El “modelo israelí” ha sido largamente sostenido por los halcones en los Estados Unidos como el patrón oro para lidiar con naciones adversarias, guerrillas y terroristas. La trama es la de que Israel es un país pequeño rodeado de enemigos agresivos que emplean medidas injustas (incluido el terrorismo) para tratar de borrarlo del mapa. Por consiguiente, la opinión en Israel es la de que para sobrevivir, los israelíes deben utilizar tácticas desproporcionadas para demostrar cuan duros son a efectos de infundir temor en sus crueles enemigos. Este paradigma, practicado por Israel desde su nacimiento en 1948, ha sido tácticamente atinado y estratégicamente desastroso.
Es un mito que a lo largo de su historia Israel haya sido sobrepasada en potencia de fuego por los árabes. Durante la guerra que dio lugar a su creación en 1948 y desde entonces, los israelíes han tenido siempre un poderío militar, recursos y entrenamiento superior comparado con los estados árabes. Como resultado, frecuentemente, Israel ha sido capaz de asestar con éxito golpes abrumadores y desproporcionados a sus enemigos. A pesar de su fortaleza táctica, parecería que los enemigos de Israel siguen regresando y enojándose aún más. En otras palabras, las abrumadoras victorias militares tácticas no resuelven las causas sociales y políticas del intenso odio que Israel engendra. Debido a que estas causas originales persisten, Israel seguirá precisando tomar medidas draconianas para garantizar su seguridad—por ejemplo, llevar a cabo los fuertes ataques militares actuales contra Gaza.
Israel parece no comprender que un poderío superior no compra seguridad mientras persista el motivo de queja del adversario. El enemigo solo se desespera más y recurre al terrorismo—ya sea con ataques suicidas con bombas contra civiles o el disparo errático de cohetes hacia las ciudades israelíes desde el exterior. La opinión bien informada en Israel debería observar la absurdidad estratégica de décadas de vivir como un poderoso campamento armado y emplear unas fuerzas armadas dominantes para ya sea derrotar tácticamente a sus enemigos o ponerlos en cuarentena en gigantescos corrales—Cisjordania y Gaza—y esconderlos. Si Israel resolviese este estado de guerra de 60 años con sus vecinos cediendo el control sobre el territorio que fue tomado por la fuerza de los árabes en 1967, los árabes e israelíes podrían prosperar juntos mediante el comercio y la inversión a través de las fronteras y atraer a una lucrativa inversión extranjera desde fuera de la región.
Por supuesto, es fácil para los observadores de fuera de la región analizar como una solución así del problema palestino podría ser alcanzada en los papeles; es mucho más difícil superar las décadas de odio para implementarla en la realidad. E Israel carece de incentivos para ceder el control sobre el territorio porque posee una abrumadora superioridad táctica militar y el apoyo de una superpotencia. No obstante, Israel precisa hacer a un lado el odio a los árabes y resolver el reclamo subyacente, o la violencia continuará incluso si Israel lanza una invasión terrestre de Gaza para eliminar a Hamas.
Los ataques militares efectuados por Israel pueden incapacitar a sus enemigos en un sentido militar táctico, pero ellos solamente fortalecen el odio árabe y el ansia de venganza. Irónicamente, la actual acometida de Israel contra Gaza, que tiene lugar antes de las elecciones israelíes, apunta a demostrarles a los árabes que Israel es aún fuerte después de su última debacle militar contra la agrupación Hezbolá en el Líbano en 2006. En esa campaña, los israelíes utilizaron al ataque con cohetes contra el norte de Israel y al secuestro y asesinato de unos pocos soldados israelíes por parte de Hezbolá como una excusa para golpear duramente a la totalidad del Líbano con ataques aéreos y efectuar una limitada invasión terrestre. Las capacidades militares de Hezbolá fueron reducidas de manera significativa, pero su estatura y fortaleza política se incrementaron al desenvolverse mejor de lo que se esperaba contra las vanagloriadas fuerzas armadas israelíes. En el mundo árabe, usted no necesita vencer, sino tan solo hacerlo mejor de lo esperado.
Esta no fue la primera vez que la acción militar israelí ha tenido un efecto contraproducente. En 1982, los israelíes invadieron el Líbano para eliminar a infraestructura de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) en ese país. Los israelíes mandaron a empacar a la OLP, pero el continuo encono árabe tomó luego una forma más siniestra en la creación de la agrupación islamista Hezbolá. Hezbolá pulió sus credenciales de resistencia el eventualmente expulsar a Israel del Líbano en 2000.
Tras las desastrosas guerras contra el Líbano en 1982 y 2006, en las que Israel triunfó militarmente pero en última instancia perdió políticamente, uno pensaría que Israel habría evitado otra desastrosa respuesta militar desproporcionada antes los ataques con cohetes de Hamas contra el sur de Israel. Pero no fue así. Si la definición de locura es la de hacer lo mismo en reiteradas ocasiones, esperando un resultado distinto, la política de Israel tiene que ser considerada “loca”.
Incluso el mejor resultado para Israel es sombrío. Si los militares israelíes invaden Gaza por tierra para barrer a Hamas y su infraestructura militar y Egipto no les permite a los combatientes de Hamas escapar a su territorio, la humillación árabe es probable que simplemente se transforme en algo más enfurecido y virulento después de una casi cierta retirada israelí. De manera alternativa, si Hamas no es desplazado por completo—ya sea debido a que algunos combatientes se entremezclen con éxito entre la población de Gaza o porque Israel meramente amenaza con una invasión terrestre pero no la lleva a cabo—la estatura de Hamas crecerá en Gaza y el mundo árabe por resistir exitosamente al Goliat israelí—tal como lo hizo Hezbolá después del ataque israelí contra el Líbano y su subsecuente retirada en 2006.
En vez de hacer la paz con los palestinos y sirios mediante la eliminación del agravio subyacente y regresarles su tierra, o al menos responder a las provocaciones menores con limitadas respuestas equivalentes, Israel probablemente seguirá azotando desproporcionadamente contra sus enemigos. Esta política del gobierno israelí empeorará la situación de la seguridad en el largo plazo para el pueblo de Israel—con los Estados Unidos subsidiando y dando luz verde a dicho comportamiento irresponsable. La misma cosa, distinto año.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Está loca la política israelí?
El “modelo israelí” ha sido largamente sostenido por los halcones en los Estados Unidos como el patrón oro para lidiar con naciones adversarias, guerrillas y terroristas. La trama es la de que Israel es un país pequeño rodeado de enemigos agresivos que emplean medidas injustas (incluido el terrorismo) para tratar de borrarlo del mapa. Por consiguiente, la opinión en Israel es la de que para sobrevivir, los israelíes deben utilizar tácticas desproporcionadas para demostrar cuan duros son a efectos de infundir temor en sus crueles enemigos. Este paradigma, practicado por Israel desde su nacimiento en 1948, ha sido tácticamente atinado y estratégicamente desastroso.
Es un mito que a lo largo de su historia Israel haya sido sobrepasada en potencia de fuego por los árabes. Durante la guerra que dio lugar a su creación en 1948 y desde entonces, los israelíes han tenido siempre un poderío militar, recursos y entrenamiento superior comparado con los estados árabes. Como resultado, frecuentemente, Israel ha sido capaz de asestar con éxito golpes abrumadores y desproporcionados a sus enemigos. A pesar de su fortaleza táctica, parecería que los enemigos de Israel siguen regresando y enojándose aún más. En otras palabras, las abrumadoras victorias militares tácticas no resuelven las causas sociales y políticas del intenso odio que Israel engendra. Debido a que estas causas originales persisten, Israel seguirá precisando tomar medidas draconianas para garantizar su seguridad—por ejemplo, llevar a cabo los fuertes ataques militares actuales contra Gaza.
Israel parece no comprender que un poderío superior no compra seguridad mientras persista el motivo de queja del adversario. El enemigo solo se desespera más y recurre al terrorismo—ya sea con ataques suicidas con bombas contra civiles o el disparo errático de cohetes hacia las ciudades israelíes desde el exterior. La opinión bien informada en Israel debería observar la absurdidad estratégica de décadas de vivir como un poderoso campamento armado y emplear unas fuerzas armadas dominantes para ya sea derrotar tácticamente a sus enemigos o ponerlos en cuarentena en gigantescos corrales—Cisjordania y Gaza—y esconderlos. Si Israel resolviese este estado de guerra de 60 años con sus vecinos cediendo el control sobre el territorio que fue tomado por la fuerza de los árabes en 1967, los árabes e israelíes podrían prosperar juntos mediante el comercio y la inversión a través de las fronteras y atraer a una lucrativa inversión extranjera desde fuera de la región.
Por supuesto, es fácil para los observadores de fuera de la región analizar como una solución así del problema palestino podría ser alcanzada en los papeles; es mucho más difícil superar las décadas de odio para implementarla en la realidad. E Israel carece de incentivos para ceder el control sobre el territorio porque posee una abrumadora superioridad táctica militar y el apoyo de una superpotencia. No obstante, Israel precisa hacer a un lado el odio a los árabes y resolver el reclamo subyacente, o la violencia continuará incluso si Israel lanza una invasión terrestre de Gaza para eliminar a Hamas.
Los ataques militares efectuados por Israel pueden incapacitar a sus enemigos en un sentido militar táctico, pero ellos solamente fortalecen el odio árabe y el ansia de venganza. Irónicamente, la actual acometida de Israel contra Gaza, que tiene lugar antes de las elecciones israelíes, apunta a demostrarles a los árabes que Israel es aún fuerte después de su última debacle militar contra la agrupación Hezbolá en el Líbano en 2006. En esa campaña, los israelíes utilizaron al ataque con cohetes contra el norte de Israel y al secuestro y asesinato de unos pocos soldados israelíes por parte de Hezbolá como una excusa para golpear duramente a la totalidad del Líbano con ataques aéreos y efectuar una limitada invasión terrestre. Las capacidades militares de Hezbolá fueron reducidas de manera significativa, pero su estatura y fortaleza política se incrementaron al desenvolverse mejor de lo que se esperaba contra las vanagloriadas fuerzas armadas israelíes. En el mundo árabe, usted no necesita vencer, sino tan solo hacerlo mejor de lo esperado.
Esta no fue la primera vez que la acción militar israelí ha tenido un efecto contraproducente. En 1982, los israelíes invadieron el Líbano para eliminar a infraestructura de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) en ese país. Los israelíes mandaron a empacar a la OLP, pero el continuo encono árabe tomó luego una forma más siniestra en la creación de la agrupación islamista Hezbolá. Hezbolá pulió sus credenciales de resistencia el eventualmente expulsar a Israel del Líbano en 2000.
Tras las desastrosas guerras contra el Líbano en 1982 y 2006, en las que Israel triunfó militarmente pero en última instancia perdió políticamente, uno pensaría que Israel habría evitado otra desastrosa respuesta militar desproporcionada antes los ataques con cohetes de Hamas contra el sur de Israel. Pero no fue así. Si la definición de locura es la de hacer lo mismo en reiteradas ocasiones, esperando un resultado distinto, la política de Israel tiene que ser considerada “loca”.
Incluso el mejor resultado para Israel es sombrío. Si los militares israelíes invaden Gaza por tierra para barrer a Hamas y su infraestructura militar y Egipto no les permite a los combatientes de Hamas escapar a su territorio, la humillación árabe es probable que simplemente se transforme en algo más enfurecido y virulento después de una casi cierta retirada israelí. De manera alternativa, si Hamas no es desplazado por completo—ya sea debido a que algunos combatientes se entremezclen con éxito entre la población de Gaza o porque Israel meramente amenaza con una invasión terrestre pero no la lleva a cabo—la estatura de Hamas crecerá en Gaza y el mundo árabe por resistir exitosamente al Goliat israelí—tal como lo hizo Hezbolá después del ataque israelí contra el Líbano y su subsecuente retirada en 2006.
En vez de hacer la paz con los palestinos y sirios mediante la eliminación del agravio subyacente y regresarles su tierra, o al menos responder a las provocaciones menores con limitadas respuestas equivalentes, Israel probablemente seguirá azotando desproporcionadamente contra sus enemigos. Esta política del gobierno israelí empeorará la situación de la seguridad en el largo plazo para el pueblo de Israel—con los Estados Unidos subsidiando y dando luz verde a dicho comportamiento irresponsable. La misma cosa, distinto año.
Traducido por Gabriel Gasave
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