A consecuencia de la apabullante reciente victoria electoral demócrata, la mayoría de los expertos en Washington han estado esperando que la administración Bush cambie de curso en Irak. Para esos individuos, el testimonio de esta semana brindado por el General John Abizaid, en última instancia el comandante estadounidense a cargo de la guerra de Irak, fue decepcionante. El General Abizaid rechazó todas las políticas alternativas para Irak que han sido propuestas, incluido un retiro escalonado de las tropas, la adición de más efectivos, o la partición del país. No obstante, con una gimnasia verbal que hubiese hecho sentirse orgulloso a George Orwell, cuando fue acusado por el Senador John McCain (republicano por Arizona) de favorecer el status quo, Abizaid lo negó y sugirió tan solo cambios marginales al enfoque actual. Aparentemente, “seguir el curso” se ha convertido en “quedarse y rezar”.
Los generales retirados que han desacreditado a la política de Irak de la administración han también sido críticos del retiro escalonado de las tropas estadounidenses propuesto por los demócratas. Los generales han insistido que en vez de obligar al gobierno iraquí a mejorar la seguridad y reunir a los diversos grupos sectarios y étnicos para negociar una coparticipación de los recursos y el poder, una retirada en etapas daría la señal de que los Estados Unidos han abandonado Irak, y de esa manera brindaría a los grupos un incentivo para empezar a planificar una guerra civil catastrófica. El General John Batiste, un mayor general retirado del Ejército que fue comandante de división en Irak y pidió la renuncia de Donald Rumsfeld, calificó a la propuesta de los demócratas de “terriblemente ingenua”. Entre otras iniciativas, Batiste defiende que los Estados Unidos tienen que realizar nuevos esfuerzos para asegurar las fronteras de Irak, debilitar o eliminar a las milicias iraquíes, acelerar el entrenamiento de las fuerzas de seguridad del país, reducir el desempleo iraquí, y solicitar más cooperación de los líderes tribales. A fin de hacer todas estas cosas, Batiste recomienda incrementar el número de efectivos estadounidenses en Irak. El General Anthony Zinni, uno de los predecesores de Abizaid como comandante en el Medio Oriente y otro crítico de la política de la administración, así como también los senadores John McCain (republicano por Arizona) y Lindsey Graham (republicano por Carolina del Sur), están de acuerdo en que deberían ser enviadas más tropas de los EE.UU..
Pero si el plan demócrata es cándido, está propuesta es simplemente alocada. Casi tan estúpida como planear invadir y ocupar un país díscolo, con demasiado pocas tropas y ningún plan de estabilización para después de la guerra, es arrogar más efectivos al atolladero cuando una elección ha apenas demostrado que la guerra se ha vuelto muy impopular en casa. En una democracia, eso es suicidio político. Al respecto, la administración puede ser más realista que los generales y senadores precedentemente mencionados. Para luchar contra esta propuesta, Abizaid soñó con una versión parlamentaria de Ricitos de oro y los tres ositos. McCain preguntó a Abizaid por qué no apoyó la adición de más tropas, y Abizaid replicó que las mismas provocarían más violencia. (Demostrando el punto de Abizaid, el agregado de más efectivos estadounidenses en Bagdad ha incrementado la violencia allí). McCain luego cerró la trampa retórica destacando que, según dicha lógica, la reducción de las tropas estadounidenses incrementaría la estabilidad. Abizaid sin convicción rebatió que el número de efectivos estadounidenses era apenas el correcto.
Aún más naïve es la expectativa de Batiste de que, con más efectivos, los Estados Unidos pueden milagrosamente desear que su lista de objetivos se haga realidad. Pero la mayoría de las sugerencias de Batiste ya han sido intentadas y se han quedado cortas. Agregar más efectivos meramente acelerará el sello de arriba a abajo del socialismo militar que ya ha fracasado en Irak. Incluso si más tropas estadounidenses ayudasen a la situación, ¿de dónde vendrían? Analistas independientes han determinado que aún el nivel actual de efectivos de los EE.UU. en Irak resulta insostenible en el largo plazo.
En contraste con estas recomendaciones sumamente optimistas, los demócratas son menos ingenuos de lo que parecen primero. Se dan cuenta de que los iraquíes ya saben que los Estados Unidos desarrollarán fatiga de guerra y se marcharán. Los grupos iraquíes que están combatiendo pueden leer los sondeos de la opinión pública estadounidense. Los demócratas también entienden que los Estados Unidos han perdido la guerra, pero no pueden decirlo. La creciente violencia en Irak es probable que se vuelva mucho peor, independientemente de sí las tropas estadounidenses están allí o no. El verdadero interrogante es sí queremos que las tropas estadounidenses se encuentren o no en medio de una guerra civil a escala total. Reducir nuestras pérdidas y retirarse antes de que muchos más jóvenes estadounidenses sean asesinados o heridos es el curso más inteligente.
¿Pero qué hay respecto de los iraquíes que son dejados para lidiar con el caos que la invasión y ocupación de los EE.UU. ha creado? A fin de dar a los iraquíes la mejor oportunidad de terminar con la violencia y recuperarse de la guerra, un cronograma estadounidense para una retirada debería estar combinado con una partición formal del país. En este punto, Irak ya se encuentra esencialmente dividido—con milicias que proporcionan la seguridad local en muchas áreas. Además, la vasta mayoría de iraquíes no desea vivir en un Irak unificado. Solamente los sunnitas desean un país unificado debido a que no poseen mucho petróleo en su área. Un cronograma para una retirada de los Estados Unidos quitaría el último puntal debajo de lo que es básicamente un gobierno chiíta/kurdo y alentaría a esos grupos a compartir el petróleo o los ingresos petrolíferos con los sunnitas. Además, un retiro estadounidense terminaría con la violencia sunnita contra el ocupante extranjero.
Codificando la participación y descentralización existente el gobierno iraquí reducirá la violencia chiíta/sunnita, en virtud de que cada grupo teme que el otro grupo empleará el aparato del gobierno nacional para oprimirlo. Un ejemplo perfecto es la violencia anti-sunnita perpetrada por las fuerzas de seguridad iraquíes que están siendo infiltradas por los escuadrones de la muerte chiítas.
Así, la propuesta demócrata para la retirada, junto con una partición, son la mejor esperanza para Irak.
Traducido por Gabriel Gasave
Reducirse y correr es preferible a quedarse y rezar
A consecuencia de la apabullante reciente victoria electoral demócrata, la mayoría de los expertos en Washington han estado esperando que la administración Bush cambie de curso en Irak. Para esos individuos, el testimonio de esta semana brindado por el General John Abizaid, en última instancia el comandante estadounidense a cargo de la guerra de Irak, fue decepcionante. El General Abizaid rechazó todas las políticas alternativas para Irak que han sido propuestas, incluido un retiro escalonado de las tropas, la adición de más efectivos, o la partición del país. No obstante, con una gimnasia verbal que hubiese hecho sentirse orgulloso a George Orwell, cuando fue acusado por el Senador John McCain (republicano por Arizona) de favorecer el status quo, Abizaid lo negó y sugirió tan solo cambios marginales al enfoque actual. Aparentemente, “seguir el curso” se ha convertido en “quedarse y rezar”.
Los generales retirados que han desacreditado a la política de Irak de la administración han también sido críticos del retiro escalonado de las tropas estadounidenses propuesto por los demócratas. Los generales han insistido que en vez de obligar al gobierno iraquí a mejorar la seguridad y reunir a los diversos grupos sectarios y étnicos para negociar una coparticipación de los recursos y el poder, una retirada en etapas daría la señal de que los Estados Unidos han abandonado Irak, y de esa manera brindaría a los grupos un incentivo para empezar a planificar una guerra civil catastrófica. El General John Batiste, un mayor general retirado del Ejército que fue comandante de división en Irak y pidió la renuncia de Donald Rumsfeld, calificó a la propuesta de los demócratas de “terriblemente ingenua”. Entre otras iniciativas, Batiste defiende que los Estados Unidos tienen que realizar nuevos esfuerzos para asegurar las fronteras de Irak, debilitar o eliminar a las milicias iraquíes, acelerar el entrenamiento de las fuerzas de seguridad del país, reducir el desempleo iraquí, y solicitar más cooperación de los líderes tribales. A fin de hacer todas estas cosas, Batiste recomienda incrementar el número de efectivos estadounidenses en Irak. El General Anthony Zinni, uno de los predecesores de Abizaid como comandante en el Medio Oriente y otro crítico de la política de la administración, así como también los senadores John McCain (republicano por Arizona) y Lindsey Graham (republicano por Carolina del Sur), están de acuerdo en que deberían ser enviadas más tropas de los EE.UU..
Pero si el plan demócrata es cándido, está propuesta es simplemente alocada. Casi tan estúpida como planear invadir y ocupar un país díscolo, con demasiado pocas tropas y ningún plan de estabilización para después de la guerra, es arrogar más efectivos al atolladero cuando una elección ha apenas demostrado que la guerra se ha vuelto muy impopular en casa. En una democracia, eso es suicidio político. Al respecto, la administración puede ser más realista que los generales y senadores precedentemente mencionados. Para luchar contra esta propuesta, Abizaid soñó con una versión parlamentaria de Ricitos de oro y los tres ositos. McCain preguntó a Abizaid por qué no apoyó la adición de más tropas, y Abizaid replicó que las mismas provocarían más violencia. (Demostrando el punto de Abizaid, el agregado de más efectivos estadounidenses en Bagdad ha incrementado la violencia allí). McCain luego cerró la trampa retórica destacando que, según dicha lógica, la reducción de las tropas estadounidenses incrementaría la estabilidad. Abizaid sin convicción rebatió que el número de efectivos estadounidenses era apenas el correcto.
Aún más naïve es la expectativa de Batiste de que, con más efectivos, los Estados Unidos pueden milagrosamente desear que su lista de objetivos se haga realidad. Pero la mayoría de las sugerencias de Batiste ya han sido intentadas y se han quedado cortas. Agregar más efectivos meramente acelerará el sello de arriba a abajo del socialismo militar que ya ha fracasado en Irak. Incluso si más tropas estadounidenses ayudasen a la situación, ¿de dónde vendrían? Analistas independientes han determinado que aún el nivel actual de efectivos de los EE.UU. en Irak resulta insostenible en el largo plazo.
En contraste con estas recomendaciones sumamente optimistas, los demócratas son menos ingenuos de lo que parecen primero. Se dan cuenta de que los iraquíes ya saben que los Estados Unidos desarrollarán fatiga de guerra y se marcharán. Los grupos iraquíes que están combatiendo pueden leer los sondeos de la opinión pública estadounidense. Los demócratas también entienden que los Estados Unidos han perdido la guerra, pero no pueden decirlo. La creciente violencia en Irak es probable que se vuelva mucho peor, independientemente de sí las tropas estadounidenses están allí o no. El verdadero interrogante es sí queremos que las tropas estadounidenses se encuentren o no en medio de una guerra civil a escala total. Reducir nuestras pérdidas y retirarse antes de que muchos más jóvenes estadounidenses sean asesinados o heridos es el curso más inteligente.
¿Pero qué hay respecto de los iraquíes que son dejados para lidiar con el caos que la invasión y ocupación de los EE.UU. ha creado? A fin de dar a los iraquíes la mejor oportunidad de terminar con la violencia y recuperarse de la guerra, un cronograma estadounidense para una retirada debería estar combinado con una partición formal del país. En este punto, Irak ya se encuentra esencialmente dividido—con milicias que proporcionan la seguridad local en muchas áreas. Además, la vasta mayoría de iraquíes no desea vivir en un Irak unificado. Solamente los sunnitas desean un país unificado debido a que no poseen mucho petróleo en su área. Un cronograma para una retirada de los Estados Unidos quitaría el último puntal debajo de lo que es básicamente un gobierno chiíta/kurdo y alentaría a esos grupos a compartir el petróleo o los ingresos petrolíferos con los sunnitas. Además, un retiro estadounidense terminaría con la violencia sunnita contra el ocupante extranjero.
Codificando la participación y descentralización existente el gobierno iraquí reducirá la violencia chiíta/sunnita, en virtud de que cada grupo teme que el otro grupo empleará el aparato del gobierno nacional para oprimirlo. Un ejemplo perfecto es la violencia anti-sunnita perpetrada por las fuerzas de seguridad iraquíes que están siendo infiltradas por los escuadrones de la muerte chiítas.
Así, la propuesta demócrata para la retirada, junto con una partición, son la mejor esperanza para Irak.
Traducido por Gabriel Gasave
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