La comunidad es variada y abarca desde los tradicionalistas que hablan inglés con tropiezos hasta una mujer que se convirtió del anglicanismo, presumiblemente cuando se casó con un musulmán.
Los demás residentes de Mercy son igualmente variados; incluyen al conductor de una radio anti-musulmana y a un benevolente ministro anglicano que le alquila a Rashid un espacio en su iglesia. Su sótano se convierte en una mezquita.
El debut de «Little Mosque» atrajo a 2.100.000 espectadores, lo que es inaudito para una serie televisiva cómica canadiense. Atrajo también la atención de los medios internacionales desde The New York Times hasta el Arab News y el Jerusalem Post.
Claramente, la gente está ansiosa por entender a las familias musulmanas que son (o pueden convertirse en) sus vecinos, los jóvenes que están jugando con sus hijos y los musulmanes que podrían convertirse en sus parientes políticos.
También, mucha gente está temerosa.
El segundo acontecimiento también ocurrió en enero en Herouxville, Quebec, una pequeña ciudad en las afueras de Montreal con una población de 1.300 personas. El alcalde de la ciudad y los concejales aprobaron una “publicación de estándares”—es decir, una declaración de normas para informar a los futuros inmigrantes del comportamiento que se espera de ellos.
Las prohibiciones, la mayor parte de las cuales está dirigida a los musulmanes, están generando un feroz debate en Canadá y han sido condenadas como anti-inmigrantes por un espectro diverso de organizaciones incluida la judia ‘B’nai Brith de Quebec y el Consejo Musulmán de Montreal. Y, no obstante, los estándares han despertado también la atención de los medios internacionales desde Inglaterra hasta Nueva Zelanda. Al igual que los más de 2 millones de espectadores de “Little Mosque,” el interés internacional habla del alto nivel de preocupación generado por los inmigrantes musulmanes.
Las prohibiciones son una mezcolanza bizarra. Por ejemplo, Herouxville prohíbe explícitamente a los “recién llegados” desde lapidar a las mujeres hasta la muerte o quemarlas vivas. Dado que estas cuestionables actividades ya son completamente ilegales, su prominente inclusión parecería ser tanto innecesaria como una “perpetuación de los estereotipos negativos”, tal como los grupos musulmanes se han quejado.
Otra prohibiciones probablemente son en sí mismas ilegales. Por ejemplo, una proscribe “la cobertura de los rostros en otra circunstancia que no sea en Halloween”, una referencia obvia al velo en la cara de las musulmanas.
Los grupos musulmanes canadienses han declarado su intención de presentar una queja ante la Comisión de Derechos Humanos de Quebec sobre la base de que la “publicación de los estándares” viola la Sección 27 de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades. La Sección expresa: “Esta Carta deberá ser interpretada de una manera consistente con la preservación y realce de la herencia multicultural de los canadienses”.
Dado que la “publicación de estándares” de Herouxville llamaba la atención de los “recién llegados” para que no recreen “la forma de vida que abandonaron cuando abandonaron sus países”, el cuestionamiento es probable que tenga éxito.
Así lo espero. Parece impulsado por el temor.
Tanto el temor como la curiosidad crecerá a medida que los musulmanes se muden a los vecindarios. Pero la mejor forma de generar un buen vecino sigue siendo la misma: Sea usted mismo un buen vecino, no una persona que le dice a otros qué se puede poner.
Las probabilidades de que musulmanes se muden a un vecindario canadiense son altas.
La población del país es levemente menor a los 33 millones; unos estimados 600.000 a 650.000 son musulmanes.
La población de los Estados Unidos es aproximadamente de 300 millones pero el número de musulmanes incluido es un asunto de considerable debate. Las estimaciones abarcan desde un mínimo de 1.100.000 (2001) a un máximo de 7 millones (2002), mientras que la American Society of Muslims estima que son entre 2 y 3 millones (2006). A medida que la población musulmana aumenta (tal como parece estar ocurriendo), en gran medida la misma dinámica que tiene lugar en Canadá ocurrirá en los EE.UU..
Sería preferible si la dinámica fuese no-violenta y que apunte al entendimiento; sería mejor si la curiosidad le gana al temor.
“Little Mosque” se mueve en la dirección correcta mediante el empleo de una de las pocas cosas que puede neutralizar a las diferencias culturales: el humor.
Es hilarante. Hasta ahora mi escena favorita: Las feministas locales realizan un piquete frente a la mezquita porque es considerada una barricada detrás de la cual las mujeres rezarán. Una mujer negra es una chillona defensora de la segregación y riñe furiosamente con la anglicana conversa (una mujer blanca).
La musulmana blanca afirma estar de acuerdo con los piquetes. Pero añade que, como una mujer blanca “de privilegio”, no se siente capaz de decirle a una mujer negra cómo orar.
La feminista luce espantada y expresa con horror, “no quise ofender a nadie” antes de abandonar la escena.
¿Cómo se resuelve la barricada? En gran medida del mismo modo en que sospecho se solucionará el problema del “inmigrante musulmán”.
Rashid erige una barricada a lo ancho de la mitad de la mezquita solamente de modo tal que las mujeres puedan escoger ser segregadas o no. Los hombres no se encuentran satisfechos: cada facción de mujeres rezonga. Pero todos pueden vivir con ello.
Traducido por Gabriel Gasave
La conexión cultural: Sus nuevos vecinos musulmanes
La comunidad es variada y abarca desde los tradicionalistas que hablan inglés con tropiezos hasta una mujer que se convirtió del anglicanismo, presumiblemente cuando se casó con un musulmán.
Los demás residentes de Mercy son igualmente variados; incluyen al conductor de una radio anti-musulmana y a un benevolente ministro anglicano que le alquila a Rashid un espacio en su iglesia. Su sótano se convierte en una mezquita.
El debut de «Little Mosque» atrajo a 2.100.000 espectadores, lo que es inaudito para una serie televisiva cómica canadiense. Atrajo también la atención de los medios internacionales desde The New York Times hasta el Arab News y el Jerusalem Post.
Claramente, la gente está ansiosa por entender a las familias musulmanas que son (o pueden convertirse en) sus vecinos, los jóvenes que están jugando con sus hijos y los musulmanes que podrían convertirse en sus parientes políticos.
También, mucha gente está temerosa.
El segundo acontecimiento también ocurrió en enero en Herouxville, Quebec, una pequeña ciudad en las afueras de Montreal con una población de 1.300 personas. El alcalde de la ciudad y los concejales aprobaron una “publicación de estándares”—es decir, una declaración de normas para informar a los futuros inmigrantes del comportamiento que se espera de ellos.
Las prohibiciones, la mayor parte de las cuales está dirigida a los musulmanes, están generando un feroz debate en Canadá y han sido condenadas como anti-inmigrantes por un espectro diverso de organizaciones incluida la judia ‘B’nai Brith de Quebec y el Consejo Musulmán de Montreal. Y, no obstante, los estándares han despertado también la atención de los medios internacionales desde Inglaterra hasta Nueva Zelanda. Al igual que los más de 2 millones de espectadores de “Little Mosque,” el interés internacional habla del alto nivel de preocupación generado por los inmigrantes musulmanes.
Las prohibiciones son una mezcolanza bizarra. Por ejemplo, Herouxville prohíbe explícitamente a los “recién llegados” desde lapidar a las mujeres hasta la muerte o quemarlas vivas. Dado que estas cuestionables actividades ya son completamente ilegales, su prominente inclusión parecería ser tanto innecesaria como una “perpetuación de los estereotipos negativos”, tal como los grupos musulmanes se han quejado.
Otra prohibiciones probablemente son en sí mismas ilegales. Por ejemplo, una proscribe “la cobertura de los rostros en otra circunstancia que no sea en Halloween”, una referencia obvia al velo en la cara de las musulmanas.
Los grupos musulmanes canadienses han declarado su intención de presentar una queja ante la Comisión de Derechos Humanos de Quebec sobre la base de que la “publicación de los estándares” viola la Sección 27 de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades. La Sección expresa: “Esta Carta deberá ser interpretada de una manera consistente con la preservación y realce de la herencia multicultural de los canadienses”.
Dado que la “publicación de estándares” de Herouxville llamaba la atención de los “recién llegados” para que no recreen “la forma de vida que abandonaron cuando abandonaron sus países”, el cuestionamiento es probable que tenga éxito.
Así lo espero. Parece impulsado por el temor.
Tanto el temor como la curiosidad crecerá a medida que los musulmanes se muden a los vecindarios. Pero la mejor forma de generar un buen vecino sigue siendo la misma: Sea usted mismo un buen vecino, no una persona que le dice a otros qué se puede poner.
Las probabilidades de que musulmanes se muden a un vecindario canadiense son altas.
La población del país es levemente menor a los 33 millones; unos estimados 600.000 a 650.000 son musulmanes.
La población de los Estados Unidos es aproximadamente de 300 millones pero el número de musulmanes incluido es un asunto de considerable debate. Las estimaciones abarcan desde un mínimo de 1.100.000 (2001) a un máximo de 7 millones (2002), mientras que la American Society of Muslims estima que son entre 2 y 3 millones (2006). A medida que la población musulmana aumenta (tal como parece estar ocurriendo), en gran medida la misma dinámica que tiene lugar en Canadá ocurrirá en los EE.UU..
Sería preferible si la dinámica fuese no-violenta y que apunte al entendimiento; sería mejor si la curiosidad le gana al temor.
“Little Mosque” se mueve en la dirección correcta mediante el empleo de una de las pocas cosas que puede neutralizar a las diferencias culturales: el humor.
Es hilarante. Hasta ahora mi escena favorita: Las feministas locales realizan un piquete frente a la mezquita porque es considerada una barricada detrás de la cual las mujeres rezarán. Una mujer negra es una chillona defensora de la segregación y riñe furiosamente con la anglicana conversa (una mujer blanca).
La musulmana blanca afirma estar de acuerdo con los piquetes. Pero añade que, como una mujer blanca “de privilegio”, no se siente capaz de decirle a una mujer negra cómo orar.
La feminista luce espantada y expresa con horror, “no quise ofender a nadie” antes de abandonar la escena.
¿Cómo se resuelve la barricada? En gran medida del mismo modo en que sospecho se solucionará el problema del “inmigrante musulmán”.
Rashid erige una barricada a lo ancho de la mitad de la mezquita solamente de modo tal que las mujeres puedan escoger ser segregadas o no. Los hombres no se encuentran satisfechos: cada facción de mujeres rezonga. Pero todos pueden vivir con ello.
Traducido por Gabriel Gasave
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