Alrededor del globo, la ONU utiliza la “ayuda humanitaria” como un vehículo para imponer políticamente las decisiones correctas, desde el feminismo del género hasta el control de armas. Pero la crisis en Irak revela otro aspecto de la ONU: una institución hambrienta de dinero que se oculta tras una máscara de compasión.
Los propósitos políticos para los cuales la ONU utiliza los programas alimentarios y médicos han sido el tema de muchas investigaciones y comentarios.
Incluso el Fondo para la Niñez de la ONU (UNICEF) es culpable. En 1996, el Vaticano suspendió las contribuciones a la UNICEF y advirtió contra la promoción por parte de la agencia de políticas feministas, especialmente el aborto. Más recientemente, la Directora Ejecutiva de UNICEF Carol Bellamy propuso un importante programa para las mujeres y las niñas africanas que excluía explícitamente a los hombres—una violación clara de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, la cual prohíbe la discriminación por sexo. El programa de Bellamy atendía no solamente “las necesidades inmediatas de las mujeres,” sino también las de largo plazo, tales como el “acceso a los activos productivos” y la eliminación de las “normas sociales destructivas.” El humanitarianismo se encuentra unido a una agenda social. El manejo de los alimentos y de los medicamentos como una forma de control político se ha tornado evidente, incluso en la UNICEF.
Cualquier agencia legítima y no-política que desee proporcionar asistencia a Irak debería ser permitida en las áreas aseguradas del país. Pero “no-política” no es una palabra que describe a la ONU. Y su propósito principal no es la asistencia. Considérese tan sólo una de las maniobras desplegada por la ONU. La misma es un franco arrebato al poder y a las riquezas.
La ONU desea desesperadamente regresar a Irak bajo el rol de un supervisor de armas. Dado que Bush le ha dicho “no,” la ONU está intentando ingresar a través de la puerta trasera con el programa petróleo-por-alimentos.
Petróleo-por-alimentos fue establecido por la ONU en 1995. El mismo le permitió a Irak vender petróleo para financiar la adquisición de bienes humanitarios para su pueblo que sucumbía ante la falta de provisiones básicas. (Esta dificultad se debía en gran parte a las sanciones económicas impuestas por la ONU en 1990.) El dinero del petróleo iraquí ingresaba a una cuenta fideicomisaria de la ONU en el banco francés BNP-Paribas, y luego era utilizado para comprar bienes de los proveedores. El Consejo de Seguridad debía aprobar todos los contratos petroleros, lo que le otorgaba a la ONU un control efectivo sobre las comprobadas segundas reservas de crudo más grandes del mundo.
La ONU se benefició opulentamente de varias maneras. La primera y principal fue con el torrente de dinero petrolero. En un informe de la ONU se lee: “Las exportaciones totales [de petróleo] para la semana [13.2 millones de barriles] generaron un ingreso estimado de. . . $370 millones.” La ONU creció en tamaño: los empleados financiados con el petróleo, tales como los inspectores de armas, llevaron a algunos a apodar al programa “Petróleo-por-Empleos en la ONU.” Por otra parte, los miembros individuales del Consejo de Seguridad de la ONU se beneficiaron ampliamente. Francia, Rusia y Siria recibieron contratos petroleros bajo términos extremadamente favorables.
Pero no fueron meramente los productores de petróleo quienes se cebaron. William Safire escribe en el New York Times del 24 de abril: “El Sub-Secretario de la ONU Sevan admite que el banco francés BNP Paribas fue elegido para emitir las cartas de crédito para la mayoría de los proveedores favorecidos, pero califica como ‘inexactitudes’ los cargos . . . de ocultación. Menciona cientos de auditorias en cinco años. Pero los detalles de qué compañías en qué países obtuvieron cuánto—eso no es público.” Sin embargo los informes deberían ser puestos a disposición de los miembros estadounidenses de la ONU. Y, como Safire lo destaca, el Senador Arlen Specter de las Apropiaciones del Senado le escribió a Powell acerca de “informes de que estos recursos son un fondo fangoso,” diciendo: “Urjo al Departamento de Estado para que exija una contabilidad.”
Los EE.UU. están también demandando la finalización tanto de las sanciones como del petróleo-por-alimentos. Esto eliminaría el control de ONU sobre la economía de Irak. Los EE.UU. se preponen indudablemente beneficiarse considerablemente con el control del petróleo iraquí. Pero aquellos que ven a la ONU como una alternativa no-política o altruista a los “codiciosos estadounidenses” están completamente equivocados.
La ONU está luchando por conservar su vaca de dinero en efectivo. El jueves pasado, el Consejo de Seguridad prorrogó unánimemente la autoridad del Secretario General de la ONU Kofi Annan sobre el programa de petróleo-por-alimentos hasta el 3 de junio. La prórroga no tuvo nada que ver con inquietudes humanitarias.
Los miembros del Consejo de Seguridad no desean perder sus contratos petroleros. Así, en el conflicto que se avecina entre los EE.UU. y la ONU, el Consejo de Seguridad defenderá casi con certeza lo que Jean-Jean-Marc de La Sabliere de Francia denomina “la transparencia en la venta de petróleo y la concesión de los contratos”, la cual será una condición para el levantamiento de las sanciones y para el petróleo-por-alimentos. La “transparencia” es una palabra vaga y extraña para utilizar, la que permite muchas interpretaciones. Pero, cualquiera que sea el significado que surja, la misma involucrará casi ciertamente el proteger a los miembros.
Durante las negociaciones, la ONU gritará “humanitarianismo” pero no será verdad. Si fuese cierto, entonces la ONU removería inmediatamente las sanciones que la misma impuso contra el cuál es ahora un régimen inexistente. Aquellas sanciones castigan en la actualidad solamente a civiles inocentes.
Los EE.UU. deberían asumir una verdadera posición humanitaria y alentar el ingreso de caridades privadas como La Cruz Roja y la Red Crescent, y de organizaciones, tales como Médicos Sin Fronteras. La organización Save the Children, emplazada en Pensilvania ha estado clamando poder ayudar.
Las caridades privadas no son perfectas pero no poseen ninguna ambición de largo plazo para controlar la economía y la política social de las naciones a las cuales le donan. A diferencia de la ONU, una caridad privada no le otorga a los niños una ración de alimento o una vacuna a cambio del control sobre su futuro.
Traducido por Gabriel Gasave
Nada de petróleo por alimentos
Alrededor del globo, la ONU utiliza la “ayuda humanitaria” como un vehículo para imponer políticamente las decisiones correctas, desde el feminismo del género hasta el control de armas. Pero la crisis en Irak revela otro aspecto de la ONU: una institución hambrienta de dinero que se oculta tras una máscara de compasión.
Los propósitos políticos para los cuales la ONU utiliza los programas alimentarios y médicos han sido el tema de muchas investigaciones y comentarios.
Incluso el Fondo para la Niñez de la ONU (UNICEF) es culpable. En 1996, el Vaticano suspendió las contribuciones a la UNICEF y advirtió contra la promoción por parte de la agencia de políticas feministas, especialmente el aborto. Más recientemente, la Directora Ejecutiva de UNICEF Carol Bellamy propuso un importante programa para las mujeres y las niñas africanas que excluía explícitamente a los hombres—una violación clara de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, la cual prohíbe la discriminación por sexo. El programa de Bellamy atendía no solamente “las necesidades inmediatas de las mujeres,” sino también las de largo plazo, tales como el “acceso a los activos productivos” y la eliminación de las “normas sociales destructivas.” El humanitarianismo se encuentra unido a una agenda social. El manejo de los alimentos y de los medicamentos como una forma de control político se ha tornado evidente, incluso en la UNICEF.
Cualquier agencia legítima y no-política que desee proporcionar asistencia a Irak debería ser permitida en las áreas aseguradas del país. Pero “no-política” no es una palabra que describe a la ONU. Y su propósito principal no es la asistencia. Considérese tan sólo una de las maniobras desplegada por la ONU. La misma es un franco arrebato al poder y a las riquezas.
La ONU desea desesperadamente regresar a Irak bajo el rol de un supervisor de armas. Dado que Bush le ha dicho “no,” la ONU está intentando ingresar a través de la puerta trasera con el programa petróleo-por-alimentos.
Petróleo-por-alimentos fue establecido por la ONU en 1995. El mismo le permitió a Irak vender petróleo para financiar la adquisición de bienes humanitarios para su pueblo que sucumbía ante la falta de provisiones básicas. (Esta dificultad se debía en gran parte a las sanciones económicas impuestas por la ONU en 1990.) El dinero del petróleo iraquí ingresaba a una cuenta fideicomisaria de la ONU en el banco francés BNP-Paribas, y luego era utilizado para comprar bienes de los proveedores. El Consejo de Seguridad debía aprobar todos los contratos petroleros, lo que le otorgaba a la ONU un control efectivo sobre las comprobadas segundas reservas de crudo más grandes del mundo.
La ONU se benefició opulentamente de varias maneras. La primera y principal fue con el torrente de dinero petrolero. En un informe de la ONU se lee: “Las exportaciones totales [de petróleo] para la semana [13.2 millones de barriles] generaron un ingreso estimado de. . . $370 millones.” La ONU creció en tamaño: los empleados financiados con el petróleo, tales como los inspectores de armas, llevaron a algunos a apodar al programa “Petróleo-por-Empleos en la ONU.” Por otra parte, los miembros individuales del Consejo de Seguridad de la ONU se beneficiaron ampliamente. Francia, Rusia y Siria recibieron contratos petroleros bajo términos extremadamente favorables.
Pero no fueron meramente los productores de petróleo quienes se cebaron. William Safire escribe en el New York Times del 24 de abril: “El Sub-Secretario de la ONU Sevan admite que el banco francés BNP Paribas fue elegido para emitir las cartas de crédito para la mayoría de los proveedores favorecidos, pero califica como ‘inexactitudes’ los cargos . . . de ocultación. Menciona cientos de auditorias en cinco años. Pero los detalles de qué compañías en qué países obtuvieron cuánto—eso no es público.” Sin embargo los informes deberían ser puestos a disposición de los miembros estadounidenses de la ONU. Y, como Safire lo destaca, el Senador Arlen Specter de las Apropiaciones del Senado le escribió a Powell acerca de “informes de que estos recursos son un fondo fangoso,” diciendo: “Urjo al Departamento de Estado para que exija una contabilidad.”
Los EE.UU. están también demandando la finalización tanto de las sanciones como del petróleo-por-alimentos. Esto eliminaría el control de ONU sobre la economía de Irak. Los EE.UU. se preponen indudablemente beneficiarse considerablemente con el control del petróleo iraquí. Pero aquellos que ven a la ONU como una alternativa no-política o altruista a los “codiciosos estadounidenses” están completamente equivocados.
La ONU está luchando por conservar su vaca de dinero en efectivo. El jueves pasado, el Consejo de Seguridad prorrogó unánimemente la autoridad del Secretario General de la ONU Kofi Annan sobre el programa de petróleo-por-alimentos hasta el 3 de junio. La prórroga no tuvo nada que ver con inquietudes humanitarias.
Los miembros del Consejo de Seguridad no desean perder sus contratos petroleros. Así, en el conflicto que se avecina entre los EE.UU. y la ONU, el Consejo de Seguridad defenderá casi con certeza lo que Jean-Jean-Marc de La Sabliere de Francia denomina “la transparencia en la venta de petróleo y la concesión de los contratos”, la cual será una condición para el levantamiento de las sanciones y para el petróleo-por-alimentos. La “transparencia” es una palabra vaga y extraña para utilizar, la que permite muchas interpretaciones. Pero, cualquiera que sea el significado que surja, la misma involucrará casi ciertamente el proteger a los miembros.
Durante las negociaciones, la ONU gritará “humanitarianismo” pero no será verdad. Si fuese cierto, entonces la ONU removería inmediatamente las sanciones que la misma impuso contra el cuál es ahora un régimen inexistente. Aquellas sanciones castigan en la actualidad solamente a civiles inocentes.
Los EE.UU. deberían asumir una verdadera posición humanitaria y alentar el ingreso de caridades privadas como La Cruz Roja y la Red Crescent, y de organizaciones, tales como Médicos Sin Fronteras. La organización Save the Children, emplazada en Pensilvania ha estado clamando poder ayudar.
Las caridades privadas no son perfectas pero no poseen ninguna ambición de largo plazo para controlar la economía y la política social de las naciones a las cuales le donan. A diferencia de la ONU, una caridad privada no le otorga a los niños una ración de alimento o una vacuna a cambio del control sobre su futuro.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorDiplomacia y ayuda exterior
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