En el debate sobre la ampliación de la alianza de la OTAN, el caso de la administración Clinton perdió la magra credibilidad que alguna vez tuvo. Eso es especialmente cierto respecto de la cuestión crítica de cuánto costará la expansión. Desde el principio, la administración fue renuente a hablar de los costos por temor a que su magnitud torpedease la iniciativa entera. Fueron necesarios algunos estudios por parte de la Oficina del Presupuesto del Congreso y del instituto RAND, y un empuje parlamentario, para forzar a la administración a efectuar su propio (y profundamente defectuoso) esfuerzo. Esa estimación conservadora de $27 a $35 mil millones estaba basada, en gran medida, en tratar de seleccionar una suma que el Congreso encontraría aceptable, antes que en costear una lista detallada de los requerimientos militares necesarios para proporcionar la defensa demandada por los tres nuevos miembros (Polonia, Hungría, y la República Checa). No sorprende que la administración publicara escasos detalles sobre las asunciones subyacentes en su estimación, y el Congreso se encontrara justificadamente escéptico sobre las bajas cifras de la administración.
Entonces, Francia y Alemania declararon que ellas no pagarían algunos de los costos adicionales de la expansión. Después de que los Secretarios Albright y Cohen se percataron de que la negativa de los aliados a aceptar una expansión con algunos costos significativos plantearía una amenaza aún mayor que el escepticismo parlamentario a la iniciativa más importante de política exterior de la administración, ellos se apresuraron a afirmar que la administración había sobrestimado los costos. Sostuvieron—contrariamente a lo que filtraron los documentos de la OTAN y concluyeron los expertos dentro y fuera del gobierno de los EE.UU.—que la infraestructura militar en los tres nuevos miembros se encontraba en mejores condiciones que las esperadas, reduciendo de ese modo las mejoras necesarias y los costos asociados. Al mismo tiempo, los comandantes de la OTAN sostuvieron repentinamente que la amenaza a la seguridad de los nuevos miembros había declinado durante el breve período (menos de un año), incluso desde que la estimación de costos por parte de la administración fue completada. Tales milagrosas revelaciones ocurrieron al tiempo que los desconcertados funcionarios estadounidenses aceptaron la sorprendentemente baja estimación de la OTAN de los aumentos en el presupuesto de la alianza inducidos por la expansión—unos meros $1.5 mil millones durante 10 años—al que ellos habían rechazado anteriormente por sus defectuosas asunciones.
La burocracia de la OTAN informa que los detalles de esa estimación son clasificados y que permanecerán así indefinidamente. La conveniente supresión de la información evita que los expertos externos examinen críticamente las asunciones y la metodología de la estimación. ¿Qué están ocultando la Administración y la OTAN?
Por supuesto, en cualquier estimación de costos el diablo se encuentra en las asunciones detalladas y en los métodos de costeo empleados. Hasta la fecha, de todas las estimaciones de costos, solamente las de la Oficina del Presupuesto del Congreso (CBO su sigla en inglés) contenían asunciones detalladas y metodología. Incluso cuando esa estimación es comparada con la estimación de la administración—es decir, cuando es ajustada para reflejar las cuestionables asunciones de la administración—los costos proyectados son por lo menos dos veces más que aquellos estimados por la administración. Utilizando asunciones alternativas, la CBO estimó que los costos podrían incrementarse a tanto como $125 mil millones.
La groseramente inexacta estimación de los costos para la operación en Bosnia de la administración, debería proporcionar una advertencia al Congreso y al público en lo atinente a los probables costos de la expansión de la OTAN. La administración inicialmente estimó que la operación le costaría a los Estados Unidos menos de $2 mil millones. Ese total es ahora de $8 mil millones y el contador sigue aún en funcionamiento.
Como mínimo, la discusión sobre los costos no debiera ser conducida en una niebla de secretos. Los parlamentarios en otros países de la OTAN han protestado contra la clasificación de la estimación de costos de la OTAN. El Congreso estadounidense—el cuerpo legislativo más poderos del mundo, con prerrogativas constitucionales de consejo y de consentimiento sobre los tratados y el poder administrar los fondos—debería hacer lo mismo. Antes de votar sobre esta extensión importante de las garantías de la seguridad de los EE.UU. a las nuevas naciones, el Congreso debería saber que una estimación exacta de los costos ha sido hecha empleando asunciones y metodología defendibles. La conveniente supresión de detalles en las estimaciones de bajo costo de la administración y de la OTAN—especialmente dado el antecedente de la administración de inexactas proyecciones de costos en otras iniciativas—debería tornar al Congreso doblemente suspicaz.
Traducido por Gabriel Gasave
Los costos de la expansión de la OTAN
En el debate sobre la ampliación de la alianza de la OTAN, el caso de la administración Clinton perdió la magra credibilidad que alguna vez tuvo. Eso es especialmente cierto respecto de la cuestión crítica de cuánto costará la expansión. Desde el principio, la administración fue renuente a hablar de los costos por temor a que su magnitud torpedease la iniciativa entera. Fueron necesarios algunos estudios por parte de la Oficina del Presupuesto del Congreso y del instituto RAND, y un empuje parlamentario, para forzar a la administración a efectuar su propio (y profundamente defectuoso) esfuerzo. Esa estimación conservadora de $27 a $35 mil millones estaba basada, en gran medida, en tratar de seleccionar una suma que el Congreso encontraría aceptable, antes que en costear una lista detallada de los requerimientos militares necesarios para proporcionar la defensa demandada por los tres nuevos miembros (Polonia, Hungría, y la República Checa). No sorprende que la administración publicara escasos detalles sobre las asunciones subyacentes en su estimación, y el Congreso se encontrara justificadamente escéptico sobre las bajas cifras de la administración.
Entonces, Francia y Alemania declararon que ellas no pagarían algunos de los costos adicionales de la expansión. Después de que los Secretarios Albright y Cohen se percataron de que la negativa de los aliados a aceptar una expansión con algunos costos significativos plantearía una amenaza aún mayor que el escepticismo parlamentario a la iniciativa más importante de política exterior de la administración, ellos se apresuraron a afirmar que la administración había sobrestimado los costos. Sostuvieron—contrariamente a lo que filtraron los documentos de la OTAN y concluyeron los expertos dentro y fuera del gobierno de los EE.UU.—que la infraestructura militar en los tres nuevos miembros se encontraba en mejores condiciones que las esperadas, reduciendo de ese modo las mejoras necesarias y los costos asociados. Al mismo tiempo, los comandantes de la OTAN sostuvieron repentinamente que la amenaza a la seguridad de los nuevos miembros había declinado durante el breve período (menos de un año), incluso desde que la estimación de costos por parte de la administración fue completada. Tales milagrosas revelaciones ocurrieron al tiempo que los desconcertados funcionarios estadounidenses aceptaron la sorprendentemente baja estimación de la OTAN de los aumentos en el presupuesto de la alianza inducidos por la expansión—unos meros $1.5 mil millones durante 10 años—al que ellos habían rechazado anteriormente por sus defectuosas asunciones.
La burocracia de la OTAN informa que los detalles de esa estimación son clasificados y que permanecerán así indefinidamente. La conveniente supresión de la información evita que los expertos externos examinen críticamente las asunciones y la metodología de la estimación. ¿Qué están ocultando la Administración y la OTAN?
Por supuesto, en cualquier estimación de costos el diablo se encuentra en las asunciones detalladas y en los métodos de costeo empleados. Hasta la fecha, de todas las estimaciones de costos, solamente las de la Oficina del Presupuesto del Congreso (CBO su sigla en inglés) contenían asunciones detalladas y metodología. Incluso cuando esa estimación es comparada con la estimación de la administración—es decir, cuando es ajustada para reflejar las cuestionables asunciones de la administración—los costos proyectados son por lo menos dos veces más que aquellos estimados por la administración. Utilizando asunciones alternativas, la CBO estimó que los costos podrían incrementarse a tanto como $125 mil millones.
La groseramente inexacta estimación de los costos para la operación en Bosnia de la administración, debería proporcionar una advertencia al Congreso y al público en lo atinente a los probables costos de la expansión de la OTAN. La administración inicialmente estimó que la operación le costaría a los Estados Unidos menos de $2 mil millones. Ese total es ahora de $8 mil millones y el contador sigue aún en funcionamiento.
Como mínimo, la discusión sobre los costos no debiera ser conducida en una niebla de secretos. Los parlamentarios en otros países de la OTAN han protestado contra la clasificación de la estimación de costos de la OTAN. El Congreso estadounidense—el cuerpo legislativo más poderos del mundo, con prerrogativas constitucionales de consejo y de consentimiento sobre los tratados y el poder administrar los fondos—debería hacer lo mismo. Antes de votar sobre esta extensión importante de las garantías de la seguridad de los EE.UU. a las nuevas naciones, el Congreso debería saber que una estimación exacta de los costos ha sido hecha empleando asunciones y metodología defendibles. La conveniente supresión de detalles en las estimaciones de bajo costo de la administración y de la OTAN—especialmente dado el antecedente de la administración de inexactas proyecciones de costos en otras iniciativas—debería tornar al Congreso doblemente suspicaz.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorDiplomacia y ayuda exteriorPresupuesto de defensa
Artículos relacionados
¿Deberían los Estados Unidos tratar a Taiwán de forma diferente a Ucrania?
¿Incrementar los gastos militares?
¿Llegó la hora de despenalizarla?
Washington, DC—Hace once años, la Asambla General de Naciones Unidas se fijó como...
Como hacer del dólar la moneda de Argentina
La clave para las reformas económicas de la Argentina ha sido su sistema...
Artículos de tendencia
Blogs de tendencia