Los críticos de Microsoft, reunidos por los hallazgos del Juez Thomas Penfield Jackson de que la empresa posee poder de monopolio sobre gran parte de la industria de la computación, han urgido una partición de la compañía. Por ejemplo, el Consumer Project on Technology (asociado con Ralph Nader) sugiere que Microsoft sea obligada a despojarse de su navegador de Internet, el Internet Explorer. Pero otras propuestas de despojo mucho más radicales se encuentran en consideración. Se dice que los fiscales generales de los 19 estados que fueron codemandantes en el pleito antimonopólico están presionando en favor de una separación horizontal que dividiría a Microsoft en tres empresas: una con el sistema operativo, una con aplicaciones de software, y una con el negocio de Internet. Inclusive, otros críticos han solicitado una despojo vertical que dividiría a Microsoft en tres o más empresas completamente integradas (“Baby Bills”) las que entonces, presumiblemente, competirían entre sí en el mercado.
Inclusive algunos amantes de la libertad han sugerido que alguna clase de desposesión podría tener sentido económico. Peter Huber, en un importante artículo aparecido en el Wall Street Journal (“Breaking Up Isn’t Hard to Do,” 10 de noviembre de 1999) sostuvo que podría ser bueno para Bill Gates y para los inversores de Microsoft dado que “a los hijos de los matrimonios corporativos separados tiende a irles marcadamente bien.” Cita a la Standard Oil, Alcoa, y AT&T, todas las cuales prosperaron después de que el gobierno separase a las empresas progenitoras.
No obstante, es preciso esforzarse para imaginar que los cazadores de monopolios o los tribunales saben cómo maximizar el retorno de los accionistas mejor que los emprendedores privados. Si la desposesión fuese lo mejor para John D. Rockefeller o para Bill Gates, ellos podrían siempre haberla puesto en práctica en sus propias empresas. Cuando las firmas valen más separadas que juntas, son fraccionadas por sus administradores o, cuando los administradores son inconscientes a las realidades del mercado, por extraños en adquisiciones hostiles, tal como ocurrió con muchos grandes conglomerados en la década de 1980.
Contrariamente a lo que piensan Huber y otros, el despojo gubernamental no es ninguna panacea. Standard Oil, American Tobacco, Alcoa, United Shoe Machinery, y AT&T fueron todas separadas con ambiguos resultados tanto para las empresas como para los consumidores. Standard Oil se desempeñó bien después de la partición de 1911 debido a que la misma seguía siendo la mayor refinería integrada del mercado interno. American Tobacco prosperó en virtud de que el despojo no afectó al éxito de sus marcas populares. Alcoa sobrevivió a su separación de Alcan en 1951 porque la partición no tuvo efectos significativos sobre la producción o las ventas internas de aluminio. Sin embargo, United Shoe Machinery declinó rápidamente después de la desposesión en 1968, y la situación de AT&T es confusa en razón de que la radical desregulación en materia de telecomunicaciones—y no la separación antimonopólica per se—fue la responsable de la explosión en los ingresos que tuvo lugar con posterioridad al despojo.
Efecto sobre los Consumidores
Los efectos del despojo sobre los consumidores son aún más problemáticos. En el caso del petróleo, por ejemplo, los precios del petróleo refinado cayeron durante décadas antes de la desposesión; en la década siguiente a la partición—e incluso antes de la Primera Guerra Mundial—los precios se incrementaron fuertemente y se estabilizaron. Alcoa tuvo un casi «monopolio» en las barras de aluminio puro durante prácticamente 50 años, y los precios declinaron de $5 por una barra de una libra en 1887 a 22 centavos en 1937, cuando el juicio por monopolio se inició; tras el fallo en contra de Alcoa en 1945 y después de la desposesión de Alcan, los precios se incrementaron y se estabilizaron.
De manera subsiguiente a las particiones en materia de petróleo y de aluminio, las participaciones en el mercado de las firmas dominantes declinaron de alguna forma y los competidores más chicos expandieron sus actividades. Pero este desarrollo no fue necesariamente eficiente o pro-consumidor. Es probable, que las particiones impidieran el aprovechamiento de las eficiencias que traen aparejadas la integración (especialmente en la industria petrolera), causando alzas en los costos y en los precios, las que permitieron que los competidores menos eficientes expandiesen la producción y las ventas. En cuanto al aluminio, las restricciones ordenadas por los tribunales sobre las adquisiciones de instalaciones de aluminio de la Segunda Guerra Mundial, más el otorgamiento compulsivo de patentes a los rivales, volvieron a Alcoa un proveedor menos eficiente. En ambos casos, competidores particulares, pero no necesariamente los consumidores, se beneficiaron de la reglamentación antimonopólica.
El caso más próximo al de Microsoft es el de la separación acaecida en 1968 de la firma United Shoe Machinery, la cual fue evidentemente contraria a los consumidores y a los inversores. Como Microsoft, United Shoe era una firma dominante y agresivamente competitiva, que mantenía su posición en el mercado mediante masivas inversiones en tecnología de maquinarias para fabricar zapatos y precios bajos. Y como Microsoft, la misma a menudo vinculaba al alquiler de sus máquinas con ciertos servicios. El juez del proceso en verdad alabó la eficiencia económica en términos generales de United.
Pero como en el caso de Microsoft, los rivales más pequeños descubrieron que era difícil competir con la línea de maquinarias superiores de United y con los favorables contratos de alquiler a largo plazo. Esa dificultad—y no alguna inquietud relacionada con el bienestar de los consumidores o con la eficiencia—fue la consideración determinante del Juez. Acortó arbitrariamente los contratos de alquiler y le puso fin a la vinculación a efectos de favorecer a los competidores más chicos. En 1968, por insistencia del Departamento de Justicia, la Corte Suprema fue aún más lejos y le ordenó a United Shoe derivar significativos activos en maquinas para fabricar zapatos, subsidiando así a un nuevo “competidor,” y abstenerse de la competencia activa con el advenedizo durante cinco años. Este intento reglamentario para “crear competencia” probó ser desastroso: United Shoe Machinery, y la industria del zapato local a la que la empresa servía, declinaron ambas firmemente después del despojo. En la actualidad, la mayoría de los zapatos son producidos en el exterior.
Standard Oil, Alcoa, United Shoe Machinery—y especialmente Microsoft—todas ganaron sus posiciones iniciales en el mercado siendo más eficientes que sus rivales. Cualquier reglamentación o involución de una organización empresarial exitosa es probable que reduzca la eficiencia y el bienestar del consumidor. La historia antimonopólica está regada de ataques contra compañías exitosas y de intentos reglamentarios para redistribuirle el botín del éxito a los competidores menos eficientes. Tal proteccionismo antimonopólico es tanto inmoral como destructivo de la productividad y de la riqueza.
El Juez Jackson, habiendo ya decidido incorrectamente que Microsoft es un monopolio que restringe el comercio, no debería agravar su errores “fácticos” al ordenar alguna clase de reorganización industrial punitiva y socialmente perjudicial.
Este artículo se encuentra reimpreso con autorización de The Freeman, abril de 2000. © Copyright 2000, la Foundation for Economic Education.
Traducido por Gabriel Gasave
La causa Microsoft: El despojo no favorecerá a los consumidores
Los críticos de Microsoft, reunidos por los hallazgos del Juez Thomas Penfield Jackson de que la empresa posee poder de monopolio sobre gran parte de la industria de la computación, han urgido una partición de la compañía. Por ejemplo, el Consumer Project on Technology (asociado con Ralph Nader) sugiere que Microsoft sea obligada a despojarse de su navegador de Internet, el Internet Explorer. Pero otras propuestas de despojo mucho más radicales se encuentran en consideración. Se dice que los fiscales generales de los 19 estados que fueron codemandantes en el pleito antimonopólico están presionando en favor de una separación horizontal que dividiría a Microsoft en tres empresas: una con el sistema operativo, una con aplicaciones de software, y una con el negocio de Internet. Inclusive, otros críticos han solicitado una despojo vertical que dividiría a Microsoft en tres o más empresas completamente integradas (“Baby Bills”) las que entonces, presumiblemente, competirían entre sí en el mercado.
Inclusive algunos amantes de la libertad han sugerido que alguna clase de desposesión podría tener sentido económico. Peter Huber, en un importante artículo aparecido en el Wall Street Journal (“Breaking Up Isn’t Hard to Do,” 10 de noviembre de 1999) sostuvo que podría ser bueno para Bill Gates y para los inversores de Microsoft dado que “a los hijos de los matrimonios corporativos separados tiende a irles marcadamente bien.” Cita a la Standard Oil, Alcoa, y AT&T, todas las cuales prosperaron después de que el gobierno separase a las empresas progenitoras.
No obstante, es preciso esforzarse para imaginar que los cazadores de monopolios o los tribunales saben cómo maximizar el retorno de los accionistas mejor que los emprendedores privados. Si la desposesión fuese lo mejor para John D. Rockefeller o para Bill Gates, ellos podrían siempre haberla puesto en práctica en sus propias empresas. Cuando las firmas valen más separadas que juntas, son fraccionadas por sus administradores o, cuando los administradores son inconscientes a las realidades del mercado, por extraños en adquisiciones hostiles, tal como ocurrió con muchos grandes conglomerados en la década de 1980.
Contrariamente a lo que piensan Huber y otros, el despojo gubernamental no es ninguna panacea. Standard Oil, American Tobacco, Alcoa, United Shoe Machinery, y AT&T fueron todas separadas con ambiguos resultados tanto para las empresas como para los consumidores. Standard Oil se desempeñó bien después de la partición de 1911 debido a que la misma seguía siendo la mayor refinería integrada del mercado interno. American Tobacco prosperó en virtud de que el despojo no afectó al éxito de sus marcas populares. Alcoa sobrevivió a su separación de Alcan en 1951 porque la partición no tuvo efectos significativos sobre la producción o las ventas internas de aluminio. Sin embargo, United Shoe Machinery declinó rápidamente después de la desposesión en 1968, y la situación de AT&T es confusa en razón de que la radical desregulación en materia de telecomunicaciones—y no la separación antimonopólica per se—fue la responsable de la explosión en los ingresos que tuvo lugar con posterioridad al despojo.
Efecto sobre los Consumidores
Los efectos del despojo sobre los consumidores son aún más problemáticos. En el caso del petróleo, por ejemplo, los precios del petróleo refinado cayeron durante décadas antes de la desposesión; en la década siguiente a la partición—e incluso antes de la Primera Guerra Mundial—los precios se incrementaron fuertemente y se estabilizaron. Alcoa tuvo un casi «monopolio» en las barras de aluminio puro durante prácticamente 50 años, y los precios declinaron de $5 por una barra de una libra en 1887 a 22 centavos en 1937, cuando el juicio por monopolio se inició; tras el fallo en contra de Alcoa en 1945 y después de la desposesión de Alcan, los precios se incrementaron y se estabilizaron.
De manera subsiguiente a las particiones en materia de petróleo y de aluminio, las participaciones en el mercado de las firmas dominantes declinaron de alguna forma y los competidores más chicos expandieron sus actividades. Pero este desarrollo no fue necesariamente eficiente o pro-consumidor. Es probable, que las particiones impidieran el aprovechamiento de las eficiencias que traen aparejadas la integración (especialmente en la industria petrolera), causando alzas en los costos y en los precios, las que permitieron que los competidores menos eficientes expandiesen la producción y las ventas. En cuanto al aluminio, las restricciones ordenadas por los tribunales sobre las adquisiciones de instalaciones de aluminio de la Segunda Guerra Mundial, más el otorgamiento compulsivo de patentes a los rivales, volvieron a Alcoa un proveedor menos eficiente. En ambos casos, competidores particulares, pero no necesariamente los consumidores, se beneficiaron de la reglamentación antimonopólica.
El caso más próximo al de Microsoft es el de la separación acaecida en 1968 de la firma United Shoe Machinery, la cual fue evidentemente contraria a los consumidores y a los inversores. Como Microsoft, United Shoe era una firma dominante y agresivamente competitiva, que mantenía su posición en el mercado mediante masivas inversiones en tecnología de maquinarias para fabricar zapatos y precios bajos. Y como Microsoft, la misma a menudo vinculaba al alquiler de sus máquinas con ciertos servicios. El juez del proceso en verdad alabó la eficiencia económica en términos generales de United.
Pero como en el caso de Microsoft, los rivales más pequeños descubrieron que era difícil competir con la línea de maquinarias superiores de United y con los favorables contratos de alquiler a largo plazo. Esa dificultad—y no alguna inquietud relacionada con el bienestar de los consumidores o con la eficiencia—fue la consideración determinante del Juez. Acortó arbitrariamente los contratos de alquiler y le puso fin a la vinculación a efectos de favorecer a los competidores más chicos. En 1968, por insistencia del Departamento de Justicia, la Corte Suprema fue aún más lejos y le ordenó a United Shoe derivar significativos activos en maquinas para fabricar zapatos, subsidiando así a un nuevo “competidor,” y abstenerse de la competencia activa con el advenedizo durante cinco años. Este intento reglamentario para “crear competencia” probó ser desastroso: United Shoe Machinery, y la industria del zapato local a la que la empresa servía, declinaron ambas firmemente después del despojo. En la actualidad, la mayoría de los zapatos son producidos en el exterior.
Standard Oil, Alcoa, United Shoe Machinery—y especialmente Microsoft—todas ganaron sus posiciones iniciales en el mercado siendo más eficientes que sus rivales. Cualquier reglamentación o involución de una organización empresarial exitosa es probable que reduzca la eficiencia y el bienestar del consumidor. La historia antimonopólica está regada de ataques contra compañías exitosas y de intentos reglamentarios para redistribuirle el botín del éxito a los competidores menos eficientes. Tal proteccionismo antimonopólico es tanto inmoral como destructivo de la productividad y de la riqueza.
El Juez Jackson, habiendo ya decidido incorrectamente que Microsoft es un monopolio que restringe el comercio, no debería agravar su errores “fácticos” al ordenar alguna clase de reorganización industrial punitiva y socialmente perjudicial.
Este artículo se encuentra reimpreso con autorización de The Freeman, abril de 2000. © Copyright 2000, la Foundation for Economic Education.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa de la competencia y monopoliosEconomíaEmpresa e iniciativa empresarialReglamentación
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