Una de las peores catástrofes industriales de la era moderna tuvo lugar en Bangladesh cuando la fábrica de indumentaria Rana Plaza se derrumbó el 24 de abril de 2013, matando a más de 1.100 personas e hiriendo a unas 2.500.
A raíz del desastre, se pusieron en marcha nuevos acuerdos sobre seguridad e inspección. Pero 10 años después, parece que estas normas de seguridad frenaron el crecimiento de la industria de la confección, que es el principal camino para salir de la pobreza extrema en Bangladesh.
La cobertura mediática de la catástrofe espoleó el activismo mundial contra los «talleres clandestinos». Esto llevó a una coordinación sin precedentes entre los activistas que se oponen a esos talleres, los sindicatos y los compradores multinacionales de textiles para crear, supervisar y hacer cumplir mejoras en las condiciones laborales de las fábricas de confección de Bangladesh.
El Acuerdo sobre Incendios y Seguridad de Edificios y la Alianza para la Seguridad de los Trabajadores de Bangladesh son dos acuerdos distintos, aunque similares, en virtud de los cuales los principales compradores internacionales acordaron abastecerse de prendas únicamente en fábricas que cumplieran con las normas de seguridad establecidas en estos acuerdos. El Acuerdo estaba asociado con marcas internacionales de más de 20 países de cuatro continentes, mientras que la Alianza estaba integrada principalmente por empresas norteamericanas como Gap y Walmart.
Las normas de seguridad de los acuerdos reemplazaron en esencia a las normativas gubernamentales. En conjunto, las normas cubrían aproximadamente el 40% de las fábricas de confección de Bangladesh y al 75% de sus trabajadores textiles.
A diferencia de las normativas gubernamentales, que a menudo permanecen sin ser aplicadas en los países más pobres, a estos acuerdos sí se los ha hecho cumplir. Las violaciones de las normas del Acuerdo han provocado el cierre de 156 fábricas, mientras que los compradores de la Alianza han rescindido las compras a 97 establecimientos.
Aunque no se ha producido un desastre de la magnitud del de Rana Plaza desde que estos acuerdos entraron en vigor, el aumento de la seguridad no es gratuito. Las empresas multinacionales han pagado por la supervisión, y las firmas de Bangladesh son responsables de financiar cualquier mejora de la seguridad que se considere necesaria. A menos que estas mejoras hayan incrementado la productividad de los trabajadores da manera proporcional a su costo, el aumento de la seguridad ha elevado el costo de emplear a trabajadores de la confección de Bangladesh.
Cuando el costo de la mano de obra de Bangladesh aumenta en relación con su productividad, la teoría económica estándar predice que se desplazará el negocio de esos trabajadores hacia sus sustitutos – en este caso, mano de obra de otros países que es más productiva en relación con su costo.
Los economistas Kevin Grier, Towhid Mahmood y yo investigamos recientemente cómo la reacción al desastre del Rana Plaza ha impactado sobre el empleo en la industria de la confección y en el crecimiento de las empresas.
Descubrimos que el empleo era un 28% más bajo y que había un tercio menos de fábricas textiles de las que debería haber, en comparación con el contra factico pertinente crecimiento esperado.
Esto es importante porque la industria de la confección ha sido una vía importante para salir de la pobreza en Bangladesh. Al momento del desastre, Bangladesh era el segundo mayor productor textil del mundo (después de China) y empleaba a unos 4 millones de trabajadores, en su mayoría mujeres. Los salarios que perciben, aunque bajos para los estándares estadounidenses, son relativamente elevados en Bangladesh.
En otra investigación reciente, que presentaré en una conferencia el lunes, mis coautores y yo descubrimos que los salarios en las empresas señaladas en la prensa como nocivos talleres de explotación ascendían a un promedio de 6 dólares al día en Bangladesh durante la década de 2010. Puede que a los lectores estadounidenses no les parezca mucho. Pero durante ese mismo periodo, casi el 87% de la población de Bangladesh vivía por debajo del umbral de pobreza extrema de 6,85 dólares diarios establecido por el Banco Mundial, y el 52% vivía por debajo de los 3,65 dólares.
En última instancia, el desarrollo económico eleva tanto los salarios de los trabajadores como las normas de seguridad de las fábricas. Existen pruebas de que este proceso ha mejorado los salarios en Bangladesh, incluso entre los denominados talleres clandestinos. Nuestra investigación señala que los salarios declarados en los talleres clandestinos se han duplicado en la última década con respecto a los declarados entre 1995 y 2010.
El desarrollo en los Estados Unidos, que elevó los salarios y mejoró las condiciones de trabajo, se produjo durante la Revolución Industrial, y se está produciendo hoy en Bangladesh. Lamentablemente, aunque la reacción al desastre del Rana Plaza puede haber estimulado la adopción de mayores estándares de seguridad, puede también haber frenado el progreso económico del país.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Está empobreciendo a los bangladeshíes el activismo contra los talleres clandestinos?
Fahad Faisal / Wikimedia Commons
Una de las peores catástrofes industriales de la era moderna tuvo lugar en Bangladesh cuando la fábrica de indumentaria Rana Plaza se derrumbó el 24 de abril de 2013, matando a más de 1.100 personas e hiriendo a unas 2.500.
A raíz del desastre, se pusieron en marcha nuevos acuerdos sobre seguridad e inspección. Pero 10 años después, parece que estas normas de seguridad frenaron el crecimiento de la industria de la confección, que es el principal camino para salir de la pobreza extrema en Bangladesh.
La cobertura mediática de la catástrofe espoleó el activismo mundial contra los «talleres clandestinos». Esto llevó a una coordinación sin precedentes entre los activistas que se oponen a esos talleres, los sindicatos y los compradores multinacionales de textiles para crear, supervisar y hacer cumplir mejoras en las condiciones laborales de las fábricas de confección de Bangladesh.
El Acuerdo sobre Incendios y Seguridad de Edificios y la Alianza para la Seguridad de los Trabajadores de Bangladesh son dos acuerdos distintos, aunque similares, en virtud de los cuales los principales compradores internacionales acordaron abastecerse de prendas únicamente en fábricas que cumplieran con las normas de seguridad establecidas en estos acuerdos. El Acuerdo estaba asociado con marcas internacionales de más de 20 países de cuatro continentes, mientras que la Alianza estaba integrada principalmente por empresas norteamericanas como Gap y Walmart.
Las normas de seguridad de los acuerdos reemplazaron en esencia a las normativas gubernamentales. En conjunto, las normas cubrían aproximadamente el 40% de las fábricas de confección de Bangladesh y al 75% de sus trabajadores textiles.
A diferencia de las normativas gubernamentales, que a menudo permanecen sin ser aplicadas en los países más pobres, a estos acuerdos sí se los ha hecho cumplir. Las violaciones de las normas del Acuerdo han provocado el cierre de 156 fábricas, mientras que los compradores de la Alianza han rescindido las compras a 97 establecimientos.
Aunque no se ha producido un desastre de la magnitud del de Rana Plaza desde que estos acuerdos entraron en vigor, el aumento de la seguridad no es gratuito. Las empresas multinacionales han pagado por la supervisión, y las firmas de Bangladesh son responsables de financiar cualquier mejora de la seguridad que se considere necesaria. A menos que estas mejoras hayan incrementado la productividad de los trabajadores da manera proporcional a su costo, el aumento de la seguridad ha elevado el costo de emplear a trabajadores de la confección de Bangladesh.
Cuando el costo de la mano de obra de Bangladesh aumenta en relación con su productividad, la teoría económica estándar predice que se desplazará el negocio de esos trabajadores hacia sus sustitutos – en este caso, mano de obra de otros países que es más productiva en relación con su costo.
Los economistas Kevin Grier, Towhid Mahmood y yo investigamos recientemente cómo la reacción al desastre del Rana Plaza ha impactado sobre el empleo en la industria de la confección y en el crecimiento de las empresas.
Descubrimos que el empleo era un 28% más bajo y que había un tercio menos de fábricas textiles de las que debería haber, en comparación con el contra factico pertinente crecimiento esperado.
Esto es importante porque la industria de la confección ha sido una vía importante para salir de la pobreza en Bangladesh. Al momento del desastre, Bangladesh era el segundo mayor productor textil del mundo (después de China) y empleaba a unos 4 millones de trabajadores, en su mayoría mujeres. Los salarios que perciben, aunque bajos para los estándares estadounidenses, son relativamente elevados en Bangladesh.
En otra investigación reciente, que presentaré en una conferencia el lunes, mis coautores y yo descubrimos que los salarios en las empresas señaladas en la prensa como nocivos talleres de explotación ascendían a un promedio de 6 dólares al día en Bangladesh durante la década de 2010. Puede que a los lectores estadounidenses no les parezca mucho. Pero durante ese mismo periodo, casi el 87% de la población de Bangladesh vivía por debajo del umbral de pobreza extrema de 6,85 dólares diarios establecido por el Banco Mundial, y el 52% vivía por debajo de los 3,65 dólares.
En última instancia, el desarrollo económico eleva tanto los salarios de los trabajadores como las normas de seguridad de las fábricas. Existen pruebas de que este proceso ha mejorado los salarios en Bangladesh, incluso entre los denominados talleres clandestinos. Nuestra investigación señala que los salarios declarados en los talleres clandestinos se han duplicado en la última década con respecto a los declarados entre 1995 y 2010.
El desarrollo en los Estados Unidos, que elevó los salarios y mejoró las condiciones de trabajo, se produjo durante la Revolución Industrial, y se está produciendo hoy en Bangladesh. Lamentablemente, aunque la reacción al desastre del Rana Plaza puede haber estimulado la adopción de mayores estándares de seguridad, puede también haber frenado el progreso económico del país.
Traducido por Gabriel Gasave
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