Los republicanos del «establishment» han venido golpeándose el pecho por la elección de Trump en no menor medida que los partidarios de Hillary, perplejos de que alguien tan inaceptable haya resultado ser el candidato republicano, y mucho más el Presidente electo.
Entre sus teorías se destaca la que afirma que un mecanismo temprano más enérgico del Comité Nacional tendiente a identificar y respaldar a su candidato preferido a la nominación (léase: representante del «establishment») hubiese evitado esto. Claramente, prosigue esta teoría, la fragmentación posibilitada por la batalla campal en las primarias entre candidatos auto elegidos proveyó la rendija para que Trump socavase el disciplinado proceso, y la solución sería volver a poner al proceso bajo el control de un férreo Comité central.
Sin embargo, una evaluación honesta muestra que esta estrategia fue precisamente la que le costó a los demócratas la elección de 2016, y a los republicanos las de 2008 y 2012.
Podría decirse que los estadounidenses han visto frustrados sus esfuerzos de llevar a un «outsider» a la Casa Blanca desde su desilusión con los ocho años de gobierno del «establishment» de George W. Bush. Millones se aferraron al desconocido que había pintado un cuadro de esperanza y unidad como el primer orador de la Convención Nacional Demócrata en 2004. Aunque un graduado de la Ivy League y senador novato, un negro llamado Barack Obama no podía ser rotulado por nadie con la etiqueta de «insider».
En el bando republicano, los jóvenes fueron especialmente atraídos por la campaña del principal crítico del status quo de Washington, Ron Paul.
Ambos «outsiders» no convencionales, Obama y Paul, prometieron poner fin a las interminables guerras en el extranjero y al ataque interno contra las libertades civiles. Ambos prometieron acabar con la puerta giratoria del clientelismo que favoreció a las elites de la información privilegiada por sobre el hombre común.
Obama fue rápidamente capaz de empantanar la campaña de la presunta heredera y ultima «insider», Hillary Clinton, para ganar la nominación demócrata. Y siguió hasta ganar la elección con su mensaje de «outsider» de llevar Esperanza y Cambio a Washington.
Por desgracia, una vez en el cargo, el «outsider» Obama se adaptó rápidamente a los quehaceres de Washington, y el cambio que los estadounidenses esperaban no se materializó. A finales de 2011, los índices de aprobación de la labor de Obama habían caído por debajo del 50%, y dos tercios de los votantes pensaban que los Estados Unidos estaban en la «senda equivocada».
A pesar de esto, ningún demócrata, por supuesto, podía desafiar al ocupante del cargo, y en el período previo a las elecciones de 2012, el perenne «outsider» Ron Paul otra vez capturó la imaginación popular de millones de jóvenes. Pero como lo habían hecho en 2008, el «establishment» del Partido Republicano, ayudado e instigado por los medios que se negaban a reconocerlo como un candidato viable (tal vez la sátira más famosa fue la Jon Stewart al compararlo con el «piso 13» de un hotel), rápidamente lo congelaron dejándolo fuera de carrera.
El Partido Republicano en su lugar nominó tenazmente a los candidatos del «establishment» en 2008 y 2012. Especialmente en 2012, la estrategia garantizó su impensada derrota, mientras los republicanos arrasaban en el Congreso.
En la previa a los comicios de 2016, el Partido Republicano, pese a sus mejores esfuerzos, perdió por completo el control del proceso de las primarias y la nominación. Con una personalidad impresionante y la atención de los medios que intentaba ridiculizarlo y destruirlo, pero que en cambio le brindaron la más grande de las tarimas, Trump fue capaz, al final, de darle a la gente el candidato que deseaba: un auténtico y honesto «outsider», rechazado y ridiculizado por la elite del «establishment» a la que culpaban de sus males.
Mientras tanto, la candidatura de Bernie Sanders ofrecía una promesa similar a los demócratas y otros que buscaban lo mismo. Pero como ya se reveló con lujo de detalles, la potente maquinaria del Comité Nacional Demócrata (DNC es su sigla en inglés) aseguró meticulosamente que la unción de Hillary, la última «insider» que protegería el statu quo, avanzara sin inconvenientes.
Ya sea que de manera similar Donald Trump caiga o no presa de la «Fiebre del Potomac» y se convierta en un «insider» de Washington, en vez de mirar a los erróneamente percibidos «días de gloria» de la maquinaria política, aquellos que anhelan contar con mejores candidatos entre los cuales escoger en el futuro podrían intentar mejor procurar un sistema que brinde un foro honesto, en un campo de juego nivelado, para que los votantes evalúen a los candidatos. Renunciemos a la cobertura mediática de la política como si fuese un entretenimiento, y en su lugar pergeñemos un sistema más parecido al que utilizamos para efectuar otras elecciones importantes para nosotros, como la de contratar, concertar una cita o casarnos.
Quién sabe, tal vez una variante de LinkedIn o OkCupid ofrecería mejor a los estadounidenses un mercado competitivo de las ideas, donde podrían realizarse comparaciones pormenorizadas de las credenciales y propuestas del Candidato A vs las de Candidato B hasta el Z ¿Algún aspirante a desarrollador de aplicaciones dispuesto a aceptar el desafío?
Traducido por Gabriel Gasave
Por qué Donald Trump es el sucesor lógico de Obama (y cómo puede ayudar una aplicación)
Los republicanos del «establishment» han venido golpeándose el pecho por la elección de Trump en no menor medida que los partidarios de Hillary, perplejos de que alguien tan inaceptable haya resultado ser el candidato republicano, y mucho más el Presidente electo.
Entre sus teorías se destaca la que afirma que un mecanismo temprano más enérgico del Comité Nacional tendiente a identificar y respaldar a su candidato preferido a la nominación (léase: representante del «establishment») hubiese evitado esto. Claramente, prosigue esta teoría, la fragmentación posibilitada por la batalla campal en las primarias entre candidatos auto elegidos proveyó la rendija para que Trump socavase el disciplinado proceso, y la solución sería volver a poner al proceso bajo el control de un férreo Comité central.
Sin embargo, una evaluación honesta muestra que esta estrategia fue precisamente la que le costó a los demócratas la elección de 2016, y a los republicanos las de 2008 y 2012.
Podría decirse que los estadounidenses han visto frustrados sus esfuerzos de llevar a un «outsider» a la Casa Blanca desde su desilusión con los ocho años de gobierno del «establishment» de George W. Bush. Millones se aferraron al desconocido que había pintado un cuadro de esperanza y unidad como el primer orador de la Convención Nacional Demócrata en 2004. Aunque un graduado de la Ivy League y senador novato, un negro llamado Barack Obama no podía ser rotulado por nadie con la etiqueta de «insider».
En el bando republicano, los jóvenes fueron especialmente atraídos por la campaña del principal crítico del status quo de Washington, Ron Paul.
Ambos «outsiders» no convencionales, Obama y Paul, prometieron poner fin a las interminables guerras en el extranjero y al ataque interno contra las libertades civiles. Ambos prometieron acabar con la puerta giratoria del clientelismo que favoreció a las elites de la información privilegiada por sobre el hombre común.
Obama fue rápidamente capaz de empantanar la campaña de la presunta heredera y ultima «insider», Hillary Clinton, para ganar la nominación demócrata. Y siguió hasta ganar la elección con su mensaje de «outsider» de llevar Esperanza y Cambio a Washington.
Por desgracia, una vez en el cargo, el «outsider» Obama se adaptó rápidamente a los quehaceres de Washington, y el cambio que los estadounidenses esperaban no se materializó. A finales de 2011, los índices de aprobación de la labor de Obama habían caído por debajo del 50%, y dos tercios de los votantes pensaban que los Estados Unidos estaban en la «senda equivocada».
A pesar de esto, ningún demócrata, por supuesto, podía desafiar al ocupante del cargo, y en el período previo a las elecciones de 2012, el perenne «outsider» Ron Paul otra vez capturó la imaginación popular de millones de jóvenes. Pero como lo habían hecho en 2008, el «establishment» del Partido Republicano, ayudado e instigado por los medios que se negaban a reconocerlo como un candidato viable (tal vez la sátira más famosa fue la Jon Stewart al compararlo con el «piso 13» de un hotel), rápidamente lo congelaron dejándolo fuera de carrera.
El Partido Republicano en su lugar nominó tenazmente a los candidatos del «establishment» en 2008 y 2012. Especialmente en 2012, la estrategia garantizó su impensada derrota, mientras los republicanos arrasaban en el Congreso.
En la previa a los comicios de 2016, el Partido Republicano, pese a sus mejores esfuerzos, perdió por completo el control del proceso de las primarias y la nominación. Con una personalidad impresionante y la atención de los medios que intentaba ridiculizarlo y destruirlo, pero que en cambio le brindaron la más grande de las tarimas, Trump fue capaz, al final, de darle a la gente el candidato que deseaba: un auténtico y honesto «outsider», rechazado y ridiculizado por la elite del «establishment» a la que culpaban de sus males.
Mientras tanto, la candidatura de Bernie Sanders ofrecía una promesa similar a los demócratas y otros que buscaban lo mismo. Pero como ya se reveló con lujo de detalles, la potente maquinaria del Comité Nacional Demócrata (DNC es su sigla en inglés) aseguró meticulosamente que la unción de Hillary, la última «insider» que protegería el statu quo, avanzara sin inconvenientes.
Ya sea que de manera similar Donald Trump caiga o no presa de la «Fiebre del Potomac» y se convierta en un «insider» de Washington, en vez de mirar a los erróneamente percibidos «días de gloria» de la maquinaria política, aquellos que anhelan contar con mejores candidatos entre los cuales escoger en el futuro podrían intentar mejor procurar un sistema que brinde un foro honesto, en un campo de juego nivelado, para que los votantes evalúen a los candidatos. Renunciemos a la cobertura mediática de la política como si fuese un entretenimiento, y en su lugar pergeñemos un sistema más parecido al que utilizamos para efectuar otras elecciones importantes para nosotros, como la de contratar, concertar una cita o casarnos.
Quién sabe, tal vez una variante de LinkedIn o OkCupid ofrecería mejor a los estadounidenses un mercado competitivo de las ideas, donde podrían realizarse comparaciones pormenorizadas de las credenciales y propuestas del Candidato A vs las de Candidato B hasta el Z ¿Algún aspirante a desarrollador de aplicaciones dispuesto a aceptar el desafío?
Traducido por Gabriel Gasave
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