Desde comienzos de agosto, el gobierno de los EE.UU. anunció la suspensión temporal de dos programas que permitían a ciertos pasajeros aéreos internacionales transitar brevemente a través de los Estados Unidos en su viaje hacia otras naciones, sin obtener previamente una visa. Los mismos eran conocidos como el programa de Tránsito Sin Visa y el programa de Tránsito Internacional-a-Internacional (TWOV y ITI son, respectivamente, sus siglas en inglés).
Basándose en información de inteligencia que indicaba que grupos terroristas se encontraban planeando explotar estos programas de tránsito para obtener acceso a los Estados Unidos o a su espacio aéreo, el Secretario de Seguridad Interna Tom Ridge afirmó que las medidas “si bien son enérgicas, son una respuesta apropiada a la amenaza. Sabemos que causarán impacto en los viajeros internacionales, pero creemos que son necesarias para proteger vidas y propiedades».
Toda nación tiene derecho a tomar aquellas medidas defensivas que estime convenientes, pero ¿serán realmente efectivas las aquí señaladas o simplemente traerán aparejadas más dificultades, costos y pérdidas financieras que las ya padecidas hasta ahora en razón de los ataques terroristas? ¿Estarán más seguros los EE.UU. tras su implementación o seguirán concentrándose en los efectos y no en las causas de las agresiones?
Es ampliamente conocida la crisis fenomenal que han venido enfrentando las aerolíneas estadounidenses en virtud de los ataques de Nueva York y Washington D.C. y de la debilitada situación económica. El caso de American Airlines es ilustrativo. La firma ha perdido unos $5.300 millones durante los dos últimos años y más de $1.000 millones entre enero y marzo de 2003. En el segundo trimestre sus pérdidas fueron de $75 millones, incluyendo el pago en efectivo del gobierno estadounidense (es decir, de los contribuyentes) de $358 millones en concepto de un subsidio federal de ayuda al sector.
Las medidas bajo análisis terminarán perjudicando aún más a las aerolíneas locales al desalentar el volar a través de ellas debido a la adición al total del viaje de los nuevos aranceles. Según la Asociación del Transporte Aéreo (ATA), durante los pasados 14 meses más de 300 mil pasajeros extranjeros fueron transportados a través de aeropuertos de los EE.UU. por las 6 principales líneas aéreas del país bajo los dos programas ahora suspendidos, representando ingresos por más de $130 millones.
El costo promedio de visa es de unos $ 100, y considerando que en el 2002 la mayoría de los pasajeros TWOV que arribaron a los EE.UU. provenían de Brasil, Méjico, las Filipinas, y Perú, su incidencia es enorme dados los ingresos promedio de dichas naciones. Podrá argumentarse que aquellos en condiciones de efectuar vuelos internacionales no son precisamente las personas de bajos recursos, y que por lo tanto pagar por la visa es poco significativo para ellos. Pensar ello no sólo implica prejuzgar al considerar que los ricos son menos cuidadosos con su dinero, sino además importa desconocer la elasticidad de la demanda y cómo los mercados se ajustan ante un incremento de los costos. Por otra parte, muchas personas deben viajar ya no sólo por placer sino por cuestiones médicas, de estudios, laborales, etc.
Las nuevas medidas no solamente imponen costos pecuniarios. Dado que actualmente se exige una entrevista “cara a cara” del potencial viajero con el funcionario consular, muchas personas tendrán que realizar largos (y costosos) viajes dentro de sus propios países para apersonarse a una representación consular. Irónicamente, el gobierno está gastando unos $50 millones de sus ciudadanos a fin de promocionar el turismo en el exterior, y estas disposiciones lo desalentarán y generaran mayor animosidad y rencor hacia los Estados Unidos, caldo de cultivo para más terrorismo en el futuro.
Recuérdese que los terroristas que intervinieron en los espantosos ataques poseían visas y se encontraban legalmente en el país. Los grupos que los respaldan están bien organizados y poseen colosales recursos económicos, los que permiten a estos criminales simular una situación de solvencia financiera ante los ojos de las autoridades migratorias al momento de solicitar una visa.
Al mismo tiempo, como toda regulación, la misma nunca está aislada sino que exige de nuevas y más amplias medidas adicionales. Algún día, a alguien se le ocurrirá que deberían establecerse exigencias similares en los países vecinos, ante la posibilidad de que terroristas secuestren aviones volando al otro lado de ambas fronteras y los desvíen hacia territorio estadounidense. Y entonces ¿por qué no prohibir lisa y llanamente los vuelos aéreos? Si en definitiva pareciera que la cuestión no es detener la fiebre sino deshacerse del termómetro.
Es hora de que el gobierno se plantee cuáles son realmente los orígenes de las agresiones terroristas contra los EE.UU., y se percate de que al inmiscuirse en los asuntos de otros países, al pretender edificar naciones aquí y allá y al impedir que los individuos crucen libremente las fronteras, no hace otra cosa que incentivar que las terminen atravesando los cañones.
No culpemos del dolor a nuestros pies, sino al haber venido usando zapatos dos talles más chicos durante mucho tiempo.
Ideas de bajo vuelo
Desde comienzos de agosto, el gobierno de los EE.UU. anunció la suspensión temporal de dos programas que permitían a ciertos pasajeros aéreos internacionales transitar brevemente a través de los Estados Unidos en su viaje hacia otras naciones, sin obtener previamente una visa. Los mismos eran conocidos como el programa de Tránsito Sin Visa y el programa de Tránsito Internacional-a-Internacional (TWOV y ITI son, respectivamente, sus siglas en inglés).
Basándose en información de inteligencia que indicaba que grupos terroristas se encontraban planeando explotar estos programas de tránsito para obtener acceso a los Estados Unidos o a su espacio aéreo, el Secretario de Seguridad Interna Tom Ridge afirmó que las medidas “si bien son enérgicas, son una respuesta apropiada a la amenaza. Sabemos que causarán impacto en los viajeros internacionales, pero creemos que son necesarias para proteger vidas y propiedades».
Toda nación tiene derecho a tomar aquellas medidas defensivas que estime convenientes, pero ¿serán realmente efectivas las aquí señaladas o simplemente traerán aparejadas más dificultades, costos y pérdidas financieras que las ya padecidas hasta ahora en razón de los ataques terroristas? ¿Estarán más seguros los EE.UU. tras su implementación o seguirán concentrándose en los efectos y no en las causas de las agresiones?
Es ampliamente conocida la crisis fenomenal que han venido enfrentando las aerolíneas estadounidenses en virtud de los ataques de Nueva York y Washington D.C. y de la debilitada situación económica. El caso de American Airlines es ilustrativo. La firma ha perdido unos $5.300 millones durante los dos últimos años y más de $1.000 millones entre enero y marzo de 2003. En el segundo trimestre sus pérdidas fueron de $75 millones, incluyendo el pago en efectivo del gobierno estadounidense (es decir, de los contribuyentes) de $358 millones en concepto de un subsidio federal de ayuda al sector.
Las medidas bajo análisis terminarán perjudicando aún más a las aerolíneas locales al desalentar el volar a través de ellas debido a la adición al total del viaje de los nuevos aranceles. Según la Asociación del Transporte Aéreo (ATA), durante los pasados 14 meses más de 300 mil pasajeros extranjeros fueron transportados a través de aeropuertos de los EE.UU. por las 6 principales líneas aéreas del país bajo los dos programas ahora suspendidos, representando ingresos por más de $130 millones.
El costo promedio de visa es de unos $ 100, y considerando que en el 2002 la mayoría de los pasajeros TWOV que arribaron a los EE.UU. provenían de Brasil, Méjico, las Filipinas, y Perú, su incidencia es enorme dados los ingresos promedio de dichas naciones. Podrá argumentarse que aquellos en condiciones de efectuar vuelos internacionales no son precisamente las personas de bajos recursos, y que por lo tanto pagar por la visa es poco significativo para ellos. Pensar ello no sólo implica prejuzgar al considerar que los ricos son menos cuidadosos con su dinero, sino además importa desconocer la elasticidad de la demanda y cómo los mercados se ajustan ante un incremento de los costos. Por otra parte, muchas personas deben viajar ya no sólo por placer sino por cuestiones médicas, de estudios, laborales, etc.
Las nuevas medidas no solamente imponen costos pecuniarios. Dado que actualmente se exige una entrevista “cara a cara” del potencial viajero con el funcionario consular, muchas personas tendrán que realizar largos (y costosos) viajes dentro de sus propios países para apersonarse a una representación consular. Irónicamente, el gobierno está gastando unos $50 millones de sus ciudadanos a fin de promocionar el turismo en el exterior, y estas disposiciones lo desalentarán y generaran mayor animosidad y rencor hacia los Estados Unidos, caldo de cultivo para más terrorismo en el futuro.
Recuérdese que los terroristas que intervinieron en los espantosos ataques poseían visas y se encontraban legalmente en el país. Los grupos que los respaldan están bien organizados y poseen colosales recursos económicos, los que permiten a estos criminales simular una situación de solvencia financiera ante los ojos de las autoridades migratorias al momento de solicitar una visa.
Al mismo tiempo, como toda regulación, la misma nunca está aislada sino que exige de nuevas y más amplias medidas adicionales. Algún día, a alguien se le ocurrirá que deberían establecerse exigencias similares en los países vecinos, ante la posibilidad de que terroristas secuestren aviones volando al otro lado de ambas fronteras y los desvíen hacia territorio estadounidense. Y entonces ¿por qué no prohibir lisa y llanamente los vuelos aéreos? Si en definitiva pareciera que la cuestión no es detener la fiebre sino deshacerse del termómetro.
Es hora de que el gobierno se plantee cuáles son realmente los orígenes de las agresiones terroristas contra los EE.UU., y se percate de que al inmiscuirse en los asuntos de otros países, al pretender edificar naciones aquí y allá y al impedir que los individuos crucen libremente las fronteras, no hace otra cosa que incentivar que las terminen atravesando los cañones.
No culpemos del dolor a nuestros pies, sino al haber venido usando zapatos dos talles más chicos durante mucho tiempo.
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