Washington, DC—Berkshire Hathaway, el holding financiero del mítico inversor Warren Buffett, ha anunciado el acuerdo más grande de su vida: adquirirá la parte que aún no posee del operador ferroviario Burlington Northern Santa Fe por $26.6 mil millones y asumirá sus $10 mil millones de deuda. A $100 la acción, Buffett pagará 30 por ciento por encima del valor de la empresa en el mercado. Se trata, en sus propias palabras, de «una apuesta total por el futuro económico de Estados Unidos».
Dado el poder icónico de Buffett, la recesión mundial y las conjeturas sobre el futuro del capitalismo estadounidense, la movida ha gatillado un debate fascinante. ¿Habrá perdido Buffett (accionista del Washington Post, la compañía que vende mi columna) finalmente la cabeza, como sentencian por ahí, al ligar su imperio a una empresa sindicalizada, típica de la “vieja economía”, que transporta toneladas de carbón, materia políticamente incorrecta, justo cuando la gente babea por los teléfonos inteligentes y los ordenadores de bolsillo (PDA)?
No lo creo. Lo cual no implica que la sabiduría de su apuesta sea obvia. Para hacerme una idea del valor real del operador ferroviario, analicé las perspectivas de BNSF y de su industria; basándome en los antecedentes de la empresa, proyecté sus flujos de caja futuros, descontándolos a su valor actual: estoy de acuerdo con quienes creen que $100 dólares por acción es un precio caro. En el mejor de los casos, ese valor estará justificado dentro de muchos años. Entonces, ¿por qué lo hace?
Buffett proviene de la escuela de la “inversión en valor” iniciada por Benjamin Graham y practicada con mágicos resultados por inversores como Phil Fisher, Walter Schloss, John Templeton y, más recientemente, Prem Watsa. La idea es concentrarse en el valor intrínseco de una empresa, no en la última moda del mercado, y comprarla si está infravalorada. «Aunque el entusiasmo puede ser necesario para obtener grandes logros en otras áreas», escribió Graham, «en Wall Street casi siempre conduce al desastre». Por ello los inversores de la escuela del “valor” compran acciones con la expectativa de no venderlas –en palabras de Fisher— «casi nunca».
En BNSF, Buffett ha valorado la protección de la que goza la empresa por los enormes costos de ingreso en una industria de capital tan intensivo y porque, en la era del medio ambientalismo, los operadores de ferrocarril, tres veces más eficientes en el uso de combustible que los camiones, tienen una larga vida por delante. Es cierto que la Agencia de Protección Ambiental también ha exigido a los operadores ferroviarios el uso de locomotoras de baja conaminación, pero ella misma admite que los motores no serán adoptados por completo antes de 2030.
Como el transporte de mercancías continuará siendo un hecho de la vida diaria en un país grande que seguirá comerciando consigo mismo, con China y con el resto del mundo, Buffett nos está diciendo: no importa cuánto dure la recesión, a las acciones de Burlington les debería ir bien en las próximas décadas.
Esta adquisición es algo así, pues, como el testamento de Buffett. Durante años, se ha especulado sobre la sucesión en Berkshire Hathaway, cuya capitalización bursátil vale más que el PIB de un tercio de los países del mundo. A los 79 años, su respuesta ha llegado envuelta en la madre de todas las adquisiciones.
No hay posibilidad a corto plazo de que el acuerdo enriquezca a los accionistas de Berkshire Hathaway. Incluso si la perspectiva fuesen los próximos diez años, el precio es caro. Pero Buffett no piensa como los mortales. Mirando al menos los próximos veinticinco años, está poniendo en manos de su eventual sucesor un legado que preservará y expandirá a un ritmo razonable la riqueza que ha construido durante los últimos cuarenta y cuatro.
En una economía mundial dominada por el cambio, Buffett parece decirnos que algunas industrias tradicionales se adaptan lo suficiente como para mantener su «foso protector» (como le gusta llamar a las ventajas competitivas de largo plazo) y sobrevivir a las numerosas empresas que la “destrucción creativa” del capitalismo mata para que otras nazcan.
John Gapper no entendió esto cuando escribió, en el “Financial Times,” que «en tanto que juicio sobre la fortaleza y las perspectivas de la economía estadounidense, el acuerdo no promete”. Buffett no está diciendo que sólo las industrias decimonónicas vayan a prosperar en la economía estadounidense del futuro, sino que en un mundo caracterizado por la incertidumbre, en el que Estados Unidos seguirán produciendo y comerciando y por ende transportando mercancías, ha encontrado la manera de salvaguardar su legado inversor.
En la era de las apuestas aventureras, la arrogancia colosal y los desmanes sin ética de Wall Street, el más grande inversor del planeta han enviado un mensaje de humildad, firmeza y responsabilidad —con independencia de sus criterios políticos. La mayoría de nosotros no habría pagado $100 por una acción de Burlington Northern Santa Fe. Pero Buffett ha demostrado, durante los últimos 44 años, que los escépticos con respecto a él se equivocan. Sospecho que lo hará de nuevo.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
El testamento de Warren Buffett
Washington, DC—Berkshire Hathaway, el holding financiero del mítico inversor Warren Buffett, ha anunciado el acuerdo más grande de su vida: adquirirá la parte que aún no posee del operador ferroviario Burlington Northern Santa Fe por $26.6 mil millones y asumirá sus $10 mil millones de deuda. A $100 la acción, Buffett pagará 30 por ciento por encima del valor de la empresa en el mercado. Se trata, en sus propias palabras, de «una apuesta total por el futuro económico de Estados Unidos».
Dado el poder icónico de Buffett, la recesión mundial y las conjeturas sobre el futuro del capitalismo estadounidense, la movida ha gatillado un debate fascinante. ¿Habrá perdido Buffett (accionista del Washington Post, la compañía que vende mi columna) finalmente la cabeza, como sentencian por ahí, al ligar su imperio a una empresa sindicalizada, típica de la “vieja economía”, que transporta toneladas de carbón, materia políticamente incorrecta, justo cuando la gente babea por los teléfonos inteligentes y los ordenadores de bolsillo (PDA)?
No lo creo. Lo cual no implica que la sabiduría de su apuesta sea obvia. Para hacerme una idea del valor real del operador ferroviario, analicé las perspectivas de BNSF y de su industria; basándome en los antecedentes de la empresa, proyecté sus flujos de caja futuros, descontándolos a su valor actual: estoy de acuerdo con quienes creen que $100 dólares por acción es un precio caro. En el mejor de los casos, ese valor estará justificado dentro de muchos años. Entonces, ¿por qué lo hace?
Buffett proviene de la escuela de la “inversión en valor” iniciada por Benjamin Graham y practicada con mágicos resultados por inversores como Phil Fisher, Walter Schloss, John Templeton y, más recientemente, Prem Watsa. La idea es concentrarse en el valor intrínseco de una empresa, no en la última moda del mercado, y comprarla si está infravalorada. «Aunque el entusiasmo puede ser necesario para obtener grandes logros en otras áreas», escribió Graham, «en Wall Street casi siempre conduce al desastre». Por ello los inversores de la escuela del “valor” compran acciones con la expectativa de no venderlas –en palabras de Fisher— «casi nunca».
En BNSF, Buffett ha valorado la protección de la que goza la empresa por los enormes costos de ingreso en una industria de capital tan intensivo y porque, en la era del medio ambientalismo, los operadores de ferrocarril, tres veces más eficientes en el uso de combustible que los camiones, tienen una larga vida por delante. Es cierto que la Agencia de Protección Ambiental también ha exigido a los operadores ferroviarios el uso de locomotoras de baja conaminación, pero ella misma admite que los motores no serán adoptados por completo antes de 2030.
Como el transporte de mercancías continuará siendo un hecho de la vida diaria en un país grande que seguirá comerciando consigo mismo, con China y con el resto del mundo, Buffett nos está diciendo: no importa cuánto dure la recesión, a las acciones de Burlington les debería ir bien en las próximas décadas.
Esta adquisición es algo así, pues, como el testamento de Buffett. Durante años, se ha especulado sobre la sucesión en Berkshire Hathaway, cuya capitalización bursátil vale más que el PIB de un tercio de los países del mundo. A los 79 años, su respuesta ha llegado envuelta en la madre de todas las adquisiciones.
No hay posibilidad a corto plazo de que el acuerdo enriquezca a los accionistas de Berkshire Hathaway. Incluso si la perspectiva fuesen los próximos diez años, el precio es caro. Pero Buffett no piensa como los mortales. Mirando al menos los próximos veinticinco años, está poniendo en manos de su eventual sucesor un legado que preservará y expandirá a un ritmo razonable la riqueza que ha construido durante los últimos cuarenta y cuatro.
En una economía mundial dominada por el cambio, Buffett parece decirnos que algunas industrias tradicionales se adaptan lo suficiente como para mantener su «foso protector» (como le gusta llamar a las ventajas competitivas de largo plazo) y sobrevivir a las numerosas empresas que la “destrucción creativa” del capitalismo mata para que otras nazcan.
John Gapper no entendió esto cuando escribió, en el “Financial Times,” que «en tanto que juicio sobre la fortaleza y las perspectivas de la economía estadounidense, el acuerdo no promete”. Buffett no está diciendo que sólo las industrias decimonónicas vayan a prosperar en la economía estadounidense del futuro, sino que en un mundo caracterizado por la incertidumbre, en el que Estados Unidos seguirán produciendo y comerciando y por ende transportando mercancías, ha encontrado la manera de salvaguardar su legado inversor.
En la era de las apuestas aventureras, la arrogancia colosal y los desmanes sin ética de Wall Street, el más grande inversor del planeta han enviado un mensaje de humildad, firmeza y responsabilidad —con independencia de sus criterios políticos. La mayoría de nosotros no habría pagado $100 por una acción de Burlington Northern Santa Fe. Pero Buffett ha demostrado, durante los últimos 44 años, que los escépticos con respecto a él se equivocan. Sospecho que lo hará de nuevo.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
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