La determinación de los hechos por parte del Juez Penfield Jackson resulta una lectura interesante. Pero en su esencia, la misma reposa en una ficción económica.
Me refiero a lo que el Juez denomina el “problema intratable del huevo o la gallina,” también conocido como la teoría del encierro. La teoría del encierro sostiene que un producto dominante podría permanecer atrincherado frente a un producto rival superior debido a que el rival no puede coordinar a los consumidores (y a los productores de los bienes complementarios).
La historia del encierro prosigue: Asumamos que las videograbadoras Beta son superiores a la videograbadoras VHS y que todos desearían cambiarse a Beta. El VHS, sin embargo, ya se encuentra bien establecido, y todas las películas están grabadas en el formato VHS. Claramente, si todos nos cambiamos a Beta, las películas serán estrenadas en el formato Beta. Pero, es concebible que todos podrían pensar que el resto va a adquirir equipos VHS, y entonces que ellos deben también comprar VHS si es que desean poder alquilar películas. Dado que todos prefieren Beta, este sería un mal resultado. Por supuesto, si alguien pudiese coordinar a estos consumidores a fin de que realicen el cambio el problema estaría resuelto. Estos coordinadotes son conocidos como los emprendedores en nuestra economía, y siempre son soslayados en las historias de encierros.
La versión del Juez Jackson de la historia sobre el encierro en materia de software es como sigue. Aún si todos preferían el OS/2, todos nosotros (incluidos los programadores de aplicaciones) podríamos pensar que todos los demás van a adoptar Windows, y de esa manera escogemos Windows para obtener su amplio espectro de aplicaciones. El juez denomina a esto una “barrera de entrada para las aplicaciones.” Considera que esta barrera es la fuente del poder monopólico de Microsoft.
El juez no explica cómo Microsoft fue capaz de sortear esta barrera inicialmente. Después de todo, los programadores no hubiesen escrito los programas sin usuarios, y no hubiesen habido usuarios sin los programas. No obstante, Microsoft los superó. Usted podría suponer que los mismos factores que le permitieron al florecer sistema operativo de Microsoft podrían funcionar a favor de una alternativa superior, pero el juez insiste con que ningún nuevo participante podría superar estos factores. Cuando Microsoft mejora su sistema operativo y apoya a terceros que desarrollan software, normalmente algo considerado como acciones encomiables, según el juez las mismas se convierten en tácticas que malvadamente fortalecen a esta barrera. El problema con todo esto es que existen serios problemas con la creencia de que el mercado no puede manejar la coordinación de los problemas. En un aspecto, este tipo de lógica también implica que los automóviles no pueden existir, dado que no existirían las estaciones de servicios sin autos y no habría autos sin estaciones de servicio.
De manera similar, los consumidores no podrían haberse pasado de los discos de vinilo a los CD, de los dispositivos de ocho pistas a los casetes, del correo a las máquinas de fax, o cualquier otra multitud de ejemplos. Incluso más relevante, no existe una pizca de evidencia para apoyar esta falla de coordinación que se sostiene existe. Stephen Margolis y yo hemos pasado más de una década investigando estas historias de coordinación, y recientemente hemos escrito un libro sobre el tema. Nuestra conclusión, basada en una montaña de evidencia, es que la paradoja del huevo o la gallina no proporciona un fundamento para las inquietudes de que los mercados podrían no funcionar adecuadamente. No existe un solo ejemplo conocido en el cual estos problemas de coordinación no hayan sido superados-donde nuevos participantes superiores no fuesen capaces de vencer a los actuales empresarios inferiores. Eso no fue ciertamente verdad respecto de los teclados de las máquinas de escribir ni de las videograbadoras, los dos ejemplos de supuestos encierros más citados. Terminaron siendo tan solo fábulas pobremente investigadas. Interesantemente, descubrimos que los líderes del mercado en los mercados de software eran más propensos a que sus liderazgos les fuesen rápidamente arrebatados por retadores superiores que en el caso de otros mercados.
El Juez Jackson proporciona las historias del OS/2 y Macintosh para apoyar su historia del encierro. Pero esta son tan solo nuevas ficciones. El Juez ignora la circunstancia de que el OS/2 se inició con un montón de desarrolladores, era más costoso que Windows, exigía computadoras más fornidas, rutinariamente se “colgaba” durante la instalación, y no funcionaba con muchas impresoras y tarjetas de video. Tel juez también parecería no percatarse de que el OS/2 fue planeado para correr solamente en PC producidas por IBM, con una versión ‘acotada’ para otras máquinas (¡imagínese sí Microsoft hubiese intentado esto!). Tampoco deberíamos olvidarnos del alto precio de Macintosh, de la falta de voluntad de Apple de agregar su sistema operativo a otro hardware, y de su desdén general por la masa de usuarios de PC. El fracaso de estos productos en convertirse en el sistema operativo dominante no tuvo nada que ver con fallas de coordinación.
Esos emprendedores, dejados fuera de las historias de encierro, resultan ser muy buenos en la coordinación de estos mercados. LO hacen, por supuesto, para enriquecerse. Y un sistema operativo superior que pudiese reemplazar al de Microsoft ciertamente proporcionaría unos ricos dividendos, tal como los propietarios de Red Hat que posee ligeras esperanzas en esa dirección, lo han descubierto. No existe al parecer ninguna razón para pensar que los emprendedores no estuviesen tramando esta tarea en los mercados de software, particularmente dado las enormes sumas de dinero que fluyen a través de las arcas de los fondos IPO (sigla en inglés para Initial Public Offerings, es decir la oferta pública de acciones por primera vez) por estos días.
Esta “barrera de entrada para las aplicaciones” es, entonces, solamente una quimera seductora. Cuando un mejor sistema operativo aparece toda la evidencia indica que logrará establecerse. Windows no ha sido desalojado aún, simplemente porque una alternativa mejor no ha hecho sentir su presencia. Quizás la misma podría ser Linux. Tal vez será algún sistema actualmente desconocido. O quizás seguirá siendo Windows hasta que la próxima revolución informática los supere a todos.
Traducido por Gabriel Gasave
Los fantasiosos hallazgos del Juez del caso Microsoft
La determinación de los hechos por parte del Juez Penfield Jackson resulta una lectura interesante. Pero en su esencia, la misma reposa en una ficción económica.
Me refiero a lo que el Juez denomina el “problema intratable del huevo o la gallina,” también conocido como la teoría del encierro. La teoría del encierro sostiene que un producto dominante podría permanecer atrincherado frente a un producto rival superior debido a que el rival no puede coordinar a los consumidores (y a los productores de los bienes complementarios).
La historia del encierro prosigue: Asumamos que las videograbadoras Beta son superiores a la videograbadoras VHS y que todos desearían cambiarse a Beta. El VHS, sin embargo, ya se encuentra bien establecido, y todas las películas están grabadas en el formato VHS. Claramente, si todos nos cambiamos a Beta, las películas serán estrenadas en el formato Beta. Pero, es concebible que todos podrían pensar que el resto va a adquirir equipos VHS, y entonces que ellos deben también comprar VHS si es que desean poder alquilar películas. Dado que todos prefieren Beta, este sería un mal resultado. Por supuesto, si alguien pudiese coordinar a estos consumidores a fin de que realicen el cambio el problema estaría resuelto. Estos coordinadotes son conocidos como los emprendedores en nuestra economía, y siempre son soslayados en las historias de encierros.
La versión del Juez Jackson de la historia sobre el encierro en materia de software es como sigue. Aún si todos preferían el OS/2, todos nosotros (incluidos los programadores de aplicaciones) podríamos pensar que todos los demás van a adoptar Windows, y de esa manera escogemos Windows para obtener su amplio espectro de aplicaciones. El juez denomina a esto una “barrera de entrada para las aplicaciones.” Considera que esta barrera es la fuente del poder monopólico de Microsoft.
El juez no explica cómo Microsoft fue capaz de sortear esta barrera inicialmente. Después de todo, los programadores no hubiesen escrito los programas sin usuarios, y no hubiesen habido usuarios sin los programas. No obstante, Microsoft los superó. Usted podría suponer que los mismos factores que le permitieron al florecer sistema operativo de Microsoft podrían funcionar a favor de una alternativa superior, pero el juez insiste con que ningún nuevo participante podría superar estos factores. Cuando Microsoft mejora su sistema operativo y apoya a terceros que desarrollan software, normalmente algo considerado como acciones encomiables, según el juez las mismas se convierten en tácticas que malvadamente fortalecen a esta barrera. El problema con todo esto es que existen serios problemas con la creencia de que el mercado no puede manejar la coordinación de los problemas. En un aspecto, este tipo de lógica también implica que los automóviles no pueden existir, dado que no existirían las estaciones de servicios sin autos y no habría autos sin estaciones de servicio.
De manera similar, los consumidores no podrían haberse pasado de los discos de vinilo a los CD, de los dispositivos de ocho pistas a los casetes, del correo a las máquinas de fax, o cualquier otra multitud de ejemplos. Incluso más relevante, no existe una pizca de evidencia para apoyar esta falla de coordinación que se sostiene existe. Stephen Margolis y yo hemos pasado más de una década investigando estas historias de coordinación, y recientemente hemos escrito un libro sobre el tema. Nuestra conclusión, basada en una montaña de evidencia, es que la paradoja del huevo o la gallina no proporciona un fundamento para las inquietudes de que los mercados podrían no funcionar adecuadamente. No existe un solo ejemplo conocido en el cual estos problemas de coordinación no hayan sido superados-donde nuevos participantes superiores no fuesen capaces de vencer a los actuales empresarios inferiores. Eso no fue ciertamente verdad respecto de los teclados de las máquinas de escribir ni de las videograbadoras, los dos ejemplos de supuestos encierros más citados. Terminaron siendo tan solo fábulas pobremente investigadas. Interesantemente, descubrimos que los líderes del mercado en los mercados de software eran más propensos a que sus liderazgos les fuesen rápidamente arrebatados por retadores superiores que en el caso de otros mercados.
El Juez Jackson proporciona las historias del OS/2 y Macintosh para apoyar su historia del encierro. Pero esta son tan solo nuevas ficciones. El Juez ignora la circunstancia de que el OS/2 se inició con un montón de desarrolladores, era más costoso que Windows, exigía computadoras más fornidas, rutinariamente se “colgaba” durante la instalación, y no funcionaba con muchas impresoras y tarjetas de video. Tel juez también parecería no percatarse de que el OS/2 fue planeado para correr solamente en PC producidas por IBM, con una versión ‘acotada’ para otras máquinas (¡imagínese sí Microsoft hubiese intentado esto!). Tampoco deberíamos olvidarnos del alto precio de Macintosh, de la falta de voluntad de Apple de agregar su sistema operativo a otro hardware, y de su desdén general por la masa de usuarios de PC. El fracaso de estos productos en convertirse en el sistema operativo dominante no tuvo nada que ver con fallas de coordinación.
Esos emprendedores, dejados fuera de las historias de encierro, resultan ser muy buenos en la coordinación de estos mercados. LO hacen, por supuesto, para enriquecerse. Y un sistema operativo superior que pudiese reemplazar al de Microsoft ciertamente proporcionaría unos ricos dividendos, tal como los propietarios de Red Hat que posee ligeras esperanzas en esa dirección, lo han descubierto. No existe al parecer ninguna razón para pensar que los emprendedores no estuviesen tramando esta tarea en los mercados de software, particularmente dado las enormes sumas de dinero que fluyen a través de las arcas de los fondos IPO (sigla en inglés para Initial Public Offerings, es decir la oferta pública de acciones por primera vez) por estos días.
Esta “barrera de entrada para las aplicaciones” es, entonces, solamente una quimera seductora. Cuando un mejor sistema operativo aparece toda la evidencia indica que logrará establecerse. Windows no ha sido desalojado aún, simplemente porque una alternativa mejor no ha hecho sentir su presencia. Quizás la misma podría ser Linux. Tal vez será algún sistema actualmente desconocido. O quizás seguirá siendo Windows hasta que la próxima revolución informática los supere a todos.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa de la competencia y monopoliosDerecho y libertadEconomíaEmpresa e iniciativa empresarialLitigaciónReglamentación
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