El ex vicepresidente Dick Cheney ha estado protestando contra el presidente Barack Obama por actuar con debilidad frente al terrorismo y fallar en impedir el reciente intento del terrorista que portaba una bomba entre su ropa interior de hacer explotar un avión. Cheney parece desear que hagamos a un lado el pésimo historial de su propia administración en la materia—ignorar las advertencias y fallar en impedir el más mortífero ataque extranjero sobre el territorio estadounidense en la historia de los EE.UU., fracasar en evitar un intento similar por parte del “terrorista del zapato” de derribar una aeronave y la utilización de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 para lanzar invasiones de países musulmanes que condujeron a un aumento de los ataques terroristas en todo el mundo—y por lo tanto intenta hacernos creer que los republicanos son mejores en la lucha contra el terrorismo que los demócratas porque, en fin, ellos son republicanos.
Cheney manifestó al periódico Político que, “Estamos en guerra, y cuando el presidente Obama pretende que no lo estamos, nos hace menos seguros” y que “la anodina respuesta” al ataque del “terrorista de los calzoncillos”, la negativa del presidente a emplear la expresión “guerra contra el terror” y su plan de cerrar la prisión de Guantánamo, son todos indicadores de que Obama considera que el terrorismo es un problema de aplicación de la ley en lugar de una cuestión militar. Cheney concluyó preguntando “¿Por qué no quiere admitir que estamos en guerra?”.
Dado que el ataque de Cheney contra Obama carecía de toda sustancia y básicamente se trató de demagogia política, la elección de Político para lanzarlo fue apropiada. Pero un problema aún mayor puede ser la respuesta defensiva de la administración de Obama al ataque de Cheney. Funcionarios de la administración sostuvieron que Obama también sabía que el país se encontraba en guerra y que él lo había declarado explícitamente así en el pasado.
Los demócratas siempre terminan actuando a la defensiva cuando son atacados en cuestiones atinentes a la seguridad nacional, en gran medida porque temen que si no adoptan una apariencia de dureza—la especialidad de los republicanos—y los matonean, siempre serán caratulados como los “debiluchos demócratas”. ¿Pero qué tal si, siguiendo el ejemplo del presidente republicano Dwight Eisenhower, los demócratas adoptasen en cambio una posición más astuta respecto de la seguridad nacional? Eisenhower fue muy hábil al asegurarse de que ningún problema internacional fuese jamás etiquetado como una “crisis”, a sabiendas de que esto lo dejaría atrapado bajo la presión para emprender actos apresurados e imprudentes.
¿Qué hubiese hecho Eisenhower respecto del terrorismo islámico? Ike, después de ser sometido a los horrores de la Segunda Guerra Mundial, sintió desdén y evitó la acción militar innecesaria. Se habría percatado rápidamente de que la “guerra contra el terror” ha sido contraproducente, especialmente la parte en cual los EE.UU. invaden países musulmanes. Después de todo, el motivo bastante poco publicitado de que Osama bin Laden comenzó a atacar a los Estados Unidos fue su intromisión y presencia militar en los países islámicos. El intento de atentado del “terrorista de los calzoncillos”, emanado de una filial local de al-Qaeda en Yemen, se produjo sólo después de la intensificación de la ayuda militar “encubierta” de los EE.UU. en los últimos meses a un gobierno de Yemen que se encuentra en guerra con los islamistas. Según la fe islámica, todo buen musulmán debe hacer todo lo posible para repeler a los invasores no musulmanes de los territorios musulmanes—y los extremistas islámicos de los países pobres han descubierto que el terrorismo es su única arma efectiva para intentar hacerlo.
Incluso si uno sustrae las muertes causadas por los ataques terroristas contra las fuerzas de los EE.UU. en Irak (para lo que en verdad no existe un motivo porque fueron una respuesta a la invasión estadounidense de un país musulmán), el número mensual de muertes en todo el mundo a causa del terrorismo aumentó considerablemente después del 11 de septiembre. Así pues, la “guerra contra el terrorismo” no sólo ha fracasado, sino que ha sido contraproducente.
Llevar a cabo una “guerra” contra los terroristas simplemente los convierte en guerreros en lugar de delincuentes y provoca que más dinero y combatientes se sumen en masa a la yihad. El empleo de una táctica más tenue—la inteligencia, la aplicación de la ley y tal vez incluso un ocasional ataque militar—para combatir al terrorismo, haría que fuese menos probable que empeorase el problema. Y después de todo, ¿qué tiene de cobarde denominar a un asesinato en masa como lo que es—un crimen maligno? Si algo es antipatriótico, es el hecho de blandir el sable a lo macho como lo hacen las brigadas de escritorio conservadoras—de las que Cheney es el principal vocero—en virtud de que equivale a dibujar un blanco sobre la espalda de los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Es Dick Cheney un antipatriota?
El ex vicepresidente Dick Cheney ha estado protestando contra el presidente Barack Obama por actuar con debilidad frente al terrorismo y fallar en impedir el reciente intento del terrorista que portaba una bomba entre su ropa interior de hacer explotar un avión. Cheney parece desear que hagamos a un lado el pésimo historial de su propia administración en la materia—ignorar las advertencias y fallar en impedir el más mortífero ataque extranjero sobre el territorio estadounidense en la historia de los EE.UU., fracasar en evitar un intento similar por parte del “terrorista del zapato” de derribar una aeronave y la utilización de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 para lanzar invasiones de países musulmanes que condujeron a un aumento de los ataques terroristas en todo el mundo—y por lo tanto intenta hacernos creer que los republicanos son mejores en la lucha contra el terrorismo que los demócratas porque, en fin, ellos son republicanos.
Cheney manifestó al periódico Político que, “Estamos en guerra, y cuando el presidente Obama pretende que no lo estamos, nos hace menos seguros” y que “la anodina respuesta” al ataque del “terrorista de los calzoncillos”, la negativa del presidente a emplear la expresión “guerra contra el terror” y su plan de cerrar la prisión de Guantánamo, son todos indicadores de que Obama considera que el terrorismo es un problema de aplicación de la ley en lugar de una cuestión militar. Cheney concluyó preguntando “¿Por qué no quiere admitir que estamos en guerra?”.
Dado que el ataque de Cheney contra Obama carecía de toda sustancia y básicamente se trató de demagogia política, la elección de Político para lanzarlo fue apropiada. Pero un problema aún mayor puede ser la respuesta defensiva de la administración de Obama al ataque de Cheney. Funcionarios de la administración sostuvieron que Obama también sabía que el país se encontraba en guerra y que él lo había declarado explícitamente así en el pasado.
Los demócratas siempre terminan actuando a la defensiva cuando son atacados en cuestiones atinentes a la seguridad nacional, en gran medida porque temen que si no adoptan una apariencia de dureza—la especialidad de los republicanos—y los matonean, siempre serán caratulados como los “debiluchos demócratas”. ¿Pero qué tal si, siguiendo el ejemplo del presidente republicano Dwight Eisenhower, los demócratas adoptasen en cambio una posición más astuta respecto de la seguridad nacional? Eisenhower fue muy hábil al asegurarse de que ningún problema internacional fuese jamás etiquetado como una “crisis”, a sabiendas de que esto lo dejaría atrapado bajo la presión para emprender actos apresurados e imprudentes.
¿Qué hubiese hecho Eisenhower respecto del terrorismo islámico? Ike, después de ser sometido a los horrores de la Segunda Guerra Mundial, sintió desdén y evitó la acción militar innecesaria. Se habría percatado rápidamente de que la “guerra contra el terror” ha sido contraproducente, especialmente la parte en cual los EE.UU. invaden países musulmanes. Después de todo, el motivo bastante poco publicitado de que Osama bin Laden comenzó a atacar a los Estados Unidos fue su intromisión y presencia militar en los países islámicos. El intento de atentado del “terrorista de los calzoncillos”, emanado de una filial local de al-Qaeda en Yemen, se produjo sólo después de la intensificación de la ayuda militar “encubierta” de los EE.UU. en los últimos meses a un gobierno de Yemen que se encuentra en guerra con los islamistas. Según la fe islámica, todo buen musulmán debe hacer todo lo posible para repeler a los invasores no musulmanes de los territorios musulmanes—y los extremistas islámicos de los países pobres han descubierto que el terrorismo es su única arma efectiva para intentar hacerlo.
Incluso si uno sustrae las muertes causadas por los ataques terroristas contra las fuerzas de los EE.UU. en Irak (para lo que en verdad no existe un motivo porque fueron una respuesta a la invasión estadounidense de un país musulmán), el número mensual de muertes en todo el mundo a causa del terrorismo aumentó considerablemente después del 11 de septiembre. Así pues, la “guerra contra el terrorismo” no sólo ha fracasado, sino que ha sido contraproducente.
Llevar a cabo una “guerra” contra los terroristas simplemente los convierte en guerreros en lugar de delincuentes y provoca que más dinero y combatientes se sumen en masa a la yihad. El empleo de una táctica más tenue—la inteligencia, la aplicación de la ley y tal vez incluso un ocasional ataque militar—para combatir al terrorismo, haría que fuese menos probable que empeorase el problema. Y después de todo, ¿qué tiene de cobarde denominar a un asesinato en masa como lo que es—un crimen maligno? Si algo es antipatriótico, es el hecho de blandir el sable a lo macho como lo hacen las brigadas de escritorio conservadoras—de las que Cheney es el principal vocero—en virtud de que equivale a dibujar un blanco sobre la espalda de los Estados Unidos.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorTerrorismo y seguridad nacional
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