En junio, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia, y China ofrecieron proporcionar cosas buenas si Irán terminaba con su programa nuclear y amenazaron con sanciones económicas si no lo hacia. Las negociaciones no comenzarían hasta que Irán suspendiese su enriquecimiento de uranio. A pesar de que este era un trato audaz de tómalo o déjalo de parte de las seis potencias, Irán lo dejó.
Los iraníes, sabiendo que tenían una situación ventajosa contra una atolondrada administración Bush en varios aspectos, han esporádica y tardíamente ofrecido congelar el enriquecimiento de uranio, pero se han negado a hacerlo como una condición para las negociaciones. Pero las negociaciones se han llevado a cabo de todos modos. Al mismo tiempo, los Estados Unidos han presionado a Rusia y China para cumplir su acuerdo de imponer sanciones si los iraníes rechazaban el paquete original de incentivos. Cualquier tipo de sanciones, no obstante, son proclives a resultar débiles en virtud de que tanto Rusia como China tienen intereses económicos en Irán. Las sanciones respecto de las que se conversó son una veda sobre las exportaciones a Irán de componentes nucleares y una prohibición de viajar para los iraníes que trabajan en el programa nuclear de ese país. Irán ya posee una extensa red ilícita en occidente para el contrabando de componentes nucleares, de modo tal que una restricción formal sobre las ventas occidentales es improbable que cause mucho efecto. Por razones de seguridad Irán no permite a sus científicos nucleares realizar muchas excursiones al exterior, por lo que la prohibición de viajar también será esencialmente simbólica.
Las únicas sanciones que hubiesen tenido algún verdadero efecto sobre Irán serían en el sector petrolero. Pero Rusia y China se opondrían a ellas vehementemente. Y también lo harían los nerviosos republicanos tratando de ser reelegidos en 2006 y 2008 en medio de los ya elevados precios de los combustibles. Cualquier sanción petrolera contra Irán, uno de los mayores productores de petróleo del mundo, provocaría una escalada del precio mundial de ese producto. Además, la historia de las sanciones económicas indica que, a través del tiempo, los vericuetos y el contrabando eventualmente disminuyen enormemente sus efectos. Los iraníes saben esto muy bien porque han estado bajo alguna forma de sanciones económicas desde que su revolución alarmó a occidente a fines de los años 70. De ese modo, Irán no está exactamente temblando en sus botas en virtud de esta nueva amenaza de sanciones occidentales.
Irán sabe también que si los Estados Unidos lanzan un ataque aéreo militar contra sus instalaciones nucleares, podría vengarse contra los EE.UU. provocando grandes inconvenientes en dos áreas de sustancial vulnerabilidad republicana—Irak y Afganistán. Irán podría alentar a los milicianos amistosos en esos países, que actualmente apoyan a sus respectivos gobiernos, a que se pasen a la oposición violenta. Los iraníes tienen muchos amigos en ambos sitios que son hostiles a los Estados Unidos. A pesar de que Irán podría resultar también perjudicado por esta acción, podría cerrar el Estrecho de Hormuz a los buques petroleros que salen del Golfo Pérsico, causando de ese modo que el precio del petróleo se vaya por las nubes. Pero aunque en apariencia luzca irracional, un Irán bajo ataque estadounidense podría escoger vengarse de cualquier manera posible.
Pese a que la administración Bush hubiese tenido una posición más favorable en las negociaciones con Irán si no se hubiese involucrado en los atolladeros afgano e iraquí, no puede llorar sobre la leche derramada. Además, el regateo sobre congelar tan solo temporalmente el programa nuclear iraní a fin de permitir las negociaciones no proporciona solución permanente alguna al problema.
Los Estados Unidos deben hacer otra oferta audaz a Irán, esta vez sin el acompañamiento de amenazas. Además de los incentivos económicos suministrados por una plena normalización de las relaciones estadounidenses-iraníes y la completa integración de Irán a la economía mundial, los Estados Unidos precisan garantizar a los iraníes que ni los EE.UU. ni Israel atacarán a Irán. A estas alturas, con las recientes invasiones de los adversarios de Irán de Irak y el Líbano, Irán puede ser también suspicaz de que dichas promesas serán rotas y optar por no abandonar su programa nuclear. Pero en este punto, es la única opción de la administración Bush. En verdad, la amenaza de un ataque militar de los Estados Unidos o Israel es lo que está motivando a Irán a procurar armas nucleares en primer lugar.
Si Irán permanece intransigente, los Estados Unidos probablemente tendrán que aceptar que Irán es posible que algún día se convierta en un estado con armamentos nucleares. Aunque no es lo deseable, este resultado podría no ser catastrófico porque los Estados Unidos poseen las fuerzas nucleares más formidables del mundo y podrían probablemente disuadir cualquier ataque del pequeño arsenal atómico iraní. Los Estados Unidos disuadieron con éxito un ataque nuclear de la radical China maoísta después de que el régimen obtuvo armas nucleares en los años 60. La disuasión nuclear también debería funcionar en el caso de un teocrático Irán .
Traducido por Gabriel Gasave
Qué hacer con las armas nucleares iraníes
En junio, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia, y China ofrecieron proporcionar cosas buenas si Irán terminaba con su programa nuclear y amenazaron con sanciones económicas si no lo hacia. Las negociaciones no comenzarían hasta que Irán suspendiese su enriquecimiento de uranio. A pesar de que este era un trato audaz de tómalo o déjalo de parte de las seis potencias, Irán lo dejó.
Los iraníes, sabiendo que tenían una situación ventajosa contra una atolondrada administración Bush en varios aspectos, han esporádica y tardíamente ofrecido congelar el enriquecimiento de uranio, pero se han negado a hacerlo como una condición para las negociaciones. Pero las negociaciones se han llevado a cabo de todos modos. Al mismo tiempo, los Estados Unidos han presionado a Rusia y China para cumplir su acuerdo de imponer sanciones si los iraníes rechazaban el paquete original de incentivos. Cualquier tipo de sanciones, no obstante, son proclives a resultar débiles en virtud de que tanto Rusia como China tienen intereses económicos en Irán. Las sanciones respecto de las que se conversó son una veda sobre las exportaciones a Irán de componentes nucleares y una prohibición de viajar para los iraníes que trabajan en el programa nuclear de ese país. Irán ya posee una extensa red ilícita en occidente para el contrabando de componentes nucleares, de modo tal que una restricción formal sobre las ventas occidentales es improbable que cause mucho efecto. Por razones de seguridad Irán no permite a sus científicos nucleares realizar muchas excursiones al exterior, por lo que la prohibición de viajar también será esencialmente simbólica.
Las únicas sanciones que hubiesen tenido algún verdadero efecto sobre Irán serían en el sector petrolero. Pero Rusia y China se opondrían a ellas vehementemente. Y también lo harían los nerviosos republicanos tratando de ser reelegidos en 2006 y 2008 en medio de los ya elevados precios de los combustibles. Cualquier sanción petrolera contra Irán, uno de los mayores productores de petróleo del mundo, provocaría una escalada del precio mundial de ese producto. Además, la historia de las sanciones económicas indica que, a través del tiempo, los vericuetos y el contrabando eventualmente disminuyen enormemente sus efectos. Los iraníes saben esto muy bien porque han estado bajo alguna forma de sanciones económicas desde que su revolución alarmó a occidente a fines de los años 70. De ese modo, Irán no está exactamente temblando en sus botas en virtud de esta nueva amenaza de sanciones occidentales.
Irán sabe también que si los Estados Unidos lanzan un ataque aéreo militar contra sus instalaciones nucleares, podría vengarse contra los EE.UU. provocando grandes inconvenientes en dos áreas de sustancial vulnerabilidad republicana—Irak y Afganistán. Irán podría alentar a los milicianos amistosos en esos países, que actualmente apoyan a sus respectivos gobiernos, a que se pasen a la oposición violenta. Los iraníes tienen muchos amigos en ambos sitios que son hostiles a los Estados Unidos. A pesar de que Irán podría resultar también perjudicado por esta acción, podría cerrar el Estrecho de Hormuz a los buques petroleros que salen del Golfo Pérsico, causando de ese modo que el precio del petróleo se vaya por las nubes. Pero aunque en apariencia luzca irracional, un Irán bajo ataque estadounidense podría escoger vengarse de cualquier manera posible.
Pese a que la administración Bush hubiese tenido una posición más favorable en las negociaciones con Irán si no se hubiese involucrado en los atolladeros afgano e iraquí, no puede llorar sobre la leche derramada. Además, el regateo sobre congelar tan solo temporalmente el programa nuclear iraní a fin de permitir las negociaciones no proporciona solución permanente alguna al problema.
Los Estados Unidos deben hacer otra oferta audaz a Irán, esta vez sin el acompañamiento de amenazas. Además de los incentivos económicos suministrados por una plena normalización de las relaciones estadounidenses-iraníes y la completa integración de Irán a la economía mundial, los Estados Unidos precisan garantizar a los iraníes que ni los EE.UU. ni Israel atacarán a Irán. A estas alturas, con las recientes invasiones de los adversarios de Irán de Irak y el Líbano, Irán puede ser también suspicaz de que dichas promesas serán rotas y optar por no abandonar su programa nuclear. Pero en este punto, es la única opción de la administración Bush. En verdad, la amenaza de un ataque militar de los Estados Unidos o Israel es lo que está motivando a Irán a procurar armas nucleares en primer lugar.
Si Irán permanece intransigente, los Estados Unidos probablemente tendrán que aceptar que Irán es posible que algún día se convierta en un estado con armamentos nucleares. Aunque no es lo deseable, este resultado podría no ser catastrófico porque los Estados Unidos poseen las fuerzas nucleares más formidables del mundo y podrían probablemente disuadir cualquier ataque del pequeño arsenal atómico iraní. Los Estados Unidos disuadieron con éxito un ataque nuclear de la radical China maoísta después de que el régimen obtuvo armas nucleares en los años 60. La disuasión nuclear también debería funcionar en el caso de un teocrático Irán .
Traducido por Gabriel Gasave
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