agradaban más.
Si agrandásemos aún más el mercado -y sospecho que en la escuela tiene lugar un próspero intercambio de golosinas – es posible que incluso ella empezaría a intentar conseguir barritas Snickers y otros dulces con caramelo. ¿Por qué? No hay muchos niños a los que no les guste el caramelo, y estoy bastante seguro de que alguien con una bolsa llena de Snickers y Twix puede encontrar compradores dispuestos a pagar precios atractivos en términos de Laffy Taffy y Nerds. De ahí que podamos ver a un comerciante emprendedor al que no le agraden las barritas Snickers adquiriéndolas en un mercado con la intención de venderlas a un precio superior en otro.
El mercado de caramelos post-Halloween es una sociedad comercial de comerciantes que compran a bajo precio y venden a un precio más alto, y es un microcosmos de lo que acontece cuando el intercambio en el mercado funciona bien. Ahora, si me disculpan, voy a ver si mis hijos tienen barritas Snickers para vender.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Cómo crean riqueza sus hijos intercambiando las golosinas de Halloween?
Anoche pasamos una velada encantadora con amigos, disfrutando de una deliciosa cena a base de patatas asadas con chile casero aderezado con trocitos de tocino y queso cheddar rallado de origen local -después de todo, la tienda Target más cercana no queda tan lejos- y servido con una reducción de crema agria. Incluso a los niños, que se habían reunido en la sala de juegos de la planta baja para intercambiar golosinas de Halloween, les gustó.
Y las intercambiaron. Los escuchaba de vez en cuando y parecía la escena en el recinto de la bolsa de materias primas de la película Trading Places. En un momento dado, oí un precio que casi me hizo ir al supermercado a comprar golosinas para poder participar de la acción.
Los niños estaban creando riqueza, aunque no estuvieran elaborando ninguna golosina nueva. ¿Cómo? Estaban obteniendo las golosinas que preferían a cambio de otras que no les gustaban tanto.
Mi hija, por ejemplo, mencionó que en realidad no le gustan los dulces con caramelo (me sorprendió saberlo). Esto significa que los Snickers, Twix, Milky Ways y toda una serie de deliciosas golosinas quedan fuera.
Si el intercambio no fuese posible, simplemente se quedaría con un montón de golosinas que no desea comer. Si tiene acceso a un mercado, en este caso el de sus hermanos y amigos, puede intercambiar los dulces que no quiere por otros que no contienen caramelo. Ella está mejor. Sus socios comerciales están mejor. Hay aquí una lección importante: al poner las golosinas en manos de quienes más las valoran, los niños están creando riqueza.
Es un error pensar que la riqueza consiste en cosas. La riqueza, más bien, es lo que la gente valora. Para alguien a quien le gustan las barritas Snickers, las barritas Snickers son riqueza. Para alguien a quien no le gustan las barritas Snickers, no son riqueza, a menos que puedan ser objeto de intercambio. Si el mismo es factible, el exceso de barritas Snickers se convierte en riqueza porque puede intercambiarse por algo mejor.
A mi hija le gustan los chocolates M&M y tiene un exceso de barritas Snickers. Su amiga suele preferir las barritas Snickers a los M&M. Ambas están mejor cuando intercambian: mi hija tiene más M&M y menos barritas Snickers, y su amiga tiene más barritas Snickers y menos M&M.
Cuando el mercado crece, tienen más oportunidades de mejorar su bienestar. Después de salir a pedir golosinas por el barrio en Halloween, mis hijos se sentaron y comenzaron a intercambiar entre ellos. Es un mercado bastante limitado, pues salieron a pedir dulces juntos y trajeron más o menos similares cantidades de golosinas. Sus amigos, sin embargo, salieron a pedir dulces en otro barrio distinto y tenían un surtido de golosinas ligeramente diferente. Además, llegaron a la sala de intercambio con preferencias diferentes, lo que significaba que mi hija tenía más oportunidades de descargar el exceso de caramelo por cosas que le agradaban más.
Si agrandásemos aún más el mercado -y sospecho que en la escuela tiene lugar un próspero intercambio de golosinas – es posible que incluso ella empezaría a intentar conseguir barritas Snickers y otros dulces con caramelo. ¿Por qué? No hay muchos niños a los que no les guste el caramelo, y estoy bastante seguro de que alguien con una bolsa llena de Snickers y Twix puede encontrar compradores dispuestos a pagar precios atractivos en términos de Laffy Taffy y Nerds. De ahí que podamos ver a un comerciante emprendedor al que no le agraden las barritas Snickers adquiriéndolas en un mercado con la intención de venderlas a un precio superior en otro.
El mercado de caramelos post-Halloween es una sociedad comercial de comerciantes que compran a bajo precio y venden a un precio más alto, y es un microcosmos de lo que acontece cuando el intercambio en el mercado funciona bien. Ahora, si me disculpan, voy a ver si mis hijos tienen barritas Snickers para vender.
Traducido por Gabriel Gasave
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