Desde el 11 septiembre de 2001, el Congreso y el Departamento de Defensa han añadido más de $ 2 billones (trillones en inglés) de dólares al presupuesto del Pentágono. Alrededor de la mitad de ese incremento cubrió las guerras en Irak y Afganistán; el resto cubre las partes que constituyen la “base” (no atinentes a la guerra) del Departamento de Defensa. Contra toda lógica, el dinero extra hizo mayormente a nuestras fuerzas militares más pequeñas y más avejentadas.
La Fuerza Aérea, por ejemplo, consiguió un incremento presupuestario del 43 por ciento, pero la flota aérea de combate se redujo un 51 por ciento. Si los planes para los próximos años marchan bien, nos dice la Oficina Presupuestaria del Congreso, las existencias de equipamiento pesado se tornarán aún más obsoletas, a medida que disminuyen todavía más.
Probablemente ha sido el despilfarro de recursos más despiadado que el gobierno federal haya perpetrado desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
No culpemos sólo el Secretario de Defensa Robert Gates. Ha recibido mucha ayuda. Antes que él, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld había acelerado la decadencia. Casi nadie en el Congreso se opuso a este hiper-gasto: Las fuerzas armadas le dieron la bienvenida, y los contratistas de la defensa no estaban precisamente quejándose.
Gates comenzó en abril de 2009 la culminación de una serie de programas de armamentos y supuestas reformas del Pentágono. Anunció que los “chorros” que brotaban del presupuesto de defensa habían sido cerrados. No obstante, el número de los principales programas de compras para la defensa que ha eliminado es sólo de 87 programas, que cuestan $ 1,6 billones, de los 91 programas—de un costo de $ 1,6 billones.
El chorro cerrado de su presupuesto para los próximos 10 años crecerá un 1 por ciento cada año, más la inflación, hasta los 735 mil millones de dólares en 2020 desde 554 mil millones de dólares en 2010—un incremento combinado del 33 por ciento que adiciona otro billón de dólares.
Las reformas de eficiencia de Gates han sido demasiado modestas. Su plan para “ahorrar” 102 mil millones de dólares terminará en 5 años. El dinero no está siendo ahorrado: Está siendo transferido dentro del presupuesto del Pentágono. Incluso si los 102 mil millones dólares fueran verdaderos ahorros, es tan sólo un 3 por ciento del total previsto para los cinco años, o 3,1 billones de dólares.
Los Comités de Apropiaciones de la Cámara de Representantes y del Senado han añadido sus propias soluciones recomendando “recortes” de 7 y 8 mil millones de dólares, respectivamente, en el presupuesto del Departamento de Defensa de 2011. Sin embargo, observando los detalles, es evidente que gran parte de estos “ahorros” son sólo cambios de un año a otro.
Hay también algunas demoras en los programas—que en realidad los encarecen—y hay gastos “no comprometidos” cancelados—que meramente trasladan el dinero de los últimos años a los venideros. Después de estos “recortes”, 2011 tiene un aumento de 11 mil millones de dólares respecto de 2010.
Una verdadera reforma debe comenzar con aquello que es fundamental.
Ahora mismo, el Pentágono desconoce cómo gasta su dinero, tal como ha informado la Oficina de Responsabilidad Gubernamental desde hace décadas. Es literalmente imposible de auditar.
Rutinariamente, el Departamento de Defensa no sabe si ha pagado a los contratistas una vez, dos veces o nunca. Recientemente nos enteramos que ni siquiera sabe cuántos contratistas tiene, a quiénes emplean y qué están haciendo. Escriba en Google “auditoría” y “Pentágono” y leerá historias de horror.
Basta con analizar un reciente informe del senador Charles Grassley (republicano por Iowa). Es largo y difícil de leer, pero detalla cuan profundos son los problemas de rendición de cuentas. No sólo los libros del Pentágono son un gigantesco desastre, informa, sino que la oficina encargada de enmendar el problema se encuentra quebrada.
Dado que la Ley de los Directores Generales de Finanzas de 1990 exigía que el Pentágono aprendiese a rastrear su dinero, los administradores del Departamento de Defensa han prometido una y otra vez efectuar reformas. Cada uno de esas promesas ha sido rota.
Es evidente que si usted pregunta cuánto ha costado un programa de armamentos, o podría costar en el futuro, el sistema del Departamento de Defensa parece ser capaz de suministrarle cualquier suma en dólares que desee escuchar.
El avión de combate F-35 conocido como “Joint Strike Fighter” es un caso clásico; durante los últimos dos años, la burocracia encargada de las compras tuvo que rever los números de los costos—al alza, por supuesto—en búsqueda de nuevas revelaciones, y estamos a punto de conseguir otra actualización, que será tan sólo otro descanso en la escalera mecánica de los costos. Solicite una auditoría de esos o de cualquier otro número, y escuchará las excusas.
El único sacudón que podría sobresaltar a este sistema inoperante para lograr que encare una reforma es menos dinero. Ese es el enfoque adoptado por un miembro de la Comisión Nacional para la Responsabilidad Fiscal y la Reforma del presidente Barack Obama. El senador Tom Coburn (republicano por Oklahoma) ha escrito a cada miembro de la comisión recomendando que el presupuesto del Departamento de Defensa sea congelado hasta que pueda pasar auditorias integrales de todos los programas, agencias y contratistas. (Encuentra una copia de la carta de Coburn aquí).
Usted no puede reformar el gasto si no sabe lo que gasta.
La congelación del presupuesto del Departamento de Defensa en el nivel de 2010 significará gastar 5,5 billones de dólares para la defensa en los próximos 10 años—1 billón de dólares menos de los $ 6,5 billones que desea Gates. Impondría la férrea disciplina sobre el Pentágono que se precisa desde hace mucho tiempo.
Los defensores de los grandes gastos del Departamento de Defensa es probable que bramen. Pero el mantenimiento del presupuesto del Departamento de Defensa en el nivel de 2010 durante 10 años es un aumento de 900 mil millones respecto del nivel de gastos de la pre-guerra en el año 2000 (ajustado por inflación). Y sigue siendo un múltiplo de los presupuestos de defensa de China, Rusia, Corea del Norte e Irán combinados.
Quienes toman hoy día las decisiones sobre el presupuesto de defensa están atrapados en una mentalidad donde más gastos desenfrenados nunca son suficientes. Eso, más que cualquier otra cosa, tiene que cambiar.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Cuántos billones de dólare$ más para la defensa?
Desde el 11 septiembre de 2001, el Congreso y el Departamento de Defensa han añadido más de $ 2 billones (trillones en inglés) de dólares al presupuesto del Pentágono. Alrededor de la mitad de ese incremento cubrió las guerras en Irak y Afganistán; el resto cubre las partes que constituyen la “base” (no atinentes a la guerra) del Departamento de Defensa. Contra toda lógica, el dinero extra hizo mayormente a nuestras fuerzas militares más pequeñas y más avejentadas.
La Fuerza Aérea, por ejemplo, consiguió un incremento presupuestario del 43 por ciento, pero la flota aérea de combate se redujo un 51 por ciento. Si los planes para los próximos años marchan bien, nos dice la Oficina Presupuestaria del Congreso, las existencias de equipamiento pesado se tornarán aún más obsoletas, a medida que disminuyen todavía más.
Probablemente ha sido el despilfarro de recursos más despiadado que el gobierno federal haya perpetrado desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
No culpemos sólo el Secretario de Defensa Robert Gates. Ha recibido mucha ayuda. Antes que él, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld había acelerado la decadencia. Casi nadie en el Congreso se opuso a este hiper-gasto: Las fuerzas armadas le dieron la bienvenida, y los contratistas de la defensa no estaban precisamente quejándose.
Gates comenzó en abril de 2009 la culminación de una serie de programas de armamentos y supuestas reformas del Pentágono. Anunció que los “chorros” que brotaban del presupuesto de defensa habían sido cerrados. No obstante, el número de los principales programas de compras para la defensa que ha eliminado es sólo de 87 programas, que cuestan $ 1,6 billones, de los 91 programas—de un costo de $ 1,6 billones.
El chorro cerrado de su presupuesto para los próximos 10 años crecerá un 1 por ciento cada año, más la inflación, hasta los 735 mil millones de dólares en 2020 desde 554 mil millones de dólares en 2010—un incremento combinado del 33 por ciento que adiciona otro billón de dólares.
Las reformas de eficiencia de Gates han sido demasiado modestas. Su plan para “ahorrar” 102 mil millones de dólares terminará en 5 años. El dinero no está siendo ahorrado: Está siendo transferido dentro del presupuesto del Pentágono. Incluso si los 102 mil millones dólares fueran verdaderos ahorros, es tan sólo un 3 por ciento del total previsto para los cinco años, o 3,1 billones de dólares.
Los Comités de Apropiaciones de la Cámara de Representantes y del Senado han añadido sus propias soluciones recomendando “recortes” de 7 y 8 mil millones de dólares, respectivamente, en el presupuesto del Departamento de Defensa de 2011. Sin embargo, observando los detalles, es evidente que gran parte de estos “ahorros” son sólo cambios de un año a otro.
Hay también algunas demoras en los programas—que en realidad los encarecen—y hay gastos “no comprometidos” cancelados—que meramente trasladan el dinero de los últimos años a los venideros. Después de estos “recortes”, 2011 tiene un aumento de 11 mil millones de dólares respecto de 2010.
Una verdadera reforma debe comenzar con aquello que es fundamental.
Ahora mismo, el Pentágono desconoce cómo gasta su dinero, tal como ha informado la Oficina de Responsabilidad Gubernamental desde hace décadas. Es literalmente imposible de auditar.
Rutinariamente, el Departamento de Defensa no sabe si ha pagado a los contratistas una vez, dos veces o nunca. Recientemente nos enteramos que ni siquiera sabe cuántos contratistas tiene, a quiénes emplean y qué están haciendo. Escriba en Google “auditoría” y “Pentágono” y leerá historias de horror.
Basta con analizar un reciente informe del senador Charles Grassley (republicano por Iowa). Es largo y difícil de leer, pero detalla cuan profundos son los problemas de rendición de cuentas. No sólo los libros del Pentágono son un gigantesco desastre, informa, sino que la oficina encargada de enmendar el problema se encuentra quebrada.
Dado que la Ley de los Directores Generales de Finanzas de 1990 exigía que el Pentágono aprendiese a rastrear su dinero, los administradores del Departamento de Defensa han prometido una y otra vez efectuar reformas. Cada uno de esas promesas ha sido rota.
Es evidente que si usted pregunta cuánto ha costado un programa de armamentos, o podría costar en el futuro, el sistema del Departamento de Defensa parece ser capaz de suministrarle cualquier suma en dólares que desee escuchar.
El avión de combate F-35 conocido como “Joint Strike Fighter” es un caso clásico; durante los últimos dos años, la burocracia encargada de las compras tuvo que rever los números de los costos—al alza, por supuesto—en búsqueda de nuevas revelaciones, y estamos a punto de conseguir otra actualización, que será tan sólo otro descanso en la escalera mecánica de los costos. Solicite una auditoría de esos o de cualquier otro número, y escuchará las excusas.
El único sacudón que podría sobresaltar a este sistema inoperante para lograr que encare una reforma es menos dinero. Ese es el enfoque adoptado por un miembro de la Comisión Nacional para la Responsabilidad Fiscal y la Reforma del presidente Barack Obama. El senador Tom Coburn (republicano por Oklahoma) ha escrito a cada miembro de la comisión recomendando que el presupuesto del Departamento de Defensa sea congelado hasta que pueda pasar auditorias integrales de todos los programas, agencias y contratistas. (Encuentra una copia de la carta de Coburn aquí).
Usted no puede reformar el gasto si no sabe lo que gasta.
La congelación del presupuesto del Departamento de Defensa en el nivel de 2010 significará gastar 5,5 billones de dólares para la defensa en los próximos 10 años—1 billón de dólares menos de los $ 6,5 billones que desea Gates. Impondría la férrea disciplina sobre el Pentágono que se precisa desde hace mucho tiempo.
Los defensores de los grandes gastos del Departamento de Defensa es probable que bramen. Pero el mantenimiento del presupuesto del Departamento de Defensa en el nivel de 2010 durante 10 años es un aumento de 900 mil millones respecto del nivel de gastos de la pre-guerra en el año 2000 (ajustado por inflación). Y sigue siendo un múltiplo de los presupuestos de defensa de China, Rusia, Corea del Norte e Irán combinados.
Quienes toman hoy día las decisiones sobre el presupuesto de defensa están atrapados en una mentalidad donde más gastos desenfrenados nunca son suficientes. Eso, más que cualquier otra cosa, tiene que cambiar.
Traducido por Gabriel Gasave
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