Washington, DC—El obsequio que Hugo Chávez le hizo al Presidente Obama en la reciente Cumbre de las Américas —un ejemplar de “Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano— ha hecho que algunos se pregunten por qué tanto alboroto.
Hace una década, los coautores de “El manual del perfecto idiota latinoamericano” dedicamos un capítulo a refutar las falacias históricas e ideológicas contenidas en la obra de Galeano, la “biblia del idiota”. Todo lo que ha acontecido en el hemisferio occidental desde su publicación en 1971 ha desmentido sin piedad sus argumentos y predicciones. Pero como el regalo de Chávez le ha otorgado nuevos bríos y la prensa norteamericana me asedia con preguntas, aquí vuelvo al ataque.
El autor sostiene que las relaciones entre América Latina y los países ricos han sido tan perniciosas que “todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano”. En verdad, durante años esa relación ha transmutado en exactamente lo opuesto: capital latinoamericano. En los últimos siete años, América Latina se ha beneficiado con 300 mil millones de dólares en transferencias netas de capital. Ingresó mucho más capital del que salió.
El libro blasfema contra la división internacional del trabajo, en la que “unos países se especializan en ganar y otros en perder”, entre éstos los de América Latina. Esa división del trabajo no ha cambiado en el hemisferio occidental —América Latina sigue exportando “commodities”— y, sin embargo, en los últimos seis años la pobreza en esa parte del mundo se ha reducido a alrededor de un tercio de la población después de que cuarenta millones de personas abandonaran esa terrible condición. Para no mencionar a los cuatrocientos millones de seres que salieron de la pobreza en otras naciones “perdedoras” en las dos últimas décadas.
El autor pontifica acerca de “las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos, que ganan consumiéndolos mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos”. Lo siento, amigo, pero la historia de esta década demuestra que América Latina ha hecho su agosto enviando exportaciones al exterior: la región ha tenido un superávit de cuenta corriente durante varios años. Los países ricos están tan molestos con el hecho de que los países pobres les exportan tanto que están pidiéndoles a sus gobiernos que los “protejan” de ellos…¡en nombre del comercio justo! La cláusula “compre americano” en el paquete de estímulo fiscal aprobado por el Congreso norteamericano hace pocas semanas es un claro ejemplo. Estados Unidos tuvo un déficit comercial de más de $600 mil millones el año pasado. Los pobres, si se me permite remedar al hemofílico Galeano, ¡están chupándoles la sangre a los ricos!
El libro afirma que durante años “se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas”. Pero resulta que cada vez más los ricos dependen de los pobres. A ello se debe que los chinos posean ¡1 billón (trillón en inglés) de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos! La jeremiada literaria continúa diciendo que “el bienestar de nuestras clases dominantes… es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga”. Uno de los pocos países que ejemplifican esa maldición es Cuba, amada por el autor, donde una empresa extranjera no puede pagarle al trabajador directamente, pues el dinero es abonado al gobierno, que a su vez paga al trabajador la décima parte del salario……¡en moneda local no convertible!
Las matemáticas de Galeano son enternecedoras. Señala que “el ingreso promedio de un ciudadano norteamericano es siete veces mayor que el de un latinoamericano y aumenta a un ritmo diez veces más intenso”. La brecha se ha reducido, camarada. En la actualidad, muchos países “pobres” han visto su diferencia de ingresos con Estados Unidos disminuir de manera espectacular. Tailandia e Indonesia han visto la suya reducirse casi a la mitad en tres décadas.
Las predicciones maltusianas del libro despiertan no menos compasión que sus pronósticos económicos. La sobrepoblación, sostiene, implicará que “en el año 2000 habrá seiscientos cincuenta millones de latinoamericanos”, queriendo vaticinar con ello que la región se morirá de hambre. En el año 2000, la población del continente fue un 30 por ciento menor que la que el autor predijo.
Como guinda del pastel, la musa literaria de Chávez destaca que “cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios”. En realidad, la mayor (aunque todavía insuficiente) libertad concedida a los negocios en la era de la globalización ha dado lugar a un aumento de la prosperidad en la naciones retrasadas. En esta década, el ritmo del crecimiento económico por persona ha sido cuatro veces más alto en las naciones subdesarrolladas que en las ricas.
Pagaría en oro por ser una mosca en la pared cuando el presidente Obama abra la primera página de la biblia del idiota.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
La biblia del idiota
Washington, DC—El obsequio que Hugo Chávez le hizo al Presidente Obama en la reciente Cumbre de las Américas —un ejemplar de “Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano— ha hecho que algunos se pregunten por qué tanto alboroto.
Hace una década, los coautores de “El manual del perfecto idiota latinoamericano” dedicamos un capítulo a refutar las falacias históricas e ideológicas contenidas en la obra de Galeano, la “biblia del idiota”. Todo lo que ha acontecido en el hemisferio occidental desde su publicación en 1971 ha desmentido sin piedad sus argumentos y predicciones. Pero como el regalo de Chávez le ha otorgado nuevos bríos y la prensa norteamericana me asedia con preguntas, aquí vuelvo al ataque.
El autor sostiene que las relaciones entre América Latina y los países ricos han sido tan perniciosas que “todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano”. En verdad, durante años esa relación ha transmutado en exactamente lo opuesto: capital latinoamericano. En los últimos siete años, América Latina se ha beneficiado con 300 mil millones de dólares en transferencias netas de capital. Ingresó mucho más capital del que salió.
El libro blasfema contra la división internacional del trabajo, en la que “unos países se especializan en ganar y otros en perder”, entre éstos los de América Latina. Esa división del trabajo no ha cambiado en el hemisferio occidental —América Latina sigue exportando “commodities”— y, sin embargo, en los últimos seis años la pobreza en esa parte del mundo se ha reducido a alrededor de un tercio de la población después de que cuarenta millones de personas abandonaran esa terrible condición. Para no mencionar a los cuatrocientos millones de seres que salieron de la pobreza en otras naciones “perdedoras” en las dos últimas décadas.
El autor pontifica acerca de “las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos, que ganan consumiéndolos mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos”. Lo siento, amigo, pero la historia de esta década demuestra que América Latina ha hecho su agosto enviando exportaciones al exterior: la región ha tenido un superávit de cuenta corriente durante varios años. Los países ricos están tan molestos con el hecho de que los países pobres les exportan tanto que están pidiéndoles a sus gobiernos que los “protejan” de ellos…¡en nombre del comercio justo! La cláusula “compre americano” en el paquete de estímulo fiscal aprobado por el Congreso norteamericano hace pocas semanas es un claro ejemplo. Estados Unidos tuvo un déficit comercial de más de $600 mil millones el año pasado. Los pobres, si se me permite remedar al hemofílico Galeano, ¡están chupándoles la sangre a los ricos!
El libro afirma que durante años “se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas”. Pero resulta que cada vez más los ricos dependen de los pobres. A ello se debe que los chinos posean ¡1 billón (trillón en inglés) de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos! La jeremiada literaria continúa diciendo que “el bienestar de nuestras clases dominantes… es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga”. Uno de los pocos países que ejemplifican esa maldición es Cuba, amada por el autor, donde una empresa extranjera no puede pagarle al trabajador directamente, pues el dinero es abonado al gobierno, que a su vez paga al trabajador la décima parte del salario……¡en moneda local no convertible!
Las matemáticas de Galeano son enternecedoras. Señala que “el ingreso promedio de un ciudadano norteamericano es siete veces mayor que el de un latinoamericano y aumenta a un ritmo diez veces más intenso”. La brecha se ha reducido, camarada. En la actualidad, muchos países “pobres” han visto su diferencia de ingresos con Estados Unidos disminuir de manera espectacular. Tailandia e Indonesia han visto la suya reducirse casi a la mitad en tres décadas.
Las predicciones maltusianas del libro despiertan no menos compasión que sus pronósticos económicos. La sobrepoblación, sostiene, implicará que “en el año 2000 habrá seiscientos cincuenta millones de latinoamericanos”, queriendo vaticinar con ello que la región se morirá de hambre. En el año 2000, la población del continente fue un 30 por ciento menor que la que el autor predijo.
Como guinda del pastel, la musa literaria de Chávez destaca que “cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios”. En realidad, la mayor (aunque todavía insuficiente) libertad concedida a los negocios en la era de la globalización ha dado lugar a un aumento de la prosperidad en la naciones retrasadas. En esta década, el ritmo del crecimiento económico por persona ha sido cuatro veces más alto en las naciones subdesarrolladas que en las ricas.
Pagaría en oro por ser una mosca en la pared cuando el presidente Obama abra la primera página de la biblia del idiota.
(c) 2009, The Washington Post Writers Group
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