Si eres economista, es difícil ser demócrata por estos días. La razón: Muchos demócratas rechazan a la economía por completo.
Muchos demócratas parecen creer que si un precio es considerado demasiado alto, el gobierno puede simplemente bajarlo y que nada malo ocurrirá. Si un precio es considerado demasiado bajo, el gobierno puede subirlo. Una vez más, la presunción es que no ocurrirá nada malo.
Estos demócratas no sólo rechazan la idea de un mercado. Rechazan la explicación de los economistas acerca de cómo funcionan los mercados.
Tomemos, por ejemplo, el calentamiento global. Los economistas son prácticamente unánimes sobre cómo reducir la generación de carbono: un impuesto sobre el carbono. Esto se debe a una proposición económica bien aceptada: Si le aplicas impuestos a algo, obtienes menos de él. Además, obtienes menos carbono de una manera que implica el menor costo social. Como los consumidores y los productores persiguen sus propios intereses, cada uno de ellos economizará el uso del carbono de maneras que minimicen el costo para ellos. Mi colega, el profesor de la Boston University Laurence Kotlikoff, ha incluso calculado el impuesto óptimo sobre el carbono, teniendo en cuenta todo lo que sabemos hasta el momento. Equivale a un impuesto de 70 centavos sobre el galón de gasolina.
Aunque el cambio climático parece ser la principal preocupación política del presidente Joe Biden y de la mayoría de los demócratas, te será difícil encontrar a alguno de ellos defendiendo un impuesto sobre el carbono. En cambio, el New Deal Verde imagina un enfoque de mando y control, que costaría seis veces más para lograr el mismo resultado que un impuesto sobre el carbono, incluso en las mejores circunstancias, según Peter Orszag, asesor de la Casa Blanca de Obama y ex director de la Oficina de Presupuesto del Congreso. La extrema izquierda no desea resolver el problema del cambio climático haciendo que sea el interés propio de todos el que lo resuelva. Las soluciones que involucran al interés propio son consideradas moralmente sospechosas.
Cuando los economistas se asocian con el Partido Demócrata, tienen una de dos opciones: Pueden guardar silencio cuando el partido respalda ideas que ningún economista podría defender, o pueden taparse la nariz y respaldar los objetivos sin efectuar comentarios sobre los medios para alcanzarlos.
El silencio es la postura normal. Pero, como señaló con asombro el Wall Street Journal, 17 economistas galardonados con el premio Nobel firmaron una carta de apoyo a la propuesta “Reconstruir Mejor”, una expansión del estado del bienestar de 5 billones de dólares (trillones en inglés), con reformas de mando y control del cambio climático para arrancar. Incluso en el improbable caso de que la propuesta se pagara en su totalidad, y por ende no fuera inflacionaria, seguiría siendo una mala ley. Tomemos como ejemplo dos de los puntos más importantes de la propuesta: el cuidado de los niños y el cuidado de los ancianos en el hogar. Por el momento, no ha sido denunciado de forma generalizada que los padres abandonen a los niños pequeños en el patio delantero en el camino a un trabajo de 8 a 5. Tampoco conocemos muchos casos de personas que abandonen a sus padres discapacitados de modo similar. En ambos casos, gran parte de las necesidades son cubiertas por la familia y los parientes.
Pero supongamos que estamos de acuerdo en que es deseable dar un alivio a las familias con niños pequeños y padres discapacitados. ¿Cuál es la forma correcta de hacerlo?
El enfoque más eficaz sería otorgar a las familias una ayuda en efectivo, dejándoles libertad para utilizar los fondos de la forma que mejor se adapte a sus necesidades, incluido el pago de ayuda contratada. El enfoque menos eficiente, y el incluido en Reconstruir Mejor, es cubrir estas necesidades con trabajadores del sector público que perciban sueldos superiores a los del mercado y paguen sus cuotas a los sindicatos del sector público, que son donantes del Partido Demócrata.
Conclusión: El gobierno de Biden ha recibido un montón de malos consejos de economistas que deberían saber más.
Traducido por Gabriel Gasave
Los economistas deberían saber que no deben apoyar las políticas demócratas de un gobierno grande
The White House / Flickr
Si eres economista, es difícil ser demócrata por estos días. La razón: Muchos demócratas rechazan a la economía por completo.
Muchos demócratas parecen creer que si un precio es considerado demasiado alto, el gobierno puede simplemente bajarlo y que nada malo ocurrirá. Si un precio es considerado demasiado bajo, el gobierno puede subirlo. Una vez más, la presunción es que no ocurrirá nada malo.
Estos demócratas no sólo rechazan la idea de un mercado. Rechazan la explicación de los economistas acerca de cómo funcionan los mercados.
Tomemos, por ejemplo, el calentamiento global. Los economistas son prácticamente unánimes sobre cómo reducir la generación de carbono: un impuesto sobre el carbono. Esto se debe a una proposición económica bien aceptada: Si le aplicas impuestos a algo, obtienes menos de él. Además, obtienes menos carbono de una manera que implica el menor costo social. Como los consumidores y los productores persiguen sus propios intereses, cada uno de ellos economizará el uso del carbono de maneras que minimicen el costo para ellos. Mi colega, el profesor de la Boston University Laurence Kotlikoff, ha incluso calculado el impuesto óptimo sobre el carbono, teniendo en cuenta todo lo que sabemos hasta el momento. Equivale a un impuesto de 70 centavos sobre el galón de gasolina.
Aunque el cambio climático parece ser la principal preocupación política del presidente Joe Biden y de la mayoría de los demócratas, te será difícil encontrar a alguno de ellos defendiendo un impuesto sobre el carbono. En cambio, el New Deal Verde imagina un enfoque de mando y control, que costaría seis veces más para lograr el mismo resultado que un impuesto sobre el carbono, incluso en las mejores circunstancias, según Peter Orszag, asesor de la Casa Blanca de Obama y ex director de la Oficina de Presupuesto del Congreso. La extrema izquierda no desea resolver el problema del cambio climático haciendo que sea el interés propio de todos el que lo resuelva. Las soluciones que involucran al interés propio son consideradas moralmente sospechosas.
Cuando los economistas se asocian con el Partido Demócrata, tienen una de dos opciones: Pueden guardar silencio cuando el partido respalda ideas que ningún economista podría defender, o pueden taparse la nariz y respaldar los objetivos sin efectuar comentarios sobre los medios para alcanzarlos.
El silencio es la postura normal. Pero, como señaló con asombro el Wall Street Journal, 17 economistas galardonados con el premio Nobel firmaron una carta de apoyo a la propuesta “Reconstruir Mejor”, una expansión del estado del bienestar de 5 billones de dólares (trillones en inglés), con reformas de mando y control del cambio climático para arrancar. Incluso en el improbable caso de que la propuesta se pagara en su totalidad, y por ende no fuera inflacionaria, seguiría siendo una mala ley. Tomemos como ejemplo dos de los puntos más importantes de la propuesta: el cuidado de los niños y el cuidado de los ancianos en el hogar. Por el momento, no ha sido denunciado de forma generalizada que los padres abandonen a los niños pequeños en el patio delantero en el camino a un trabajo de 8 a 5. Tampoco conocemos muchos casos de personas que abandonen a sus padres discapacitados de modo similar. En ambos casos, gran parte de las necesidades son cubiertas por la familia y los parientes.
Pero supongamos que estamos de acuerdo en que es deseable dar un alivio a las familias con niños pequeños y padres discapacitados. ¿Cuál es la forma correcta de hacerlo?
El enfoque más eficaz sería otorgar a las familias una ayuda en efectivo, dejándoles libertad para utilizar los fondos de la forma que mejor se adapte a sus necesidades, incluido el pago de ayuda contratada. El enfoque menos eficiente, y el incluido en Reconstruir Mejor, es cubrir estas necesidades con trabajadores del sector público que perciban sueldos superiores a los del mercado y paguen sus cuotas a los sindicatos del sector público, que son donantes del Partido Demócrata.
Conclusión: El gobierno de Biden ha recibido un montón de malos consejos de economistas que deberían saber más.
Traducido por Gabriel Gasave
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