Refutando a Dimitri: Las verdades económicas acerca de la inmigración

19 de julio, 2006

Escribí la Carta abierta sobre la inmigración del Independent Institute porque deseaba llevar a la atención de un público más basto los extensos y no partidistas trabajos de investigación sobre la inmigración realizados por economistas. El debate sobre la inmigración ha sido, en mi opinión, innecesariamente estridente, y sentía que un compendio razonado de algunos de los aspectos más importantes podía resultar útil.

La desafortunada respuesta de Dimitri Vassilaros—»¿Por qué no se hizo alguna mención a los »principios económicos» de los ilegales que roban, violan y desplazan a los estadounidenses?» («La carta de economistas es intelectualmente deshonesta», columna, 25 de junio y PghTrib.com)—prueba mi posición respecto de esa estridencia.

La carta abierta hace las siguientes observaciones:

En términos generales, la inmigración ha sido un beneficio neto para los ciudadanos estadounidenses, no obstante uno modesto en proporción con el tamaño de nuestra economía de $13 billones.

Existen suficientes empleos en los Estados Unidos tanto para los inmigrantes como los ciudadanos.

Las potenciales declinaciones en los salarios para los estadounidenses poco capacitados son una preocupación pero el tamaño de cualquiera de tales declinaciones ha sido pequeño, con la mejor de las estimaciones ubicándose entre el cero y, en el peor de los casos, el 8 por ciento de declinación salarial.

Los propios inmigrantes se benefician inmensamente con la inmigración—un aspecto obvio pero a menudo dejado a un lado en la medida en que demasiados individuos simplemente soslayan a los inmigrantes. En verdad, no solamente los inmigrantes se benefician directamente sino también que sus remesas (el dinero privado que envían a sus países de origen) son altamente efectivas en mejorar el destino de individuos en otras naciones. La inmigración es el «mejor programa contra la pobreza del mundo».

La carta abierta es breve y por ende no intenta cubrir todos los temas, pero un amplio conjunto de referencias explica la fuente de las opiniones en materia de inmigración de los economistas y suministra mucha más información.

El Sr. Vassilaros parece especialmente indignado de que la carta abierta no trate el tema del crimen. Hay una sencilla y, uno podría pensar, obvia razón para esto: La gran mayoría de los crímenes son cometidos por ciudadanos. Además, los delitos en los Estados Unidos están disminuyendo y no se han encontrado tan bajos como lo están actualmente desde los años 60’. Expresándolo de manera sencilla, la reducción de la inmigración no es un modo eficaz de reducir el crimen. Una política mucho más sensible para combatir el delito es la de contratar más policías—en virtud de que emplear a más policías reducirá los delitos por parte de los criminales, ya sean éstos ciudadanos o no.

Vassilaros me acusa (y por extensión a los más de 500 economistas y cinco ganadores del Premio Nobel que suscribieron la carta abierta) de deshonestidad intelectual. Los lectores pueden juzgarlo por lo siguiente:

Cuando Vassilaros me preguntó por el número de inmigrantes ilegales en las prisiones federales respondí que no tenía a mano la información sobre esa cuestión. Además, expliqué que solamente una minoría de los prisioneros se encuentra en las prisiones federales por lo que sería más razonable considerar a todas las prisiones.

Así, a penas unos minutos después de concluida nuestra entrevista telefónica, le envíe por correo electrónico información sobre el número de no ciudadanos tanto en las prisiones federales como estaduales. La información, de paso, muestra que alrededor del 6 por ciento de los individuos en prisiones estaduales o federales no son ciudadanos, lo cual es aproximadamente el mismo porcentaje de no ciudadanos que en la población en general (6 al 8 por ciento). A pesar de que algunos inmigrantes poseen tasas de criminalidad más altas que la población general y algunos tienen tasas más bajas, en general las tasas de criminalidad son similares especialmente cuando comparamos a individuos similares. Por supuesto, usted jamás sabría esto en virtud de la invectiva del Sr. Vassilaros.

Resulta desafortunado que la columna de Vassilaros no contribuyera al debate informado y racional que es la característica distintiva de una democracia que funciona como corresponde. No obstante ello, estoy agradecido por esta oportunidad de corregir los errores de Vassilaros y de llegar a los lectores del Pittsburgh Tribune.

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