El 1 de mayo, una nueva edición de lujo del “El Manifiesto Comunista” impactará las librerías.
No puede perdérselo. Barnes & Nobel y Borders la presentarán en promociones especiales junto a sus cajas registradoras. Toda esta conmoción marcará el 100 aniversario de la primera edición de la obra.
¿Es esto tan sólo otro capricho publicitario? ¿O es un signo de algo más?
Quizás la caída del imperio soviético no desacreditó a la economía izquierdista después de todo. Por lo menos, parece que la batalla de ideas entre aquellos que favorecen los mercados libres y aquellos que respaldan el control estatal de la economía no ha concluido.
Eso no implica decir que la guerra no está resultando a favor de los mercados libres. Después de todo, el Muro de Berlín se cayó. El crecimiento del gobierno en los EE.UU. parase haberse desacelerado. Incluso China, aún oficialmente comunista, ha realizado grandes reformas orientadas hacia el mercado.
No obstante aún algunos defensores del capitalismo afirman que es demasiado pronto para declarar la victoria. La planificación centralizada puede estar muerta. Pero los mercados libres enfrentan nuevos y formidables enemigos.
“El capitalismo de “Laissez-faire” no está cerca de ganar la guerra de las ideas,” dijo Robert Higgs, director de The Independent Review.
Tan sólo observemos a los EE.UU., sostiene. Han pasado casi 18 años desde que Ronald Reagan fue elegido presidente. Y más de tres años desde que Bill Clinton afirmara que la era del gobierno grande terminó.
Pero el gasto federal aún implica cerca de un quinta parte del producto interno. Agreguémosle los efectos de las regulaciones, y el impacto del gasto por parte de los gobiernos estaduales y locales, y queda claro que el gobierno aún desempeña un enorme rol en la economía estadounidense.
Americans for Tax Reform, un grupo que lucha por impuestos más bajos, sostiene que el costo total del gobierno en los EE.UU. es de más de $3,5 billones (“trillion” en inglés), o aproximadamente un 43% del producto bruto interno del año pasado. Los Estados Unidos no poseen una economía capitalista desregulada, y ninguna otra nación en el mundo la tiene tampoco.
En los años 20, el economista austriaco Ludwig von Mises sostenía que la planificación centralizada no podía funcionar. Los planificadores no tendrían la información correcta para asignar los recursos de manera eficiente. En una economía de mercado, los consumidores y los productores generan esa información al comprar y al vender, y la misma se refleja en los precios. Pero la planificación mataría la competencia y eliminaría los precios del mercado.
En siete décadas de debates con los socialistas, Mises y sus seguidores afilaron sus argumentos hasta un punto brillante.
Y el fracaso miserable de la planificación en el bloque soviético probó que Mises estaba en lo cierto de una vez por todas.
“Ningún economista competente cree actualmente en la planificación centralizada,” afirmaba David Friedman, economista y teórico del libre mercado en la Santa Clara University en California. Ese es todo un cambio respecto de los últimos 20 años, sostiene.
Por fuera de la profesión de economista, la planificación tiene algunos defensores, pero no muchos.
Aún si la planificación centralizada no impone una fidelidad, otras formas de control estatal lo hacen.
Tanto a la izquierda como a la derecha aparecen pedidos para contener los excesos del libre mercado. El estado de bienestar regulador se ha convertido en el ideal al que se oponen los partidarios del mercado libre.
Y la batalla contra este enemigo puede ser tan dura como la librada contra la planificación centralizada.
“Los economistas han hecho un muy buen trabajo al atacar a formas particulares de intervención, y estos argumentos han amortizado en el ámbito de la política. Tan sólo observemos la exitosa desregulación de las aerolíneas y del transporte por camiones y de los precios del petróleo, y al proceso de desregular a la electricidad que actualmente se encuentra en curso,” dijo Donald J. Boudreaux, presidente de la Foundation for Economic Education, orientada hacia el mercado.
“En lo que no hemos sido exitosos es en articular una teoría de por qué la intervención es siempre mala. No hemos conseguido que la gente acepte esta proposición.” afirmó Boudreaux. “hasta que podamos hacerlo, tendremos que discutir cada nueva pieza de intervención por separado.”
Y esas discusiones podrían acontecer con alguna frecuencia. Desde la violencia televisiva al supuesto poder monopólico de Microsoft en el software para computación, existen muchísimos individuos pidiendo que el gobierno intervenga y resuelva las cosas.
«Por cualquier problema o supuesto problema que aparece, mucha gente continúa de manera instintiva mirando hacia el gobierno como la solución,» decía David R. Henderson, Asociado Senior en la Hoover Institution.
Muchos consideran que la crítica socialista del capitalismo aún tiene peso.
“Grandes números de trabajadores y de sus representantes intelectuales sienten aún en su huesos que un mercado libre desregulado es una jungla, que los trabajadores no obtienen su justa parte de lo que producen,” escribía el teórico político Richard Cornuelle, un ex libertario.
Efectúa una lista de otros supuestos problemas del capitalismo a los que muchos sienten que deben ser resueltos por el gobierno: el capitalismo despoja al medio ambiente. Es propenso a desórdenes y depresiones, las cuales perjudican en especial a los trabajadores. Y deja sin realizar a las cosas que una buena sociedad más necesita.
Los economistas han intentado responder a tales cargos, y sus esfuerzos sin duda continuarán.
Pero la economía puede no ser suficiente para establecer la causa del capitalismo.
“La acción de un individuo refleja sus más profundas opiniones filosóficas,” dijo John Ridpath, un economista e historiador intelectual en la York University. “ Y la dirección que una nación toma en sus políticas económicas se encuentra conformada por las más profundas corrientes filosóficas en su cultura.”
Algunos defensores de los mercados libres, tales como la filósofa Ayn Rand, han afirmado que la causa del capitalismo no puede forjarse sobre bases puramente prácticas. Más bien, la gente tiene que ser convencida de que la libertad es buena y de que la propia responsabilidad debe ser abrazada, no temida.
“Entre los economistas, al menos, el número de áreas donde el mercado supuestamente no funciona se está reduciendo, y debería continuar reduciéndose,” dijo Ridpath.
“Pero los argumentos de los economistas no serán suficientes para que el capitalismo triunfe,” agregó. “Sus defensores deben desear y ser capaces de defenderlo en base a principios morales, o deberán abandonar el campo de batalla.”
Traducido por Gabriel Gasave
El capitalismo ha ganado las batallas, entonces ¿Por qué no ha ganado la guerra?
El 1 de mayo, una nueva edición de lujo del “El Manifiesto Comunista” impactará las librerías.
No puede perdérselo. Barnes & Nobel y Borders la presentarán en promociones especiales junto a sus cajas registradoras. Toda esta conmoción marcará el 100 aniversario de la primera edición de la obra.
¿Es esto tan sólo otro capricho publicitario? ¿O es un signo de algo más?
Quizás la caída del imperio soviético no desacreditó a la economía izquierdista después de todo. Por lo menos, parece que la batalla de ideas entre aquellos que favorecen los mercados libres y aquellos que respaldan el control estatal de la economía no ha concluido.
Eso no implica decir que la guerra no está resultando a favor de los mercados libres. Después de todo, el Muro de Berlín se cayó. El crecimiento del gobierno en los EE.UU. parase haberse desacelerado. Incluso China, aún oficialmente comunista, ha realizado grandes reformas orientadas hacia el mercado.
No obstante aún algunos defensores del capitalismo afirman que es demasiado pronto para declarar la victoria. La planificación centralizada puede estar muerta. Pero los mercados libres enfrentan nuevos y formidables enemigos.
“El capitalismo de “Laissez-faire” no está cerca de ganar la guerra de las ideas,” dijo Robert Higgs, director de The Independent Review.
Tan sólo observemos a los EE.UU., sostiene. Han pasado casi 18 años desde que Ronald Reagan fue elegido presidente. Y más de tres años desde que Bill Clinton afirmara que la era del gobierno grande terminó.
Pero el gasto federal aún implica cerca de un quinta parte del producto interno. Agreguémosle los efectos de las regulaciones, y el impacto del gasto por parte de los gobiernos estaduales y locales, y queda claro que el gobierno aún desempeña un enorme rol en la economía estadounidense.
Americans for Tax Reform, un grupo que lucha por impuestos más bajos, sostiene que el costo total del gobierno en los EE.UU. es de más de $3,5 billones (“trillion” en inglés), o aproximadamente un 43% del producto bruto interno del año pasado. Los Estados Unidos no poseen una economía capitalista desregulada, y ninguna otra nación en el mundo la tiene tampoco.
En los años 20, el economista austriaco Ludwig von Mises sostenía que la planificación centralizada no podía funcionar. Los planificadores no tendrían la información correcta para asignar los recursos de manera eficiente. En una economía de mercado, los consumidores y los productores generan esa información al comprar y al vender, y la misma se refleja en los precios. Pero la planificación mataría la competencia y eliminaría los precios del mercado.
En siete décadas de debates con los socialistas, Mises y sus seguidores afilaron sus argumentos hasta un punto brillante.
Y el fracaso miserable de la planificación en el bloque soviético probó que Mises estaba en lo cierto de una vez por todas.
“Ningún economista competente cree actualmente en la planificación centralizada,” afirmaba David Friedman, economista y teórico del libre mercado en la Santa Clara University en California. Ese es todo un cambio respecto de los últimos 20 años, sostiene.
Por fuera de la profesión de economista, la planificación tiene algunos defensores, pero no muchos.
Aún si la planificación centralizada no impone una fidelidad, otras formas de control estatal lo hacen.
Tanto a la izquierda como a la derecha aparecen pedidos para contener los excesos del libre mercado. El estado de bienestar regulador se ha convertido en el ideal al que se oponen los partidarios del mercado libre.
Y la batalla contra este enemigo puede ser tan dura como la librada contra la planificación centralizada.
“Los economistas han hecho un muy buen trabajo al atacar a formas particulares de intervención, y estos argumentos han amortizado en el ámbito de la política. Tan sólo observemos la exitosa desregulación de las aerolíneas y del transporte por camiones y de los precios del petróleo, y al proceso de desregular a la electricidad que actualmente se encuentra en curso,” dijo Donald J. Boudreaux, presidente de la Foundation for Economic Education, orientada hacia el mercado.
“En lo que no hemos sido exitosos es en articular una teoría de por qué la intervención es siempre mala. No hemos conseguido que la gente acepte esta proposición.” afirmó Boudreaux. “hasta que podamos hacerlo, tendremos que discutir cada nueva pieza de intervención por separado.”
Y esas discusiones podrían acontecer con alguna frecuencia. Desde la violencia televisiva al supuesto poder monopólico de Microsoft en el software para computación, existen muchísimos individuos pidiendo que el gobierno intervenga y resuelva las cosas.
«Por cualquier problema o supuesto problema que aparece, mucha gente continúa de manera instintiva mirando hacia el gobierno como la solución,» decía David R. Henderson, Asociado Senior en la Hoover Institution.
Muchos consideran que la crítica socialista del capitalismo aún tiene peso.
“Grandes números de trabajadores y de sus representantes intelectuales sienten aún en su huesos que un mercado libre desregulado es una jungla, que los trabajadores no obtienen su justa parte de lo que producen,” escribía el teórico político Richard Cornuelle, un ex libertario.
Efectúa una lista de otros supuestos problemas del capitalismo a los que muchos sienten que deben ser resueltos por el gobierno: el capitalismo despoja al medio ambiente. Es propenso a desórdenes y depresiones, las cuales perjudican en especial a los trabajadores. Y deja sin realizar a las cosas que una buena sociedad más necesita.
Los economistas han intentado responder a tales cargos, y sus esfuerzos sin duda continuarán.
Pero la economía puede no ser suficiente para establecer la causa del capitalismo.
“La acción de un individuo refleja sus más profundas opiniones filosóficas,” dijo John Ridpath, un economista e historiador intelectual en la York University. “ Y la dirección que una nación toma en sus políticas económicas se encuentra conformada por las más profundas corrientes filosóficas en su cultura.”
Algunos defensores de los mercados libres, tales como la filósofa Ayn Rand, han afirmado que la causa del capitalismo no puede forjarse sobre bases puramente prácticas. Más bien, la gente tiene que ser convencida de que la libertad es buena y de que la propia responsabilidad debe ser abrazada, no temida.
“Entre los economistas, al menos, el número de áreas donde el mercado supuestamente no funciona se está reduciendo, y debería continuar reduciéndose,” dijo Ridpath.
“Pero los argumentos de los economistas no serán suficientes para que el capitalismo triunfe,” agregó. “Sus defensores deben desear y ser capaces de defenderlo en base a principios morales, o deberán abandonar el campo de batalla.”
Traducido por Gabriel Gasave
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