Los recientes vuelcos en el mercado de valores han dado lugar a un coro de “Te lo dije” de parte de quienes se oponen a la privatización de la seguridad social. Respondiendo a la caída de varios meses atrás, Robert Reich, el ex Secretario de Trabajo, se jacta de que la misma «le ha quitado el aire a la privatización.» La caída es un «freno de la realidad» para aquellos que impulsan la privatización según Joe Ervin, director político del National Council of Senior Citizens. Los adversarios de la privatización en el Congreso parecen estar realmente alegres. Jim McDermott, (representante demócrata por Washington) afirma que la caída es un «hallazgo agradable» y que está feliz de la «munición» que la misma les proporciona a las fuerzas en contra de la privatización. No obstante que el mercado recientemente se haya recuperado, nada de esto debería ser tomado muy seriamente. Los argumentos en favor de la privatización no se basan en movimientos de corto plazo del mercado, sin importar que esos movimientos sean en dirección ascendente o descendente.
Durante los pasados 50 años, la tasa de retorno anual real de las 500 empresas que aparecen en el índice S&P 500 ha sido del 9,5 por ciento. Dependiendo del periodo de tiempo y del índice del mercado de valores de que se trate, los retornos han sido algo superiores o más bajos al del S & P 500. Pero una tasa de retorno del 7 al 8 por ciento es un pronóstico razonable de lo que los inversores en un índice amplio, de digamos un periodo de tiempo de 30 años, pueden esperar de un sistema de seguridad social privatizado. En contraste, los trabajadores jóvenes de la actualidad pueden esperar una tasa de retorno negativa de la seguridad social. A valores presentes, un trabajador joven puede esperar unos meros 50 centavos de beneficios por cada dólar de impuestos pagados al sistema. Sin embargo, incluso durante el periodo de 1928 a 1957, el peor periodo de 30 años para las acciones desde 1926, un trabajador hubiese recibido $5,79 en beneficios a valores actuales por cada dólar pagado al mercado. Asombrosamente, estas cifras hacen lucir a la seguridad social aun mejor de lo que probablemente será porque las mismas asumen que las futuras prestaciones no serán rebajadas y que los impuestos actuales no serán subidos, un resultado considerado actualmente como imposible.
Algunos oponentes a la privatización reconocen que la misma le ofrece a los trabajadores tasas de retorno mucho más altas en el largo plazo, pero les preocupa que una caída del mercado pudiese «devastar» a un trabajador al borde de su retiro. Nadie desea despertar el día de su cumpleaños numero 65 y descubrir que su canasta de huevos ha caído un 20% en su valor, pero en un trabajo para el Cato Institute, Melissa Hieger y William Shipman calculan que incluso si un trabajador fuese lo suficientemente desafortunado como para retirar los ahorros de toda una vida el día de una caída terrible en el mercado, las posibilidades de que su retorno total fuese menor que aquel ofrecido por la seguridad social son casi nulo. Incluso más fundamentalmente, la trágica imagen del jubilado del Martes Negro es absurda. ¿Por qué liquidaría alguien todos sus ahorros en un solo día, especialmente en un día como el Martes Negro? A fin de evitar declinaciones precipitadas, los inversotes en un sistema privatizado pueden hacer lo que la mayoría de los expertos en finanzas aconsejan y reducir lentamente el porcentaje de sus activos en acciones a medida que se aproximan a su jubilación. Los riesgos del mercado pueden ser managed mediante la juiciosa selección de los instrumentos financieros. ¿Pero qué pueden hacer los actuales trabajadores para evitar el riesgo de los políticos que elevarán los impuestos sobre sus salarios, recortarán sus futuros beneficios, o aumentarán la edad jubilatoria? Los políticos que sostienen que las prestaciones de la seguridad social están libres de riesgo están vendiendo acciones de una empresa más fraudulenta que cualquiera de las que la SEC (siglas en inglés para la Comisión de Títulos Valores) toleraría.
A los defensores del sistema actual les gusta referirse a los impuestos de la seguridad social como «contribuciones» que se «acumulan» generando así los «ahorros jubilatorios» del trabajador. Por su puesto, todo esto carece de sentido. Con la excepción de un pequeño excedente, todos los ingresos en concepto de impuestos de la seguridad social son pagados inmediatamente a los actuales jubilados. La privatización de la seguridad social, sin embargo, incrementará los ahorros nacionales. Al principio el aumento en los ahorros será chico debido a la necesidad de pagarle a los jubilados actuales y a algunos futuros, pero a medida que la transición hacia un sistema privatizado sea completada, los ahorros netos aumentarán. Una tasa de ahorro más alta elevará el ingreso nacional e incrementará de manera permanente la tasa del crecimiento económico. El economista Martin Feldstein de la Harvard University estima que los mayores ahorros de un sistema privatizado más la eliminación de los impuestos ineficientes sobre la nómina salarial incrementarán la riqueza nacional de 10 a 20 billones de dólares. Ninguna otra política promete algo como el incremento en los estándares de vida posibilitado por un sistema de seguridad social privatizado.
Las reglas arcanas y bizantinas que gobiernan a la seguridad social aseguran que para la gran mayoría de los trabajadores exista poca conexión entre lo que pagan en concepto de impuestos y lo que reciben como prestaciones. Un resultado es el de que la seguridad social reduce el incentivo para trabajar y otro es el de que la riqueza es redistribuida de maneras no queridas, las cuales son difíciles de defender. ¿Por qué dos personas solteras deberían pagar más de la carga de la seguridad social que una pareja casada con el mismo ingreso total? ¿Votarían los contribuyentes por una redistribución así de saber respecto de su existencia? Probablemente no. No obstante, cálculos realizados por Eugene Steurle del Urban Institute muestran que la seguridad social impondrá una carga sobre los solteros que será más de tres veces superior a la carga impuesta sobre la pareja casada (A valores presentes, los solteros jóvenes y las parejas jóvenes casadas de un ingreso promedio pagarán ambas cientos de miles de dólares más en impuestos que lo que recibirán alguna vez como beneficios de la seguridad social.) La redistribución arbitraria de la riqueza no es un accidente en el sistema actual, es un resultado casi inevitable de cualquier sistema en el cual los trabajadores no son dueños de sus ahorros.
Ya sea que el mercado de valores esté alto o bajo, si iniciamos ya el proceso de privatización, las futuras generaciones hablarán de nuestra sabia planificación y previsión. Pero si desperdiciamos billones de dólares y la posibilidad de establecer un sistema más equitativo en virtud de unas pocas fluctuaciones en el mercado, las futuras generaciones se cuestionarán incrédulamente sobre nuestro disparate.
Traducido por Gabriel Gasave
La Seguridad Social, la privatización, y los tropiezos del mercado
Los recientes vuelcos en el mercado de valores han dado lugar a un coro de “Te lo dije” de parte de quienes se oponen a la privatización de la seguridad social. Respondiendo a la caída de varios meses atrás, Robert Reich, el ex Secretario de Trabajo, se jacta de que la misma «le ha quitado el aire a la privatización.» La caída es un «freno de la realidad» para aquellos que impulsan la privatización según Joe Ervin, director político del National Council of Senior Citizens. Los adversarios de la privatización en el Congreso parecen estar realmente alegres. Jim McDermott, (representante demócrata por Washington) afirma que la caída es un «hallazgo agradable» y que está feliz de la «munición» que la misma les proporciona a las fuerzas en contra de la privatización. No obstante que el mercado recientemente se haya recuperado, nada de esto debería ser tomado muy seriamente. Los argumentos en favor de la privatización no se basan en movimientos de corto plazo del mercado, sin importar que esos movimientos sean en dirección ascendente o descendente.
Durante los pasados 50 años, la tasa de retorno anual real de las 500 empresas que aparecen en el índice S&P 500 ha sido del 9,5 por ciento. Dependiendo del periodo de tiempo y del índice del mercado de valores de que se trate, los retornos han sido algo superiores o más bajos al del S & P 500. Pero una tasa de retorno del 7 al 8 por ciento es un pronóstico razonable de lo que los inversores en un índice amplio, de digamos un periodo de tiempo de 30 años, pueden esperar de un sistema de seguridad social privatizado. En contraste, los trabajadores jóvenes de la actualidad pueden esperar una tasa de retorno negativa de la seguridad social. A valores presentes, un trabajador joven puede esperar unos meros 50 centavos de beneficios por cada dólar de impuestos pagados al sistema. Sin embargo, incluso durante el periodo de 1928 a 1957, el peor periodo de 30 años para las acciones desde 1926, un trabajador hubiese recibido $5,79 en beneficios a valores actuales por cada dólar pagado al mercado. Asombrosamente, estas cifras hacen lucir a la seguridad social aun mejor de lo que probablemente será porque las mismas asumen que las futuras prestaciones no serán rebajadas y que los impuestos actuales no serán subidos, un resultado considerado actualmente como imposible.
Algunos oponentes a la privatización reconocen que la misma le ofrece a los trabajadores tasas de retorno mucho más altas en el largo plazo, pero les preocupa que una caída del mercado pudiese «devastar» a un trabajador al borde de su retiro. Nadie desea despertar el día de su cumpleaños numero 65 y descubrir que su canasta de huevos ha caído un 20% en su valor, pero en un trabajo para el Cato Institute, Melissa Hieger y William Shipman calculan que incluso si un trabajador fuese lo suficientemente desafortunado como para retirar los ahorros de toda una vida el día de una caída terrible en el mercado, las posibilidades de que su retorno total fuese menor que aquel ofrecido por la seguridad social son casi nulo. Incluso más fundamentalmente, la trágica imagen del jubilado del Martes Negro es absurda. ¿Por qué liquidaría alguien todos sus ahorros en un solo día, especialmente en un día como el Martes Negro? A fin de evitar declinaciones precipitadas, los inversotes en un sistema privatizado pueden hacer lo que la mayoría de los expertos en finanzas aconsejan y reducir lentamente el porcentaje de sus activos en acciones a medida que se aproximan a su jubilación. Los riesgos del mercado pueden ser managed mediante la juiciosa selección de los instrumentos financieros. ¿Pero qué pueden hacer los actuales trabajadores para evitar el riesgo de los políticos que elevarán los impuestos sobre sus salarios, recortarán sus futuros beneficios, o aumentarán la edad jubilatoria? Los políticos que sostienen que las prestaciones de la seguridad social están libres de riesgo están vendiendo acciones de una empresa más fraudulenta que cualquiera de las que la SEC (siglas en inglés para la Comisión de Títulos Valores) toleraría.
A los defensores del sistema actual les gusta referirse a los impuestos de la seguridad social como «contribuciones» que se «acumulan» generando así los «ahorros jubilatorios» del trabajador. Por su puesto, todo esto carece de sentido. Con la excepción de un pequeño excedente, todos los ingresos en concepto de impuestos de la seguridad social son pagados inmediatamente a los actuales jubilados. La privatización de la seguridad social, sin embargo, incrementará los ahorros nacionales. Al principio el aumento en los ahorros será chico debido a la necesidad de pagarle a los jubilados actuales y a algunos futuros, pero a medida que la transición hacia un sistema privatizado sea completada, los ahorros netos aumentarán. Una tasa de ahorro más alta elevará el ingreso nacional e incrementará de manera permanente la tasa del crecimiento económico. El economista Martin Feldstein de la Harvard University estima que los mayores ahorros de un sistema privatizado más la eliminación de los impuestos ineficientes sobre la nómina salarial incrementarán la riqueza nacional de 10 a 20 billones de dólares. Ninguna otra política promete algo como el incremento en los estándares de vida posibilitado por un sistema de seguridad social privatizado.
Las reglas arcanas y bizantinas que gobiernan a la seguridad social aseguran que para la gran mayoría de los trabajadores exista poca conexión entre lo que pagan en concepto de impuestos y lo que reciben como prestaciones. Un resultado es el de que la seguridad social reduce el incentivo para trabajar y otro es el de que la riqueza es redistribuida de maneras no queridas, las cuales son difíciles de defender. ¿Por qué dos personas solteras deberían pagar más de la carga de la seguridad social que una pareja casada con el mismo ingreso total? ¿Votarían los contribuyentes por una redistribución así de saber respecto de su existencia? Probablemente no. No obstante, cálculos realizados por Eugene Steurle del Urban Institute muestran que la seguridad social impondrá una carga sobre los solteros que será más de tres veces superior a la carga impuesta sobre la pareja casada (A valores presentes, los solteros jóvenes y las parejas jóvenes casadas de un ingreso promedio pagarán ambas cientos de miles de dólares más en impuestos que lo que recibirán alguna vez como beneficios de la seguridad social.) La redistribución arbitraria de la riqueza no es un accidente en el sistema actual, es un resultado casi inevitable de cualquier sistema en el cual los trabajadores no son dueños de sus ahorros.
Ya sea que el mercado de valores esté alto o bajo, si iniciamos ya el proceso de privatización, las futuras generaciones hablarán de nuestra sabia planificación y previsión. Pero si desperdiciamos billones de dólares y la posibilidad de establecer un sistema más equitativo en virtud de unas pocas fluctuaciones en el mercado, las futuras generaciones se cuestionarán incrédulamente sobre nuestro disparate.
Traducido por Gabriel Gasave
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