La Revisión de la Postura Global, el análisis del Pentágono sobre los despliegues mundiales de las fuerzas estadounidenses, sólo ha introducido cambios graduales respecto al posicionamiento global de las tropas por parte de la administración Trump. En ciertas regiones del mundo -Europa y África Oriental y Occidental- es probable que la administración Biden revierta las reducciones de tropas de Trump. Además, Biden avanzará en su bien publicitada reanudación del "pivote hacia Asia [Oriental]" de la administración Obama, poniendo fin a los despliegues de efectivos estadounidenses en Afganistán e Irak, al tiempo que incrementa las bases, las fuerzas y las alianzas en Asia Oriental. Sin embargo, el número de efectivos incluso en este último cambio es de naturaleza progresiva, con mejoras en los aeródromos de la región de Asia-Pacífico y una nueva asociación entre los Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña para contrarrestar a una China en ascenso.
En síntesis, una nación con una asombrosa deuda de 29 billones de dólares (trillones en inglés) sigue intentando desempeñar el papel de policía mundial como lo hizo durante la Guerra Fría y las épocas inmediatamente posteriores a ella. Como un indicador del actual sobre estiramiento hegemónico estadounidense, los Estados Unidos representan el 39% del gasto mundial en defensa, pero menos del 16% del PBI mundial. En la actualidad, los Estados Unidos gastan en "defensa" lo que gastan los doce países siguientes juntos, lo cual en realidad significa una financiación de las fuerzas estadounidenses para proyectar poder en todo el mundo y continuar con este rol policial.
A pesar de su ligera reducción de efectivos en Afganistán e Irak, los Estados Unidos continuarán con su fuerte presencia naval en la región del Golfo Pérsico. Además, la administración Biden está dudando en continuar con el plan de Trump de retirar las fuerzas estadounidenses de Somalia, en el este de África, y ha prometido a Francia que ayudará en la lucha antiterrorista en África occidental, tal vez enviando más aviones y drones estadounidenses a esa región. Los efectivos serán incrementados gradualmente, en lugar de reducirse, en Europa.
A lo largo de la historia, muchos imperios han caído, o al menos se han visto obligados a replegarse, debido a una sobrecarga similar. Sería prudente que las futuras Revisiones de la Postura Global trataran honestamente este tipo de sobre estiramiento, pero el Departamento de Defensa, siempre en busca de mayores presupuestos sin importar las amenazas a la seguridad de los Estados Unidos, carece de incentivos para hacer poco más que exigir más dinero para lograr que la carga militar sobre la economía estadounidense sea aún mayor.
En teoría, dado que los fundadores de la nación estipularon en la Constitución que el Congreso tenía el poder de declarar la guerra, el Poder Legislativo también debería aprobar por adelantado cualquier despliegue de efectivos estadounidenses en el exterior. Incluso en la primera guerra después de la fundación de la nación -la cuasi-guerra no declarada contra el aliado de los Estados Unidos, Francia- el Congreso reguló cuidadosamente el despliegue de las fuerzas estadounidenses y las reglas de combate. Sin embargo, la presidencia imperial reclama ahora audazmente la jurisdicción exclusiva sobre el despliegue de las fuerzas estadounidenses en todo el mundo y rechaza cualquier interferencia del Congreso en esta función vital.
Sin embargo, los fundadores concibieron el rol del presidente como comandante en jefe de manera limitada. El jefe del Ejecutivo se limitaría a ejecutar la voluntad del Congreso en materia de política exterior y de guerra, al igual que lo hacía con la legislación dentro del país. La razón del limitado papel de comandante en jefe otorgado al presidente fue que los fundadores, tras haberse desprendido recientemente de un rey, consideraban que ninguna persona debía ser capaz de tomar medidas que pudieran involucrar al país en una guerra. Sin embargo, a lo largo de la historia estadounidense, los presidentes han anulado esencialmente la facultad del Congreso para tomar decisiones sobre la guerra y la paz al realizar repetida y unilateralmente despliegues provocadores de las fuerzas estadounidenses que fueron fundamentales para desencadenar conflictos bélicos. Esto puede verse en el período previo a la Guerra de México, la Guerra Civil, la Guerra de Vietnam y la Guerra del Golfo.
En virtud de que el Congreso suele ser reacio a cortar la financiación a posteriori cuando las fuerzas estadounidenses ya están bajo fuego, no basta con que el Congreso ejerza sus facultades bélicas limitándose a aprobar el dinero para la guerra. El Congreso no sólo debe reclamar sus poderes de guerra exigiendo el derecho a declarar la guerra antes de las hostilidades. Debe hacer valer su derecho a aprobar cualquier despliegue de efectivos estadounidenses en el exterior, tal como hizo a comienzos de la historia de la república. Permitir que el Ejecutivo se limite a informar al Congreso en la Revisión de la Postura Global acerca de dónde ha decidido desplegar tropas en el mundo supondrá renunciar a la facultad otorgada constitucionalmente al Congreso para tomar decisiones sobre la guerra y la paz.
Traducido por Gabriel Gasave
La revisión de la postura global sólo implica cambios menores en la hegemonía estadounidense
La Revisión de la Postura Global, el análisis del Pentágono sobre los despliegues mundiales de las fuerzas estadounidenses, sólo ha introducido cambios graduales respecto al posicionamiento global de las tropas por parte de la administración Trump. En ciertas regiones del mundo -Europa y África Oriental y Occidental- es probable que la administración Biden revierta las reducciones de tropas de Trump. Además, Biden avanzará en su bien publicitada reanudación del "pivote hacia Asia [Oriental]" de la administración Obama, poniendo fin a los despliegues de efectivos estadounidenses en Afganistán e Irak, al tiempo que incrementa las bases, las fuerzas y las alianzas en Asia Oriental. Sin embargo, el número de efectivos incluso en este último cambio es de naturaleza progresiva, con mejoras en los aeródromos de la región de Asia-Pacífico y una nueva asociación entre los Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña para contrarrestar a una China en ascenso.
En síntesis, una nación con una asombrosa deuda de 29 billones de dólares (trillones en inglés) sigue intentando desempeñar el papel de policía mundial como lo hizo durante la Guerra Fría y las épocas inmediatamente posteriores a ella. Como un indicador del actual sobre estiramiento hegemónico estadounidense, los Estados Unidos representan el 39% del gasto mundial en defensa, pero menos del 16% del PBI mundial. En la actualidad, los Estados Unidos gastan en "defensa" lo que gastan los doce países siguientes juntos, lo cual en realidad significa una financiación de las fuerzas estadounidenses para proyectar poder en todo el mundo y continuar con este rol policial.
A pesar de su ligera reducción de efectivos en Afganistán e Irak, los Estados Unidos continuarán con su fuerte presencia naval en la región del Golfo Pérsico. Además, la administración Biden está dudando en continuar con el plan de Trump de retirar las fuerzas estadounidenses de Somalia, en el este de África, y ha prometido a Francia que ayudará en la lucha antiterrorista en África occidental, tal vez enviando más aviones y drones estadounidenses a esa región. Los efectivos serán incrementados gradualmente, en lugar de reducirse, en Europa.
A lo largo de la historia, muchos imperios han caído, o al menos se han visto obligados a replegarse, debido a una sobrecarga similar. Sería prudente que las futuras Revisiones de la Postura Global trataran honestamente este tipo de sobre estiramiento, pero el Departamento de Defensa, siempre en busca de mayores presupuestos sin importar las amenazas a la seguridad de los Estados Unidos, carece de incentivos para hacer poco más que exigir más dinero para lograr que la carga militar sobre la economía estadounidense sea aún mayor.
En teoría, dado que los fundadores de la nación estipularon en la Constitución que el Congreso tenía el poder de declarar la guerra, el Poder Legislativo también debería aprobar por adelantado cualquier despliegue de efectivos estadounidenses en el exterior. Incluso en la primera guerra después de la fundación de la nación -la cuasi-guerra no declarada contra el aliado de los Estados Unidos, Francia- el Congreso reguló cuidadosamente el despliegue de las fuerzas estadounidenses y las reglas de combate. Sin embargo, la presidencia imperial reclama ahora audazmente la jurisdicción exclusiva sobre el despliegue de las fuerzas estadounidenses en todo el mundo y rechaza cualquier interferencia del Congreso en esta función vital.
Sin embargo, los fundadores concibieron el rol del presidente como comandante en jefe de manera limitada. El jefe del Ejecutivo se limitaría a ejecutar la voluntad del Congreso en materia de política exterior y de guerra, al igual que lo hacía con la legislación dentro del país. La razón del limitado papel de comandante en jefe otorgado al presidente fue que los fundadores, tras haberse desprendido recientemente de un rey, consideraban que ninguna persona debía ser capaz de tomar medidas que pudieran involucrar al país en una guerra. Sin embargo, a lo largo de la historia estadounidense, los presidentes han anulado esencialmente la facultad del Congreso para tomar decisiones sobre la guerra y la paz al realizar repetida y unilateralmente despliegues provocadores de las fuerzas estadounidenses que fueron fundamentales para desencadenar conflictos bélicos. Esto puede verse en el período previo a la Guerra de México, la Guerra Civil, la Guerra de Vietnam y la Guerra del Golfo.
En virtud de que el Congreso suele ser reacio a cortar la financiación a posteriori cuando las fuerzas estadounidenses ya están bajo fuego, no basta con que el Congreso ejerza sus facultades bélicas limitándose a aprobar el dinero para la guerra. El Congreso no sólo debe reclamar sus poderes de guerra exigiendo el derecho a declarar la guerra antes de las hostilidades. Debe hacer valer su derecho a aprobar cualquier despliegue de efectivos estadounidenses en el exterior, tal como hizo a comienzos de la historia de la república. Permitir que el Ejecutivo se limite a informar al Congreso en la Revisión de la Postura Global acerca de dónde ha decidido desplegar tropas en el mundo supondrá renunciar a la facultad otorgada constitucionalmente al Congreso para tomar decisiones sobre la guerra y la paz.
Traducido por Gabriel Gasave
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