No hace mucho tiempo atrás, mientras conducía mi automóvil rumbo a la farmacia, escuché un anuncio radiofónico de “servicio público,” pergeñado por alguna agencia estatal de California que desea atemorizar a los niños respecto del fumar cigarrillos. No registré qué es lo que se dijo, pero la esencia era algo como esto: “Si pruebas ese cigarrillo, de seguro quedarás atrapado de por vida. Así que no lo hagas.”
El anuncio es una completa y descarada mentira. Me hizo acordar de otro servicio público, emitido apenas unos años atrás por televisión, el cual atacaba el abuso de estupefacientes –aquel con el huevo roto al que se dejaba caer sobre una sartén, mientras la narración expresaba decía, “Este es tu cerebro. Este es tu cerebro encima de las drogas.” Esa, también, era una mentira.
No todo aquel que le diera una pitada a un cigarrillo logró que el hecho quedara tan solo en eso-muchos, en efecto, se convirtieron en fumadores permanentes. Ni tampoco es el caso de que todos los individuos que probaron drogas lograron escapar de ellas, sino que quedaron enganchados a la sustancia. Pero muchos otros caen dentro de la categoría de los que “han estado allí, lo han hecho, y lo dejaron.” La declaración de que “todos los cisnes son blancos” se vuelve falsa ante la circunstancia de que tan solo uno de ellos sea negro. ¿Qué ocurre entonces si hay cientos y cientos de ellos?
Esa tarde me encontraba visitando a algunos amigos, cuatro hombres y cuatro mujeres. Uno de nosotros tiene menos de 50 años de edad, y solamente uno es un fumador regular. Sin embargo, cada uno de nosotros había fumado cigarrillos de forma intermitente durante los últimos 30 años. Yo mismo he sido siempre un fumador esporádico, atravesando periodos de meses sin un solo cigarrillo, para luego tener uno o dos día por medio o cada tres días, y después ninguno durante seis meses. Recientemente los abandoné a todos de una sola vez. Mi amiga mujer fumó un poco cuando tenía 14 años y luego nunca más. Otro de los varones fumó por un tiempo, luego abandono el hábito de golpe y jamás lo ha vuelto a retomar otra vez. Lo mismo con otro de ellos que en la actualidad fuma un cigarro tan solo ocasionalmente.
¿Cuál es el motivo?
Discutimos estos comerciales, y no pudimos figurarnos el motivo por el cual esta clase de mentiras han salido al aire. ¡Seguramente nadie podría pensar que los niños son tan estúpidos como para creérselas! Una explicación que surgió durante la discusión tuvo sentido para mí, pese que al principio estaba renuente a tan siquiera considerarla: estos avisos comerciales en verdad no tienen nada que ver con la intención de persuadir a los niños de que no comiencen a fumar. Las personas que los designan saben que los niños pueden darse cuenta de cuando están siendo embaucados, y estos avisos claramente caen en oídos sordos, dado lo deshonestos que son. Los adolescentes saben bien que algunos individuos que prueban fumar no siguen haciéndolo, que algunos otros lo hacen muy rara vez de allí en más, y que otros asumen la práctica seriamente. Ellos también sabían unos años atrás que no todos aquellos que fumaron marihuana o incluso drogas más duras frieron sus cerebros. Son lo suficientemente inteligentes como para desechar liza y llanamente a aquellos avisos del servicio público que no tienen sentido. Difícilmente alguien sea engañado o asustado.
Entonces ¿qué ocurre? Bien, o aquellos que realizan los comerciales son increíblemente estúpidos o simplemente malos. Permítasenos descartar a los primeros-individuos como los que se ponen a confeccionar estos comerciales no son estúpidos. Por lo tanto, es triste decirlo, probablemente sean malos. Eso significa, que desean parecer como que están haciendo algo, de forma tal que su costosa campaña continúe siendo financiada por los desesperados políticos y apoyada por los incluso aún más desesperados padres que desean que algo, cualquier cosa, se haga a fin de evitar que los niños fumen.
Sí, esta es una hipótesis cínica, pero cuando ninguna otra cosa funciona, quizás al cinismo deba dársele el lugar que le corresponde. Dado que el costo de la maldad probablemente sea muy alto, podría ser bueno ponerle un freno a esta charada. La misma le enseña a los niños que muchos de nuestros legisladores son fraudes que están perfectamente deseosos de perpetrar una implacable decepción tan solo para aparentar ser útiles. Al igual que el limite de velocidad de 55 millas por hora (88 kilómetros por hora) de hace algunos años atrás, al cual ni siquiera la policía de caminos podía tomar seriamente (y el que alentó así a que la gente tomase menos en serio a la ley), los comerciales en contra del fumar probablemente lograrán poco más que socavar el respeto de los niños por el gobierno.
Lo cual, si lo pensamos, sería de algún valor, dado cuan descarriados se han vuelto los gobiernos.
Este artículo se encuentra reimpreso con autorización de The Freeman, marzo de 1998. ©Copyright 1998, Foundation for Economic Education.
Traducido por Gabriel Gasave
Publicidades gubernamentales mentirosas
No hace mucho tiempo atrás, mientras conducía mi automóvil rumbo a la farmacia, escuché un anuncio radiofónico de “servicio público,” pergeñado por alguna agencia estatal de California que desea atemorizar a los niños respecto del fumar cigarrillos. No registré qué es lo que se dijo, pero la esencia era algo como esto: “Si pruebas ese cigarrillo, de seguro quedarás atrapado de por vida. Así que no lo hagas.”
El anuncio es una completa y descarada mentira. Me hizo acordar de otro servicio público, emitido apenas unos años atrás por televisión, el cual atacaba el abuso de estupefacientes –aquel con el huevo roto al que se dejaba caer sobre una sartén, mientras la narración expresaba decía, “Este es tu cerebro. Este es tu cerebro encima de las drogas.” Esa, también, era una mentira.
No todo aquel que le diera una pitada a un cigarrillo logró que el hecho quedara tan solo en eso-muchos, en efecto, se convirtieron en fumadores permanentes. Ni tampoco es el caso de que todos los individuos que probaron drogas lograron escapar de ellas, sino que quedaron enganchados a la sustancia. Pero muchos otros caen dentro de la categoría de los que “han estado allí, lo han hecho, y lo dejaron.” La declaración de que “todos los cisnes son blancos” se vuelve falsa ante la circunstancia de que tan solo uno de ellos sea negro. ¿Qué ocurre entonces si hay cientos y cientos de ellos?
Esa tarde me encontraba visitando a algunos amigos, cuatro hombres y cuatro mujeres. Uno de nosotros tiene menos de 50 años de edad, y solamente uno es un fumador regular. Sin embargo, cada uno de nosotros había fumado cigarrillos de forma intermitente durante los últimos 30 años. Yo mismo he sido siempre un fumador esporádico, atravesando periodos de meses sin un solo cigarrillo, para luego tener uno o dos día por medio o cada tres días, y después ninguno durante seis meses. Recientemente los abandoné a todos de una sola vez. Mi amiga mujer fumó un poco cuando tenía 14 años y luego nunca más. Otro de los varones fumó por un tiempo, luego abandono el hábito de golpe y jamás lo ha vuelto a retomar otra vez. Lo mismo con otro de ellos que en la actualidad fuma un cigarro tan solo ocasionalmente.
¿Cuál es el motivo?
Discutimos estos comerciales, y no pudimos figurarnos el motivo por el cual esta clase de mentiras han salido al aire. ¡Seguramente nadie podría pensar que los niños son tan estúpidos como para creérselas! Una explicación que surgió durante la discusión tuvo sentido para mí, pese que al principio estaba renuente a tan siquiera considerarla: estos avisos comerciales en verdad no tienen nada que ver con la intención de persuadir a los niños de que no comiencen a fumar. Las personas que los designan saben que los niños pueden darse cuenta de cuando están siendo embaucados, y estos avisos claramente caen en oídos sordos, dado lo deshonestos que son. Los adolescentes saben bien que algunos individuos que prueban fumar no siguen haciéndolo, que algunos otros lo hacen muy rara vez de allí en más, y que otros asumen la práctica seriamente. Ellos también sabían unos años atrás que no todos aquellos que fumaron marihuana o incluso drogas más duras frieron sus cerebros. Son lo suficientemente inteligentes como para desechar liza y llanamente a aquellos avisos del servicio público que no tienen sentido. Difícilmente alguien sea engañado o asustado.
Entonces ¿qué ocurre? Bien, o aquellos que realizan los comerciales son increíblemente estúpidos o simplemente malos. Permítasenos descartar a los primeros-individuos como los que se ponen a confeccionar estos comerciales no son estúpidos. Por lo tanto, es triste decirlo, probablemente sean malos. Eso significa, que desean parecer como que están haciendo algo, de forma tal que su costosa campaña continúe siendo financiada por los desesperados políticos y apoyada por los incluso aún más desesperados padres que desean que algo, cualquier cosa, se haga a fin de evitar que los niños fumen.
Sí, esta es una hipótesis cínica, pero cuando ninguna otra cosa funciona, quizás al cinismo deba dársele el lugar que le corresponde. Dado que el costo de la maldad probablemente sea muy alto, podría ser bueno ponerle un freno a esta charada. La misma le enseña a los niños que muchos de nuestros legisladores son fraudes que están perfectamente deseosos de perpetrar una implacable decepción tan solo para aparentar ser útiles. Al igual que el limite de velocidad de 55 millas por hora (88 kilómetros por hora) de hace algunos años atrás, al cual ni siquiera la policía de caminos podía tomar seriamente (y el que alentó así a que la gente tomase menos en serio a la ley), los comerciales en contra del fumar probablemente lograrán poco más que socavar el respeto de los niños por el gobierno.
Lo cual, si lo pensamos, sería de algún valor, dado cuan descarriados se han vuelto los gobiernos.
Este artículo se encuentra reimpreso con autorización de The Freeman, marzo de 1998. ©Copyright 1998, Foundation for Economic Education.
Traducido por Gabriel Gasave
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