WASHINGTON— La mayoría de los lectores de esta columna jamás han oído hablar de Puno pero es probable que no pocos hayan oído hablar de la Bahía de Guantánamo. Puno, una región pobre del sudeste del Perú, podría volverse una revelación económica y contrarrestar el resentimiento socio-político que invade los Andes si el gobierno deja que prospere la idea de una verdadera zona franca. De igual modo, Guantánamo podría erosionar el comunismo cubano como Berlín occidental minó el comunismo de Berlín oriental si las autoridades estadounidenses permitieran a los cubanos la oportunidad de convertir la controvertida base naval en un nuevo Hong Kong.
La región andina, donde está en boga el populismo autoritario, pide a gritos un caso de éxito. El resentimiento social ya ha producido dos presidentes andinos—Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia—y estuvo a punto de producir un tercero: el peruano Ollanta Humala. La forma de erosionar a estos movimientos que juegan la carta étnica e ideológica contra la globalización es permitir la libre empresa.
Puno es sesenta veces más grande que Hong Kong. A diferencia del territorio chino, posee agricultura, ganado, plata, cobre, el lago navegable más elevado del mundo y una mitología que se remonta al origen de los incas. Los sucesivos regímenes peruanos han mantenido a la región en el atraso mediante interferencias políticas que han sofocado la iniciativa empresarial. El 80 por ciento de la población es pobre. Puno sería aún más pobre si no fuese por los veinte mil puneños que contrabandean productos desde la vecina Bolivia para revenderlos en el país.
Miles de puneños piden ser considerados zona libre de impuestos en la cual producir y comerciar bienes y servicios bajo reglas de propiedad claras. La opinión limeña se ha opuesto por motivos tecnocráticos. El único argumento válido para oponerse es el argumento de que todo el país, y no sólo una región, debería convertirse en un paraíso empresarial. Pero no es esto lo que los detractores pretenden.
Olvidando que la economía peruana ya es una colcha de retazos jalonada de exenciones tributarias, sostienen que es injusto exonerar a unos a expensas de otros y que eso creará desequilibrio fiscal. No obstante la flagrante incapacidad de las autoridades para detener el contrabando en un país en el que esta actividad con quinientos años de vigencia representa más de 1.200 millones de dólares anuales, sostienen que implicará una competencia injusta. Señalando la insuficiente riqueza generada por las zonas empresariales (“Ceticos”) establecidas en algunas regiones en los años 90–que sólo beneficiaban a empresas exportadoras y hacían escarnio de la noción de libre empresa-,frustran las aspiraciones puneñas.
El Presidente Alan García, que asumió el mando a fines de julio, dice que respalda la zona franca para Puno. Si es cierto, debería ir más allá de la ley aprobada por el Congreso y del decreto que la amplía. Han sido liberadas las actividades industriales y agrícolas, pero subsisten restricciones que afectan al pequeño comercio y a los actuales contrabandistas de productos de consumo y otros bienes. Si los intereses creados se ven afectados en otras partes del país por el libre comercio de Puno, estamos antes un gran argumento para deshacerse de todas las barreras comerciales, como lo hizo Estonia en 1992 con el éxito que sabemos.
Guantánamo es otro caso interesante. Situada al sudeste de Cuba, equivale a dos terceras partes del territorio de Washington DC y tiene una infraestructura superior a la de Cuba, incluyendo el aeropuerto y el puerto. Pero su uso como cárcel para detener indefinidamente a los sospechosos de terrorismo la ha convertido en un blanco de los críticos de los Estados Unidos. Fue arrendada por los EE.UU. en una época en la que Washington mandaba en la isla y ha servido como centro de abastecimiento de combustible, base militar, campo de refugiados y prisión, pero nunca como algo que podría haber tirado de la alfombra bajo los pies del régimen totalitario de Cuba: una rica zona de libre empresa.
Los Estados Unidos harían bien en recordar el efecto colosal que tuvo Berlín occidental al otro lado de la Puerta de Brandenburgo y el ejemplo irresistible que constituyó Hong Kong para China antes del traspaso británico. Mediante decenas de miles de empresas, dos millones de cubanos en los Estados Unidos han acumulado dos veces más riqueza que once millones de cubanos en la isla (a fines de los 90», la revista Hispanic Business calculó que las empresas cubanas en Estados Unidos generaban $25 mil millones; no hay datos más frescos, pero la cifra actual debe ser muy superior). Si se les hubiera permitido convertir Guantánamo en una próspera zona franca, habrían tenido un éxito diez veces mayor del que han obtenido combatiendo a Fidel Castro desde Miami y Madrid.
Puno y Guantánamo podrían ser los Hong Kongs del hemisferio occidental en poco tiempo. Basta con permitírselo.
(c) 2006, The Washington Post Writers Group
Puno y Guantánamo: ¿Los próximos Hong Kongs?
WASHINGTON— La mayoría de los lectores de esta columna jamás han oído hablar de Puno pero es probable que no pocos hayan oído hablar de la Bahía de Guantánamo. Puno, una región pobre del sudeste del Perú, podría volverse una revelación económica y contrarrestar el resentimiento socio-político que invade los Andes si el gobierno deja que prospere la idea de una verdadera zona franca. De igual modo, Guantánamo podría erosionar el comunismo cubano como Berlín occidental minó el comunismo de Berlín oriental si las autoridades estadounidenses permitieran a los cubanos la oportunidad de convertir la controvertida base naval en un nuevo Hong Kong.
La región andina, donde está en boga el populismo autoritario, pide a gritos un caso de éxito. El resentimiento social ya ha producido dos presidentes andinos—Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia—y estuvo a punto de producir un tercero: el peruano Ollanta Humala. La forma de erosionar a estos movimientos que juegan la carta étnica e ideológica contra la globalización es permitir la libre empresa.
Puno es sesenta veces más grande que Hong Kong. A diferencia del territorio chino, posee agricultura, ganado, plata, cobre, el lago navegable más elevado del mundo y una mitología que se remonta al origen de los incas. Los sucesivos regímenes peruanos han mantenido a la región en el atraso mediante interferencias políticas que han sofocado la iniciativa empresarial. El 80 por ciento de la población es pobre. Puno sería aún más pobre si no fuese por los veinte mil puneños que contrabandean productos desde la vecina Bolivia para revenderlos en el país.
Miles de puneños piden ser considerados zona libre de impuestos en la cual producir y comerciar bienes y servicios bajo reglas de propiedad claras. La opinión limeña se ha opuesto por motivos tecnocráticos. El único argumento válido para oponerse es el argumento de que todo el país, y no sólo una región, debería convertirse en un paraíso empresarial. Pero no es esto lo que los detractores pretenden.
Olvidando que la economía peruana ya es una colcha de retazos jalonada de exenciones tributarias, sostienen que es injusto exonerar a unos a expensas de otros y que eso creará desequilibrio fiscal. No obstante la flagrante incapacidad de las autoridades para detener el contrabando en un país en el que esta actividad con quinientos años de vigencia representa más de 1.200 millones de dólares anuales, sostienen que implicará una competencia injusta. Señalando la insuficiente riqueza generada por las zonas empresariales (“Ceticos”) establecidas en algunas regiones en los años 90–que sólo beneficiaban a empresas exportadoras y hacían escarnio de la noción de libre empresa-,frustran las aspiraciones puneñas.
El Presidente Alan García, que asumió el mando a fines de julio, dice que respalda la zona franca para Puno. Si es cierto, debería ir más allá de la ley aprobada por el Congreso y del decreto que la amplía. Han sido liberadas las actividades industriales y agrícolas, pero subsisten restricciones que afectan al pequeño comercio y a los actuales contrabandistas de productos de consumo y otros bienes. Si los intereses creados se ven afectados en otras partes del país por el libre comercio de Puno, estamos antes un gran argumento para deshacerse de todas las barreras comerciales, como lo hizo Estonia en 1992 con el éxito que sabemos.
Guantánamo es otro caso interesante. Situada al sudeste de Cuba, equivale a dos terceras partes del territorio de Washington DC y tiene una infraestructura superior a la de Cuba, incluyendo el aeropuerto y el puerto. Pero su uso como cárcel para detener indefinidamente a los sospechosos de terrorismo la ha convertido en un blanco de los críticos de los Estados Unidos. Fue arrendada por los EE.UU. en una época en la que Washington mandaba en la isla y ha servido como centro de abastecimiento de combustible, base militar, campo de refugiados y prisión, pero nunca como algo que podría haber tirado de la alfombra bajo los pies del régimen totalitario de Cuba: una rica zona de libre empresa.
Los Estados Unidos harían bien en recordar el efecto colosal que tuvo Berlín occidental al otro lado de la Puerta de Brandenburgo y el ejemplo irresistible que constituyó Hong Kong para China antes del traspaso británico. Mediante decenas de miles de empresas, dos millones de cubanos en los Estados Unidos han acumulado dos veces más riqueza que once millones de cubanos en la isla (a fines de los 90», la revista Hispanic Business calculó que las empresas cubanas en Estados Unidos generaban $25 mil millones; no hay datos más frescos, pero la cifra actual debe ser muy superior). Si se les hubiera permitido convertir Guantánamo en una próspera zona franca, habrían tenido un éxito diez veces mayor del que han obtenido combatiendo a Fidel Castro desde Miami y Madrid.
Puno y Guantánamo podrían ser los Hong Kongs del hemisferio occidental en poco tiempo. Basta con permitírselo.
(c) 2006, The Washington Post Writers Group
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