Aunque las cadenas árabes de televisión pueden bien estar acentuando demasiado la carnicería civil en Irak, los medios estadounidenses están complacientemente restándole énfasis a medida que minimizan los errores iniciales de los EE.UU. y de las fuerzas británicas. Para empezar, aunque su causa se encuentra en discusión, las explosiones en los dos mercados iraquíes que mataron a 17 y a 50 y tantos civiles—hasta ahora, dos de los más elevados números de victimas fatales en un solo hecho de la guerra—fueron ciertamente valiosas informativamente, pero solamente recibieron una modesta atención. Esto debería alertar a un observador informado acerca de la posibilidad de que los medios estadounidenses estén minimizando otros hechos incómodos en la campaña militar.
Aunque hemos oído cuchicheos de funcionarios de Washington respecto de que los líderes civiles en el Pentágono—muchos de los cuales no han tenido ninguna experiencia militar previa—pudieron haber subestimado al enemigo, al grado de que esa torpeza ha sido encubierta en la prensa. Al invadir cualquier país, sin importar sus capacidades militares en el papel, un interrogante fundamental resulta ser si la población apoyará o se opondrá a las fuerzas invasoras. La administración de Bush pudo haberse auto-engañado sobre cuánto los iraquíes podrían amar la imposición por la fuerza por parte de los EE.UU. de una forma restricta de democracia y de autodeterminación. Aunque los halcones quisieran detener la feroz resistencia encontrada en los matones más leales a Saddam o en la gente que lucha porque esos malhechores les están apuntando con un arma a sus cabezas, la evidencia que empieza a filtrarse sugiere que muchos iraquíes, incluyendo a los chiitas anti-Saddam, miran a las fuerzas de EE.UU. más como invasoras antes que como libertadoras.
La exportación de la democracia a punta de pistola es como un promotor telefónico persistente que llama en varias ocasiones a la hora de la cena; incluso si el producto es muy bueno, usted no está de humor para comprarlo cuando su privacidad ha sido violada involuntariamente. En el largo plazo, la voluntad de los iraquíes para resistir podría crear las condiciones para una guerra de guerrillas mucho después de que se hayan ganado las batallas principales (como la segunda guerra en Chechenia). En el a corto plazo, la batalla por Bagdad podría ser intensa y costosa.
Con aun una remota posibilidad de una población hostil, la insistencia del Secretario de Defensa Rumsfeld respecto de enviar solamente 170.000 efectivos terrestres para someter un país del tamaño de California fue un desatino. Por supuesto, una administración Bush confiada no creyó que los iraquíes resistirían y no tenían ningún respaldo si lo hacían. Este episodio es evocador de Kosovo, donde la administración Clinton no tenía ningún “Plan B”ß por si el bombardeo no permitía controlar a Milosevic (y no lo hizo). En un episodio de excesiva intromisión civil en el planeamiento militar, similar a la indiferencia de Hitler al sano consejo militar por parte de sus generales y al micro-gerenciamiento de la administración Johnson de la Guerra de Vietnam, las personas informadas en el área de defensa dicen que Rumsfeld ignoró el consejo inicial de los militares de que fuerzas de tierra más grandes y más pesadas serían necesarias para la invasión. Por lo menos, debería haber tenido fuerzas más pesadas en la frontera Iraquí listas para arremeter si las cosas se complicaban (la llegada de la mayoría de las fuerzas pesadas se encuentra a semanas de producirse y esto no hace más que retardar todo el ímpetu fundamental y fortalecer la voluntad del Iraquí para combatir).
Lo que ha sucedido en Basora puede ser indicativo de lo que sucederá en la lucha por Bagdad. Una pequeña cantidad de combatientes guerrilleros y una unidad militar iraquí fracturada han contenido a los británicos en la bahía durante más tiempo de lo esperado. Bagdad es más grande, fuertemente defendida por las fuerzas de elite y la metrópoli más importante de Irak. Incluso con refuerzos, las fuerzas de EE.UU. pueden tener problemas al tomar la ciudad capital. Como lo demuestra la experiencia en Basora, el terreno urbano actúa como enorme multiplicador de la fuerza incluso para las fuerzas débiles.
Si la lucha por Bagdad es intensa, elevadas víctimas de EE.UU. o entre lo civiles iraquíes podrían ocurrir y la guerra podría prolongarse—erosionando de ese modo el apoyo del público de EE.UU. para el conflicto (estrategia de Saddam para sobrevivir). El exceso de confianza de la administración Bush también condujo al error elemental de descuidar proteger a las vulnerables líneas de abastecimiento. A través de la historia militar, los ejércitos se han percatado de que atacar a las líneas de aprovisionamiento en la retaguardia del adversario tiene el mismo efecto que tomar a las fuerzas pesadamente armadas directamente, pero es más seguro. Después de todo, un tanque que carece de gasolina y de municiones es tan ineficaz como uno que ha sido destruido. Así, las tropas de EE.UU. se han quedado cortas en alimentos y combustible y se han expuesto a ataques desde virtualmente todas las direcciones.
Además, un viejo adagio político parece habérsele escapado a la administración: el lidiar con una crisis de política exterior no puede conseguirle la reelección, pero puede derrotarlo. Lyndon B. Johnson y Carter encontraron su fracaso debido a torpes operaciones militares. Y Bush solamente precisa mirar a su padre y a Winston Churchill para encontrar políticos que fueron sacados de su cargo incluso después de obtener resonantes victorias militares.
Quizás la administración de Bush pueda superar los errores iniciales para ganar su guerra preventiva y su reelección, pero será una batalla cuesta arriba dadas las altas expectativas que la propia administración ha generado. Y las equivocaciones existen, aun cuando los medios de comunicación de EE.UU. están cumpliendo su “deber patriótico” de minimizarlas.
Traducido por Gabriel Gasave
Los tropiezos iniciales de Bush en la guerra están siendo minimizados por los medios de prensa estadounidenses
Aunque las cadenas árabes de televisión pueden bien estar acentuando demasiado la carnicería civil en Irak, los medios estadounidenses están complacientemente restándole énfasis a medida que minimizan los errores iniciales de los EE.UU. y de las fuerzas británicas. Para empezar, aunque su causa se encuentra en discusión, las explosiones en los dos mercados iraquíes que mataron a 17 y a 50 y tantos civiles—hasta ahora, dos de los más elevados números de victimas fatales en un solo hecho de la guerra—fueron ciertamente valiosas informativamente, pero solamente recibieron una modesta atención. Esto debería alertar a un observador informado acerca de la posibilidad de que los medios estadounidenses estén minimizando otros hechos incómodos en la campaña militar.
Aunque hemos oído cuchicheos de funcionarios de Washington respecto de que los líderes civiles en el Pentágono—muchos de los cuales no han tenido ninguna experiencia militar previa—pudieron haber subestimado al enemigo, al grado de que esa torpeza ha sido encubierta en la prensa. Al invadir cualquier país, sin importar sus capacidades militares en el papel, un interrogante fundamental resulta ser si la población apoyará o se opondrá a las fuerzas invasoras. La administración de Bush pudo haberse auto-engañado sobre cuánto los iraquíes podrían amar la imposición por la fuerza por parte de los EE.UU. de una forma restricta de democracia y de autodeterminación. Aunque los halcones quisieran detener la feroz resistencia encontrada en los matones más leales a Saddam o en la gente que lucha porque esos malhechores les están apuntando con un arma a sus cabezas, la evidencia que empieza a filtrarse sugiere que muchos iraquíes, incluyendo a los chiitas anti-Saddam, miran a las fuerzas de EE.UU. más como invasoras antes que como libertadoras.
La exportación de la democracia a punta de pistola es como un promotor telefónico persistente que llama en varias ocasiones a la hora de la cena; incluso si el producto es muy bueno, usted no está de humor para comprarlo cuando su privacidad ha sido violada involuntariamente. En el largo plazo, la voluntad de los iraquíes para resistir podría crear las condiciones para una guerra de guerrillas mucho después de que se hayan ganado las batallas principales (como la segunda guerra en Chechenia). En el a corto plazo, la batalla por Bagdad podría ser intensa y costosa.
Con aun una remota posibilidad de una población hostil, la insistencia del Secretario de Defensa Rumsfeld respecto de enviar solamente 170.000 efectivos terrestres para someter un país del tamaño de California fue un desatino. Por supuesto, una administración Bush confiada no creyó que los iraquíes resistirían y no tenían ningún respaldo si lo hacían. Este episodio es evocador de Kosovo, donde la administración Clinton no tenía ningún “Plan B”ß por si el bombardeo no permitía controlar a Milosevic (y no lo hizo). En un episodio de excesiva intromisión civil en el planeamiento militar, similar a la indiferencia de Hitler al sano consejo militar por parte de sus generales y al micro-gerenciamiento de la administración Johnson de la Guerra de Vietnam, las personas informadas en el área de defensa dicen que Rumsfeld ignoró el consejo inicial de los militares de que fuerzas de tierra más grandes y más pesadas serían necesarias para la invasión. Por lo menos, debería haber tenido fuerzas más pesadas en la frontera Iraquí listas para arremeter si las cosas se complicaban (la llegada de la mayoría de las fuerzas pesadas se encuentra a semanas de producirse y esto no hace más que retardar todo el ímpetu fundamental y fortalecer la voluntad del Iraquí para combatir).
Lo que ha sucedido en Basora puede ser indicativo de lo que sucederá en la lucha por Bagdad. Una pequeña cantidad de combatientes guerrilleros y una unidad militar iraquí fracturada han contenido a los británicos en la bahía durante más tiempo de lo esperado. Bagdad es más grande, fuertemente defendida por las fuerzas de elite y la metrópoli más importante de Irak. Incluso con refuerzos, las fuerzas de EE.UU. pueden tener problemas al tomar la ciudad capital. Como lo demuestra la experiencia en Basora, el terreno urbano actúa como enorme multiplicador de la fuerza incluso para las fuerzas débiles.
Si la lucha por Bagdad es intensa, elevadas víctimas de EE.UU. o entre lo civiles iraquíes podrían ocurrir y la guerra podría prolongarse—erosionando de ese modo el apoyo del público de EE.UU. para el conflicto (estrategia de Saddam para sobrevivir). El exceso de confianza de la administración Bush también condujo al error elemental de descuidar proteger a las vulnerables líneas de abastecimiento. A través de la historia militar, los ejércitos se han percatado de que atacar a las líneas de aprovisionamiento en la retaguardia del adversario tiene el mismo efecto que tomar a las fuerzas pesadamente armadas directamente, pero es más seguro. Después de todo, un tanque que carece de gasolina y de municiones es tan ineficaz como uno que ha sido destruido. Así, las tropas de EE.UU. se han quedado cortas en alimentos y combustible y se han expuesto a ataques desde virtualmente todas las direcciones.
Además, un viejo adagio político parece habérsele escapado a la administración: el lidiar con una crisis de política exterior no puede conseguirle la reelección, pero puede derrotarlo. Lyndon B. Johnson y Carter encontraron su fracaso debido a torpes operaciones militares. Y Bush solamente precisa mirar a su padre y a Winston Churchill para encontrar políticos que fueron sacados de su cargo incluso después de obtener resonantes victorias militares.
Quizás la administración de Bush pueda superar los errores iniciales para ganar su guerra preventiva y su reelección, pero será una batalla cuesta arriba dadas las altas expectativas que la propia administración ha generado. Y las equivocaciones existen, aun cuando los medios de comunicación de EE.UU. están cumpliendo su “deber patriótico” de minimizarlas.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrak
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