Mientras nos aproximamos al décimo aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre, estamos viendo un montón de estimaciones sobre los costos de las guerras de los Estados Unidos libradas en la última década. Sin embargo, la mayor parte de ellos omiten la totalidad del panorama.
El presidente Obama ha establecido el costo de la guerra de Irak en alrededor de un billón (trillón en inglés) de dólares. Esto no refleja la totalidad del precio. Joseph Stiglitz de la University of Columbia y Linda J. Bilmes de Harvard argumentan que el costo económico total es cercano a los tres billones de dólares, agregando que sólo “el costo total para el gobierno federal es casi seguro que exceda los 1,5 billones de dólares”.
Muchos factores son ignorados en los cálculos más pequeños. Por ejemplo, las guerras en Afganistán e Irak fácilmente costarán un billón de dólares federales solo en concepto de beneficios para los veteranos y asistencia sanitaria.
Winslow Wheeler, investigador asociado en el Independent Institute y Director del Straus Military Reform Project, destaca la necesidad de mirar todo: las operaciones militares post-11/09, la ayuda a gobiernos como los de Irak, Afganistán, Pakistán y Yemen, la mayor carga financiera de la seguridad nacional y el interés sobre el gasto deficitario de la defensa que financió estas guerras. Encuentra que “los costos federales ya incurridos serían de 3,2 a 3,9 billones de dólares”—incluso si las guerras terminaran abruptamente mañana. Los estudiosos en el Eisenhower Study Group arriban a estimaciones similares.
También podemos simplemente mirar el efecto sobre el presupuesto de defensa en la última década. El exorbitante gasto del Pentágono siempre ha sido promocionado como necesario para proteger al país, no obstante hace diez años se decidió de repente que este enorme precio no era suficiente. Al parecer, todo ese gasto en defensa e inteligencia antes del 11/09, que falló en evitar el ataque, era para otra cosa que la defensa. En el año 2001, ajustado por inflación a dólares de hoy, el presupuesto de defensa era poco más de 400 mil millones de dólares. Después del 11/09, el presupuesto comenzó a aumentar en alrededor del ocho por ciento al año. El pedido de financiamiento más reciente fue de 707 mil millones de dólares. Esto no incluye los crecientes gastos relacionados con la seguridad en el Departamento de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado, o de las operaciones con armas nucleares en el Departamento de Energía.
¿Cuál fue el costo de oportunidad total de todas estas guerras? Pocos economistas formulan esta pregunta. ¿Qué tal si estos recursos hubiesen estado disponibles para el ahorro y la inversión privada? ¿Y si los estadounidenses y extranjeros combatiendo hubiesen estado en cambio trabajando en el sector comercial, generando riqueza? Tal vez la situación financiera luciría considerablemente mejor. El gobierno es célebre por desviar el dinero y la energía desde los usos productivos a los usos derrochadores. Nada es tan destructivo como la guerra. Incluso la más justa guerra imaginable es un desastre para la economía, como explicó el gran economista Ludwig von Mises.
Luego hay un número de bajas que no se puede medir en dólares: el costo en sangre. Hasta el momento, más de 1.750 estadounidenses han muerto en Afganistán y más de 4.470 en Irak. En conjunto, esto es el doble que el número de estadounidenses que pereció el 11/09. La trayectoria no es muy alentadora tampoco, si tenemos en cuenta que 559 efectivos estadounidenses murieron en 2010, y 469 murieron en 2008, el último año de Bush en el cargo. Mientras tanto, decenas de miles de estadounidenses han resultado heridos y han sufrido daños psicológicos importantes, todo por guerras cuya misión es cada día más difícil de justificar. ¿Defenderán aún los halcones la guerra en Irak, por ejemplo, teniendo en cuenta que Osama bin Laden fue asesinado muchos años después en Pakistán?
Este costo en vida de extranjeros es aún mayor. Las estimaciones varían ampliamente pero el número real es probablemente mucho mayor que los meros “miles” que Obama ha establecido como la cantidad de muertos en Irak. En 2006, la revista The Lancet estimó que el número de iraquíes muertos a causa de la guerra era de 654.965. El número real casi seguro que se encuentra en los cientos de miles. Muchos miles de personas han muerto también en Afganistán. En Pakistán, se informó el mes pasado que 168 niños han muerto solo en ataques de aviones no tripulados. Luego están los millones de inocentes desplazados de sus hogares.
En términos de las valiosas libertades, el costo es simplemente inconmensurable. La Ley Patriota ha destrozado a la Cuarta Enmienda. La Ley de Comisiones Militares evisceró el hábeas corpus. Presidentes de ambos partidos han reclamado la autoridad para detener a alguien de forma indefinida, incluso ciudadanos estadounidenses, sin el debido proceso, o aún para declarar a alguien un combatiente enemigo y ejecutarlo de manera sumaria.
La pérdida más grande para los Estados Unidos puede ser la del carácter nacional. Las encuestas muestran que la mitad de la población considera que la tortura está en ocasiones justificada. La gente deja que su gobierno se salga con la suya al efectuar escuchas telefónicas sin orden judicial y librar guerras no declaradas sin la aprobación del Congreso o una amenaza creíble que contrarrestar. Los estadounidenses toleran las mayores indignidades en el aeropuerto y la guerra permanente con media docena de países, como si se tratase de un estado de cosas normal.
Cuando oímos hablar de los billones de dólares gastados en “proteger a los Estados Unidos” desde el 11 de septiembre, deberíamos tener en cuenta que el costo ha sido mucho mayor. De hecho, lo que se ha perdido no tiene precio.
Traducido por Gabriel Gasave
El inestimable precio de la década post-11/09
Mientras nos aproximamos al décimo aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre, estamos viendo un montón de estimaciones sobre los costos de las guerras de los Estados Unidos libradas en la última década. Sin embargo, la mayor parte de ellos omiten la totalidad del panorama.
El presidente Obama ha establecido el costo de la guerra de Irak en alrededor de un billón (trillón en inglés) de dólares. Esto no refleja la totalidad del precio. Joseph Stiglitz de la University of Columbia y Linda J. Bilmes de Harvard argumentan que el costo económico total es cercano a los tres billones de dólares, agregando que sólo “el costo total para el gobierno federal es casi seguro que exceda los 1,5 billones de dólares”.
Muchos factores son ignorados en los cálculos más pequeños. Por ejemplo, las guerras en Afganistán e Irak fácilmente costarán un billón de dólares federales solo en concepto de beneficios para los veteranos y asistencia sanitaria.
Winslow Wheeler, investigador asociado en el Independent Institute y Director del Straus Military Reform Project, destaca la necesidad de mirar todo: las operaciones militares post-11/09, la ayuda a gobiernos como los de Irak, Afganistán, Pakistán y Yemen, la mayor carga financiera de la seguridad nacional y el interés sobre el gasto deficitario de la defensa que financió estas guerras. Encuentra que “los costos federales ya incurridos serían de 3,2 a 3,9 billones de dólares”—incluso si las guerras terminaran abruptamente mañana. Los estudiosos en el Eisenhower Study Group arriban a estimaciones similares.
También podemos simplemente mirar el efecto sobre el presupuesto de defensa en la última década. El exorbitante gasto del Pentágono siempre ha sido promocionado como necesario para proteger al país, no obstante hace diez años se decidió de repente que este enorme precio no era suficiente. Al parecer, todo ese gasto en defensa e inteligencia antes del 11/09, que falló en evitar el ataque, era para otra cosa que la defensa. En el año 2001, ajustado por inflación a dólares de hoy, el presupuesto de defensa era poco más de 400 mil millones de dólares. Después del 11/09, el presupuesto comenzó a aumentar en alrededor del ocho por ciento al año. El pedido de financiamiento más reciente fue de 707 mil millones de dólares. Esto no incluye los crecientes gastos relacionados con la seguridad en el Departamento de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado, o de las operaciones con armas nucleares en el Departamento de Energía.
¿Cuál fue el costo de oportunidad total de todas estas guerras? Pocos economistas formulan esta pregunta. ¿Qué tal si estos recursos hubiesen estado disponibles para el ahorro y la inversión privada? ¿Y si los estadounidenses y extranjeros combatiendo hubiesen estado en cambio trabajando en el sector comercial, generando riqueza? Tal vez la situación financiera luciría considerablemente mejor. El gobierno es célebre por desviar el dinero y la energía desde los usos productivos a los usos derrochadores. Nada es tan destructivo como la guerra. Incluso la más justa guerra imaginable es un desastre para la economía, como explicó el gran economista Ludwig von Mises.
Luego hay un número de bajas que no se puede medir en dólares: el costo en sangre. Hasta el momento, más de 1.750 estadounidenses han muerto en Afganistán y más de 4.470 en Irak. En conjunto, esto es el doble que el número de estadounidenses que pereció el 11/09. La trayectoria no es muy alentadora tampoco, si tenemos en cuenta que 559 efectivos estadounidenses murieron en 2010, y 469 murieron en 2008, el último año de Bush en el cargo. Mientras tanto, decenas de miles de estadounidenses han resultado heridos y han sufrido daños psicológicos importantes, todo por guerras cuya misión es cada día más difícil de justificar. ¿Defenderán aún los halcones la guerra en Irak, por ejemplo, teniendo en cuenta que Osama bin Laden fue asesinado muchos años después en Pakistán?
Este costo en vida de extranjeros es aún mayor. Las estimaciones varían ampliamente pero el número real es probablemente mucho mayor que los meros “miles” que Obama ha establecido como la cantidad de muertos en Irak. En 2006, la revista The Lancet estimó que el número de iraquíes muertos a causa de la guerra era de 654.965. El número real casi seguro que se encuentra en los cientos de miles. Muchos miles de personas han muerto también en Afganistán. En Pakistán, se informó el mes pasado que 168 niños han muerto solo en ataques de aviones no tripulados. Luego están los millones de inocentes desplazados de sus hogares.
En términos de las valiosas libertades, el costo es simplemente inconmensurable. La Ley Patriota ha destrozado a la Cuarta Enmienda. La Ley de Comisiones Militares evisceró el hábeas corpus. Presidentes de ambos partidos han reclamado la autoridad para detener a alguien de forma indefinida, incluso ciudadanos estadounidenses, sin el debido proceso, o aún para declarar a alguien un combatiente enemigo y ejecutarlo de manera sumaria.
La pérdida más grande para los Estados Unidos puede ser la del carácter nacional. Las encuestas muestran que la mitad de la población considera que la tortura está en ocasiones justificada. La gente deja que su gobierno se salga con la suya al efectuar escuchas telefónicas sin orden judicial y librar guerras no declaradas sin la aprobación del Congreso o una amenaza creíble que contrarrestar. Los estadounidenses toleran las mayores indignidades en el aeropuerto y la guerra permanente con media docena de países, como si se tratase de un estado de cosas normal.
Cuando oímos hablar de los billones de dólares gastados en “proteger a los Estados Unidos” desde el 11 de septiembre, deberíamos tener en cuenta que el costo ha sido mucho mayor. De hecho, lo que se ha perdido no tiene precio.
Traducido por Gabriel Gasave
AfganistánDefensa y política exteriorIrakPresupuesto de defensaTerrorismo y seguridad nacional
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