Un año atrás, el 23 de junio, la Suprema Corte se pronunció en favor de la acción afirmativa (AA) en dos causas que desafiaban a la política de admisiones de la University of Michigan (U-M). No obstante ello, Ted Shaw, presidente del Legal Defense Fund de la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP), ha expresado, “en este año transcurrido desde el caso de Michigan…algunas instituciones se han retirado de la acción afirmativa pese a que ganamos el caso.” ¿Por qué la AA se encuentra en descenso?
Existen varias razones. Primero, las decisiones de la Suprema Corte no fueron una victoria clara, con la causa principal “Grutter v. Bollinger et al.” resuelta en base a una cerrada votación de 5 a 4. En la segunda causa, “Gratz et al. v. Bollinger et al.”, la Corte tumbó a la específica política de la AA empleada para la admisión de los no graduados e insistió sobre un enfoque más ‘holístico’ de la evaluación.
La ambigua actitud de la Suprema Corte hacia la AA en la academia tuvo su eco a través de los tribunales inferiores a lo largo de los Estados Unidos, con algunos estados rechazando de manera explícita a la política. El Viernes pasado, por ejemplo, una cámara de apelaciones de Florida rechazó un desafío de la NAACP a los fallos que eliminaron las preferencias raciales y de genero en las admisiones a las universidades públicas. Es cierto, el rechazo se baso en una tecnicismo pero la circunstancia persiste: los defensores de la AA no pueden ya más asumir que los tribunales sonreirán sobre sus objetivos o los facilitarán.
Incluso los fallos de los tribunales favorables pueden causarle problemas a la AA. Las evaluaciones holísticas ordenadas por la Suprema Corte reemplazan a las formulas más rápidas y más simples que automáticamente les asignaban “créditos” a las minorías. Esto significa que las universidades carentes de fondos tengan que contratar personal extra para evaluar los largos formularios de solicitud si desean “cumplir.” La oficina de admisiones de no graduados de la U-M, por ejemplo, gastó $1.8 millones para contratar nuevo personal y adaptar su procesos de solicitudes.
El costo del no cumplimiento es alto, con los estudiantes “excluidos” deseando de manera creciente incoar demandas por discriminación. Al hacerlo, encuentran el apoyo de dos agresivas organizaciones, el Center for Equal Opportunity y el Center for Individual Rights, los cuales representaron a los demandantes en la acusa de la U-M. Ambas organizaciones están intentando extender las becas basadas en la raza y los programas de reclutamiento para todos los estudiantes. Cada una de ellas emplea un argumento familiar para los defensores de la AA: los derechos civiles.
Otra barrera para las políticas de la AA basadas en la raza y en el género es un creciente percepción de que las mismas se encuentran de facto obsoletas. En la opinión de la U-M, Sandra Day O»Connor destacó que la acción afirmativa no será necesaria dentro de 25 años. Muchos consideran a esa estimación de tiempo salvajemente pesimista: la AA no es necesaria hoy por hoy.
Cualquiera sea la estimación que usted utilice, las universidades se encuentra renuentes a invertir en un programa que puede estar emprendiendo su retirada. Una gran parte de la obsolescencia de la AA proviene del impacto colectivo de la sostenida y apasionada crítica de la política como injusta.
En sus raíces, la AA es una ambiciosa campaña de ingeniería social. Es un intento de redistribuir el poder social y económico forzando a las instituciones – a través de la ley y de los precedentes jurisprudenciales – a preferir a las mujeres y a las minorías. El sentimiento subyacente es uno noble, el que está siendo malamente utilizado. Hablando en oposición a la causa de la U-M, el Presidente Bush sostuvo, “Apoyo vigorosamente la diversidad de todas las clases, incluida la diversidad racial en la educación superior. Pero el método empleado por la University of Michigan para alcanzar esta importante meta es fundamentalmente defectuoso.”
Es el momento de cuestionarse si la AA es un objetivo noble. Los defensores de las políticas de la U-M se expresan en términos colectivos acerca de la desventaja de la raza y de las inequidades del género. Con lo que no tratan es con los individuos. Las política de admisión de la AA (y otras) no ven a los méritos individuales de su hijo o de su hija en la calificación promedio que ellos han luchado por mantener, a las organizaciones voluntarias a las que se han unido, a los soñadores seres humanos que ellos son.
En cambio, la AA defiende percibir el color de la piel y los órganos genitales. No hay nada de noble respecto de esa visión.
¿Cómo ocurrió esto?
La AA se inició el 19 de junio de 1963, cuando el Presidente John F. Kennedy envió al Congreso la Ley de los Derechos Civiles (CRA su sigla en ingles) para contrarrestar a la discriminación racial en los lugares de trabajo. La CRA, pensada en principio para los negros, encontró una fuerte oposición política. El 22 de noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado. Su sucesor Lyndon B. Johnson proclamó, “Ninguna oración en su memoria o elogio podría honrar de manera más elocuente a la memoria del Presidente Kennedy que la pronta sanción de la ley de los derechos civiles por la cual peleó por tanto tiempo.” Pero la oposición aún era fuerte.
El 8 de febrero de 1964, el congresista Howard W. Smith de Virginia cometió un colosal error de calculo en la Cámara de Representantes. En un intento por bloquear la CRA, sugirió insertar la palabra ‘sexo’ después de la palabra ‘religión’ donde fuese que la misma aparecía en el Titulo VII, lo cual garantizaría las prácticas laborales ‘justas’. Ligándola al entonces controversial movimiento de las mujeres, Smith esperaba matar a la CRA.
En su libro “Freedom Will Conquer Racism and Sexism”, J. Edward Pawlick, comenta sobre la reacción en la Cámara. “Las risas se volvieron tan fuertes… que el congresista Smith tuvo que detenerse.” Falsamente, Smith le aseguró a la Cámara que era en serio. El engaño resultó un tiro por la culata. La CRA fue sancionada.
Durante décadas, el gobierno había impuesto de facto cuotas y estándares de prácticas justas para las mujeres (y las minorías) en los empleos y en el mundo académico. Esa no había sido la intención de Kennedy.
Gandhi dijo una vez que los medios son los fines en proceso. No es posible alcanzar la igualdad y la tolerancia instituyendo políticas de preferencia y exclusión. El resultado será solamente más preferencia y más exclusión.
Traducido por Gabriel Gasave
La declinación de la Acción Afirmativa
Un año atrás, el 23 de junio, la Suprema Corte se pronunció en favor de la acción afirmativa (AA) en dos causas que desafiaban a la política de admisiones de la University of Michigan (U-M). No obstante ello, Ted Shaw, presidente del Legal Defense Fund de la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP), ha expresado, “en este año transcurrido desde el caso de Michigan…algunas instituciones se han retirado de la acción afirmativa pese a que ganamos el caso.” ¿Por qué la AA se encuentra en descenso?
Existen varias razones. Primero, las decisiones de la Suprema Corte no fueron una victoria clara, con la causa principal “Grutter v. Bollinger et al.” resuelta en base a una cerrada votación de 5 a 4. En la segunda causa, “Gratz et al. v. Bollinger et al.”, la Corte tumbó a la específica política de la AA empleada para la admisión de los no graduados e insistió sobre un enfoque más ‘holístico’ de la evaluación.
La ambigua actitud de la Suprema Corte hacia la AA en la academia tuvo su eco a través de los tribunales inferiores a lo largo de los Estados Unidos, con algunos estados rechazando de manera explícita a la política. El Viernes pasado, por ejemplo, una cámara de apelaciones de Florida rechazó un desafío de la NAACP a los fallos que eliminaron las preferencias raciales y de genero en las admisiones a las universidades públicas. Es cierto, el rechazo se baso en una tecnicismo pero la circunstancia persiste: los defensores de la AA no pueden ya más asumir que los tribunales sonreirán sobre sus objetivos o los facilitarán.
Incluso los fallos de los tribunales favorables pueden causarle problemas a la AA. Las evaluaciones holísticas ordenadas por la Suprema Corte reemplazan a las formulas más rápidas y más simples que automáticamente les asignaban “créditos” a las minorías. Esto significa que las universidades carentes de fondos tengan que contratar personal extra para evaluar los largos formularios de solicitud si desean “cumplir.” La oficina de admisiones de no graduados de la U-M, por ejemplo, gastó $1.8 millones para contratar nuevo personal y adaptar su procesos de solicitudes.
El costo del no cumplimiento es alto, con los estudiantes “excluidos” deseando de manera creciente incoar demandas por discriminación. Al hacerlo, encuentran el apoyo de dos agresivas organizaciones, el Center for Equal Opportunity y el Center for Individual Rights, los cuales representaron a los demandantes en la acusa de la U-M. Ambas organizaciones están intentando extender las becas basadas en la raza y los programas de reclutamiento para todos los estudiantes. Cada una de ellas emplea un argumento familiar para los defensores de la AA: los derechos civiles.
Otra barrera para las políticas de la AA basadas en la raza y en el género es un creciente percepción de que las mismas se encuentran de facto obsoletas. En la opinión de la U-M, Sandra Day O»Connor destacó que la acción afirmativa no será necesaria dentro de 25 años. Muchos consideran a esa estimación de tiempo salvajemente pesimista: la AA no es necesaria hoy por hoy.
Cualquiera sea la estimación que usted utilice, las universidades se encuentra renuentes a invertir en un programa que puede estar emprendiendo su retirada. Una gran parte de la obsolescencia de la AA proviene del impacto colectivo de la sostenida y apasionada crítica de la política como injusta.
En sus raíces, la AA es una ambiciosa campaña de ingeniería social. Es un intento de redistribuir el poder social y económico forzando a las instituciones – a través de la ley y de los precedentes jurisprudenciales – a preferir a las mujeres y a las minorías. El sentimiento subyacente es uno noble, el que está siendo malamente utilizado. Hablando en oposición a la causa de la U-M, el Presidente Bush sostuvo, “Apoyo vigorosamente la diversidad de todas las clases, incluida la diversidad racial en la educación superior. Pero el método empleado por la University of Michigan para alcanzar esta importante meta es fundamentalmente defectuoso.”
Es el momento de cuestionarse si la AA es un objetivo noble. Los defensores de las políticas de la U-M se expresan en términos colectivos acerca de la desventaja de la raza y de las inequidades del género. Con lo que no tratan es con los individuos. Las política de admisión de la AA (y otras) no ven a los méritos individuales de su hijo o de su hija en la calificación promedio que ellos han luchado por mantener, a las organizaciones voluntarias a las que se han unido, a los soñadores seres humanos que ellos son.
En cambio, la AA defiende percibir el color de la piel y los órganos genitales. No hay nada de noble respecto de esa visión.
¿Cómo ocurrió esto?
La AA se inició el 19 de junio de 1963, cuando el Presidente John F. Kennedy envió al Congreso la Ley de los Derechos Civiles (CRA su sigla en ingles) para contrarrestar a la discriminación racial en los lugares de trabajo. La CRA, pensada en principio para los negros, encontró una fuerte oposición política. El 22 de noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado. Su sucesor Lyndon B. Johnson proclamó, “Ninguna oración en su memoria o elogio podría honrar de manera más elocuente a la memoria del Presidente Kennedy que la pronta sanción de la ley de los derechos civiles por la cual peleó por tanto tiempo.” Pero la oposición aún era fuerte.
El 8 de febrero de 1964, el congresista Howard W. Smith de Virginia cometió un colosal error de calculo en la Cámara de Representantes. En un intento por bloquear la CRA, sugirió insertar la palabra ‘sexo’ después de la palabra ‘religión’ donde fuese que la misma aparecía en el Titulo VII, lo cual garantizaría las prácticas laborales ‘justas’. Ligándola al entonces controversial movimiento de las mujeres, Smith esperaba matar a la CRA.
En su libro “Freedom Will Conquer Racism and Sexism”, J. Edward Pawlick, comenta sobre la reacción en la Cámara. “Las risas se volvieron tan fuertes… que el congresista Smith tuvo que detenerse.” Falsamente, Smith le aseguró a la Cámara que era en serio. El engaño resultó un tiro por la culata. La CRA fue sancionada.
Durante décadas, el gobierno había impuesto de facto cuotas y estándares de prácticas justas para las mujeres (y las minorías) en los empleos y en el mundo académico. Esa no había sido la intención de Kennedy.
Gandhi dijo una vez que los medios son los fines en proceso. No es posible alcanzar la igualdad y la tolerancia instituyendo políticas de preferencia y exclusión. El resultado será solamente más preferencia y más exclusión.
Traducido por Gabriel Gasave
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