Washington, DC—Tu elección como Presidente de Chile—me permito seguir tuteándote con afecto hasta el 11 de marzo en que asumirás el mando —está reverberando más allá de tu país.
Como algunos amigos hemos tenido oportunidad de ponderar contigo recientemente, el enemigo tradicional de América Latina ha sido lo que tu compatriota, el historiador Claudio Véliz, llamó en un libro seminal “la tradición centralista”, aludiendo a la concentración de poder. Ese legado autoritario acabó cristalizando en la radicalización de la izquierda con el terrorismo revolucionario y la radicalización de la derecha con el terrorismo de Estado.
Tu país fue emblemático en ese envilecimiento; a ello se debe que el progreso de Chile lo haya convertido luego en un “país modelo”. La gente alaba su democracia y la reducción de su pobreza. Pero ambos son hijos de un fenómeno más esencial: la paulatina limpieza moral de la izquierda y la derecha. Los gobiernos de los últimos veinte años renunciaron a la ideología de Salvador Allende, que condujo al régimen de asesinos de Augusto Pinochet. Menos obvio —porque se encontraba en la oposición— fue el abrazo definitivo de la derecha al Estado de Derecho. Tu triunfo, con tantos votos de una joven generación de chilenos que ha superado los paradigmas de Allende-Pinochet, ha pasado esa página.
En la modernización de la derecha, tu liderazgo ha sido notable. Eras un estudiante en el otoño de Harvard cuando Pinochet dio su sangriento golpe de Estado. Trabajaste como académico durante la dictadura, te opusiste a la Constitución de Pinochet en 1980 e hiciste campaña a favor del «No» en el referéndum en el que el dictador trató de perpetuarse. Te opusiste después a los intentos de frenar los procesos contra militares ya imputados por violar los derechos humanos y, más recientemente, has apoyado el Museo de la Memoria a pesar de que el proyecto fue monopolizado por el gobierno de centroizquierda. En otro plano, has logrado que muchos conservadores reacios acepten la legalización del divorcio, las uniones civiles entre personas del mismo sexo y la píldora del día después.
Tu victoria también sacudirá la mentalidad de muchos latinoamericanos. Ahora que los restos de la izquierda autoritaria quiere canibalizar a la democracia liberal en algunos países, tu visión del hemisferio como una zona libre de dictadores y amiga de la libre empresa y el Estado de Derecho es saludable. En el proceso de moderación de la izquierda en parte de América Latina, ha faltado algo: un liderazgo regional nítido. El resultado ha sido la ausencia de respuesta a la intromisión de los estados revolucionarios y un complejo paralizante cada vez que hubo ocasión de pensar en grande: así se perdió la oportunidad de eliminar los obstáculos al libre comercio en todo el hemisferio. No podrás cambiar este paisaje por ti solo ni sería prudente que priorizaras la guerra política contra todos los autócratas de izquierda. Pero tu liderazgo podría tener un efecto energizante sobre otros, ahora que es probable que varias elecciones presidenciales provoquen cambios de gobierno.
Tu victoria podría ayudar a modificar lo que muchos latinoamericanos piensan de los negocios. Según las investigaciones de Global Enterprise Monitor, es una de las regiones cuya población exhibe mayor espíritu de empresa. Pero la “tradición centralista” ha afeado la imagen de la empresa en general. El que uno de los mayores inversores de América Latina haya ganado el voto popular en un continente conocido por la desigualdad económica es un recordatorio de que sólo una mentalidad empresarial ayudará a los latinoamericanos a triplicar su ingreso per cápita.
A menudo te comparan con Berlusconi. Pero, a diferencia de tu homólogo italiano, has actuado como un inversor antes que como administrador de tus empresas. Colocaste tu patrimonio en un fideicomiso ciego este año y estás vendiendo tu participación en LAN Airlines y la Clínica Las Condes, y convirtiendo a Chilevisión en una fundación. Has dicho que la separación de los negocios y la política es indispensable. Tus amigos lo mismo que tus enemigos te tomaremos—implacablemente—la palabra.
Me han desilusionado con demasiada frecuencia los personajes públicos y he aprendido a ser cauteloso en mis entusiasmos. La política no es el ámbito en el que brillan las virtudes de América Latina. También es evidente que tendrás limitaciones: la poderosa oposición de izquierda, el principal partido de derecha –que no se sentirá muy cómodo con su apertura a otros sectores— y los arreglos legales que conceden a los militares una desproporcionada participación en la riqueza cuprífera (arreglos que quieres modificar). Pero hace mucho tiempo que no se daba un hecho político tan alentador en esa zona del mundo. Confío en que no defraudarás a la causa de la libertad.
(c) 2010, The Washington Post Writers Group.
Carta abierta a Sebastián Piñera
Washington, DC—Tu elección como Presidente de Chile—me permito seguir tuteándote con afecto hasta el 11 de marzo en que asumirás el mando —está reverberando más allá de tu país.
Como algunos amigos hemos tenido oportunidad de ponderar contigo recientemente, el enemigo tradicional de América Latina ha sido lo que tu compatriota, el historiador Claudio Véliz, llamó en un libro seminal “la tradición centralista”, aludiendo a la concentración de poder. Ese legado autoritario acabó cristalizando en la radicalización de la izquierda con el terrorismo revolucionario y la radicalización de la derecha con el terrorismo de Estado.
Tu país fue emblemático en ese envilecimiento; a ello se debe que el progreso de Chile lo haya convertido luego en un “país modelo”. La gente alaba su democracia y la reducción de su pobreza. Pero ambos son hijos de un fenómeno más esencial: la paulatina limpieza moral de la izquierda y la derecha. Los gobiernos de los últimos veinte años renunciaron a la ideología de Salvador Allende, que condujo al régimen de asesinos de Augusto Pinochet. Menos obvio —porque se encontraba en la oposición— fue el abrazo definitivo de la derecha al Estado de Derecho. Tu triunfo, con tantos votos de una joven generación de chilenos que ha superado los paradigmas de Allende-Pinochet, ha pasado esa página.
En la modernización de la derecha, tu liderazgo ha sido notable. Eras un estudiante en el otoño de Harvard cuando Pinochet dio su sangriento golpe de Estado. Trabajaste como académico durante la dictadura, te opusiste a la Constitución de Pinochet en 1980 e hiciste campaña a favor del «No» en el referéndum en el que el dictador trató de perpetuarse. Te opusiste después a los intentos de frenar los procesos contra militares ya imputados por violar los derechos humanos y, más recientemente, has apoyado el Museo de la Memoria a pesar de que el proyecto fue monopolizado por el gobierno de centroizquierda. En otro plano, has logrado que muchos conservadores reacios acepten la legalización del divorcio, las uniones civiles entre personas del mismo sexo y la píldora del día después.
Tu victoria también sacudirá la mentalidad de muchos latinoamericanos. Ahora que los restos de la izquierda autoritaria quiere canibalizar a la democracia liberal en algunos países, tu visión del hemisferio como una zona libre de dictadores y amiga de la libre empresa y el Estado de Derecho es saludable. En el proceso de moderación de la izquierda en parte de América Latina, ha faltado algo: un liderazgo regional nítido. El resultado ha sido la ausencia de respuesta a la intromisión de los estados revolucionarios y un complejo paralizante cada vez que hubo ocasión de pensar en grande: así se perdió la oportunidad de eliminar los obstáculos al libre comercio en todo el hemisferio. No podrás cambiar este paisaje por ti solo ni sería prudente que priorizaras la guerra política contra todos los autócratas de izquierda. Pero tu liderazgo podría tener un efecto energizante sobre otros, ahora que es probable que varias elecciones presidenciales provoquen cambios de gobierno.
Tu victoria podría ayudar a modificar lo que muchos latinoamericanos piensan de los negocios. Según las investigaciones de Global Enterprise Monitor, es una de las regiones cuya población exhibe mayor espíritu de empresa. Pero la “tradición centralista” ha afeado la imagen de la empresa en general. El que uno de los mayores inversores de América Latina haya ganado el voto popular en un continente conocido por la desigualdad económica es un recordatorio de que sólo una mentalidad empresarial ayudará a los latinoamericanos a triplicar su ingreso per cápita.
A menudo te comparan con Berlusconi. Pero, a diferencia de tu homólogo italiano, has actuado como un inversor antes que como administrador de tus empresas. Colocaste tu patrimonio en un fideicomiso ciego este año y estás vendiendo tu participación en LAN Airlines y la Clínica Las Condes, y convirtiendo a Chilevisión en una fundación. Has dicho que la separación de los negocios y la política es indispensable. Tus amigos lo mismo que tus enemigos te tomaremos—implacablemente—la palabra.
Me han desilusionado con demasiada frecuencia los personajes públicos y he aprendido a ser cauteloso en mis entusiasmos. La política no es el ámbito en el que brillan las virtudes de América Latina. También es evidente que tendrás limitaciones: la poderosa oposición de izquierda, el principal partido de derecha –que no se sentirá muy cómodo con su apertura a otros sectores— y los arreglos legales que conceden a los militares una desproporcionada participación en la riqueza cuprífera (arreglos que quieres modificar). Pero hace mucho tiempo que no se daba un hecho político tan alentador en esa zona del mundo. Confío en que no defraudarás a la causa de la libertad.
(c) 2010, The Washington Post Writers Group.
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