El tablero informativo del sitio en la Internet de la revista Ms. hizo erupción con una crisis explosiva la semana pasada cuando un frecuente colaborador del mismo fue “expulsado” por ser un transexual. Esta prominente voz anti-hombres en el foro había nacido hombre y se convirtió en mujer mediante la asistencia médica.
¿O no fue así? La discusión resultante gira en torno a si el sexo femenino era biológico o construido por la sociedad. El debate dividió al tablero informativo de Ms., con un grupo bregando por el establecimiento de un tablero “Mujer Nacida Mujer” que excluyera a las “WBM” (siglas en inglés para Woman Born Man, es decir Mujer Nacida Hombre), también conocidas como “M2Fs” (Male to Female, es decir De Hombre a Mujer).
El boletín informativo de Ms. ofrece un microcosmos de lo que política de la identidad ha generado sobre la sociedad. Las políticas de identidad son una aproximación al análisis político y a la acción que ven a la identidad del grupo como el basamento para este análisis y esta acción. La reyerta también reveló lo absurdo de este enfoque.
La política de exclusión y de separación grupal, la política de la identidad, se inició dentro del feminismo afirmando que los hombres no podrían ser feministas debido a que los mismos no compartían la experiencia colectiva de las mujeres. Luego, las mujeres “anti-feministas” fueron rechazadas porque su adoctrinamiento social les impedía percatarse de que eran parte de la experiencia colectiva. Desde allí, la división continuó. Las mujeres blancas no podían hablar por las minorías, las heterosexuales no podían comprender a las lesbianas, las nacidas-mujer no podían estar representadas por los transexuales quienes jamás podrían ser comprendidos por los travestis.
La política de la identidad es una parte esencial de lo que define a las actuales cuestiones del género, a las relaciones de raza y al movimiento de homosexuales y lesbianas. La misma es aplicada de un modo hipócrita a los acontecimientos más insignificantes. Considérese el caso de la “madre que estaciona en doble-fila.”
Un altercado se desató cuando dos madres (blancas) se cansaron de que una tercera madre (negra) habitualmente estacionase en doble-fila frente a una escuela primaria a la cual todas ellas iban a recoger a sus hijos. Debido al lenguaje que la mujer negra les espetó a las otras madres, la madre negra enfrenta ahora dos cargos de “intimidación étnica,” los cuales acarrean una condena posible de hasta dos años. A su vez, ella lanzó una defensa que un debe ser confirmada de haber sufrido la pérdida de su embarazo debido a la discusión.
El Reverendo Horace Sheffield—presidente del capítulo de Michigan de la National Action Network, el grupo por los derechos civiles fundado por el Rev. Al Sharpton—ha declarado públicamente: “Estas mujeres blancas han literalmente desgarrado a este niño negro del vientre de una mujer negra …”
El incidente debería haber demostrado que ambas razas actuaron como idiotas bajo el dominio del furor del tráfico. Pero la política de identidad ve al conflicto de clases incluso al estacionarse en doble fila.
Una asunción clave de la política de la identidad es que solamente alguien que vive una experiencia puede entenderla y, de esa forma, tener el derecho de hablar de la misma. Un ejemplo políticamente neutral de esto sería: “sólo aquellos que han padecido de un tumor cerebral pueden entender lo que se siente.” Hasta aquí, la afirmación es cierta.
Pero, inclusive un individuo saludable ha tenido alguna experiencia con el dolor y la presión y posee algún sustento para comprender el sufrimiento. Se relaciona e identifica a través de una experiencia común, aunque no idéntica.
¿Qué hay respecto de los médicos que conocen más acerca de los tumores que aquellos que los padecen? Si tan solo aquellos con tumores cerebrales tienen derecho a hablar, ¿deberían los médicos permanecer en silencio?
El paralelo en el feminismo es que, a pesar de que un hombre no experimenta la feminidad, de todas formas comprende la injusticia. Dependiendo de sus experiencias de vida, un hombre puede identificarse con un víctima de violación más profundamente que cualquier mujer lo hace. Además, al igual que el médico, los hombres pueden tener perspectivas sobre “las cosas de mujeres”, las cuales son valiosas precisamente porque son diferentes. Y “el sexo femenino” no es tan frágil como para ser lastimado por escuchar las opiniones de los hombres.
No hay nada inherentemente malo con dividir a la gente en categorías separadas o clases. Una clase puede ser definida por casi cualquier factor—nivel de ingresos, color de pelo, edad, nacionalidad, etc. El factor escogido depende del propósito de quien se encuentra realizando el agrupamiento. Los médicos a menudo dividen a los hombres y a las mujeres en clases diferentes: examinan a las mujeres por cáncer de senos y a los hombres por problemas prostáticos. Pero, al hacerlo, los médicos no niegan que tanto los hombres como las mujeres comparten la misma biología fundamental. por ejemplo, poseen los mismos requerimientos nutricionales básicos.
Igualmente, separar a los hombres y a las mujeres por propósitos políticos—tal vez a fin de discutir un aspecto del aborto—no sea una negación de la circunstancia de que ellos comparten intereses políticos fundamentales. Tanto los hombres como las mujeres gozan de los derechos humanos básicos que el pueblo todo detenta en común, tales como la libertad de expresión y de conciencia.
Sin embargo, al acentuar la separación y el antagonismo de los grupos, la política de la identidad rechaza la humanidad compartida que subyace a estas diferencias secundarias. Las diferencias entre los seres humanos se vuelven una fuente de división amarga antes que de una enriquecedora.
No obstante ello, incluso sobre este punto central, la política de la identidad se contradice a sí misma. Considérese que si es cierto que una persona debe experimentar algo a fin de hablar de ello, entonces cada individuo es la única persona que puede hablar de su propia experiencia porque cada uno es único. Pero la política de la identidad trata con la identidad colectiva. Para crear a un grupo llamado “mujer” en base a una masa de mujeres únicas, la política de la identidad debe sostener que la generalidad de la feminidad compartida es más importante que las diferencias individuales.
No impedida por las contradicciones en mi enfoque, iría un paso más allá. La categoría más amplia—la humanidad compartida de los hombres y las mujeres, negros y blancos—es más significativa que cualquier característica secundaria del genero o la raza. Somos, en principio y finalmente, todos seres humanos.
Traducido por Gabriel Gasave
La política de la identidad rechaza a la humanidad compartida
El tablero informativo del sitio en la Internet de la revista Ms. hizo erupción con una crisis explosiva la semana pasada cuando un frecuente colaborador del mismo fue “expulsado” por ser un transexual. Esta prominente voz anti-hombres en el foro había nacido hombre y se convirtió en mujer mediante la asistencia médica.
¿O no fue así? La discusión resultante gira en torno a si el sexo femenino era biológico o construido por la sociedad. El debate dividió al tablero informativo de Ms., con un grupo bregando por el establecimiento de un tablero “Mujer Nacida Mujer” que excluyera a las “WBM” (siglas en inglés para Woman Born Man, es decir Mujer Nacida Hombre), también conocidas como “M2Fs” (Male to Female, es decir De Hombre a Mujer).
El boletín informativo de Ms. ofrece un microcosmos de lo que política de la identidad ha generado sobre la sociedad. Las políticas de identidad son una aproximación al análisis político y a la acción que ven a la identidad del grupo como el basamento para este análisis y esta acción. La reyerta también reveló lo absurdo de este enfoque.
La política de exclusión y de separación grupal, la política de la identidad, se inició dentro del feminismo afirmando que los hombres no podrían ser feministas debido a que los mismos no compartían la experiencia colectiva de las mujeres. Luego, las mujeres “anti-feministas” fueron rechazadas porque su adoctrinamiento social les impedía percatarse de que eran parte de la experiencia colectiva. Desde allí, la división continuó. Las mujeres blancas no podían hablar por las minorías, las heterosexuales no podían comprender a las lesbianas, las nacidas-mujer no podían estar representadas por los transexuales quienes jamás podrían ser comprendidos por los travestis.
La política de la identidad es una parte esencial de lo que define a las actuales cuestiones del género, a las relaciones de raza y al movimiento de homosexuales y lesbianas. La misma es aplicada de un modo hipócrita a los acontecimientos más insignificantes. Considérese el caso de la “madre que estaciona en doble-fila.”
Un altercado se desató cuando dos madres (blancas) se cansaron de que una tercera madre (negra) habitualmente estacionase en doble-fila frente a una escuela primaria a la cual todas ellas iban a recoger a sus hijos. Debido al lenguaje que la mujer negra les espetó a las otras madres, la madre negra enfrenta ahora dos cargos de “intimidación étnica,” los cuales acarrean una condena posible de hasta dos años. A su vez, ella lanzó una defensa que un debe ser confirmada de haber sufrido la pérdida de su embarazo debido a la discusión.
El Reverendo Horace Sheffield—presidente del capítulo de Michigan de la National Action Network, el grupo por los derechos civiles fundado por el Rev. Al Sharpton—ha declarado públicamente: “Estas mujeres blancas han literalmente desgarrado a este niño negro del vientre de una mujer negra …”
El incidente debería haber demostrado que ambas razas actuaron como idiotas bajo el dominio del furor del tráfico. Pero la política de identidad ve al conflicto de clases incluso al estacionarse en doble fila.
Una asunción clave de la política de la identidad es que solamente alguien que vive una experiencia puede entenderla y, de esa forma, tener el derecho de hablar de la misma. Un ejemplo políticamente neutral de esto sería: “sólo aquellos que han padecido de un tumor cerebral pueden entender lo que se siente.” Hasta aquí, la afirmación es cierta.
Pero, inclusive un individuo saludable ha tenido alguna experiencia con el dolor y la presión y posee algún sustento para comprender el sufrimiento. Se relaciona e identifica a través de una experiencia común, aunque no idéntica.
¿Qué hay respecto de los médicos que conocen más acerca de los tumores que aquellos que los padecen? Si tan solo aquellos con tumores cerebrales tienen derecho a hablar, ¿deberían los médicos permanecer en silencio?
El paralelo en el feminismo es que, a pesar de que un hombre no experimenta la feminidad, de todas formas comprende la injusticia. Dependiendo de sus experiencias de vida, un hombre puede identificarse con un víctima de violación más profundamente que cualquier mujer lo hace. Además, al igual que el médico, los hombres pueden tener perspectivas sobre “las cosas de mujeres”, las cuales son valiosas precisamente porque son diferentes. Y “el sexo femenino” no es tan frágil como para ser lastimado por escuchar las opiniones de los hombres.
No hay nada inherentemente malo con dividir a la gente en categorías separadas o clases. Una clase puede ser definida por casi cualquier factor—nivel de ingresos, color de pelo, edad, nacionalidad, etc. El factor escogido depende del propósito de quien se encuentra realizando el agrupamiento. Los médicos a menudo dividen a los hombres y a las mujeres en clases diferentes: examinan a las mujeres por cáncer de senos y a los hombres por problemas prostáticos. Pero, al hacerlo, los médicos no niegan que tanto los hombres como las mujeres comparten la misma biología fundamental. por ejemplo, poseen los mismos requerimientos nutricionales básicos.
Igualmente, separar a los hombres y a las mujeres por propósitos políticos—tal vez a fin de discutir un aspecto del aborto—no sea una negación de la circunstancia de que ellos comparten intereses políticos fundamentales. Tanto los hombres como las mujeres gozan de los derechos humanos básicos que el pueblo todo detenta en común, tales como la libertad de expresión y de conciencia.
Sin embargo, al acentuar la separación y el antagonismo de los grupos, la política de la identidad rechaza la humanidad compartida que subyace a estas diferencias secundarias. Las diferencias entre los seres humanos se vuelven una fuente de división amarga antes que de una enriquecedora.
No obstante ello, incluso sobre este punto central, la política de la identidad se contradice a sí misma. Considérese que si es cierto que una persona debe experimentar algo a fin de hablar de ello, entonces cada individuo es la única persona que puede hablar de su propia experiencia porque cada uno es único. Pero la política de la identidad trata con la identidad colectiva. Para crear a un grupo llamado “mujer” en base a una masa de mujeres únicas, la política de la identidad debe sostener que la generalidad de la feminidad compartida es más importante que las diferencias individuales.
No impedida por las contradicciones en mi enfoque, iría un paso más allá. La categoría más amplia—la humanidad compartida de los hombres y las mujeres, negros y blancos—es más significativa que cualquier característica secundaria del genero o la raza. Somos, en principio y finalmente, todos seres humanos.
Traducido por Gabriel Gasave
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