Durante la administración Trump, los Estados Unidos impusieron una «máxima presión» sobre el gobierno venezolano del matón socialista Nicolás Maduro.
Esta política implicó el endurecimiento de las sanciones económicas y un aparente intento de ayudar a derrocar a su gobierno corrupto y opresivo. Desafortunadamente, pero como era de esperar, esta política fracasó, y Maduro se encuentra más fuerte que nunca, lo que puede atribuirse en parte a una «concentración en torno a la bandera» de un «villano» externo que se percibe que ha atacado a los venezolanos.
Actualmente, para ayudar a aliviar la presión sobre el políticamente poderoso precio del petróleo causada por las sanciones económicas internacionales impuestas a Rusia debido a su brutal invasión de Ucrania, la administración Biden permitió recientemente a Chevron reiniciar su bombeo de petróleo venezolano. A cambio, el gobierno y la oposición venezolanos acordaron gastar, bajo la administración de la ONU, miles de millones de fondos congelados en infraestructura y ayuda humanitaria en el país. Los funcionarios de la administración argumentaron que la reanudación de las operaciones de Chevron en Venezuela impulsaría al gobierno y a la oposición a iniciar conversaciones sobre un marco y un cronograma para la celebración de elecciones libres.
Aunque la celebración de comicios libres en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo sería algo estupendo, probablemente no vaya a ocurrir a corto plazo y, en el mejor de los casos, Chevron en Venezuela sólo podrá compensar una pequeña fracción del petróleo perdido para el mundo debido a las sanciones contra Rusia.
Según el Wall Street Journal, las sanciones occidentales al petróleo ruso podrían retirar del mercado mundial 1,5 millones de barriles diarios el año próximo. También da cuenta de que un experto en petróleo venezolano estima que en los próximos seis meses Chevron podría incrementar las exportaciones de petróleo venezolano entre 20.000 y 30.000 barriles diarios. Para el próximo año, el periódico prevé que Chevron podría incrementar la producción de Venezuela hasta solamente un máximo de 150.000 barriles diarios, una cantidad minúscula comparada con la que se pierde de Rusia.
Los motivos de estos magros aumentos proyectados son que la sancionada industria petrolera venezolana se encuentra en malas condiciones, lo que obliga a Chevron a reparar los equipos y oleoductos averiados y a recontratar a los trabajadores petroleros esparcidos por doquier. El gobierno estadounidense le está permitiendo a Chevron operar los yacimientos ya existentes en el país, no desarrollar otros nuevos.
Incluso si se permitieran nuevos pozos, la empresa probablemente se mostraría reacia a invertir en ellos debido al inestable entorno empresarial provocado por la hostilidad política bilateral y las sanciones resultantes, así como por los 4.000 millones de dólares (billones en inglés) que la empresa petrolera nacional venezolana ya adeuda a Chevron. La administración Biden ha permitido ahora a Chevron comenzar a vender petróleo venezolano para empezar a cobrar esta deuda, pero podría insumir entre dos y tres años completar el proceso.
Por consiguiente, aunque el cambio de política de Biden tendrá poco efecto en el mercado mundial del petróleo a corto plazo y ha tenido lugar en gran medida por razones de política interna, podría ser el tibio comienzo de una política de alivio de sanciones muy necesaria para Venezuela. Tal vez la administración también permita a otras compañías petroleras retornar a esa devastada nación, la cual debido a las horribles políticas económicas de su gobierno, ha desangrado su talento hacia otras partes del hemisferio, incluidos los Estados Unidos.
En términos más generales, los Estados Unidos tienen que replantearse su despilfarradora utilización de las sanciones económicas para coaccionar a naciones de todo el mundo para que se asimilen más a los Estados Unidos. El empleo de sanciones hace que los países sean más hostiles a los Estados Unidos al dañar sus economías, pero tiene un pobre historial a la hora de inducir cambios políticos importantes en ellos, tales como lograr que dejen de agredir a otros países o que sustituyan a gobernantes hostiles hacia los Estados Unidos. Y en países que ya tienen políticas económicas deficientes -como Venezuela, Cuba, Irán y Rusia- las sanciones ofrecen a sus desagradables regímenes una excusa externa a la cual culpar por sus propios fracasos internos.
En los Estados Unidos, las duras sanciones contra Cuba, Irán y Rusia han fracasado durante décadas, pero son políticamente sacrosantas debido a los grupos de presión internos. El lobby interno para mantener las sanciones contra Venezuela no es tan fuerte. Por lo tanto, dado que Venezuela es débil y no constituye una amenaza para la seguridad estadounidense, la administración Biden debería reducir aún más o incluso eliminar las sanciones contra la producción petrolera venezolana (y probablemente todas las sanciones contraproducentes contra el régimen de Maduro).
Traducido por Gabriel Gasave
Los EE.UU. deberían permitir a Venezuela exportar más petróleo
Durante la administración Trump, los Estados Unidos impusieron una «máxima presión» sobre el gobierno venezolano del matón socialista Nicolás Maduro.
Esta política implicó el endurecimiento de las sanciones económicas y un aparente intento de ayudar a derrocar a su gobierno corrupto y opresivo. Desafortunadamente, pero como era de esperar, esta política fracasó, y Maduro se encuentra más fuerte que nunca, lo que puede atribuirse en parte a una «concentración en torno a la bandera» de un «villano» externo que se percibe que ha atacado a los venezolanos.
Actualmente, para ayudar a aliviar la presión sobre el políticamente poderoso precio del petróleo causada por las sanciones económicas internacionales impuestas a Rusia debido a su brutal invasión de Ucrania, la administración Biden permitió recientemente a Chevron reiniciar su bombeo de petróleo venezolano. A cambio, el gobierno y la oposición venezolanos acordaron gastar, bajo la administración de la ONU, miles de millones de fondos congelados en infraestructura y ayuda humanitaria en el país. Los funcionarios de la administración argumentaron que la reanudación de las operaciones de Chevron en Venezuela impulsaría al gobierno y a la oposición a iniciar conversaciones sobre un marco y un cronograma para la celebración de elecciones libres.
Aunque la celebración de comicios libres en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo sería algo estupendo, probablemente no vaya a ocurrir a corto plazo y, en el mejor de los casos, Chevron en Venezuela sólo podrá compensar una pequeña fracción del petróleo perdido para el mundo debido a las sanciones contra Rusia.
Según el Wall Street Journal, las sanciones occidentales al petróleo ruso podrían retirar del mercado mundial 1,5 millones de barriles diarios el año próximo. También da cuenta de que un experto en petróleo venezolano estima que en los próximos seis meses Chevron podría incrementar las exportaciones de petróleo venezolano entre 20.000 y 30.000 barriles diarios. Para el próximo año, el periódico prevé que Chevron podría incrementar la producción de Venezuela hasta solamente un máximo de 150.000 barriles diarios, una cantidad minúscula comparada con la que se pierde de Rusia.
Los motivos de estos magros aumentos proyectados son que la sancionada industria petrolera venezolana se encuentra en malas condiciones, lo que obliga a Chevron a reparar los equipos y oleoductos averiados y a recontratar a los trabajadores petroleros esparcidos por doquier. El gobierno estadounidense le está permitiendo a Chevron operar los yacimientos ya existentes en el país, no desarrollar otros nuevos.
Incluso si se permitieran nuevos pozos, la empresa probablemente se mostraría reacia a invertir en ellos debido al inestable entorno empresarial provocado por la hostilidad política bilateral y las sanciones resultantes, así como por los 4.000 millones de dólares (billones en inglés) que la empresa petrolera nacional venezolana ya adeuda a Chevron. La administración Biden ha permitido ahora a Chevron comenzar a vender petróleo venezolano para empezar a cobrar esta deuda, pero podría insumir entre dos y tres años completar el proceso.
Por consiguiente, aunque el cambio de política de Biden tendrá poco efecto en el mercado mundial del petróleo a corto plazo y ha tenido lugar en gran medida por razones de política interna, podría ser el tibio comienzo de una política de alivio de sanciones muy necesaria para Venezuela. Tal vez la administración también permita a otras compañías petroleras retornar a esa devastada nación, la cual debido a las horribles políticas económicas de su gobierno, ha desangrado su talento hacia otras partes del hemisferio, incluidos los Estados Unidos.
En términos más generales, los Estados Unidos tienen que replantearse su despilfarradora utilización de las sanciones económicas para coaccionar a naciones de todo el mundo para que se asimilen más a los Estados Unidos. El empleo de sanciones hace que los países sean más hostiles a los Estados Unidos al dañar sus economías, pero tiene un pobre historial a la hora de inducir cambios políticos importantes en ellos, tales como lograr que dejen de agredir a otros países o que sustituyan a gobernantes hostiles hacia los Estados Unidos. Y en países que ya tienen políticas económicas deficientes -como Venezuela, Cuba, Irán y Rusia- las sanciones ofrecen a sus desagradables regímenes una excusa externa a la cual culpar por sus propios fracasos internos.
En los Estados Unidos, las duras sanciones contra Cuba, Irán y Rusia han fracasado durante décadas, pero son políticamente sacrosantas debido a los grupos de presión internos. El lobby interno para mantener las sanciones contra Venezuela no es tan fuerte. Por lo tanto, dado que Venezuela es débil y no constituye una amenaza para la seguridad estadounidense, la administración Biden debería reducir aún más o incluso eliminar las sanciones contra la producción petrolera venezolana (y probablemente todas las sanciones contraproducentes contra el régimen de Maduro).
Traducido por Gabriel Gasave
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