La muerte y mutilación de cuatro contratistas privados estadounidenses en Faluya y la subsiguiente escalada de los shiútas sugieren que la insurgencia ha dado otro paso hacia la guerra del pueblo. Los iraquíes señalan que la violencia en Faluya fue en venganza por los ataques de la First Marine Expeditionary Force de la semana pasada contra los falluyanos para “ponerlos en su lugar.” Mientras que los infantes de Marina no intervinieron ayer para detener la matanza, temiendo una emboscada, el alto comando estadounidense ha indicado que “pacificaremos la ciudad.” El levantamiento shiíta fue provocado por el cierre por parte de la autoridad de ocupación estadounidense de un periódico shiíta por supuestamente publicar historias falsas y el arresto de un asistente en jefe de un clérigo militante.
Tan sólo hace un poco más de un año, los comentaristas neo-conservadores le aseguraban al pueblo estadounidense que el derrocamiento de Sadam Husein y la ocupación de Irak serían algo muy sencillo. (El General Eric Shenseki fue separado del Ejército por sugerir lo contrario.)
Uno de ellos era Max Boot, un periodista que trabajó anteriormente para The Wall Street Journal y que ahora lo hace para el Consejo de Relaciones Exteriores. La fama del Sr. Boot descansa sobre su libro, The Savage Wars of Peace: Small Wars and the Rise of American Power (2002), el cual hizo de él, aparentemente, una especie de gurú neo-conservador instantáneo sobre esta clase de intervencionismo contra-insurgencias. Un capítulo en su obra relataba la derrota de la insurgencia filipina por parte de los EE.UU. un siglo atrás. Pocos parecieron disentir cuando Boot propuso eso como un modelo a ser seguido en Irak. En los primeros meses de la ocupación de Irak, visitó el país, regresando con entusiastas relatos del éxito de los EE.UU..
Pero los dos casos son muy disímiles. Por ejemplo, los insurgentes en Irak, mientras que aparentemente carecen de las armas de destrucción masiva que la administración Bush sostuvo que existían, no padecen ninguna falta de armamentos convencionales. Los filipinos, por su parte, se encontraban extremadamente escasos de ellos. Uno podría sostener que el momento crucial en la insurrección filipina apareció en realidad antes que la misma comenzara — cuando la presión diplomática estadounidense fue suficiente para disuadir a los japoneses de despachar 5.000 rifles para los insurgentes de Emilio Aguinaldo. El resultado fue la aniquilación de 220.000 filipinos, con 2.000 estadounidenses muertos.
¿Cómo es que los Estados Unidos se encuentran nuevamente ante una incipiente insurgencia con tan poco estudio real de los conflictos del pasado? Los revolucionarios filipinos no estaban tan comprometidos con su causa, y los Estados Unidos explotaron las fisuras entre ellos para reprimir la rebelión. La contrainsurgencia estadounidense fue también ayudada inmensamente por la elección de los filipinos de pelear una guerra más convencional antes que una verdadera insurgencia guerrillera, o guerra del pueblo.
Pero una guerra del pueblo es lo que los iraquíes, especialmente la mayoría shiíta, se encuentran ahora preparando para ejecutar en el rostro de una prolongada ocupación estadounidense.
El primer paso en tal guerra, como puede observarse en la destrucción de la aldea iraquí de Kiwali, es dejar en claro que la población iraquí comprende que no serán ningunos “viajeros a título gratuito,” que la población se comprometerá con la posición de los insurgentes. Ese proceso insumirá algún tiempo, como lo hizo en las colonias estadounidenses. (Los estadounidenses y sus historiadores judiciales han estudiado muy poco a su propia revolución desde una perspectiva de la guerra de guerrillas.) Si tiene éxito, ayudada por una reacción popular a la contra-violencia de los EE.UU., la misma será una muy larga intervención y ocupación.
Los insurgentes se encuentran actualmente dejando también en claro que los socios de la coalición y las compañías contratistas no tendrán tampoco un paseo barato. Enfrentando los contratistas primas de seguros que ascienden hasta el 300 por ciento, ¿cuántas además de Halliburton (ahora KBR), la antigua empresa del Vicepresidente Cheney, elegirán seguir el derrotero? Y, nuestros hombres y mujeres de servicio, a los que no se les paga entre $100.000 y $200,000 para enlistarse como a los contratistas privados, se están de manera creciente desilusionando también.
Traducido por Gabriel Gasave
Irak: La Guerra del Pueblo está apenas comenzando
La muerte y mutilación de cuatro contratistas privados estadounidenses en Faluya y la subsiguiente escalada de los shiútas sugieren que la insurgencia ha dado otro paso hacia la guerra del pueblo. Los iraquíes señalan que la violencia en Faluya fue en venganza por los ataques de la First Marine Expeditionary Force de la semana pasada contra los falluyanos para “ponerlos en su lugar.” Mientras que los infantes de Marina no intervinieron ayer para detener la matanza, temiendo una emboscada, el alto comando estadounidense ha indicado que “pacificaremos la ciudad.” El levantamiento shiíta fue provocado por el cierre por parte de la autoridad de ocupación estadounidense de un periódico shiíta por supuestamente publicar historias falsas y el arresto de un asistente en jefe de un clérigo militante.
Tan sólo hace un poco más de un año, los comentaristas neo-conservadores le aseguraban al pueblo estadounidense que el derrocamiento de Sadam Husein y la ocupación de Irak serían algo muy sencillo. (El General Eric Shenseki fue separado del Ejército por sugerir lo contrario.)
Uno de ellos era Max Boot, un periodista que trabajó anteriormente para The Wall Street Journal y que ahora lo hace para el Consejo de Relaciones Exteriores. La fama del Sr. Boot descansa sobre su libro, The Savage Wars of Peace: Small Wars and the Rise of American Power (2002), el cual hizo de él, aparentemente, una especie de gurú neo-conservador instantáneo sobre esta clase de intervencionismo contra-insurgencias. Un capítulo en su obra relataba la derrota de la insurgencia filipina por parte de los EE.UU. un siglo atrás. Pocos parecieron disentir cuando Boot propuso eso como un modelo a ser seguido en Irak. En los primeros meses de la ocupación de Irak, visitó el país, regresando con entusiastas relatos del éxito de los EE.UU..
Pero los dos casos son muy disímiles. Por ejemplo, los insurgentes en Irak, mientras que aparentemente carecen de las armas de destrucción masiva que la administración Bush sostuvo que existían, no padecen ninguna falta de armamentos convencionales. Los filipinos, por su parte, se encontraban extremadamente escasos de ellos. Uno podría sostener que el momento crucial en la insurrección filipina apareció en realidad antes que la misma comenzara — cuando la presión diplomática estadounidense fue suficiente para disuadir a los japoneses de despachar 5.000 rifles para los insurgentes de Emilio Aguinaldo. El resultado fue la aniquilación de 220.000 filipinos, con 2.000 estadounidenses muertos.
¿Cómo es que los Estados Unidos se encuentran nuevamente ante una incipiente insurgencia con tan poco estudio real de los conflictos del pasado? Los revolucionarios filipinos no estaban tan comprometidos con su causa, y los Estados Unidos explotaron las fisuras entre ellos para reprimir la rebelión. La contrainsurgencia estadounidense fue también ayudada inmensamente por la elección de los filipinos de pelear una guerra más convencional antes que una verdadera insurgencia guerrillera, o guerra del pueblo.
Pero una guerra del pueblo es lo que los iraquíes, especialmente la mayoría shiíta, se encuentran ahora preparando para ejecutar en el rostro de una prolongada ocupación estadounidense.
El primer paso en tal guerra, como puede observarse en la destrucción de la aldea iraquí de Kiwali, es dejar en claro que la población iraquí comprende que no serán ningunos “viajeros a título gratuito,” que la población se comprometerá con la posición de los insurgentes. Ese proceso insumirá algún tiempo, como lo hizo en las colonias estadounidenses. (Los estadounidenses y sus historiadores judiciales han estudiado muy poco a su propia revolución desde una perspectiva de la guerra de guerrillas.) Si tiene éxito, ayudada por una reacción popular a la contra-violencia de los EE.UU., la misma será una muy larga intervención y ocupación.
Los insurgentes se encuentran actualmente dejando también en claro que los socios de la coalición y las compañías contratistas no tendrán tampoco un paseo barato. Enfrentando los contratistas primas de seguros que ascienden hasta el 300 por ciento, ¿cuántas además de Halliburton (ahora KBR), la antigua empresa del Vicepresidente Cheney, elegirán seguir el derrotero? Y, nuestros hombres y mujeres de servicio, a los que no se les paga entre $100.000 y $200,000 para enlistarse como a los contratistas privados, se están de manera creciente desilusionando también.
Traducido por Gabriel Gasave
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