El asesinato de cuatro estadounidenses por piratas somalíes fue trágico. No existe excusa alguna para el asesinato. Pero a riesgo de parecer destemplados, creo que hay involucrada mucha negligencia dando vueltas. Según colaboradores, las víctimas, misioneros burgueses y buscadores de aventuras a la deriva, eran muy conscientes de los peligros de las aguas cercanas al refugio de piratas de Somalia, que está a punto de ser tomado por islamistas radicales. (En estos días, la sola entrega de Biblias en países no cristianos presenta suficiente riesgo como para ser tenido en consideración para el otorgamiento de un Premio Darwin). Aquellas aguas son ampliamente reconocidas como las más peligrosas del mundo, con más de 800 personas tomadas como rehenes a cambio de un rescate de más de 50 buques capturados.
Sin embargo, a pesar de este importante riesgo, el barco que acarreaba a las cuatro víctimas irresponsable e imprudentemente abandonó la protección de su convoy y se alejó de las rutas marítimas del Mar Arábigo, algo sobre lo que el gobierno estadounidense ha advertido. Un ex-cuñado de una de las víctimas, afirmó: “Ella nos dijo: ‘Si algo nos ocurre en estos viajes, solo sepan que perecimos viviendo nuestro sueño’. Ellos eran conscientes de que este tipo de cosas tienen riesgos. Pero estaban viviendo su sueño”. Un hermano de otra víctima dijo que su hermana había “expresado preocupación acerca de los piratas”. El capitán del yate a vela a menudo apagaba el GPS, porque los piratas han aprendido a dirigirse a su blanco basándose en él.
Lo que es peor, los Estados Unidos y otros gobiernos occidentales, a expensas de los contribuyentes, se encuentran indirectamente apoyando dicho tránsito imprudente de estas aguas inseguras, porque están patrullándolas con buques de guerra. Por lo tanto, los marineros aventureros y la navegación comercial pueden ser inducidos a una sensación de complacencia y seguridad, cuando dichos buques de guerra han sido singularmente ineficaces para detener la piratería somalí. El gobierno de los EE.UU. debería de dejar de alentar de manera implícita a realizar tales acrobacias monumentalmente estúpidas y riesgosas para la vida.
De modo aún más increíble, el comportamiento del gobierno estadounidense puede haber contribuido a empeorar una mala situación. Dos piratas subieron a bordo de uno de los buques de guerra para negociar la liberación de los rehenes. En violación de las negociaciones de buena fe, el buque de guerra detuvo a los dos piratas y por radio comunicó a los piratas restantes que a continuación tendrían que enviar piratas que fuesen más serios en la negociación. Tal vez el negociador de rehenes del FBI, aunque no fue asesinado, debería ser nominado para un Premio Darwin honorario. Después de su estúpida maniobra, los piratas habrían tenido pocos incentivos para ser nuevamente engañados y enviar más negociadores o incluso seguir negociando.
No los tuvieron; y mataron a los rehenes. Esta acción drástica es inusual para los piratas, ya que, según aquellos en la industria del transporte marítimo, son hombres de negocios—aunque inescrupulosos—que desean a liberar a los tomados como rehenes a cambio de multimillonarios rescates en dólares; no son terroristas. Además, los piratas por lo general no pierden sus formas para no provocar innecesariamente respuestas más agresivas de los Estados Unidos y otras potencias. De hecho, los piratas somalíes normalmente tratan bien a los rehenes.
Aunque todavía existe cierta incertidumbre respecto de por qué los piratas mataron a los pasajeros, alguien que ha conversado con colaboradores de los piratas afirmaron que su líder les dijo que si no regresaba de la negociación, deberían matar a los cautivos. Otra posibilidad es que los asesinatos fueron una venganza por los tiradores de la Armada estadounidense que mataron a piratas que trataban de secuestrar el navío Maersk Alabama en 2009. La Armada rescató al capitán del barco, y otro pirata en ese incidente fue subsecuentemente condenado a una larga pena de prisión. El secuestro más reciente se produjo dos días después de esta sentencia. Un pirata afirmó que después del incidente del Maersk Alabama, cualquier intento de rescate tropezaría con el asesinato de rehenes: «De ahora en adelante, cualquier intento de rescatar a los rehenes en nuestras manos sólo recogerá cadáveres. Nunca jamás sucederá que los rehenes sean rescatados y nosotros arrastrados a la cárcel”.
Por lo tanto, cualquiera fuese el motivo de los piratas para el asesinato de los estadounidenses, las acciones del gobierno de los EE.UU. probablemente contribuyeron a convertir el secuestro en asesinato. Este horrible resultado plantea dudas respecto de si los Estados Unidos deberían emplear buques de guerra para proteger a estúpidos aventureros o imprudentes buques comerciales que surcan estas aguas peligrosas. Como los rescates del gobierno estadounidense de s personas que viajan o viven en países peligrosos—por ejemplo, la invasión de Grenada del presidente Ronald Reagan en 1983 para rescatar a estudiantes de medicina estadounidenses—tales acciones militares imprudentes deberían ser evitadas.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Debería el gobierno de los EE.UU. alentar a los potenciales ganadores de los Premios Darwin?
El asesinato de cuatro estadounidenses por piratas somalíes fue trágico. No existe excusa alguna para el asesinato. Pero a riesgo de parecer destemplados, creo que hay involucrada mucha negligencia dando vueltas. Según colaboradores, las víctimas, misioneros burgueses y buscadores de aventuras a la deriva, eran muy conscientes de los peligros de las aguas cercanas al refugio de piratas de Somalia, que está a punto de ser tomado por islamistas radicales. (En estos días, la sola entrega de Biblias en países no cristianos presenta suficiente riesgo como para ser tenido en consideración para el otorgamiento de un Premio Darwin). Aquellas aguas son ampliamente reconocidas como las más peligrosas del mundo, con más de 800 personas tomadas como rehenes a cambio de un rescate de más de 50 buques capturados.
Sin embargo, a pesar de este importante riesgo, el barco que acarreaba a las cuatro víctimas irresponsable e imprudentemente abandonó la protección de su convoy y se alejó de las rutas marítimas del Mar Arábigo, algo sobre lo que el gobierno estadounidense ha advertido. Un ex-cuñado de una de las víctimas, afirmó: “Ella nos dijo: ‘Si algo nos ocurre en estos viajes, solo sepan que perecimos viviendo nuestro sueño’. Ellos eran conscientes de que este tipo de cosas tienen riesgos. Pero estaban viviendo su sueño”. Un hermano de otra víctima dijo que su hermana había “expresado preocupación acerca de los piratas”. El capitán del yate a vela a menudo apagaba el GPS, porque los piratas han aprendido a dirigirse a su blanco basándose en él.
Lo que es peor, los Estados Unidos y otros gobiernos occidentales, a expensas de los contribuyentes, se encuentran indirectamente apoyando dicho tránsito imprudente de estas aguas inseguras, porque están patrullándolas con buques de guerra. Por lo tanto, los marineros aventureros y la navegación comercial pueden ser inducidos a una sensación de complacencia y seguridad, cuando dichos buques de guerra han sido singularmente ineficaces para detener la piratería somalí. El gobierno de los EE.UU. debería de dejar de alentar de manera implícita a realizar tales acrobacias monumentalmente estúpidas y riesgosas para la vida.
De modo aún más increíble, el comportamiento del gobierno estadounidense puede haber contribuido a empeorar una mala situación. Dos piratas subieron a bordo de uno de los buques de guerra para negociar la liberación de los rehenes. En violación de las negociaciones de buena fe, el buque de guerra detuvo a los dos piratas y por radio comunicó a los piratas restantes que a continuación tendrían que enviar piratas que fuesen más serios en la negociación. Tal vez el negociador de rehenes del FBI, aunque no fue asesinado, debería ser nominado para un Premio Darwin honorario. Después de su estúpida maniobra, los piratas habrían tenido pocos incentivos para ser nuevamente engañados y enviar más negociadores o incluso seguir negociando.
No los tuvieron; y mataron a los rehenes. Esta acción drástica es inusual para los piratas, ya que, según aquellos en la industria del transporte marítimo, son hombres de negocios—aunque inescrupulosos—que desean a liberar a los tomados como rehenes a cambio de multimillonarios rescates en dólares; no son terroristas. Además, los piratas por lo general no pierden sus formas para no provocar innecesariamente respuestas más agresivas de los Estados Unidos y otras potencias. De hecho, los piratas somalíes normalmente tratan bien a los rehenes.
Aunque todavía existe cierta incertidumbre respecto de por qué los piratas mataron a los pasajeros, alguien que ha conversado con colaboradores de los piratas afirmaron que su líder les dijo que si no regresaba de la negociación, deberían matar a los cautivos. Otra posibilidad es que los asesinatos fueron una venganza por los tiradores de la Armada estadounidense que mataron a piratas que trataban de secuestrar el navío Maersk Alabama en 2009. La Armada rescató al capitán del barco, y otro pirata en ese incidente fue subsecuentemente condenado a una larga pena de prisión. El secuestro más reciente se produjo dos días después de esta sentencia. Un pirata afirmó que después del incidente del Maersk Alabama, cualquier intento de rescate tropezaría con el asesinato de rehenes: «De ahora en adelante, cualquier intento de rescatar a los rehenes en nuestras manos sólo recogerá cadáveres. Nunca jamás sucederá que los rehenes sean rescatados y nosotros arrastrados a la cárcel”.
Por lo tanto, cualquiera fuese el motivo de los piratas para el asesinato de los estadounidenses, las acciones del gobierno de los EE.UU. probablemente contribuyeron a convertir el secuestro en asesinato. Este horrible resultado plantea dudas respecto de si los Estados Unidos deberían emplear buques de guerra para proteger a estúpidos aventureros o imprudentes buques comerciales que surcan estas aguas peligrosas. Como los rescates del gobierno estadounidense de s personas que viajan o viven en países peligrosos—por ejemplo, la invasión de Grenada del presidente Ronald Reagan en 1983 para rescatar a estudiantes de medicina estadounidenses—tales acciones militares imprudentes deberían ser evitadas.
Traducido por Gabriel Gasave
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