El gobierno estadounidense gasta $33 mil millones al año en la Guerra contra las Drogas. Sin embargo, la misma no ha reducido el uso de los estupefacientes, el crimen, o la pobreza como sus partidarios lo sostienen. En realidad, la criminalización de las drogas ha engendrado una ola delictiva en este país similar a la de los días de la Prohibición del alcohol.
Antes de que el Congreso sancionara la Ley Nacional de la Prohibición en 1919, las tazas de homicidio en los Estados Unidos eran relativamente bajas. En la década de 1910, cerca de 5 de cada 100.000 estadounidenses eran víctimas de homicidios. En el pico de la Prohibición, la tasa de homicidios había trepado casi en un 60%. Pero después de que la Enmienda 21ª revocara la Prohibición, dieciséis años más tarde, la tasa declinó de manera continua hasta alcanzar los niveles previos a la Prohibición. La Guerra contra las Drogas, desde los años 60 hasta el presente, hizo subir nuevamente la tasa de homicidios hasta cerca de 10 por cada 100.000 personas—casi el doble que el índice antes de la Prohibición y de la Guerra contra las Drogas.
En verdad, cuanto más gasta el gobierno en la Guerra contra las Drogas, más se incrementan los crímenes violentos. El eliminar la prohibición de las drogas podría reducir la tasa de homicidios en los EE.UU. entre un 25 y un 75 por ciento, de acuerdo con el economista Jeffrey A. Miron. En su investigación para Drug War Crimes: The Consequences of Prohibition, el Dr. Miron encontró que las tasas de homicidios y la aplicación de las leyes contra las drogas se mueven al unísono de diversas maneras. En la medida que la Guerra contra las Drogas se intensifica, el mercado negro para las mismas se torna más rentable, y aquellos que desean arriesgarse a un enjuiciamiento y a un largo periodo en la cárcel, por lo general se vuelven más deseosos de mofarse de la ley de otras formas. La guerra entre pandillas se vuelve la norma, tal como ocurriera con la prohibición del alcohol, e inocentes transeúntes caen victimas del fuego cruzado originado por las leyes anti narcóticos. Los vendedores en el comercio ilegal de drogas carecen en absoluto de recursos no violentos para acudir a los tribunales o para emplear el arbitraje legal a efectos de resolver sus disputas, y las discusiones acerca de las transacciones con drogas u otras cuestiones, alimentan el violento saldo de cuentas dentro del mercado de las drogas ilícitas.
Quienes comercian con drogas y los transeúntes no son las únicas víictimas de la prohibición de las drogas. Otra consecuencia es la de que los recursos policiales y de la aplicación de la ley son distraídos de combatir a los crímenes no relacionados con las drogas, brindándoles a los criminales más libertad para aterrorizar a las comunidades. En algunos casos, los mismos oficiales de policía se han corrompido por los enormes flujos de dinero en efectivo que están a su disposición si es que acceden a mirar para el otro lado o incluso colaborar con el crimen organizado.
Los millones de dólares gastados en la aplicación de las leyes contra las drogas no han probado efecto substancial alguno en reducir el abuso de los estupefacientes. Las drogas no son más difíciles de adquirir. Según la investigación de Miron, el precio de la cocaína, ajustado por la inflación y pureza, cayó en término de dólares reales desde $450 por gramo puro en 1981 a cerca de $100 para 1996.
Mientras que las leyes contra las drogas incrementan los riesgos que enfrentan quienes las comercializan, las mismas apenas disuaden a los usuarios. A pesar de que más de 1,2 millones de estadounidenses son arrestados por posesión cada año, existen aún unos estimados 28 millones de usuarios.
La Guerra contra las Drogas de los Estados Unidos ha dado lugar a una masiva corrupción, a crímenes violentos y a la destrucción de las libertades constitucionales. Medio millón de estadounidenses están encarcelados por crímenes no violentos relacionados con las drogas, a menudo bajo mínimos obligatorios federales que por lo general los colocan detrás de los barrotes por periodos en prisión más largos que los que les corresponden a los violadores y a los ladrones a mano armada. Esta es una de las principales causas de la sobrepoblación carcelaria en los Estados Unidos, país que en la actualidad posee la mayor población encarcelada per capita del mundo.
La Guerra contra las Drogas de los Estados Unidos se ha vuelto un costoso subsidio para los crímenes violentos; muy pocas reformas políticas harían más por reducir al crimen violento en los EE.UU. que el terminar con ella, de una vez por todas.
Traducido por Gabriel Gasave
Disminuyamos los crímenes de la Guerra contra las Drogas
El gobierno estadounidense gasta $33 mil millones al año en la Guerra contra las Drogas. Sin embargo, la misma no ha reducido el uso de los estupefacientes, el crimen, o la pobreza como sus partidarios lo sostienen. En realidad, la criminalización de las drogas ha engendrado una ola delictiva en este país similar a la de los días de la Prohibición del alcohol.
Antes de que el Congreso sancionara la Ley Nacional de la Prohibición en 1919, las tazas de homicidio en los Estados Unidos eran relativamente bajas. En la década de 1910, cerca de 5 de cada 100.000 estadounidenses eran víctimas de homicidios. En el pico de la Prohibición, la tasa de homicidios había trepado casi en un 60%. Pero después de que la Enmienda 21ª revocara la Prohibición, dieciséis años más tarde, la tasa declinó de manera continua hasta alcanzar los niveles previos a la Prohibición. La Guerra contra las Drogas, desde los años 60 hasta el presente, hizo subir nuevamente la tasa de homicidios hasta cerca de 10 por cada 100.000 personas—casi el doble que el índice antes de la Prohibición y de la Guerra contra las Drogas.
En verdad, cuanto más gasta el gobierno en la Guerra contra las Drogas, más se incrementan los crímenes violentos. El eliminar la prohibición de las drogas podría reducir la tasa de homicidios en los EE.UU. entre un 25 y un 75 por ciento, de acuerdo con el economista Jeffrey A. Miron. En su investigación para Drug War Crimes: The Consequences of Prohibition, el Dr. Miron encontró que las tasas de homicidios y la aplicación de las leyes contra las drogas se mueven al unísono de diversas maneras. En la medida que la Guerra contra las Drogas se intensifica, el mercado negro para las mismas se torna más rentable, y aquellos que desean arriesgarse a un enjuiciamiento y a un largo periodo en la cárcel, por lo general se vuelven más deseosos de mofarse de la ley de otras formas. La guerra entre pandillas se vuelve la norma, tal como ocurriera con la prohibición del alcohol, e inocentes transeúntes caen victimas del fuego cruzado originado por las leyes anti narcóticos. Los vendedores en el comercio ilegal de drogas carecen en absoluto de recursos no violentos para acudir a los tribunales o para emplear el arbitraje legal a efectos de resolver sus disputas, y las discusiones acerca de las transacciones con drogas u otras cuestiones, alimentan el violento saldo de cuentas dentro del mercado de las drogas ilícitas.
Quienes comercian con drogas y los transeúntes no son las únicas víictimas de la prohibición de las drogas. Otra consecuencia es la de que los recursos policiales y de la aplicación de la ley son distraídos de combatir a los crímenes no relacionados con las drogas, brindándoles a los criminales más libertad para aterrorizar a las comunidades. En algunos casos, los mismos oficiales de policía se han corrompido por los enormes flujos de dinero en efectivo que están a su disposición si es que acceden a mirar para el otro lado o incluso colaborar con el crimen organizado.
Los millones de dólares gastados en la aplicación de las leyes contra las drogas no han probado efecto substancial alguno en reducir el abuso de los estupefacientes. Las drogas no son más difíciles de adquirir. Según la investigación de Miron, el precio de la cocaína, ajustado por la inflación y pureza, cayó en término de dólares reales desde $450 por gramo puro en 1981 a cerca de $100 para 1996.
Mientras que las leyes contra las drogas incrementan los riesgos que enfrentan quienes las comercializan, las mismas apenas disuaden a los usuarios. A pesar de que más de 1,2 millones de estadounidenses son arrestados por posesión cada año, existen aún unos estimados 28 millones de usuarios.
La Guerra contra las Drogas de los Estados Unidos ha dado lugar a una masiva corrupción, a crímenes violentos y a la destrucción de las libertades constitucionales. Medio millón de estadounidenses están encarcelados por crímenes no violentos relacionados con las drogas, a menudo bajo mínimos obligatorios federales que por lo general los colocan detrás de los barrotes por periodos en prisión más largos que los que les corresponden a los violadores y a los ladrones a mano armada. Esta es una de las principales causas de la sobrepoblación carcelaria en los Estados Unidos, país que en la actualidad posee la mayor población encarcelada per capita del mundo.
La Guerra contra las Drogas de los Estados Unidos se ha vuelto un costoso subsidio para los crímenes violentos; muy pocas reformas políticas harían más por reducir al crimen violento en los EE.UU. que el terminar con ella, de una vez por todas.
Traducido por Gabriel Gasave
Delitos, justicia penal y prisionesDerecho y libertadGuerra contra las drogas
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