Washington, DC—Si los griegos no hubiesen inventado la tragedia, la habrían inventado los argentinos. Nadie lo hace mejor, como lo demuestra la tragedia de su selección, expulsada de la Copa Mundial en medio de la humillación nacional tras la goleada alemana. Y desde Eva Perón que Argentina no producía una figura más trágica que la del entrenador Diego A. Maradona, quien pasó de ser uno de los dos mejores jugadores de la historia a la drogadicción; y de la amistad con Fidel Castro, Hugo Chávez y otros matones a dirigir a la selección nacional con mínima experiencia previa.
Fue vilipendiado cuando el equipo estuvo a punto de no clasificarse. Pero se reinventó a sí mismo en la primera ronda en Sudáfrica, envolviendo a su equipo con una poderosa mística, que también contagió a sus compatriotas. Los argentinos parecían emocionalmente resurrectos. La defensa por parte de Maradona de la vieja escuela de fútbol —nada de estrategia o sistema: pura inspiración y espontaneidad— le valió elogios cuando los primeros resultados parecían respaldarlo. Pero el héroe cayó a tierra ignominiosamente cuando Alemania puso al descubierto el espejismo. “Esto es lo más duro que me tocó vivir”, declaró Maradona. Y cuando todos esperábamos que se convirtiese en persona non grata, miles de argentinos le dieron la bienvenida con un fervor casi religioso en el aeropuerto, exigiendo que permanezca como entrenador, como si el destino de la nación estuviese abrochado una vez más a la redención de Maradona.
Qué drama fantástico. La clave de la tragedia griega, explicaba Aristóteles en su libro “Poética”, era una gran persona que experimenta el revés de su fortuna debido a la “hamartia”, que significa “defecto de la personalidad” o “malas decisiones”. Otros investigadores agregaron que la tragedia implica un público que siente placer viendo el sufrimiento humano sobre el escenario.
Maradona es la tragedia griega encarnada. El gran héroe cae por sus propios errores: la idea de que Argentina podía jugar con un solo mediocampista y más delanteros de los necesarios, mientras que de la defensa no había que ocuparse. Y, sí, el placer se enreda con el sufrimiento al ver al gran Maradona caer otra vez. ¿Cuándo un equipo considerado entre los favoritos ha sido bien recibido por multitudes de devotos simpatizantes tras recibir una paliza de 4-0?
Los rasgos de este psicodrama son similares a los del destino político y económico de Argentina. Después de haber sido, como Maradona, una estrella económica mundial que atrajo a millones de inmigrantes europeos en el siglo 19 y principios del 20, Argentina cayó a causa de los trágicos errores cometidos por sus “grandes hombres”, desde la década de 1940 hasta la actualidad. Juan Perón fue uno de los más importantes, pero la lista incluye a Maradona, cuyo apoyo al socialismo y el proteccionismo en los últimos años ejerció cierta influencia en la población y la clase política. Y, sin duda, en ese sufrimiento hubo placer, como puede inferirse de la intensidad con que Argentina se analizó a sí misma. Surgió una generación de psicólogos mundialmente reconocidos. Su proyección fue tal, que el país fue estereotipado como una nación de psicoanalizados.
Hoy día, Argentina ocupa en promedio el puesto 60º en renta per cápita; su stock de inversión extranjera directa es menor que el de Trinidad y Tobago. Las políticas basadas en subir impuestos y gastar insaciablemente de la última década replicaron lo que sucedió con Maradona en la primera ronda de esta Copa del Mundo, cuando la victoria frente a equipos relativamente débiles fue confundida con la realidad.
Ciertamente, era difícil no sentir entusiasmo en la primera ronda. El equipo argentino ofreció momentos de verdadero genialidad y la fe de Maradona en la vieja escuela de fútbol conmovió a quienes odiamos que los matemáticos parezcan haber tomado el control de este deporte. Pero esa fue precisamente la tragedia del populismo latinoamericano —el camino ilusorio hacia el éxito—, como significó la partida de defunción de la selección.
En su famoso ensayo “El retorno de Eva Perón”, el premio Nobel V.S. Naipaul se referió a la creencia de los argentinos de que son europeos. Sugirió que ella tiene el efecto exonerarlos de hacer el esfuerzo para llegar a ser verdaderamente parte del mundo moderno. Hay algo de cierto en esa cruel observación. Hasta que se aprenda la lección, los resultados no serán muy diferentes.
(c) 2010, The Washington Post Writers Group
Argentina, el héroe trágico
Washington, DC—Si los griegos no hubiesen inventado la tragedia, la habrían inventado los argentinos. Nadie lo hace mejor, como lo demuestra la tragedia de su selección, expulsada de la Copa Mundial en medio de la humillación nacional tras la goleada alemana. Y desde Eva Perón que Argentina no producía una figura más trágica que la del entrenador Diego A. Maradona, quien pasó de ser uno de los dos mejores jugadores de la historia a la drogadicción; y de la amistad con Fidel Castro, Hugo Chávez y otros matones a dirigir a la selección nacional con mínima experiencia previa.
Fue vilipendiado cuando el equipo estuvo a punto de no clasificarse. Pero se reinventó a sí mismo en la primera ronda en Sudáfrica, envolviendo a su equipo con una poderosa mística, que también contagió a sus compatriotas. Los argentinos parecían emocionalmente resurrectos. La defensa por parte de Maradona de la vieja escuela de fútbol —nada de estrategia o sistema: pura inspiración y espontaneidad— le valió elogios cuando los primeros resultados parecían respaldarlo. Pero el héroe cayó a tierra ignominiosamente cuando Alemania puso al descubierto el espejismo. “Esto es lo más duro que me tocó vivir”, declaró Maradona. Y cuando todos esperábamos que se convirtiese en persona non grata, miles de argentinos le dieron la bienvenida con un fervor casi religioso en el aeropuerto, exigiendo que permanezca como entrenador, como si el destino de la nación estuviese abrochado una vez más a la redención de Maradona.
Qué drama fantástico. La clave de la tragedia griega, explicaba Aristóteles en su libro “Poética”, era una gran persona que experimenta el revés de su fortuna debido a la “hamartia”, que significa “defecto de la personalidad” o “malas decisiones”. Otros investigadores agregaron que la tragedia implica un público que siente placer viendo el sufrimiento humano sobre el escenario.
Maradona es la tragedia griega encarnada. El gran héroe cae por sus propios errores: la idea de que Argentina podía jugar con un solo mediocampista y más delanteros de los necesarios, mientras que de la defensa no había que ocuparse. Y, sí, el placer se enreda con el sufrimiento al ver al gran Maradona caer otra vez. ¿Cuándo un equipo considerado entre los favoritos ha sido bien recibido por multitudes de devotos simpatizantes tras recibir una paliza de 4-0?
Los rasgos de este psicodrama son similares a los del destino político y económico de Argentina. Después de haber sido, como Maradona, una estrella económica mundial que atrajo a millones de inmigrantes europeos en el siglo 19 y principios del 20, Argentina cayó a causa de los trágicos errores cometidos por sus “grandes hombres”, desde la década de 1940 hasta la actualidad. Juan Perón fue uno de los más importantes, pero la lista incluye a Maradona, cuyo apoyo al socialismo y el proteccionismo en los últimos años ejerció cierta influencia en la población y la clase política. Y, sin duda, en ese sufrimiento hubo placer, como puede inferirse de la intensidad con que Argentina se analizó a sí misma. Surgió una generación de psicólogos mundialmente reconocidos. Su proyección fue tal, que el país fue estereotipado como una nación de psicoanalizados.
Hoy día, Argentina ocupa en promedio el puesto 60º en renta per cápita; su stock de inversión extranjera directa es menor que el de Trinidad y Tobago. Las políticas basadas en subir impuestos y gastar insaciablemente de la última década replicaron lo que sucedió con Maradona en la primera ronda de esta Copa del Mundo, cuando la victoria frente a equipos relativamente débiles fue confundida con la realidad.
Ciertamente, era difícil no sentir entusiasmo en la primera ronda. El equipo argentino ofreció momentos de verdadero genialidad y la fe de Maradona en la vieja escuela de fútbol conmovió a quienes odiamos que los matemáticos parezcan haber tomado el control de este deporte. Pero esa fue precisamente la tragedia del populismo latinoamericano —el camino ilusorio hacia el éxito—, como significó la partida de defunción de la selección.
En su famoso ensayo “El retorno de Eva Perón”, el premio Nobel V.S. Naipaul se referió a la creencia de los argentinos de que son europeos. Sugirió que ella tiene el efecto exonerarlos de hacer el esfuerzo para llegar a ser verdaderamente parte del mundo moderno. Hay algo de cierto en esa cruel observación. Hasta que se aprenda la lección, los resultados no serán muy diferentes.
(c) 2010, The Washington Post Writers Group
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