Durante la campaña presidencial, se ha estado hablando acerca de volver a establecer el servicio militar después de las elecciones: Kerry ha pronosticado que el Presidente Bush reinstalará la conscripción si resulta reelecto y Bush lo ha negado. Cualquier reinstauración del sistema sería desastrosa para la republica.
En el camino hacia los comicios, los republicanos han estado tan ansiosos de alejarse de este explosivo tema que presentaron un proyecto de ley sobre la conscripción, patrocinado por unos pocos demócratas liberales, tan sólo para hacer que la cámara de diputados lo rechazara de manera abrumadora. La mayoría de los políticos—incluido el presidente—saben que obligar a los jóvenes a ingresar en las fuerzas armadas contra su voluntad probablemente ofuscaría a muchos electores. Ellos saben también que el servicio militar provocaría posiblemente que se derrita cualquier remanente de apoyo del público para la ya impopular guerra en Irak. La conscripción fue una de las principales razones por la cual el apoyo del público se erosionó para la igualmente dudosa Guerra de Vietnam.
Por lo tanto, es algo seguro afirmar que una remozada conscripción no tendrá lugar antes de las elecciones. Y puede que no tenga lugar tampoco después del 2 de noviembre, pero una vez que los comicios hayan quedado atrás de manera cierta, algunos políticos podrían cambiar de opinión. La guerra es costosa, y los políticos por lo general intentan esconder los gastos financieros. Con el ya abundante déficit del presupuesto federal, esa tentación es aún mayor. El actual bebé de alquitrán en Irak ha ya atascado a unos 140.000 efectivos estadounidenses y puede entrampar a aún más después de noviembre si un empeoramiento de la violencia y de la libertad por las restricciones electorales hacen que la próxima administración—ya sea encabezada por Bush o por Kerry—intensifique la participación de los Estados Unidos. De esa manera, el gobierno podría verse tentado de ampliar a las fuerzas armadas “sin costos mayores” recurriendo a la conscripción. Pero lo que es barato para el gobierno no lo es para el resto de la sociedad estadounidense. El sólo costo de desbaratar a los mercados laborales civiles—en la medida que los jóvenes, empleados en los niveles iniciales del mercado, son alejados por la fuerza desde los empleos productivos en el sector privado hacia el atolladero gubernamental—sería elevado.
Aún peor, en una sociedad que estima a la libertad individual, el gobierno estaría esclavizando a una parte de su población para pelear por la libertad del resto de la sociedad estadounidense. Incluso eso es un abuso debido a que la invasión de Irak—llevada a cabo en base a premisas falsas en una tierra pequeña y lejana—difícilmente haya sido lanzada para salvaguardar las libertades de los ciudadanos de los Estados Unidos aquí en casa. En verdad, es incluso debatible si al final, el iraquí promedio experimentará una mayor libertad, especialmente si resulta una sangrienta guerra civil o si surge un gobierno islámico. Era ya suficientemente malo para aquellos que de una forma u otra evadieron el servicio militar durante la Guerra de Vietnam—por ejemplo, el Presidente Bush, el Vicepresidente Cheney, y el Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz—enviar a voluntarios estadounidenses a morir en una guerra por elección, pero sería aún más hipócrita reclutar la carne de cañón.
Ciertamente, las fuerzas armadas de los Estados Unidos no están contentas con el servicio militar. Durante la Guerra de Vietnam, las mismas eran renuentes a desprenderse de la conscripción. Pero sin embargo, luego de tres décadas de servicio voluntario, las fuerzas armadas se han percatado de que una fuerza de una calidad mucha más alta puede ser generada dependiendo de individuos que se encuentran en verdad motivados para estar allí y que lo estarán por más tiempo. Pero en virtud de que la administración Bush ha sobre extendido enormemente a las fuerzas armadas por todo el mundo y que la ciénaga en Irak puede perjudicar de manera significativa la habilidad de reclutar y de retener a soldados de alta calidad, unas desesperadas fuerzas armadas podrían dar un giro de 180 grados y consentir una nueva conscripción.
De acuerdo con la retórica de los demócratas liberales que defienden la conscripción, unas fuerzas armadas voluntarias ciertamente les exige morir por su país a los grupos socialmente desaventajados de una forma desproporcionada. Los liberales* sostienen correctamente que las minorías pobres se unen a las fuerzas armadas en números mayores debido a que tienen menos oportunidades económicas en la economía civil. A pesar de que los afro-americanos se encuentran de alguna forma sobre representados en las filas del Ejército y de los Infantes de Marina (los hispanos están en realidad subrepresentados), están menos representados en las unidades de combate terrestre de esos servicios. La realidad es la de que muchos afro-americanos eligen unirse a las unidades militares de aprovisionamiento y de logística, en vez de a las unidades de combate, a fin de adquirir mejores habilidades específicas que sean más fácilmente transferibles al sector privado.
De esta manera, los beneficios para la sociedad de retornar a la conscripción son virtualmente nulos y los costos sociales—tanto para la economía como para los principios de la república—son exorbitantes. Después de la elección, el público debería permanecer atento a cualquier intento de hacer retornar a este elefante blanco desde una era pasada.
*Nota del Traductor:
Aquí el término liberal se utiliza en el sentido estadounidense del mismo, en oposición al liberalismo clásico que propone un gobierno limitado y la libertad de mercado.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Servicio Militar Obligatorio o mera distracción?
Durante la campaña presidencial, se ha estado hablando acerca de volver a establecer el servicio militar después de las elecciones: Kerry ha pronosticado que el Presidente Bush reinstalará la conscripción si resulta reelecto y Bush lo ha negado. Cualquier reinstauración del sistema sería desastrosa para la republica.
En el camino hacia los comicios, los republicanos han estado tan ansiosos de alejarse de este explosivo tema que presentaron un proyecto de ley sobre la conscripción, patrocinado por unos pocos demócratas liberales, tan sólo para hacer que la cámara de diputados lo rechazara de manera abrumadora. La mayoría de los políticos—incluido el presidente—saben que obligar a los jóvenes a ingresar en las fuerzas armadas contra su voluntad probablemente ofuscaría a muchos electores. Ellos saben también que el servicio militar provocaría posiblemente que se derrita cualquier remanente de apoyo del público para la ya impopular guerra en Irak. La conscripción fue una de las principales razones por la cual el apoyo del público se erosionó para la igualmente dudosa Guerra de Vietnam.
Por lo tanto, es algo seguro afirmar que una remozada conscripción no tendrá lugar antes de las elecciones. Y puede que no tenga lugar tampoco después del 2 de noviembre, pero una vez que los comicios hayan quedado atrás de manera cierta, algunos políticos podrían cambiar de opinión. La guerra es costosa, y los políticos por lo general intentan esconder los gastos financieros. Con el ya abundante déficit del presupuesto federal, esa tentación es aún mayor. El actual bebé de alquitrán en Irak ha ya atascado a unos 140.000 efectivos estadounidenses y puede entrampar a aún más después de noviembre si un empeoramiento de la violencia y de la libertad por las restricciones electorales hacen que la próxima administración—ya sea encabezada por Bush o por Kerry—intensifique la participación de los Estados Unidos. De esa manera, el gobierno podría verse tentado de ampliar a las fuerzas armadas “sin costos mayores” recurriendo a la conscripción. Pero lo que es barato para el gobierno no lo es para el resto de la sociedad estadounidense. El sólo costo de desbaratar a los mercados laborales civiles—en la medida que los jóvenes, empleados en los niveles iniciales del mercado, son alejados por la fuerza desde los empleos productivos en el sector privado hacia el atolladero gubernamental—sería elevado.
Aún peor, en una sociedad que estima a la libertad individual, el gobierno estaría esclavizando a una parte de su población para pelear por la libertad del resto de la sociedad estadounidense. Incluso eso es un abuso debido a que la invasión de Irak—llevada a cabo en base a premisas falsas en una tierra pequeña y lejana—difícilmente haya sido lanzada para salvaguardar las libertades de los ciudadanos de los Estados Unidos aquí en casa. En verdad, es incluso debatible si al final, el iraquí promedio experimentará una mayor libertad, especialmente si resulta una sangrienta guerra civil o si surge un gobierno islámico. Era ya suficientemente malo para aquellos que de una forma u otra evadieron el servicio militar durante la Guerra de Vietnam—por ejemplo, el Presidente Bush, el Vicepresidente Cheney, y el Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz—enviar a voluntarios estadounidenses a morir en una guerra por elección, pero sería aún más hipócrita reclutar la carne de cañón.
Ciertamente, las fuerzas armadas de los Estados Unidos no están contentas con el servicio militar. Durante la Guerra de Vietnam, las mismas eran renuentes a desprenderse de la conscripción. Pero sin embargo, luego de tres décadas de servicio voluntario, las fuerzas armadas se han percatado de que una fuerza de una calidad mucha más alta puede ser generada dependiendo de individuos que se encuentran en verdad motivados para estar allí y que lo estarán por más tiempo. Pero en virtud de que la administración Bush ha sobre extendido enormemente a las fuerzas armadas por todo el mundo y que la ciénaga en Irak puede perjudicar de manera significativa la habilidad de reclutar y de retener a soldados de alta calidad, unas desesperadas fuerzas armadas podrían dar un giro de 180 grados y consentir una nueva conscripción.
De acuerdo con la retórica de los demócratas liberales que defienden la conscripción, unas fuerzas armadas voluntarias ciertamente les exige morir por su país a los grupos socialmente desaventajados de una forma desproporcionada. Los liberales* sostienen correctamente que las minorías pobres se unen a las fuerzas armadas en números mayores debido a que tienen menos oportunidades económicas en la economía civil. A pesar de que los afro-americanos se encuentran de alguna forma sobre representados en las filas del Ejército y de los Infantes de Marina (los hispanos están en realidad subrepresentados), están menos representados en las unidades de combate terrestre de esos servicios. La realidad es la de que muchos afro-americanos eligen unirse a las unidades militares de aprovisionamiento y de logística, en vez de a las unidades de combate, a fin de adquirir mejores habilidades específicas que sean más fácilmente transferibles al sector privado.
De esta manera, los beneficios para la sociedad de retornar a la conscripción son virtualmente nulos y los costos sociales—tanto para la economía como para los principios de la república—son exorbitantes. Después de la elección, el público debería permanecer atento a cualquier intento de hacer retornar a este elefante blanco desde una era pasada.
*Nota del Traductor:
Aquí el término liberal se utiliza en el sentido estadounidense del mismo, en oposición al liberalismo clásico que propone un gobierno limitado y la libertad de mercado.
Traducido por Gabriel Gasave
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