Un interrogante se presenta con frecuencia en los conflictos respecto a cómo interpretar la Constitución estadounidense: ¿cuál era la intención de aquellos que formularon el documento? Esta pregunta contiene una asunción inválida. La misma asume que aquellos que bosquejaron la Constitución en la convención de 1787 y aquellos implicados en los debates subsecuentes tenían un mismo ánimo y propósito.
En la introducción a su antología The Bill of Rights: Original Meaning and Current Understanding, el profesor de leyes Eugene W. Hickok, Jr., escribió: “Durante el verano de 1787 y durante los años formativos de la incipiente República, existía una considerable discrepancia sobre la idea de añadir una declaración de derechos a la nueva Constitución, así como había controversia sobre la propia Constitución.” Hickok continuó: “Mientras que es una especie de exageración describir a la Constitución de 1787 como nada sino el producto del compromiso político, es seguro afirmar que el carácter federal de esa Constitución. . . fue negociado mediante el compromiso.”
De hecho, algunos Padres Fundadores creían que la Convención Constituyente en sí misma era ilegal porque violaba los Artículos de la Confederación, la ley de la tierra. Samuel Chase—uno de los firmantes de la Declaración de la Independencia—rehusó ser un delegado. Según los Artículos, la única función apropiada de la convención era la de “enmendar” el pacto existente, no crear uno nuevo. Sin embargo, algunos delegados deseaban claramente establecer un nuevo acuerdo.
James Madison, junto con otros federalistas, esperaba establecer un gobierno central fuerte a fin de superar lo que él llamaba “la enfermedad radical” de los Artículos. La enfermedad era que el Congreso no tenía facultad alguna de forzar a los estados individuales a cumplir con sus demandas. Sin un gobierno federal para recaudar los impuestos y para emitir una moneda monopólica, Madison temía que los Estados Unidos no se mantuviesen juntos como una nación. En particular, el Congreso necesitaba pagar por la Revolución Americana, lo cual significaba honrar una enorme deuda externa y redimir los certificados de papel que habían sido emitidos como paga de los soldados durante la guerra. Pero este poder centralizado violaba los Artículos de la Confederación.
De esta manera, cuando la Convención Constituyente se inauguró, gigantes tales como el gran orador Patrick Henry y Richard Henry Lee—quiénes habían pedido que el Congreso Continental declarase la independencia de Gran Bretaña—eligieron estar ausentes. Rhode Island boicoteó a la convención en conjunto. Aquellos que asistieron se encontraron en un debate constante sobre cuestiones tales como el gobierno centralizado versus los derechos de los estados. De los 12 estados representados, solamente 55 de los 74 delegados electos asistieron realmente a los procedimientos y menos aún firmaron el documento resultante. El delegado de Virginia, George Mason expresó que se cortaría la mano antes de estampar su firma en ella.
Por lo tanto, el primer paso para contestar a la pregunta acerca de qué intenciones son la base de la Constitución, es percatarse de que muchos hombres prominentes expresaron sus intenciones boicoteando a la Convención o rechazando firmar el documento resultante.
Los Anti-Federalistas—aquellos que se opusieron a la Constitución—sostenían que la misma transfería demasiado poder de los estados a un gobierno federal. También objetaban la ausencia de una declaración de derechos. Otros se oponían a términos específicos de la Constitución como, por ejemplo, su autorización de un ejército permanente en épocas de paz.
Incluso algunos que apoyaron a la Constitución no lo hicieron por principios sino por conveniencia. Como el delegado Gunning Bedford declaró el 5 de julio de 1787, “la condición de los Estados Unidos requiere que algo sea hecho inmediatamente. Será mejor que un plan defectuoso sea adoptado, a que ninguno sea recomendado.” Tal vez ésta era la intención básica de la mayoría de los delegados a la convención: mantener a los Estados Unidos juntos como una nación. Pero las cuestiones suscitadas por la convención amenazaron con desgarrar a la nación.
Traducido por Gabriel Gasave
Intenciones constitucionales
Un interrogante se presenta con frecuencia en los conflictos respecto a cómo interpretar la Constitución estadounidense: ¿cuál era la intención de aquellos que formularon el documento? Esta pregunta contiene una asunción inválida. La misma asume que aquellos que bosquejaron la Constitución en la convención de 1787 y aquellos implicados en los debates subsecuentes tenían un mismo ánimo y propósito.
En la introducción a su antología The Bill of Rights: Original Meaning and Current Understanding, el profesor de leyes Eugene W. Hickok, Jr., escribió: “Durante el verano de 1787 y durante los años formativos de la incipiente República, existía una considerable discrepancia sobre la idea de añadir una declaración de derechos a la nueva Constitución, así como había controversia sobre la propia Constitución.” Hickok continuó: “Mientras que es una especie de exageración describir a la Constitución de 1787 como nada sino el producto del compromiso político, es seguro afirmar que el carácter federal de esa Constitución. . . fue negociado mediante el compromiso.”
De hecho, algunos Padres Fundadores creían que la Convención Constituyente en sí misma era ilegal porque violaba los Artículos de la Confederación, la ley de la tierra. Samuel Chase—uno de los firmantes de la Declaración de la Independencia—rehusó ser un delegado. Según los Artículos, la única función apropiada de la convención era la de “enmendar” el pacto existente, no crear uno nuevo. Sin embargo, algunos delegados deseaban claramente establecer un nuevo acuerdo.
James Madison, junto con otros federalistas, esperaba establecer un gobierno central fuerte a fin de superar lo que él llamaba “la enfermedad radical” de los Artículos. La enfermedad era que el Congreso no tenía facultad alguna de forzar a los estados individuales a cumplir con sus demandas. Sin un gobierno federal para recaudar los impuestos y para emitir una moneda monopólica, Madison temía que los Estados Unidos no se mantuviesen juntos como una nación. En particular, el Congreso necesitaba pagar por la Revolución Americana, lo cual significaba honrar una enorme deuda externa y redimir los certificados de papel que habían sido emitidos como paga de los soldados durante la guerra. Pero este poder centralizado violaba los Artículos de la Confederación.
De esta manera, cuando la Convención Constituyente se inauguró, gigantes tales como el gran orador Patrick Henry y Richard Henry Lee—quiénes habían pedido que el Congreso Continental declarase la independencia de Gran Bretaña—eligieron estar ausentes. Rhode Island boicoteó a la convención en conjunto. Aquellos que asistieron se encontraron en un debate constante sobre cuestiones tales como el gobierno centralizado versus los derechos de los estados. De los 12 estados representados, solamente 55 de los 74 delegados electos asistieron realmente a los procedimientos y menos aún firmaron el documento resultante. El delegado de Virginia, George Mason expresó que se cortaría la mano antes de estampar su firma en ella.
Por lo tanto, el primer paso para contestar a la pregunta acerca de qué intenciones son la base de la Constitución, es percatarse de que muchos hombres prominentes expresaron sus intenciones boicoteando a la Convención o rechazando firmar el documento resultante.
Los Anti-Federalistas—aquellos que se opusieron a la Constitución—sostenían que la misma transfería demasiado poder de los estados a un gobierno federal. También objetaban la ausencia de una declaración de derechos. Otros se oponían a términos específicos de la Constitución como, por ejemplo, su autorización de un ejército permanente en épocas de paz.
Incluso algunos que apoyaron a la Constitución no lo hicieron por principios sino por conveniencia. Como el delegado Gunning Bedford declaró el 5 de julio de 1787, “la condición de los Estados Unidos requiere que algo sea hecho inmediatamente. Será mejor que un plan defectuoso sea adoptado, a que ninguno sea recomendado.” Tal vez ésta era la intención básica de la mayoría de los delegados a la convención: mantener a los Estados Unidos juntos como una nación. Pero las cuestiones suscitadas por la convención amenazaron con desgarrar a la nación.
Traducido por Gabriel Gasave
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