A pesar de que la escalada del Presidente Bush de la Guerra de Irak ha sido resistida por una sustancial mayoría del pueblo estadounidense, muchos generales, el Grupo de Estudio Sobre Irak, y la gran mayoría de los demócratas y algunos republicanos en el Congreso, la oposición más importante puede provenir de los iraquíes. Pese a que Bush tuvo inconvenientes para interpretar correctamente los resultados de las elecciones parlamentarias de noviembre de 2006, el Primer Ministro iraquí Nuri Kamal al-Maliki recibió el mensaje de manera fuerte y clara. Cuando Maliki se reunió con Bush en Amman, Jordania, más tarde en noviembre, esperaba que el recientemente castigado presidente estadounidense sería lo suficientemente sensible para morigerar el perfil de los EE.UU. en Bagdad. Maliki exigió que los Estados Unidos traspasasen la mayor parte de las responsabilidades atinentes a la seguridad en Bagdad al gobierno iraquí y el retiro de las fuerzas estadounidenses a las afueras de la capital. Sin embargo, en lugar de entrenar a las fuerzas de seguridad iraquíes y encaminarse hacia la salida, el presidente ha decidido hacer lo opuesto. Su escalada de la guerra resultará ahora en que las tropas de los EE.UU. soporten el embate de combatir y perecer en la capital iraquí.
Pese a que las fuerzas estadounidenses habrán sido fortalecidas, su misión también habrá sido sustancialmente expandida. En vez de meramente combatir a los insurgentes sunnitas, ahora irán tras las milicias chiítas, tales como el Ejército Mahdi de Moktada al-Sadr, la mayor de dichas milicias en Irak. Si las tropas de los Estados Unidos realmente se dirigen a la Ciudad de Sadr para atacar al Ejército Mahdi, bien pueden tener la lucha en sus manos—tal como la tuvieron en Najaf en 2004. También, en vez de mantener a la escalada estadounidense en secreto e impactar a los insurgentes sunnitas y quizás al Ejército Mahdi con “sorpresa y pavor”, el ingreso gradual de los 21.000 efectivos adicionales poco a poco en Irak telegrafiará el golpe, tornándolo así mucho menos efectivo en el debilitamiento de estas facciones. Más que probable, la violencia en Bagdad disminuirá solamente de modo temporal y luego seguirá incrementándose en el largo plazo—una reiteración de la última vez que los Estados Unidos enviaron fuerzas adicionales a Bagdad.
El gobierno iraquí hará todo lo que pueda para impedir el ingreso de los efectivos estadounidenses en la Ciudad de Sadr, debido a que el gobierno colapsará sin el apoyo crítico de al-Sadr. Según el Secretario de Defensa Robert Gates, si el gobierno iraquí no envía los efectivos que prometió, el dinero para la reconstrucción, y el progreso en cumplir con otras exigencias, los Estados Unidos podrían detener el incremento mes a mes de los efectivos antes de que sea alcanzado el nivel de 21.000. Dado que el gobierno iraquí no está entusiasmado con la escalada estadounidense en primer lugar, esta amenaza de los EE.UU. luce vacía. Es como amenazar con aplazar la cucharada de aceite de castor de un niño si él o ella fallan en hacer su tarea escolar.
Un indicio de que el gobierno iraquí puede no estar “consiguiendo algo con el programa”, fue su reciente exigencia de que los Estados Unidos liberasen a cinco funcionarios iraníes, capturados en Irak, quienes estaban aparentemente asociados con una organización que suministra armas a los extremistas iraquíes y apoya ataques contra los efectivos estadounidenses.
Desafortunadamente, insertar más tropas de los EE.UU. en lo que promete ser una guerra civil multi-sectorial, en apoyo de un gobierno iraquí que es amistoso con los enemigos de los Estados Unidos, no luce como proclive a ganar el premio a la “política pública del año”. Bagdad se ha tornado subdividida en enclaves sectarios más y más pequeños con milicias más pequeñas y más peligrosas custodiándolos. Esta balcanización hace que las milicias sean más difíciles de controlar y más remota la probabilidad de un acuerdo negociado entre las partes. Pero según el Washington Post, el Teniente Coronel Fred Johnson, sub-comandante de la 3ra Brigada Stryker, 2da División de Infantería, pueden haber buenas noticias. Johnson dijo que unas fuerzas estadounidenses incrementadas podrían terminar con la violencia sectaria entre los militantes sunnitas y chiítas en virtud de que “cuando están pensando en nosotros, no se estarán matando entre sí”. Sus soldados, quienes podrían ahora ser atacados tanto por los sunnitas como los chiítas, podrían no estar tan excitados como parece respecto de esta nueva realidad.
Otra forma de sacar el fuego de la violencia sectaria, espera la administración Bush, es la de negociar al estilo de Franklin Delano Roosevelt de “cavar el pozo y volverlo a llenar en” proyectos de obras públicas y la revitalización de las decrepitas e ineficientes industrias estatales iraquíes. La administración está procurando rescatar su fallido intento de ser la niñera militar de Irak con incluso más socialismo. El gobierno iraquí, tratando de desprenderse de los agotadores gastos de tales industrias dinosaurias, tampoco puede que esté del todo feliz acerca de este esfuerzo.
Sin mucho apoyo del gobierno iraquí y de los grupos que lo apuntalan, la nueva iniciativa de los Estados Unidos para aplazar la derrota en la Guerra de Irak está probablemente condenada a fracasar.
Traducido por Gabriel Gasave
La escalada estadounidense en Irak arruinada por la oposición chiíta
A pesar de que la escalada del Presidente Bush de la Guerra de Irak ha sido resistida por una sustancial mayoría del pueblo estadounidense, muchos generales, el Grupo de Estudio Sobre Irak, y la gran mayoría de los demócratas y algunos republicanos en el Congreso, la oposición más importante puede provenir de los iraquíes. Pese a que Bush tuvo inconvenientes para interpretar correctamente los resultados de las elecciones parlamentarias de noviembre de 2006, el Primer Ministro iraquí Nuri Kamal al-Maliki recibió el mensaje de manera fuerte y clara. Cuando Maliki se reunió con Bush en Amman, Jordania, más tarde en noviembre, esperaba que el recientemente castigado presidente estadounidense sería lo suficientemente sensible para morigerar el perfil de los EE.UU. en Bagdad. Maliki exigió que los Estados Unidos traspasasen la mayor parte de las responsabilidades atinentes a la seguridad en Bagdad al gobierno iraquí y el retiro de las fuerzas estadounidenses a las afueras de la capital. Sin embargo, en lugar de entrenar a las fuerzas de seguridad iraquíes y encaminarse hacia la salida, el presidente ha decidido hacer lo opuesto. Su escalada de la guerra resultará ahora en que las tropas de los EE.UU. soporten el embate de combatir y perecer en la capital iraquí.
Pese a que las fuerzas estadounidenses habrán sido fortalecidas, su misión también habrá sido sustancialmente expandida. En vez de meramente combatir a los insurgentes sunnitas, ahora irán tras las milicias chiítas, tales como el Ejército Mahdi de Moktada al-Sadr, la mayor de dichas milicias en Irak. Si las tropas de los Estados Unidos realmente se dirigen a la Ciudad de Sadr para atacar al Ejército Mahdi, bien pueden tener la lucha en sus manos—tal como la tuvieron en Najaf en 2004. También, en vez de mantener a la escalada estadounidense en secreto e impactar a los insurgentes sunnitas y quizás al Ejército Mahdi con “sorpresa y pavor”, el ingreso gradual de los 21.000 efectivos adicionales poco a poco en Irak telegrafiará el golpe, tornándolo así mucho menos efectivo en el debilitamiento de estas facciones. Más que probable, la violencia en Bagdad disminuirá solamente de modo temporal y luego seguirá incrementándose en el largo plazo—una reiteración de la última vez que los Estados Unidos enviaron fuerzas adicionales a Bagdad.
El gobierno iraquí hará todo lo que pueda para impedir el ingreso de los efectivos estadounidenses en la Ciudad de Sadr, debido a que el gobierno colapsará sin el apoyo crítico de al-Sadr. Según el Secretario de Defensa Robert Gates, si el gobierno iraquí no envía los efectivos que prometió, el dinero para la reconstrucción, y el progreso en cumplir con otras exigencias, los Estados Unidos podrían detener el incremento mes a mes de los efectivos antes de que sea alcanzado el nivel de 21.000. Dado que el gobierno iraquí no está entusiasmado con la escalada estadounidense en primer lugar, esta amenaza de los EE.UU. luce vacía. Es como amenazar con aplazar la cucharada de aceite de castor de un niño si él o ella fallan en hacer su tarea escolar.
Un indicio de que el gobierno iraquí puede no estar “consiguiendo algo con el programa”, fue su reciente exigencia de que los Estados Unidos liberasen a cinco funcionarios iraníes, capturados en Irak, quienes estaban aparentemente asociados con una organización que suministra armas a los extremistas iraquíes y apoya ataques contra los efectivos estadounidenses.
Desafortunadamente, insertar más tropas de los EE.UU. en lo que promete ser una guerra civil multi-sectorial, en apoyo de un gobierno iraquí que es amistoso con los enemigos de los Estados Unidos, no luce como proclive a ganar el premio a la “política pública del año”. Bagdad se ha tornado subdividida en enclaves sectarios más y más pequeños con milicias más pequeñas y más peligrosas custodiándolos. Esta balcanización hace que las milicias sean más difíciles de controlar y más remota la probabilidad de un acuerdo negociado entre las partes. Pero según el Washington Post, el Teniente Coronel Fred Johnson, sub-comandante de la 3ra Brigada Stryker, 2da División de Infantería, pueden haber buenas noticias. Johnson dijo que unas fuerzas estadounidenses incrementadas podrían terminar con la violencia sectaria entre los militantes sunnitas y chiítas en virtud de que “cuando están pensando en nosotros, no se estarán matando entre sí”. Sus soldados, quienes podrían ahora ser atacados tanto por los sunnitas como los chiítas, podrían no estar tan excitados como parece respecto de esta nueva realidad.
Otra forma de sacar el fuego de la violencia sectaria, espera la administración Bush, es la de negociar al estilo de Franklin Delano Roosevelt de “cavar el pozo y volverlo a llenar en” proyectos de obras públicas y la revitalización de las decrepitas e ineficientes industrias estatales iraquíes. La administración está procurando rescatar su fallido intento de ser la niñera militar de Irak con incluso más socialismo. El gobierno iraquí, tratando de desprenderse de los agotadores gastos de tales industrias dinosaurias, tampoco puede que esté del todo feliz acerca de este esfuerzo.
Sin mucho apoyo del gobierno iraquí y de los grupos que lo apuntalan, la nueva iniciativa de los Estados Unidos para aplazar la derrota en la Guerra de Irak está probablemente condenada a fracasar.
Traducido por Gabriel Gasave
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