En lugar de una victoria rusa rápida, la segunda invasión rusa de Ucrania parece estar tornándose una contienda prolongada. Después de que los soldados ucranianos frustraran sorprendentemente la ofensiva de Rusia sobre Kiev, la capital de Ucrania, unos regocijados Estados Unidos, reunieron a las naciones de la OTAN a fin de suministrar a los ucranianos decenas de miles de millones en tecnología armamentística.
Tras algunos éxitos ucranianos en el campo de batalla haciendo retroceder a los rusos en el este y el sur de Ucrania, que recuperaron parte del territorio ocupado por Rusia, los Estados Unidos y sus aliados sucumbieron gradualmente a la visión de doblegar de manera decisiva al Oso ruso con una contundente derrota militar.
Sin embargo, Rusia sigue teniendo algunas ventajas. Esencialmente, al invadir Crimea y partes del este industrializado de Ucrania en 2014 y combinar este territorio conquistado con el de sus avances iniciales en el este y el sur en la invasión de 2022, los rusos han dado a los ucranianos una tarea hercúlea para recapturar una superficie tan extensa contra una fuerza de ocupación más significativa y a veces bien parapetada.
A menos que la conocida baja moral de las fuerzas rusas provoque un colapso repentino -como ocurrió con las tropas alemanas en 1918 durante la Primera Guerra Mundial- la conflagración se convertirá probablemente en un largo y sangriento esfuerzo.
Aunque Occidente se ha unido emocionalmente a los colores de Ucrania contra un agresor más formidable proporcionando decenas de miles de millones en ayuda militar, económica y humanitaria, los Estados Unidos debe hacer ahora un análisis riguroso de si su seguridad precisa de una clara victoria ucraniana, si eso es incluso una posibilidad realista y, en caso contrario, cómo sería un acuerdo de tierras entre los dos países para generar la mejor oportunidad de una solución pacífica al conflicto que resulte perdurable.
La respuesta al primer interrogante es que la seguridad estadounidense no requiere una contundente victoria ucraniana. Cuando los desvalidos ucranianos frustraron inicialmente una rápida victoria rusa haciendo retroceder a los invasores cerca de Kiev, Rusia ya había perdido políticamente la guerra. Además, la guerra hasta la fecha ha demostrado que las fuerzas armadas rusas son inoperantes, groseramente corruptas e incompetentes, lo que disminuye significativamente su amenaza para unos distantes Estados Unidos.
Así pues, cualquier amenaza rusa restante fuera de la esfera nuclear está dirigida principalmente a Europa, no a los Estados Unidos. Pero incluso en este caso, la economía de Rusia es menor que el tamaño de la que posee la pequeña Italia, lo que permite a una Europa próspera apoyar con creces la capacidad militar necesaria para hacer frente a una fuerza rusa demostrablemente detenible, para la cual después de su debacle en Ucrania sería una auténtica locura invadir pronto cualquier país de Europa, incluida Moldavia.
La mayoría de las guerras de la historia concluyen con acuerdos negociados, no con triunfos a capa y espada. Es probable que esta guerra no termine de manera diferente, pero sólo cuando ambas partes estén exhaustas, lo que podría insumir algún tiempo porque Ucrania, comprensiblemente, desea recuperar todo su territorio y Vladimir Putin, en parte aislado de la presión interna, quiere salvar algo que pueda reclamar como una victoria. Y si los ricos aliados europeos de los Estados Unidos -sus economías combinadas son mayores que la de los Estados Unidos- consideran que una aplastante victoria ucraniana es necesaria para su seguridad, pueden completamente hacerse cargo de la financiación del conflicto y liberar de la carga a los Estados Unidos.
Actualmente, los Estados Unidos suministran más ayuda militar a Ucrania que todos los demás países combinados. Si los europeos carecen de algunas de las armas que Ucrania precisa, pueden comprárselas a los Estados Unidos y hacérselas llegar. A lo largo de varias administraciones presidenciales recientes, el establishment militar estadounidense ha estado intentando «pivotar hacia Asia» para hacer frente a la amenaza mucho mayor de una China en ascenso, pero los Estados Unidos, estratégicamente sobrecargados -su deuda nacional ha alcanzado los 31,5 billones de dólares- se han desviado repetidamente de este objetivo con atolladeros autoinfligidos en Oriente Medio y proporcionando decenas de miles de millones de ayuda a Ucrania.
En segundo lugar, la fuerza de combate rusa ha demostrado ser un tigre de papel, pese a su gran tamaño que por sí solo probablemente sea capaz de encerrar a la guerra con Ucrania en un punto muerto quizás durante años, como en otros conflictos exteriores de Rusia.
En tercer lugar, una solución mejor sería alcanzar un acuerdo que ofrezca a ambos países una salida que les salve la cara y genere la mejor oportunidad para una estabilidad a largo plazo, es decir, la ausencia de futuras guerras por las mismas tierras.
En el largo plazo, las dos partes agotadas podrían acordar la celebración de uno o varios referendos en las zonas de habla rusa de Ucrania para que la población decida si quiere formar parte de Rusia, Ucrania o incluso de un nuevo país independiente. Este tipo de autodeterminación puede ayudar a menudo a resolver conflictos de carácter étnico o religioso.
Traducido por Gabriel Gasave
Los Estados Unidos deberían ceder la guerra de Ucrania a sus aliados europeos
En lugar de una victoria rusa rápida, la segunda invasión rusa de Ucrania parece estar tornándose una contienda prolongada. Después de que los soldados ucranianos frustraran sorprendentemente la ofensiva de Rusia sobre Kiev, la capital de Ucrania, unos regocijados Estados Unidos, reunieron a las naciones de la OTAN a fin de suministrar a los ucranianos decenas de miles de millones en tecnología armamentística.
Tras algunos éxitos ucranianos en el campo de batalla haciendo retroceder a los rusos en el este y el sur de Ucrania, que recuperaron parte del territorio ocupado por Rusia, los Estados Unidos y sus aliados sucumbieron gradualmente a la visión de doblegar de manera decisiva al Oso ruso con una contundente derrota militar.
Sin embargo, Rusia sigue teniendo algunas ventajas. Esencialmente, al invadir Crimea y partes del este industrializado de Ucrania en 2014 y combinar este territorio conquistado con el de sus avances iniciales en el este y el sur en la invasión de 2022, los rusos han dado a los ucranianos una tarea hercúlea para recapturar una superficie tan extensa contra una fuerza de ocupación más significativa y a veces bien parapetada.
A menos que la conocida baja moral de las fuerzas rusas provoque un colapso repentino -como ocurrió con las tropas alemanas en 1918 durante la Primera Guerra Mundial- la conflagración se convertirá probablemente en un largo y sangriento esfuerzo.
Aunque Occidente se ha unido emocionalmente a los colores de Ucrania contra un agresor más formidable proporcionando decenas de miles de millones en ayuda militar, económica y humanitaria, los Estados Unidos debe hacer ahora un análisis riguroso de si su seguridad precisa de una clara victoria ucraniana, si eso es incluso una posibilidad realista y, en caso contrario, cómo sería un acuerdo de tierras entre los dos países para generar la mejor oportunidad de una solución pacífica al conflicto que resulte perdurable.
La respuesta al primer interrogante es que la seguridad estadounidense no requiere una contundente victoria ucraniana. Cuando los desvalidos ucranianos frustraron inicialmente una rápida victoria rusa haciendo retroceder a los invasores cerca de Kiev, Rusia ya había perdido políticamente la guerra. Además, la guerra hasta la fecha ha demostrado que las fuerzas armadas rusas son inoperantes, groseramente corruptas e incompetentes, lo que disminuye significativamente su amenaza para unos distantes Estados Unidos.
Así pues, cualquier amenaza rusa restante fuera de la esfera nuclear está dirigida principalmente a Europa, no a los Estados Unidos. Pero incluso en este caso, la economía de Rusia es menor que el tamaño de la que posee la pequeña Italia, lo que permite a una Europa próspera apoyar con creces la capacidad militar necesaria para hacer frente a una fuerza rusa demostrablemente detenible, para la cual después de su debacle en Ucrania sería una auténtica locura invadir pronto cualquier país de Europa, incluida Moldavia.
La mayoría de las guerras de la historia concluyen con acuerdos negociados, no con triunfos a capa y espada. Es probable que esta guerra no termine de manera diferente, pero sólo cuando ambas partes estén exhaustas, lo que podría insumir algún tiempo porque Ucrania, comprensiblemente, desea recuperar todo su territorio y Vladimir Putin, en parte aislado de la presión interna, quiere salvar algo que pueda reclamar como una victoria. Y si los ricos aliados europeos de los Estados Unidos -sus economías combinadas son mayores que la de los Estados Unidos- consideran que una aplastante victoria ucraniana es necesaria para su seguridad, pueden completamente hacerse cargo de la financiación del conflicto y liberar de la carga a los Estados Unidos.
Actualmente, los Estados Unidos suministran más ayuda militar a Ucrania que todos los demás países combinados. Si los europeos carecen de algunas de las armas que Ucrania precisa, pueden comprárselas a los Estados Unidos y hacérselas llegar. A lo largo de varias administraciones presidenciales recientes, el establishment militar estadounidense ha estado intentando «pivotar hacia Asia» para hacer frente a la amenaza mucho mayor de una China en ascenso, pero los Estados Unidos, estratégicamente sobrecargados -su deuda nacional ha alcanzado los 31,5 billones de dólares- se han desviado repetidamente de este objetivo con atolladeros autoinfligidos en Oriente Medio y proporcionando decenas de miles de millones de ayuda a Ucrania.
En segundo lugar, la fuerza de combate rusa ha demostrado ser un tigre de papel, pese a su gran tamaño que por sí solo probablemente sea capaz de encerrar a la guerra con Ucrania en un punto muerto quizás durante años, como en otros conflictos exteriores de Rusia.
En tercer lugar, una solución mejor sería alcanzar un acuerdo que ofrezca a ambos países una salida que les salve la cara y genere la mejor oportunidad para una estabilidad a largo plazo, es decir, la ausencia de futuras guerras por las mismas tierras.
En el largo plazo, las dos partes agotadas podrían acordar la celebración de uno o varios referendos en las zonas de habla rusa de Ucrania para que la población decida si quiere formar parte de Rusia, Ucrania o incluso de un nuevo país independiente. Este tipo de autodeterminación puede ayudar a menudo a resolver conflictos de carácter étnico o religioso.
Traducido por Gabriel Gasave
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